viernes, 30 de julio de 2021

PASEO DE SAN PEDRO: UN MOBILIARIO ETERNO, CAMBIADO AHORA ABSURDAMENTE

Horizontalidad y paralelismo con el muro y la línea de la mar. (Foto: H. del Río).  



OPINIÓN                                           

Abordaje del feísmo


La inexplicable sustitución de los bancos de hormigón 



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

La escenografía del Paseo de San Pedro -que define el argumento más contundente del litoral urbano llanisco- es el resultado de un lento proceso de urbanización iniciado a mediados del siglo XIX y completado a finales del XX. No le falta ni le sobra nada en su condición de paisaje extraordinariamente singular. Desplegada sobre un brazo de pura roca, es metáfora de lo perenne y nexo intergeneracional de los pobladores de la villa de Llanes.

Su configuración, tal como la vemos hoy, se terminó de fijar en 1998, tras recorrerse un largo camino a golpes de voluntarismo y planificación: ingentes trabajos, en la primera fase, para allanar el terreno y extender toneladas de tierra; cambio de posición del canapé; adecuación de la Cueva del Taleru, sin alterar la fisonomía que presentaba cuando sirvió de cobijo a los atalayeros; plantación de tamarindos, siguiendo la sugerencia de algún indiano sabedor de que esos árboles son capaces de enraizar en terrenos expuestos al salitre; y reconstrucción y reforma de la torre vigía en 1928. Las obras llevadas a cabo desde la terminación de la Guerra Civil en Asturias hasta la década de los años 60, aunque discontinuas, decantaron aspectos formales, tales como la reposición, en 1938, de la cruz sobre la bóveda de la Cueva del Taleru, o la reinstalación, en un monolito robustecido, de la lápida en recuerdo de Posada Porrero, derribadas ambas al inicio de la contienda. En 1967, con Aurelio Morales Poo en la alcaldía, se retomó un plan municipal de 1952 para la prolongación del belvedere hasta el antiguo vertedero de basura, del que las únicas realizaciones hechas hasta entonces habían consistido en adecuar la subida desde el Sablón y plantar más tamarindos. En la nueva intervención se colocaron ocho bancos de hormigón. Vinieron a sumarse a los de piedra instalados durante el primer tercio de siglo en la zona próxima a la Punta del Guruñu, en el interior de la cueva, en el entorno de la torre del mirador y frente a la escalinata principal de acceso, y se completó así un adecuado mobiliario, que incluía asientos de madera con estructura de hierro, como los del parque de Posada Herrera. (Carmen Polo, la esposa de Franco, se asomaría al lugar en 1971, en una visita casi con aires de reinauguración). Muy posteriormente, sería el alcalde Manuel Miguel Amieva quien alargaría el paseo en cuatrocientos metros más.    

En paralelo, durante los años 40 y 50 se acometió la mejora de los aledaños del Sablón: se eliminó la rampa lateral que descendía al arenal; se desmontó el puente, que salvaba un desnivel en el camino al antiguo cementerio, se rellenó ese tramo, y se construyó la soberbia pared semicircular de la playa, con una escalera de dos brazos en la parte central (trabajos en los que participaron canteros como Alonso Sordo Turanzas  y los hermanos García Fervienza).

En esa escenografía diseñada para la eternidad algo cambió, de repente, en 2017: los ocho bancos de hormigón, colocados entre los tamarindos cincuenta años atrás -y destinados a durar hasta la próxima glaciación-, desaparecieron. Un patrimonio esfumado por las buenas; el valor añadido de la acumulación de un tiempo histórico común, reemplazado, inexplicablemente, por la estética de unos asientos de madera que diríase que están sacados de la sala de espera de una estación ferroviaria de la posguerra. Fue un inesperado abordaje del feísmo. Aquéllos bancos, además, no suponían coste alguno de mantenimiento, en tanto que éstos están condenados a la constante agresión de las pintadas y a tener que ser lavados, lijados y repintados, como pudo comprobarse a las primeras de cambio.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 17 de julio de 2021). 


Los bancos de hormigón, reemplazados ahora y en paradero desconocido, tenían el poso de la historia y son patrimonio común e intergeneracional de los llaniscos. (Fotos: Archivo de H. del Río).




2 comentarios:

  1. Bueno ya sabemos a qué se dedican nuestros políticos, nueva construcción de cualquier índole significa comisión y el antiguo mobiliario tal vez este en casa de algún amigo o allegado por eso de reciclar que está muy de moda, así vamos, pasito para adelante y unos cuantos para atrás, pero siempre siempre llenando los bolsillos lo demás no les importa lo más mínimo.

    ResponderEliminar
  2. Los Iluminados, que no saben respetar, a quienes les precedieron, y propiciaron su existencia, no merecen que se les considere, pero la Democracia es así, si se junta mayoría, se manda, se sepa o no, la opinión de la mayoría se impone al conocimiento y la razón. Ya dice el refrán "Que por mucho que madrugues, no amanece más temprano". AHI QUEDA ESO. Y A QUIEN QUIERA O SEPA ENTENDER, DARA O QUITARA RAZON.

    ResponderEliminar