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viernes, 30 de julio de 2021

HUGH THOMAS EN EL PASEO DE SAN PEDRO

De izquierda a derecha, Hugh Thomas, Juan A. Pérez Simón y Manuel Miguel Amieva, en la Casa de Cultura de Llanes. (Foto: H. del Río).

 

OPINIÓN            

                                                   

Cuatro horas con Hugh Thomas


De cuando el hispanista británico encontró en Llanes la huella de la Legión Cóndor 



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

El Paseo de San Pedro es perfecto como observatorio para desentrañar arcanos  de la historia. Ofrece perspectivas, a modo de pentagramas, y sugiere argumentos con los que poder explicar los avatares grandes y pequeños de Llanes. Hace diez años, en una soleada mañana, estábamos juntos allí Hugh Thomas (1931-2017), Juan Antonio Pérez Simón y yo, contemplando el panorama, “con el culu a la mar y cara a La Pereda”, como habría dicho Tomás del Cueto Vallado, el ocurrente cura párroco de finales del siglo XIX. El hispanista británico, fallecido el pasado 7 de mayo, pasaba una breve temporada en Llanes, invitado por el empresario astur-mexicano, y el entonces alcalde llanisco, Manuel Miguel Amieva, me había encargado que acompañara a los ilustres personajes como guía.

Fueron cuatro horas (una mañana entera) de las que dejan huella. Propuse que nos dirigiéramos al emblemático paraje desde el que se divisa la costa y la montaña, y allí inicié un recorrido que pasaba por la presencia neolítica de Peña-Tú, la memoria de la Puebla de Aguilar, el Fuero concedido por Alfonso IX y el amurallamiento de la villa en el siglo XIII, la impronta imborrable del Gremio de Mareantes de San Nicolás, la dinastía de los Pariente, la llegada del Príncipe Carlos, las incursiones piratas de bretones, ingleses y holandeses, la invasión napoleónica, Posada Herrera, la aventura indiana…

El paisaje que teníamos delante era el guión del relato. “La altiplanicie que divisamos a la izquierda, actual campo municipal de golf, fue durante la Guerra Civil un activo campo de aviación. Primero fue utilizado por el alto mando republicano, que contaba aquí con varios pilotos soviéticos, y a partir del 5 de septiembre del 37, por la Legión Cóndor, uno de cuyos integrantes era Adolf Galland… En su autobiografía, por cierto, Galland describe con gracia la belleza del litoral llanisco y la peculiar ubicación del aeródromo”, les conté de pronto.

Al oír aquello, la flema del autor de “La Guerra Civil Española” se alteró levemente. Con los ojos iluminados miró a Pérez Simón y preguntó si nos podíamos acercar hasta la Cuesta, para ver in situ el antiguo escenario bélico sacado por mí a colación. En el transcurso del viaje seguí explicando argumentos a vuela pluma, y al pasar por la Concepción no me olvidé de decir que Villa Partarrío, la mansión de Parres Sobrino, había alojado a los integrantes de una unidad alemana de apoyo artillero.

Al atravesar Cue, Juan Antonio Pérez Simón hizo una afirmación sorprendente pero que venía muy a cuento: “Este pueblo, Hugh, fue la judería más importante que tuvo Llanes”.

Arriba, mientras contemplábamos lo que se ofrecía a nuestros ojos, hablamos del arquitecto Joaquín Ortiz, autor en 1931 de los primeros estudios y bocetos para convertir aquel paraje en un aeródromo, y del hangar construido en el verano de  1936, que tanta admiración causaría entre los aviadores rusos y alemanes. Había mucho que contar. “Aparte de Galland, tenemos noticias de otros dos pilotos de la Cóndor que estuvieron destinados aquí: Heinrich Neumann, oficial médico, y Walter Adolph, que el día de su llegada sufrió un accidente y su aparato se deslizó violentamente hasta las proximidades de La Boriza”, añadí.

El programa histórico-turístico de aquel día con Hugh Thomas continuaría en el Archivo de Indianos de Colombres, con especial detenimiento en la sección en la que se muestran los objetos y documentos donados por la familia del general republicano José Miaja, presidente de la Junta de Defensa de Madrid, y terminamos la excursión en La Barata, donde me tocó escanciar unos culines entre otras esporádicas referencias a Galland, “al que el campo de aviación le había parecido la azotea de un rascacielos junto a la mar”. Thomas, de pocas palabras, no perdía detalle. Parecía querer memorizarlo absolutamente todo.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 27 de mayo de 2017). 







lunes, 11 de febrero de 2019

LLANES: REFERENCIAS DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

OPINIÓN                                                               

 "El Gallego" y el maestro, mano a mano

Una visita a Llanes del vicepresidente de Cuba, José Ramón Fernández, en 1994



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

El que fuera vicepresidente del Gobierno cubano entre 1978 y 2012, José Ramón Fernández Álvarez, fallecido el 6 de enero de 2019, había visitado Llanes una tarde de octubre de 1994. Llegó tras almorzar en la Quinta Guadalupe de Columbres con Santiago González Romero, director del Archivo de Indianos, y los alcaldes socialistas de Ribadedeva y Llanes, Modesto Bordás Rodríguez y Manuel Esteban Miguel Amieva, respectivamente.

Permaneció aquí un par de horas y durante todo ese tiempo estuvo junto a él Manuel Amieva. Ambos y su séquito se apearon de sendos automóviles junto al Puente y empezaron a recorrer el casco histórico medieval desde la calle Manuel Cue. Les acompañábamos la embajadora de Cuba en España, Rosario Navas Morata -actualmente al frente de la embajada cubana en Estocolmo-, el concejal de Cultura del Ayuntamiento llanisco, Antonio Núñez Martín, los periodistas Ramón Díaz y Ramón Pérez Batalla, tres guardaespaldas y un servidor. A la cabeza de la comitiva, Amieva iba comentando a “El Gallego” (como era conocido en su país el histórico dirigente de la revolución castrista) retazos del pasado de Llanes, y José Ramón Fernández (nacido en Santiago en 1923, hijo de asturianos, militar de carrera con cursos de especialización en Estados Unidos, conspirador contra la dictadura de Batista, destacado luchador en la batalla de Bahía de Cochinos y estrecho colaborador de Fidel Castro) escuchaba atentamente mientras subían por la calle del Llegar.
Amieva, hombre de vasta cultura y buen conocedor de la historia local, empezó hablando de la actividad ballenera, del fuero otorgado por Alfonso IX, de las murallas y de Juan Pariente, el noble que acogió en su casa al príncipe Carlos en 1517, pero en seguida derivó sus explicaciones a terrenos más ligados a la bilateralidad llanisco-cubana. Mencionó primeramente al benefactor Manuel Cue, indiano en La Habana y fundador de las Escuelas Cristianas de La Arquera, con cuyo nombre estaba bautizada la calle por la que íbamos caminando en ese momento; después, ante la Casona de la Magdalena, indicó que ese gran edificio había pertenecido a la familia de Alberto Bayo Giroud, nada menos, el militar hispano-cubano que participó en la Guerra Civil desde el bando republicano y que en los años 50 sería en México el instructor de los guerrilleros -los hermanos Castro y Ché Guevara entre ellos- que preparaban el asalto al poder y que embarcarían en 1956 en el “Granma”. (La Casona nos trae a muchos llaniscos gratos recuerdos de nuestra niñez; allí vivía entonces la popular maestra Pilar Pérez Bayo, llamada “la Cubana”, sobrina de Alberto Bayo y esposa de Julián Gancedo, “Julianón”); en el Sablón, finalmente, el cicerone habló del chalé de Óscar Manzano (que originariamente había pertenecido a la familia Orejas, de Oviedo); lo teníamos enfrente, en la subida a San Pedro, con un mástil en el que ondeaba la bandera de Cuba; Óscar, hijo de Veneranda Manzano (1893-1992), estaba muy relacionado con el régimen castrista (de hecho, en 1995 habría de ser huésped suyo en ese chalé Ramiro Valdés Menéndez, uno de los líderes revolucionarios más carismáticos desde el ataque al Cuartel Moncada en 1953).
El recorrido incluyó una breve visita a la Casa de Cultura, en la que se mostraban las exposiciones “Del Caribe, Cuba” (fotografías del documentalista cubano, realizador de TV y reportero de guerra en Angola Simón Escobar) e “Inquisición y Justicia seglar”.
Manuel Miguel Amieva (Llanes, 1949), alcalde desde 1993 hasta 1999 y maestro de escuela con cuarenta años de servicio, se volvió a encontrar con José Ramón Fernández Álvarez en 1996, esa vez en La Habana. Como en la primera ocasión, Amieva no contó a “El Gallego” que el derrocado dictador Fulgencio Batista había estado en Llanes en 1962, un día en el que apareció de repente y comió con su esposa riñones al Jerez en el Bar del Muelle, regentado por el exquisito hostelero (y antiguo emigrante en Cuba) Agustín Guijarro Junco.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el martes 15 de enero de 2019)