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domingo, 4 de diciembre de 2016

OTRO "ZEPPELIN": UN CENTRO PARA LA CULTURA MUNDIAL EN ARABIA SAUDÍ




El 1 de diciembre de 2016, el rey Salman de Arabia Saudí inauguró en Dhahran el centro cultural The King Abdulaziz Center for World Culture. Se trata de un impresionante edificio diseñado por el estudio de arquitectura noruego Snohetta. Ha costado 750 millones de euros. El centro está dotado de una sala de cine, biblioteca, pabellón de exposiciones, museo y auditorio.
La construcción del edificio empezó en 2008.

El equipamiento, de 80.000 metros, presenta un diseño inspirado en la geología de Arabia Saudí y las formaciones rocosas que conservan la energía del petróleo.







sábado, 9 de abril de 2016

IDENTIDAD LLANISCA Y GLOBALIZACIÓN

Mercado semanal de Llanes, Asturias (sobre 1989).

Artículo en LA NUEVA ESPAÑA


IIdentidad y globalización

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ      


Paradójicamente, en plena globalización, las referencias culturales de carácter local están cobrando un valor creciente. La cultura propia es, en último término, lo verdaderamente tangible. Lo abarcable. La identidad. La memoria. Un anclaje en medio de la inmensidad.
A nadie se le debe escapar que los ayuntamientos, a través de las casas de Cultura, juegan en relación con esto un papel esencial. La prioridad de un centro cultural municipal (la obligación, diríase con más propiedad) no es competir con el Guggenheim sino defender, conservar, difundir y dar visibilidad a todo aquello que constituye las señas propias del municipio del que forman parte (historia, patrimonio, personajes, economía tradicional, folklore, conocimiento del territorio…).  
La muestra “Llanes y las ballenas”, que recibió la visita de 11.144 personas, es un ejemplo significativo de la aportación al panorama cultural asturiano que representan las exposiciones de producción propia. Las muestras de este tipo hechas en la villa de Ángel de la Moría se han venido sucediendo desde 1988: “Llanes, imágenes del siglo XX”, “Fósiles, aves y mamíferos del Concejo de Llanes”, “Llanes, una mirada a la mar”, “Centenario de la llegada del tren (1905-2005)”, “Llanes y la invasión napoleónica”, “El arquitecto Joaquín Ortiz y el Llanes de la Segunda República”, “El pintor Jesús Palacios de la Vega (1918-2011)” y “José de Posada Herrera, un político decimonónico”, entre otras muchas.
No obstante, esta línea estratégica de la programación en los territorios locales no es incompatible con las dinámicas para entender la compleja realidad cultural contemporánea o para acercarse a aspectos concretos de la aldea global. La mirada al mundo viene a complementar la atención prioritaria a lo próximo, a lo que más nos concierne, y a ese propósito ha venido respondiendo una larga serie de exposiciones que atrajeron, como las anteriores, a miles de visitantes: “América entre nosotros”, “Inquisición y Justicia seglar”, “Berlín, años 20”, los fotógrafos de la Agencia “Magnum”, “Realidades de la realidad” (en la que estuvieron representados Antonio López, Cristóbal Toral, Eduardo Naranjo, Amalia Avia, María Moreno, Julio López Hernández y otros grandes nombres de la pintura), el fotógrafo francés Félix Nadar (1820-1910), “Historia de los puertos españoles”, “La ciudad hispanoamericana: el sueño de un orden”… Exposiciones que llegaban al Principado por primera o única vez.
En otros apartados, como los cursos de verano, se mantiene igualmente esa doble visión. La colaboración con las Universidades de Alcalá y de Maryland permitió trasladar a Llanes un escenario de reflexión y debate, con la presencia de políticos de la Transición (los “padres” de la Constitución de 1978, incluidos), protagonistas de la recuperación de la memoria histórica, juristas y académicos, así como humoristas gráficos de los principales periódicos, con Antonio Fraguas, Forges, a la cabeza.

La clave está en la combinación entre lo cercano y lo lejano. Frente a eso, o contra eso, el papanatismo de los que desprecian las tradiciones, la vida y la historia locales y cacarean su obsesión cosmopolita como la mejor fórmula para diseñar actividades culturales, evidencia una prepotencia de risa y una paletada en toda regla. 

(Diario LA NUEVA ESPAÑA, Oviedo, 9 de abril de 2016)

CIUDAD, CULTURA Y "ZEPPELINES"

Museo Guggenheim de Bilbao.

Ciudad, cultura y “zeppelines”

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ


La centralidad de la ciudad y el impacto económico de la cultura son nociones que no se apean de ningún curso de gestión cultural que se precie. Cualquier pollo que tenga algo que decir en esta materia está llamado a predicar, con machacona insistencia, la necesidad de pasar de la Europa de las naciones a la Europa de las ciudades, pues es en el ámbito local donde se tiene que resolver la mayoría de los problemas que se le plantean al hombre moderno. Eso se complementa con la tesis de que la cultura ha dejado de ser un florero. La ciudad, según esta lectura, se presenta como una unidad competitiva en el marco de la globalización mundial; y la cultura se erige en un elemento de producción de plusvalías económicas (en la UE aporta ya el 3 por ciento del PIB). La cultura genera riqueza; no es un gasto, sino una inversión.
Este mensaje ha sido recientemente en nuestro país el hilo conductor de tres cursos fundamentales: las “I Jornadas sobre espacios de creación contemporánea” (Avilés, marzo, 2004), “El sistema público de la cultura en España. 25 años de ayuntamientos democráticos” (Cáceres, octubre, 2004) y “Ciudades y Cultura: tendencias y retos del siglo XXI” (Santander, julio, 2006). Ahora, dando un paso más en esta reflexión, el Ayuntamiento de Avilés viene de convocar, los días 24 y 25 de noviembre, un foro dedicado a “La industria cultural. La cultura como factor de desarrollo económico local”.
En Avilés se pusieron sobre la mesa megaproyectos como el Guggenheim, el Museo de Arte Contemporáneo (MUSAC) de Castilla-León y la Ciudad de las Artes y las Ciencias (CAC) de Valencia, y se examinaron con lupa los pelos y señales de los procesos de gestación de cada uno de ellos, los plazos de ejecución de las obras, los modelos de gestión y los criterios de sostenibilidad económica que adoptaron, el presupuesto y el balance de su funcionamiento al día de hoy. El propósito era aprender de la experiencia de otros para afirmar y posicionar en la parrilla el ilusionante proyecto del Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer.
Hubo cuatro intervenciones especialmente destacadas. Juan Ignacio Vidarte, director del Museo Guggenheim de Bilbao (MGB), insistió en ver la cultura como un instrumento que permite a las ciudades regenerarse, revalorizarse y conseguir una presencia notoria en el mundo. Rafael Doctor, director del MUSAC de León, denunció el desencuentro flagrante entre arquitectos y gestores culturales, que hace muy difícil el acople del edificio a la función para la que estaba destinado (“se gasta más dinero en contenedores que en proyectos culturales”). Pau Rausell, de la Universidad de Valencia, habló de la ciudad como de un “agujero negro” (en el siglo XXI, las ciudades tendrán una capacidad de maniobra apabullante; los ingresos de Tokio, por ejemplo, son ya hoy superiores a los de Francia). Y Eduard Miralles, asesor de Relaciones Culturales de la Diputación de Barcelona -un teórico muy conocido, al que habíamos tenido en Llanes en octubre de 1990, en un seminario organizado por el Ministerio de Cultura-, dio buenos consejos: no es lo mismo, dijo, hablar del aporte de la cultura al desarrollo que hablar de desarrollo cultural de la gente; cuando se verifican grandes proyectos del “citymarketing” no se trata sólo de recibir visitantes, sino de plantear estrategias para mejorar la vida cultural de los ciudadanos que han hecho posible esos proyectos; y los “zeppelines” que les caen del cielo a las ciudades, advirtió, a menudo no integran las necesidades culturales del lugar.  

(Diario LA NUEVA ESPAÑA, Oviedo, 9 de diciembre de 2006).

martes, 30 de diciembre de 2014

CULTURA COMO RECURSO GLOBAL

Cartel del I FORO DE LA CULTURA,
Burgos, noviembre 2014

Artículo en LA NUEVA ESPAÑA


Cultura como recurso global

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Cuanta más oscuridad hay, más se habla de cultura. Reflexionar sobre la cultura como idea-fuerza, como valor simbólico (quizá también como panacea), está más en boga que nunca. Impregna los discursos y es el nunca acabar en un contexto de crisis en el que se buscan salidas a la desesperada. La cita más reciente ha sido el Foro de la Cultura organizado en Burgos.
Bajo el enunciado “Innovación para un cambio social”, 70 expertos intentaron allí iluminar un horizonte sobrecogedor por su magnitud: hablaron de la cultura como instrumento de cohesión social y como influencia en el desarrollo de un territorio; de la cultura y la educación como factores de integración de los desfavorecidos; del sentido artístico y su relación con el concepto de función y con la industria; de ecología y de la sintonía entre cultura, arte y sostenibilidad; de la banalización de la cultura, rebajada a producto de consumo y mero espectáculo; del tratamiento que se da al hecho cultural en los medios; de la dramática carencia de enseñanzas artísticas en el sistema educativo; del arrinconamiento consciente (y probablemente malintencionado) de las Humanidades; de la necesidad de programas basados en valores éticos para la formación de una ciudadanía activa y solidaria; de la virtud de las palabras para contribuir a transformar el mundo; de las prisas y la voracidad del cibernauta, incapaz de digerir y recordar aquello a lo que se asoma a diario en la infinitud del mundo digital…
Entre los ponentes estaban el arquitecto Rafael Moneo; el pintor Antonio López; Miguel Zugaza, director general del Museo del Prado; José Guirao, responsable de la Fundación Caja Madrid y ex director del Museo Centro de Arte Reina Sofía; Eudald Carbonell, uno de los investigadores del yacimiento de Atapuerca; el escritor Bernardo Atxaga; el ex ministro de Educación Ángel Gabilondo; el antropólogo francés Marc Augé; el sociólogo Mariano Fernández Enguita; el periodista Borja Hermoso (jefe de la sección de Cultura de EL PAÍS); Helena Pimenta, directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y el jurista Antonio Garrigues Walker (quien, sintomáticamente, comentó que cada vez recibe más invitaciones a participar en encuentros similares al de Burgos). 
Se empezó buscando nuevas definiciones del término cultura. Guirao propuso una que tiene que ver con la idea de pertenencia, de identificación con un lugar. La cultura, indicó, se genera con un esquema simple: un individuo que tiene algo que decir y otro que está dispuesto a escuchar. Gabilondo la definió como cuidado de uno mismo y cultivo de sí y de los otros; como conocimiento, en suma, para crecer. En este sentido tiene que ser un instrumento de transformación individual y social. Se podría interpretar como insurrección e impugnación de los valores establecidos. Sin embargo, hoy acumulamos conocimiento e información sin saber luego qué hacer con ello. La universalización de la cultura no está significando su democratización, ni mucho menos. Miguel Zugaza, que lamentó que la cultura cubre a veces, “de un modo bastardo”, el ámbito del entretenimiento, atribuye a los museos un papel en esa democratización y los ve como colaboradores en la educación de la sociedad.
Lo que más llamó la atención del encuentro de Burgos fue la llamada de auxilio que se lanzó al arte. Un llamada vigorosa y conmovedora, en un momento en que se percibe el desastre hacia el que camina el mundo. Se habló del arte como asidero, como representación simbólica, y se le quiso poner en relación con el entorno natural, sin el cual la cultura es imposible (“la naturaleza ya no es un trasfondo, está en el centro de la escena”, dijo el profesor de la Facultad de Bellas Artes de Madrid José María Parreño).
Del arte y de la cultura se espera una actitud de respuesta (un arte que recupere su noción del tiempo y esté atento a las necesidades de la gente), una capacidad prospectiva e intuitiva como forma de objetivar la realidad (Parreño) y también una capacidad mediadora para provocar sentimientos, para aprender y comprender (Miriam García García arquitecta).
Se puede considerar el arte incluso como contrapeso de la economía egoísta que domina el mundo. Hay que buscar que la visión de los artistas entre en el mundo de la empresa (Parreño). El capitalismo puede ser corregido por el arte, y vemos que la Bauhaus es adoptada por Ikea. (Fernando -García-Dory, artista y agroecólogo).
Hay quien espera, como José Albelda, ex dirigente de Greenpeace, que el cambio sea revolucionario sin medias tintas, dado el poco tiempo de que disponemos. El arte y la cultura tienen una función empática y unificadora. Urge encontrar una estética que aglutine, algo general con lo que identificarse. “El arte, que nace en las márgenes del sistema, debe ser contracultural y recoger una función profética. Ha de ser capaz de generar una conciencia de cambio y concretar las necesidades sociales. Necesitamos nuevos relatos, nuevas referencias que enganchen” (Albelda).
“El arte no escapa del modo de empujar las cosas hacia adelante”, reconocería Moneo en un coloquio sobre “El arte trascendido”, en el que también tomó parte Antonio López. El pintor de Tomelloso, para el que decir arte y trascendencia es una redundancia (él prefiere hablar de arte “necesario”, en vez de “trascendente” o “trascendido”, términos que le parecen arrogantes) dejó patente su distanciamiento de los artistas que hacen hoy un arte pesimista y dramático, como el de Bacon: “La desolación goza de prestigio, el artista desolado vende, está de moda, pero yo creo que no tiene que ser todo tan deleznable”. 

(Diario LA NUEVA ESPAÑA, Oviedo, 29 de diciembre de 2014)., 

Miguel Zugaza.
José Guirao.
Antonio Garrigues Walker.
Ángel Gabilondo.
Antonio López.
Rafael Moneo.
Rafael Moneo e Higinio del Río.