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sábado, 25 de febrero de 2023

PRESENTADO EN EL CENTRO ASTURIANO DE MADRID EL LIBRO SOBRE LA HISTORIA DE LA AVIACIÓN EN LLANES

El general Figuero Aguilar, jefe del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire (a la izquierda), junto al autor del libro. (Foto: Armando López).


 Higinio del Río presentó su libro "Llanes ¡a volar!"


La presentación corrió a cargo de la periodista Marta Reyero 

“Es una satisfacción muy grande que podamos tener así el salón, con tantas personas para celebrar un encuentro de este tipo, como es la presentación de un gran libro”, afirmó el presidente del Centro Asturiano de Madrid, Valentín  Martínez-Otero Pérez, al abrir en el salón “Príncipe de Asturias” el acto de presentación de “Llanes ¡a volar! Un aeródromo en el horizonte de la aeronáutica de Asturias”, de Higinio del Río Pérez, el miércoles 25 de enero de 2023. El autor de la obra estuvo acompañado en la mesa por la periodista de televisión Marta Reyero Echevarría, el ex piloto Fernando Llaca de Posada, prologuista del libro, y el editor, Agustín Fernández Tresguerres, director gerente de la editorial Conais Gestión. Martínez-Otero recordó los diez años de servicio que cumplió Higinio del Río en el Centro Asturiano de la capital de España, donde desempeñó las funciones de jefe de prensa entre 1980 y 1989.

El libro recoge la historia de la aviación en el concejo llanisco a través de hechos y personajes que trascienden el ámbito local. Entre el público asistente se encontraban el general José Luis Figuero Aguilar, jefe del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire (SHYCEA), el historiador Rafael de Madariaga y Carlos Manso, ex director del Festival Aéreo de Gijón y miembro de la Fundación Infante de Orleans (FIO).    


(ASTURIAS. Revista sociocultural del Centro Asturiano de Madrid. Marzo 2023 - Nº 660)


De izquierda a derecha, Higinio del Río, Marta Reyero, Valentín Martínez-Otero, Fernando Llaca de Posada y Agustín Fernández Tresguerres. (Fotos: Armando López).

 








martes, 30 de marzo de 2021

LLANES, EL AVIADOR BENJAMÍN GUTIÉRREZ JUNCO Y UN DOCUMENTAL ALEMÁN DESDE EL AIRE (1935)

El aviador Benjamín Gutiérrez Junco.

 


OPINIÓN                                                               


Con la UFA de Goebbels a bordo


En 1935 se hizo una de las primeras filmaciones aéreas en el oriente asturiano 


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Benjamín Gutiérrez Junco, de Parres, se había convertido en prófugo cuando desoyó la orden de movilización para la guerra del Rif. Huyó a Francia, y allí se formó como mecánico y piloto de aviación. No pudo retornar a su casa familiar hasta más de diez años después. Vino volando en cuanto la Segunda República concedió una amnistía para los delitos políticos, sociales y de imprenta. Llegó a Llanes en agosto de 1931, en plenas fiestas de San Roque, en un avión pilotado por su compañero francés Desmazières, que se posaría en un improvisado campo de aterrizaje al oeste de la villa. Los dos aeronautas, recibidos como estrellas de la Universal por una comisión encabezada por el concejal Juan Antonio Pesquera, habrían de resultar aquí providenciales para el desarrollo de la aviación. 

Hicieron de taxistas aéreos, leyeron la geografía y persuadieron a las autoridades para construir un aeródromo en la cuesta de Cue. La idea fue acogida con entusiasmo y pudo hacerse realidad a corto plazo. Tres circunstancias concretas contribuirían a ello: la designación de la villa llanisca como meta de una etapa de la II Vuelta Aérea a España (1933), la revolución de octubre de 1934 (que hizo ver a los mandos militares, Franco entre ellos, las ventajas operativas del privilegiado altiplano de Cue y la posición estratégica de Llanes en la cornisa cantábrica) y, sobre todo, la Guerra Civil.     

Desmazières regresó a su país antes de que terminase el verano con un montón de fotografías de recuerdo que le había hecho Francisco Rozas Ramírez, y a Benjamín le aguardaría en su tierra una sugestiva carrera de aviador. Una de sus experiencias más curiosas la vivió cuando le encargaron llevar a bordo de su avioneta a un cameraman de la UFA (Universum Film Aktiengesellschaft) para rodar una de los primeras filmaciones turísticas desde el aire en Asturias. Fue en febrero de 1935, dos años después de la llegada de Hitler al poder. Para entonces, la UFA, productora cinematográfica alemana fundada en 1917 en Babelsberg, a las afueras de Berlín, se había convertido en un poderoso instrumento propagandístico del régimen nacionalsocialista. En aquel año, Leni Riefenstahl estrenaba el documental “El triunfo de la voluntad”; Hans Sierck (Douglas Sirk) se iniciaba sobre los mismos platós de la eclosión del expresionismo, un tal doctor Hippel (al que en la película “La niña de tus ojos”, de Fernando Trueba, da vida el actor Heinz Rilling) velaba por la ortodoxia del cine nacional alemán desde una oficina instalada en la productora, y el führer acababa de visitar en enero los estudios de Babelsberg de la mano de Goebbels, convencido de que estaban ya completamente “arianizados”. Los genios judíos del Séptimo Arte (Lang y Wilder, entre otros muchos, así como decenas de guionistas, actores y compositores), artífices del prestigio adquirido por la UFA durante la República de Weimar, habían partido al exilio.

A más de dos mil kilómetros de distancia, entre tanto, el piloto de Parres y el cámara alemán, tras citarse en el vestíbulo del hotel Victoria, eran conducidos en automóvil hasta el aeródromo de Cue. El biplaza del llanisco sobrevoló playas y acantilados y, a continuación, puso rumbo a Sierra de Cuera y a los Picos de Europa. Debió de ser una película maravillosa.  

En julio del año siguiente, estallada la contienda civil, Benjamín Gutiérrez se incorporaría como voluntario a la aviación republicana. Prestó servicio en el frente Norte y en la zona de Valencia, y se perdió su rastro en la costa levantina. Una suerte idéntica a la que correría después el documental de la UFA entre los escombros de la Segunda Guerra Mundial.


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el miércoles 10 de marzo de 2021).


viernes, 22 de mayo de 2020

BALBINO GONZÁLEZ FERNÁNDEZ: UN SARGENTO CON LA ORDEN DE INMOVILIZAR A DON JUAN DE BORBÓN

OPINIÓN                                                               

Esperando al heredero de la Corona


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

De muy joven, Balbino González Fernández (Pola de Allande, 1926) empezó a foguearse como mecánico en un taller de Grado, localidad donde había pasado la Guerra Civil con su familia. Siempre tuvo muy clara su vocación. Primero, consiguió ingresar en la escuela de técnicos de motores de aviación en Málaga, para lo que era preceptivo aprobar una oposición, y dos años después le destinaron a la Academia General del Aire.
Con el grado de sargento, fue profesor de Mecánica de Mantenimiento de Avión en el aeródromo leonés de La Virgen del Camino. Recorrería varios destinos: Albacete (como especialista en mecánica de reactores modernos y ya con los galones de brigada) y Mallorca, entre otros. También estaría en la Escuela de Vuelo sin Motor de Llanes, a las órdenes de los capitanes Antonio Salinas, Javier Bermúdez de Castro y Antonio Ramos, sucesivamente.


Casado desde 1958 con Mercedes Sáez Sotres, llanisca de La Portilla, Balbino González reside en Oviedo y no aparenta, en modo alguno, los noventa y cuatro años que ha cumplido. Su hoja de servicios da para mucho, e incluye, de refilón, hasta algún suceso mediático, de esos que sirven para sacar pecho entre los amigos, como aquella vez, en León,  que le tocó dar la bienvenida, al pie de la escalerilla de un avión, a Manuel Benítez, “El Cordobés”, uno de los grandes fenómenos sociales de masas de la España de aquel momento, que venía a torear en la plaza de Buenavista de Oviedo.
Aparte de su vida profesional unida a lo estrictamente militar, supo ejercer como empresario, y en esa labor dio muestras de buen olfato y sentido de la oportunidad. En compañía de un socio, fundó una empresa de ámbito nacional relacionada con la publicidad y la aviación, con cuatro pilotos en nómina y cinco avionetas a su disposición (una de ellas, preparada para intervenir en la extinción de incendios). Aquellos aviones sobrevolaban las playas en pleno verano y remolcaban pancartas que anunciaban productos de las grandes marcas.

Todo ha sido normal y previsible en su vida, excepto un recuerdo que tiene aún bien pegado al retrovisor: un día, estando cumpliendo servicio en el aeródromo de Lugo de Llanera, le llega un mensaje del estilo de los que se supone que reciben los agentes de espionaje de las grandes potencias. En él se le comunica la posibilidad de que el Conde de Barcelona, Don Juan de Borbón, vuele de incógnito desde Portugal hasta aquella base, muy básica y sin torre de control, en la que cualquier aterrizaje puede pasar poco menos que desapercibido. Por aquellas fechas, el hijo de Alfonso XIII jugaba sus cartas sucesorias y mantenía contactos en distintos escenarios con representantes de la oposición democrática a Franco, al rebufo de lo que el Régimen del 18 de julio denominaba “el contubernio de Múnich” (1962). La orden recibida viene a desbaratar bruscamente la tranquila rutina de Balbino: si Don Juan de Borbón aterriza en Llanera, se le dice, deberán ser inmovilizados, en el acto, tanto el aparato como sus ocupantes. Feo asunto. Por si fuera poco, para cumplir esa misión, la superioridad le proporciona el apoyo de un retén de la Guardia Civil, al mando de un sargento que afirma estar absolutamente decidido a disparar a las ruedas del avión y a todo lo que se menee… Transcurrieron horas de alerta tensa, hasta que se comprobó que lo del heredero de la Corona era una falsa alarma. Balbino respiró, y la Historia de España pudo seguir su curso, más allá de Lugo de Llanera.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el lunes 18 de mayo de 2020). 


Dos imágenes del recibimiento al torero El Cordobés
en el aeródromo de León. 

sábado, 2 de mayo de 2020

LOS HERMANOS LLACA ÁLVAREZ: VOLAR Y MORIR

OPINIÓN                                                               

El trágico destino de dos aviadores llaniscos


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Los hermanos José y Daniel Llaca Álvarez, oriundos de la localidad llanisca de Posada, estaban abocados a un destino trágico y a un desenlace en cierto modo simétrico en el tiempo y en el espacio. Aquel 23 de junio de 1952, Daniel (capitán del Ejército del Aire y ex jefe de la Escuela de Vuelo Sin Motor de Llanes) participaba en el IV Campeonato del Mundo de Planeadores, que tenía lugar en la base de Cuatro Vientos (Madrid). No muy lejos de allí, en esos mismos instantes, José se disponía a darse un chapuzón en la piscina. Daniel estaba a los mandos de una avioneta HM-9 y acababa de soltar las amarras del planeador de un aviador francés, al que remolcaba. José ya estaba sobre el trampolín, a punto de saltar al agua. De pronto, un ruido quebrado de motores descompuestos cubrió la escena. José, instintivamente, se puso en alerta y alzó la vista; divisó un aparato en trayectoria descendente que acabaría estrellándose a unos dos kilómetros de distancia. “¡Ése es mi hermano!”, gritó. Tal como estaba, descalzo y en bañador, salió corriendo campo a través, en la carrera más veloz de su vida; al llegar al punto del siniestro, casi sin aliento, encontró el cuerpo sin vida de su hermano en medio de los restos del fuselaje del avión.

Excelente deportista desde sus años mozos, José se había sumado al Alzamiento Nacional en 1936, cuando estudiaba en Pamplona la carrera de Medicina, tras haber acabado la de Comercio. Después de la Guerra Civil, formaría parte de la Escuadrilla Azul, integrada en la Luftwaffe, e intervendría con el grado de capitán en la campaña de Rusia (operaba desde Jarzewo hasta Kursk), en 1942 y 1943, pilotando un Focke-Wulf Fw 190, primero, y un Messerschmitt 109 E, después. Fue condecorado con la Cruz de Hierro por derribar cuatro aviones enemigos. A su regreso a España, y destinado a la Dirección General de Aviación Civil, sería el artífice de que Llanes contara con una Escuela de Vuelo Sin Motor.

El accidente mortal de Daniel Llaca se reviviría apenas tres meses después de lo ocurrido en Cuatro Vientos, y esa vez sería su hermano el protagonista de la noticia. En septiembre de 1952, José volaba a Llanes a bordo de un bimotor inglés “Aerovan”, acompañado por su esposa, Mercedes Suárez, y un fotógrafo. Tras hacer aquí una breve escala, tomó rumbo a Santander con la misión de hacer fotos verticales de la zona de Parayas, en la que se tenía previsto construir un aeropuerto. En las proximidades de Comillas, uno de los motores del aparato empezó a fallar y se paró. Situación de extrema emergencia. Volar con un solo motor no era posible. En un primer momento, Llaca pretendió aterrizar en la playa de Oyambre, donde se había posado en 1929 “El pájaro amarillo”, pero desistió de ello al observar la presencia de bastantes personas en el arenal. Buscó un paraje alternativo, pero no le dio tiempo. A la altura de Novales, el avión cayó en picado y sus ocupantes perecieron en el acto.

Estos renglones de la crónica negra de Llanes darían paso, sesenta y cinco años después, a un epílogo de inesperadas emociones. En el verano de 2017, María Luisa Sánchez-Rubio visitó la muestra organizada por la Casa de Cultura sobre la historia del campo de aviación llanisco y descubrió una imagen que le llegó al alma. “¡Ésa es mi tía Mercedes!”, exclamó ante el panel dedicado a José Llaca. “¡Y ese broche que lleva en la foto lo heredé yo y lo tengo en mi casa!”. A raíz de aquel encuentro fortuito, la exposición se enriqueció con varias prendas alemanas que utilizó Llaca en Rusia durante la Segunda Guerra Mundial: el casco de vuelo, las gafas de pilotar (graduadas para la miopía) y un pantalón confeccionado por la empresa “Knebl & Ditrich” en Indija (localidad serbia que estaba entonces bajo dominio de Croacia, aliada de Hitler), cedido todo ello por María Luisa Sánchez-Rubio.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 15 de diciembre de 2018). 


Cartilla militar de Daniel Llaca.
José Llaca y su esposa, Mercedes Suárez.