lunes, 27 de julio de 2020

TISTO HERRERO, HOMBRE DE MAR

Tisto, a la izquierda, junto a Machi y Tin-Tán, a bordo de la "Virgen de Guía". (Foto: Archivo de H. del Río). 

He aquí un resumen de la crónica que dediqué a Francisco Herrero Melijosa, Tisto, en 2000, publicada en tres entregas en las páginas del semanario de Llanes EL ORIENTE DE ASTURIAS:
                                                       

Heroísmos y tempestades



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

La zona del Muelle era un retablo digno de Sebastián Miranda, un friso con héroes de mahón, cincelados por el nordeste, y colores impregnados de olor al Riveru y a pulientas. En las mesas de mármol de “Casa Ángel”, los marineros hacían a lápiz las cuentas de las soldadas; “Petete” Sobrino (hijo de Vicente, el peluqueru), que era un gran artista, dibujaba en una mesa de al lado billetes de cien pesetas que parecían de verdad; en la barra del bar, cuando “Planché” oía a algún fulero una trola muy gorda, se quitaba la boina y se la calaba significativamente al revés, como diciendo: “¡Ésa te la fallo, amigu!”; y la simpática Elisa “la Colilla” contaba sus cosas a los que se cruzaban en su camino: “Pues cuando me dieron el alta en el Hospital y pasé por el Puente Cagalín, chacha, caí y por pocu rompo la castaña”...


Aquellos pescadores, que veíamos entrar y salir épicamente en el puerto a bordo de sus lanchas, nos parecían “mocines” de una película del “Benavente”. No había televisión (ésa era la suerte que teníamos los críos de entonces), y nos resultaba fácil componer paralelismos entre los relatos de Verne y las aventuras de los tripulantes de la “Eloina”, la “María Josefa”, la “Sisina” y todas las demás embarcaciones del gremio local. “Tisto” era uno de aquellos valientes que han vivido en propia carne la inmensidad de la mar.  
 Francisco Herrero Melijosa, “Tisto” (1924-2012), nació en La Moría, en una casa que daba al Sablín, aunque la entrada estaba por la parte del prado de Santa Ana (que luego sería propiedad de Tomás Amieva, “el de La Marina”). Tenía dos plantas, en cada una de las cuales había dos viviendas. En la de arriba habitaban la abuela materna de “Tisto”, en una puerta, y la familia Patiño, en la otra; debajo, los Ballesteros (la familia de “Picadina”) y ellos. Entre los vecinos de la barriada estaban “los Colillas” (“Mariquina”, “Manolón” y Felisa), en la casa de al lado; vivían también cerca de allí “los Saritos” (“Quiqui” y sus hermanos Perico, Ramona y Eloína), Magdalena, “la de las sillas”, y Tanis y Manolín, “el Hojalateru”. Los patios llegaban hasta la orilla de la mar (el muelle en dirección a la Barra no se haría hasta los años cuarenta). En la llamada “Casa de los Baños” vivían Antón, “el Buzu”; Pepe, “el del Centro” (también conocido como “El Choriceru”, con cuya hija se casaría el peluquero Pedro Conde, “el Patón”); Marcelo, “el Mugle”, y María, “la Xorobina”. En la cueva subterránea que hay en la “Casa de los Baños”, donde posteriormente pondría Maya un vivero de langosta, se pescaban congrios y esquilas.
La familia de “Tisto” estaba formada por sus padres, Cayetano Herrero de la Cruz, “Tin-Tán”, y Josefa Melijosa Gómez, y la hermana de ésta, Magdalena (que fue como la segunda madre). Magdalena, que estaba soltera y era chiquitina y geniuda, había limpiado a principios de siglo el “Café Universal” (hoy “Confecciones May”), en la planta baja del edificio que era entonces la sede del Casino. En los comienzos de los años treinta, era la encargada de las sillas de la iglesia, pues todavía no había bancos en el templo parroquial. Los domingos y fiestas de guardar, colocaba unas 280 sillas (los días de diario, menos), y al término de los cultos las volvía a amontonar junto a la puerta del coro. Le daban por ello cinco o seis reales. “Tisto” la ayudaba algunas veces, y “Tin-Tán” arreglaba las sillas que estaban estropeadas.
“Tisto” era de los que aguantaban mucho debajo del agua. “Tuli”, Manzano, Antonio Herrero (“Mimi”), Bruno García San Román y él hacían pruebas de resistencia en el Sablín, cuando todavía no estaba hecho allí el muelle. Mientras en el Casino se deslumbraban a sí mismos tres o cuatro docenas de galanes viscontianos, la niñez de los pobladores de La Moría, del Barriu y del Cuetu transcurría entre legañas y lumbres de carencia. Hay un testimonio que expresa la situación mejor que muchos ensayos de Sociología: a Manuel Melijosa Cuevas, el “Parru”, primo hermano de “Tisto”, le llevó una vez, de crío, su madre al médico, porque estaba muy estreñido. El galeno le examinó detenidamente, y “el Parru”, que ya empezaba a apuntar su casta, no pudo mantener la boca cerrada:
- “Mama: ¿pero cómo quier que cague si no como...?”

Desde que era un chavalucu, Tisto (que se casaría con Paquita González Sordo, con la que formó una gran familia) soñaba con una embarcación propia. La primera la tuvo en sociedad con “Machi”, en 1954. Se llamaba “Corazón de María” y costó en San Vicente de la Barquera 5.500 pesetas. Era pequeñuca, con un motor de gasolina de ocho caballos, como de juguete. La vendieron luego a Manolo Patiño y compraron a Valle la “Sisina”. En 1959, y también formando tándem con “Machi”, adquiriría en Foz la preciosa “Virgen de Guía”, que era más grande y estaba hecha a su gusto. Les acompañaban “Pitito”, un hijo de Logio “el Chulu”, “Tin-Tán” y “Garbanzu”.

(EL ORIENTE DE ASTURIAS, 5, 12 y 19 de mayo de 2000).

sábado, 25 de julio de 2020

PARTERRÍU (LLANES): SECRETOS DE LA GUERRA Y ESCENARIO DE UNA PELÍCULA DE TERROR


Villa Parres o casa de Parterríu. 

OPINIÓN                                                               

Legionarios en el orfanato



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Hace setenta años, la Legión Cóndor fue huésped de un Llanes en retirada. Pilotos alemanes instruidos para comerse el mundo, como Walter Adolph (quien, el mismo día que entraron los nacionales, el 5 de septiembre de 1937, sobrevivió a un accidentado aterrizaje en el campo de Cue), Bodden, Adolf Galland, Harder, Kohleim (un artillero muerto en el aeródromo corito, mientras empuñaba una ametralladora antiaérea bajo el fuego de la aviación republicana), Stanislaus Leske (cuyo He-51 fue abatido el 11 de septiembre), Eduard Neumann, Sowanengal (que caería derribado sobre Avilés, el 21 de septiembre), Willy Sembach (caído poco después de Sowanengal) y Woitke son algunos nombres de una nómina perdida que he podido rescatar parcialmente en archivos, hemerotecas y libros de historia.

Cuando llegaron aquellos guerreros rubios y espigados -unos veinte pilotos y setenta y tantos soldados de apoyo y mecánicos- fueron alojados durante dos meses en casas prototípicas de la mejor arquitectura llanisca (1). Ocuparon en la villa los ya desaparecidos chalets de Gabriel Teresa y de Ceferino Ballesteros (éste, obra del arquitecto Joaquín Ortiz) en la avenida de la Paz; el chalet estilo montañés de Rogelio Gutiérrez (cuyo autor fue Miguel García Lomas) y el edificio de viviendas de Cosme San Román (diseñado por Mariano D. Lastra), edificados en 1929 y 1923, respectivamente, a ambos lados de la calle de la estación; la casa de Rafael Labra (hecha por el maestro de obras Juan Sordo Mijares a diez metros del Ayuntamiento); la pensión “España Imperio”, junto a la capilla de San Roque; la casa del Marichu, en la calle Posada Argüelles; la de Bruno Gavito en la calle Mercaderes (una mansión de 1918, “tardía evolución del modernismo secesión”, según ha catalogado María Cruz Morales); la del veterinario Felipe Ruenes, en la plaza de las Barqueras, terminada en 1929; la de Darío Mijares y la de Yanguas, ambas en la calle Nueva; la de Ramón Sánchez, en el Cuetu; la de Ramón Corces, en la subida a la Guía; el palacete modernista “de los leones” (hoy propiedad del famoso magnate mexicano Juan Antonio Pérez Simón); “Villa Vicenta” (llamada del “Coju de la Guía”, espléndida muestra del gótico victoriano, encargada al arquitecto Pérez de la Riva en 1896 por el indiano Pedro Teresa, y ya eliminada; en ella vivió el teniente primero y jefe de la 3ª Escuadrilla de He-51, Galland, que luego sería un héroe en la Segunda Guerra Mundial), y el chalet “Los Barquitos”, construido en 1923 para Juan Noriega Sordo, según proyecto de Rodríguez Bustelo.
Los aviadores, que en sus treguas descorchaban champán “Veuve Clucquot” en la confitería Auseva y compraban queso y mantequilla en la SADI, también se instalaron en la finca Partarríu (Villa Parres), donde tuvieron su base tanquetas y camiones “Diesel” con letra gótica estampada en la lona. Esta imponente mansión, proyectada por Lavín Casalís y terminada en 1898, fue la vivienda del senador y fiscal del Tribunal Supremo Parres Sobrino (1865-1917) y en ella pasó temporadas Palacio Valdés (2). Ahora está adquiriendo notoriedad en cinemascope, desde que acogió el rodaje de la película de miedo “El orfanato” (3). No era la primera vez que se rodaban entre sus paredes escenas de un largometraje (en 1996, Gonzalo Suárez escenificó allí algunos momentos de su película “Mi nombre es sombra”), pero, en esta ocasión, el éxito internacional que se pronostica a “El orfanato” podría convertir el elegante y decadente edificio de Partarríu en un fotograma de culto para los cinéfilos, como la casa que sacó Hitchcock en “Psicosis”. Ya vienen preguntando por él los turistas.


1.      Los dueños de esas mansiones, en muchos casos indianos, estaban ausentes de Llanes en esos tiempos. Anteriormente a la llegada de la Legión Cóndor, durante la guerra, algunas de esas casas fueron sede de distintas organizaciones del Frente Popular.
2.      Pola, Ángel (1971): “Hojas de Archivo”.- Llanes: Ed. El Oriente de Asturias, pág. 84.

3.      Película dirigida por Juan Antonio Bayona en 2006 (fue su ópera prima), sobre un guión del asturiano Sergio G. Sánchez, y producida por el mexicano Guillermo del Toro.


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el viernes 26 de octubre de 2007). 

miércoles, 22 de julio de 2020

EMILIO MUÑOZ VALLE, EL DE "CASA ALEJO" DE POSADA

Bar CASA ALEJO. Dibujo de José A. Sáez Sotres (1971).



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

La exposición “La xíriga y los tejeros”, organizada en 2019 por la Casa de Cultura de Llanes, dedicaba uno de sus apartados más destacados a la vida y la obra de Emilio Muñoz Valle (Posada de Llanes, 1921-Oviedo, 1979), gracias a la colaboración prestada por sus hijos, Alejo y María Teresa Muñoz González.

Chigrero, coleccionista, poeta y estudioso de la cultura local, Emilio Muñoz Valle fue el autor del imprescindible libro, ya agotado, "La xíriga (el lenguaje de los tejeros de Llanes)", publicado en 1994 por el semanario EL ORIENTE DE ASTURIAS. En ese trabajo colaboraron estrechamente con él sus hermanos Domingo e Isidoro, filólogos y catedráticos de Latín y de Griego, respectivamente.
El libro no sólo habla del origen y peculiaridades del oficio y de la idiosincrasia de los tejeros, sino que aborda también la etimología del léxico de la xíriga, los procesos de formación de palabras, su carácter de elemento diferenciador de un grupo y la vocación criptológica y autodefensiva que lo caracteriza.
Emilio Muñoz había estudiado Latín, Griego y Filosofía en Valdediós, entre 1931 y 1936. Tras cumplir el servicio militar, en 1946 empezó a trabajar en el bar “Casa Alejo”, el negocio familiar que habían fundado en 1930 sus padres, Alejo Muñoz Ceballos y Pilar Valle. Emilio convertiría el establecimiento en un verdadero museo popular, una especie de centro cultural, punto de encuentro de gentes diversas y escenario de amenas tertulias, en las que alguna vez participó el poeta Celso Amieva. Con el autor de “Los poemas de Llanes”, Emilio Muñoz, que en 1954 había contraído matrimonio con Esther González Amieva, mantuvo correspondencia a través de cartas en las que no faltaban abundantes y sabrosas expresiones en xíriga. 


Emilio Muñoz, retratado por José Antonio Sáez Sotres en 1972. 

martes, 21 de julio de 2020

RAMÓN PÉREZ BATALLA, "PAPUTINA" (1957-2014): UN ANIVERSARIO

Ramón Pérez Batalla, en 2011. (Foto: H. del Río)


Al cumplirse seis años de su fallecimiento, quiero dedicar estas líneas a Ramón Pérez Batalla, a quien llamábamos cariñosamente “Paputina” (1957-2014). Futbolista y entrenador de fútbol, funcionario de Correos, periodista de oficio (atento siempre a los latidos de la calle y en contacto con las mejores fuentes de información), paisano de una pieza, llanisco de los que quedan para siempre en la memoria colectiva y, sobre todo, colega y amigo del alma, “Papu” nos dejó en plenas fiestas de la Magdalena.
Parece que fue ayer, mismamente, cuando me esperaba cada día en la barra del “Uría”, del “Pinín” o del “Sablón”, al término de mi jornada laboral. Pedía un blanco de Rueda sin pronunciar palabra, trazando en el aire un redondel con el dedo índice de su mano derecha, y platicábamos y arreglábamos el mundo, compartíamos alegrías y penas, y preparábamos juntos alguna crónica para LA NUEVA ESPAÑA.

Este es el artículo que le dediqué al día siguiente de que fuera encontrado muerto en su cama por causas naturales.  

OPINIÓN                                                               

Una figura en la cotidianidad



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Ramonín llevaba la sangre de la estirpe de los Raposos y de los Camarás, que es un linaje de los que verdaderamente tienen peso en Llanes, igual que la familia de Pedro el Sordu, por poner otro ejemplo notable. 

Hijo de Miguel Pérez Cossío y de Adela Batalla Díaz (Chiqui), desde la cuna participó del universo llanisco más genuino: el glamour del cine de los domingos, en la sesión de las cinco, en el Cinemar, donde su progenitor era el operador que oficiaba su magia de la proyección; y de Chiqui, hija de Esperanza y Camará, heredó una rebeldía natural e irreductible (nos acordamos de aquellas celebraciones del Carnaval, cuando los críos marchábamos detrás de Pacina y de la madre de Paputina, ambas disfrazadas, por el Cuetu Baju, alborozados, hasta que aparecían los municipales y nos dispersábamos).
La cotidianidad de Llanes estaba en los genes de Ramonín, que había sido futbolista de raza, y luego entrenador de éxito en el fútbol regional; que había vendido periódicos por las calles; que fue funcionario de correos durante muchos años y que se manejaba bien en las faenas de la pesca y en la mar. En los mares procelosos de la vida. Valiente y sufrido, leal y juerguista, siempre dispuesto a echar una mano. Por una doble vía penetró el veneno de la letra impresa en sus venas. Él y sus siete hermanos vendían los diarios en el andén de la estación y en las cercanías del puente y del mercáu. Y lo mismo había hecho también un primo suyo, mayor que él, doctorado cum laude en la Universidad de la vida. Aquel pariente -que acaso enseñó a Ramón a luchar por la vida aunque fuera a dentelladas- vendía ejemplares del “El Diario Montañés”, que entonces dirigía Ricardo Vázquez Prada. Un día, un vendedor de la competencia gritaba al otro lado de la acera: “¡La muerte de Juanín, en el Diario Regional! ¡Compre el Diario Regional!” El primo de Ramón jugaba con desventaja, porque El Diario Montañés sacó la edición sin enterarse de la noticia del fallecimiento del mítico emboscaú, pero lo resolvió sobre la marcha. “¡Últimas noticia!”, “¡La muerte de Juanín en El Diario Montañés!”, y en un minuto dio salida al montón de periódicos que llevaba debajo del brazo.
Tenía yo intención, desde hace meses, de escribir un artículo sobre Ramón. Le pedí que me fuera contando alguna cosa de los 25 años que trabajó en Correos, pero sólo me dio tiempo a anotar una anécdota en una servilleta de papel. Con la dificultad propia de las personas operadas de laringe, Paputina me habló de un compañero suyo. “Buena gente aquel carteru, pero algo burrín. Se recibió una carta que ponía simplemente: Señor Cura Párroco, y debaju el nombre de la localidad. El tío, ni cortu ni perezosu, nada más leer las señas devolvió a su remitente la carta con esta anotación: EN ESTI PUEBLU NO HAY NINGÚN PACORRO. 
Ramón se lleva con él la saca de la correspondencia de su anecdotario inédito, pero nos deja los sobres abiertos y vividos de los días y las horas pasados junto a él. Descanse en paz.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 26 de julio de 2014).

lunes, 20 de julio de 2020

ERIKA ORTIZ ROCASOLANO EN LA AGENDA LLANISCA

Erika Ortiz Rocasolano en la Casa de Cultura de Llanes,
el 14 de marzo de 2001. (Foto: H. del Río).

DOS ARTÍCULOS:

OPINIÓN                                                               

Erika Ortiz Rocasolano


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ


En este cuento de hadas, el teléfono de una familia normal y corriente no para de sonar, y una de las personas que tiene que cogerlo a diario para atender a los medios de comunicación es Erika Ortiz Rocasolano (Oviedo, 1975), hermana menor de Letizia, la futura Reina de España. También para ella la vida ha dado un giro de incontables grados, no previsto ni en los sueños más delirantes de Luis María Ansón, y en esta España híbrida de software y panderetas debe estar percibiendo de cerca la tenacidad histérica de la prensa del corazón. Eso de “¿estudias o trabajas?” ha de ser, seguramente, la pregunta de más calado intelectual que escuche de labios de los periodistillas del cotilleo.

Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y becada por la Hochshule der Kunst de Berlín dentro del programa “Erasmus”, Erika es una joven madre que actualmente trabaja en la delegación que tiene en la Gran Vía madrileña una editorial internacional de lujosos libros de arte. Ha hecho numerosos cursos de perfeccionamiento -“Arte infantil en el aula”, “Arte contemporáneo alemán”, “Mujeres y arte actual”...- y publicado artículos en revistas especializadas (como “Soulbook” y “Gaceta universitaria”). También ha intervenido en la realización de tres cortometrajes: llevó la dirección artística de “Davis” (1996), de Javier Durá, y de “Dos niños solos” (1999), de Ramón Fontecha, y colaboró en el equipo escenográfico de “Prioridad Alfa” (1996), de José María Almela.
Probablemente es ese capítulo de su currículum el que explica su venida a Llanes, hace ahora dos años y medio, como responsable de una propuesta cultural relacionada con el cine. En marzo de 2001, el Instituto Asturiano de la Mujer le encargó la programación, dirección y presentación en la Casa Municipal de Cultura de Llanes de un ciclo de películas dedicado a tres directoras españolas, dentro de los actos conmemorativos del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Las cintas seleccionadas fueron “Flores de otro mundo”, de Iciar Bollaín, “Cosas que nunca te dije”, de Isabel Coixet, e “Insomnio”, de Chus Gutiérrez, así como el corto “Lo que necesitas sélo yo”, de la asturiana Ángeles Muñiz. Fueron tres tardes intensas, en las que Erika traía las películas de vídeo en formato VHS, explicaba previamente los contenidos argumentales y las características de la obra de las realizadoras y moderaba los coloquios posteriores. Todas las proyecciones se llevaron a cabo en el aula magna del centro cultural del Ayuntamiento llanisco, en lo que fue sala de estar del antiguo Palacio de los Valdés Posada. La misma estancia, por cierto, en la que, según cuentan los historiadores Fernando Carrera y Vicente Pedregal (que tomaron buena nota de una leyenda local), un misterioso personaje llegado de incógnito desde Madrid (Alfonso XII, según la fantasía popular) se entrevistó una noche con José Posada Herrera para analizar la conveniencia de la boda del Rey con María Cristina de Habsburgo.  
Una varita mágica ha alterado la trayectoria vocacional y profesional de Erika Ortiz Rocasolano. Ahora tendrá que compaginar la perspectiva del Arte con el aprendizaje del protocolo palaciego y, sobre todo, con cursillos de paciencia para sobrellevar el asedio de Ana Rosa Quintana y demás teleñecos del “periodismo de investigación”

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el miércoles 19 de noviembre de 2003).


OPINIÓN                                                               

Se ha encontrado un cuerpo sin vida

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Poca gente sabe que en la agenda de Erika Ortiz Rocasolano estuvo presente Llanes al menos en dos momentos. Uno, antes de la boda de su hermana, y otro después. Sigue sin desdibujarse en nuestro recuerdo el día que la conocimos: aquella tarde de marzo de 2001 en que llegó a la Casa Municipal de Cultura con un fular enroscado al cuello, una bolsa de plástico con cuatro cintas de vídeo y la misión y la ilusión de dirigir a lo largo de cuatro miércoles un cinefórum patrocinado por el Instituto Asturiano de la Mujer.

-“¿Erika...? ¡Cóime! ¡Suena a nombre alemán!”, le comenté al presentarnos.
- “Pues de alemana nada de nada, aunque sí estuve un tiempo en Berlín con una beca Erasmus”, dijo ella. Hasta que llegó la hora de proyectar la primera película (“Flores de otro mundo”) echamos los dos una parrafadina sobre el resurgimiento cultural de la capital alemana, que tiene en el barrio de Kreuzberg el epicentro de la cultura alternativa más vital que ha conoce Europa. Érika estaba muy puesta en el asunto.
El segundo engarce llanisco en aquella agenda tuvo lugar cuatro años después, a través de su participación profesional en el diseño de los decorados del ballet “Blancanieves”, del director y coreógrafo Ricardo Cue. Como miembro del equipo de la productora “Globomedia” de Emilio Aragón (autor de la música de esa obra), Érika trabajó seis meses a plena satisfacción de Cue -un artista nacido en la Cuba precastrista e hijo del Llanes indiano y cosmopolita, que ha dirigido espectáculos de ballet en los mejores teatros del orbe-. Los treinta y cinco bailarines contratados no supieron hasta el último momento que moza entregada a su trabajo era hermana de la Princesa de Asturias. No faltó en su puesto ni el día que Letizia dio a luz a Leonor, en vísperas del estreno de “Blancanieves” en el Arriaga de Bilbao. “¡Nos veremos un verano de éstos en Llanes!”, le dijo al coreógrafo llanisco al despedirse, según me recordaba el propio Ricardo Cue el otro día. 
Ahora, las mismas lumbreras que interpretan, roen y analizan habitualmente la leonera de los famosos y famosillos de este país son los intérpretes, los roedores y los analistas de la muerte de la hermana pequeña de la Princesa de Asturias. Y esto da mucha pena.
En realidad, ese fallecimiento constituye como el reverso que llevan consigo a menudo los cuentos de hadas. Estamos ante un ‘anticuento’ sin colorines, ante el ‘contracuento’ de un hada doliente, tímida y discreta, instalada a su pesar en un punto de mira en el que lo más fácil era sucumbir al estrés y padecer la presión mediática. A Erika se le empezaron a cruzar un día en el camino los micrófonos y las cámaras de “Aquí hay tomate” y ahí, seguramente, se acabó para ella la libertad y el oxígeno. Un cierto periodismo de botellón, ahora extraordinariamente expansivo en España, la sometió a intenso asedio sin molestarse en intentar descubrir cómo era en el fondo aquella frágil muchacha licenciada en Arte y destinada a ser cuñada de un rey. Desubicada, desprotegida, divertida, utópica y digna como una hippie del Kreuzberg berlinés, en las fotos oficiales de la boda de su hermana con el príncipe heredero Érika no sólo supo lucir, entre tanta sangre azul, el vestido rojo y la pamela roja, sino también -y sobre todo- la sangre roja y plebeya. Su fragilidad fue un poco nuestra fragilidad. Que Dios la tenga en la gloria.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 20 de febrero de 2007).

         

sábado, 18 de julio de 2020

PEPÍN, EL DE "LA GLORIA": AVENTURAS DE UN CHIGRERO JUBILADO (6)

Pepín, entre Colo, a la izquierda, y el difunto Luis, el de Poo.

OPINIÓN                                                               

Jubilación que no rompe cadenas

El ex chigrero Pepín Sánchez Inclán sigue soñando con La Gloria



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Estamos ante un caso extremo de entrega incondicional al trabajo. José Sánchez Inclán (Boquerizo, Ribadedeva, 1938) lo heredó, probablemente de sus padres, Ángel y Margarita, dos ejemplos de honradez y laboriosidad. El padre había emigrado en 1920 a Cuba, donde ya estaba abriéndose camino un hermano suyo, Alfredo, y en Sagua la Grande abrió un café, el “Canadá”, en la misma calle en la que habían instalado sus respectivos negocios dos llaniscos: Aurelio Ruisanchez (sastrería y tienda de ropa) y Joaquín Sordo (zapatería “La Sirena”). Cerca de ellos vivía y trabajaba también la familia Campanal, de Avilés, de la que saldrían buenos jugadores de fútbol.

Ángel y Margarita, que se conocieron a bordo de un transatlántico que hacía la línea de La Habana, regresarían junto a Alfredo en 1931, como consecuencia de la crisis del 29. En Boquerizo, tierra natal de los dos hermanos, compraron un terreno y construyeron una casa, cuya planta baja dedicaron a comercio. En 1953, la familia Sanchez Inclán vendió aquello y cogió en traspaso el Bar “La Gloria”, junto a la estación ferroviaria de Llanes.
En ese escenario creció Pepín, que saldría a sus padres, pero de una manera superlativa. Pese a llevar casi una década jubilado, no consigue quitarse de la cabeza el relato de los cincuenta y dos años que pasó detrás de la barra de “La Gloria”. No son pesadillas lo que tiene, sino sueños inoportunos y reincidentes como moscas cojoneras, que le asaltan y le dejan sudoroso y agotado. Los sueños de Pepín exigen esfuerzo. Son como de pico y pala. Le impiden liberarse de las cadenas del trabajo, que le están maniatando desde su época de rapaz.
- “El otru día, ¡pasé una noche, Genín…!”, me dice, moviendo la cabeza a un lado y otro. “Tuve un sueñu de esos que ya sabes. El comedor llenu. Entro en la cocina y le digo a Isa (Isabel, su mujer) que nada, que no me veo capaz de poder con todo. No sé cómo nos vamos a arreglar. Salgo entonces con la sopera, pero no llego. Imposible. Y yo, un apuru… Al fondu había una mesa de mejicanos, y unu de ellos no paraba de hacerme señas con el brazu. Me acerco, y les digo que me tienen que perdonar y que en seguida los atiendo”.
Los sueños de Pepín son cinemascópicos y se atienen a guiones sin fisuras. Están llenos de detalles y personajes, como una película de Vittorio De Sica, y reflejan un clímax angustioso.
“Así que, con todo lo que puedo, me acerco a los mejicanos a tomar la comanda” (continúa Pepín) “y unu de ellos, el que me hacía señas cada pocu, me dice: ¡pero, chingao, qué pasa, que nos tiene usted aquí retenidos!”
Cuando se despierta, Pepín descansa, respira y normaliza el pulso, pero a esos frenéticos sueños no tardan en suceder otros, y otros más, cíclicamente.

Es una máquina de soñar, aunque siempre sobre lo mismo. Sus experiencias oníricas revuelven virtualidades, recuerdos y temores, grabados a fuego en algún estrato de su conciencia. Apaga la luz, se rinde en brazos de Morfeo y al instante le empiezan a salir imágenes, secuencias y diálogos. “El otru día soñé que venía el de “Martín Sánchez” (la bodega de Cabezón de la Sal que vende por aquí vinos al por mayor) con una pila de facturas, y me dice: es una millonada el pufu que tenéis sin pagar, Pepín… Y empiezo a cabilar: ¡Madre mía! ¡Quién se lo dice a Isa ahora! … Hasta que me desperté, hiju del alma. ¡Menuda noche pasé!”

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el viernes 28 de diciembre de 2018).

   

domingo, 12 de julio de 2020

PEPÍN, EL DE "LA GLORIA": AVENTURAS DE UN CHIGRERO JUBILADO (5)


OPINIÓN                                                               

"Muchos chorizos pa Maxi"

Cuando la jubilación es como el cuento de la lechera



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Ese mediodía, acababa de cerrarse en la cafetería Rocamar una sabrosa tertulia política, a la que alguien había puesto punto y final con una demoledora frase heredada de los indianos: “No hay peor cosa que un pendejo con iniciativa”. Javier González Tamés, uno de los sabios con que cuenta la localidad de Celorio, dejó caer, acto seguido, un inquietante proverbio, también con mucha miga y sentido de la oportunidad: “Ni Sol madrugador, ni cura caleyeru, ni hombre cortés… ¡Pa jodelos los tres!”, dijo, y en esto entró Pepín, el del bar La Gloria”, que venía del dentista. La alegría fue general.


Todos se pusieron a saludarle con cariño. “¡Buenos ojos te vean!” “¡Ya era hora, salao!” A Pepín (José Sánchez Inclán) se le quiere mucho, pero se le ve muy poco. Jubilado desde hace más de diez años, no parece que su nueva etapa vital sea tan satisfactoria como la había imaginado: recluido en El Cantinu, al lado de Colombres, en un involuntario retiro espiritual, siega prados de orografía inverosímil, chapucea en mil tareas y va a recados con sus pies planos y su boca desdentada. Sin tiempo para saborear la bendita ociosidad.
Se debe estar acordando mucho de “La Gloria”, ese monumento a la historia llanisca del siglo XX, junto a la estación del ferrocarril, entre cuyas paredes, alicatadas de idas y de apresuramientos, de viajeros y maletas, quedaron anclados cincuenta y dos años de su vida. Más que un chigrero (ya lo dijimos aquí alguna vez), nos parece que este hombre es un poeta, y que sólo desde la poesía es posible explicar sus anhelos, sus cuitas y su vida, en general.
Alfredo Oreña, un jefe de estación de Llanes culto y sarcástico, nacido en Puente San Miguel, había sido el que transmitió los versos sencillos y honestos de José María Gabriel y Galán a Pepín, quien, desde que los oyó por primera vez, los hizo esencialmente suyos.
                                                 
"Gente que estudia o que ara, 
debe ser poco festera.
Yo me voy a mi senara,
que estamos en sementera”.

Desde entonces, en su época activa, tuvo siempre Pepín a mano poemas para dar y tomar, que él sabia aplicar en situaciones concretas de chigre, no pocas veces embarazosas, y con los que conseguía sosegar ánimos, acallar blasfemias y pacificar el gallinero:

“Compartían mis únicos amores
la amante compañera,
 la patria idolatrada
y la casa solariega”.

Tuvo que pasar mucho Pepín, y en todos aquellos episodios de chigre imaginaba su jubilación como un tiempo mejor, lleno de oportunidades maravillosas, y se las prometía muy felices bajo el paraguas del cuento de la lechera. Nos lo contaba a sus íntimos: “Si Dios me da salud, iré a jugar a los bolos a Poo, a Noriega y a muchos otros sitios; alternaré con amigos; iré a la Rula, no perderé conciertos ni teatro, pasearé por San Pedro, tomaré un aperitivo en La Barata, me apuntaré con Isa a algún viaje del Inserso…” No era pedir mucho, en realidad. Era el plan modesto y razonable de un paisano excepcional.
Pero, al parecer, esos sueños se esfumaron. ¿Es que era, acaso, mucho plan para Pepín? “Me pasó lo mismu que a Maxi, aquel probe de Cabrales que venía a pedir por aquí”, reconoce el chigrero con un gesto de resignación. Maxi, que tampoco se había trazado en su vida metas ambiciosas, cuando llegaba a una aldea, contaba las casas y calculaba: “Muy mal se tien que dar la cosa pa que hoy no me den cinco chorizos, por lo menos”. Pero, en seguida, el instinto y la experiencia venían a borrarle la esperanza: “¡Muchos chorizos pa Maxi…!”

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el jueves 31 de mayo de 2018).

jueves, 9 de julio de 2020

MIGUELÍN PURÓN, BOLERAS Y BOHEMIA


Miguelín Purón, a la derecha, en 1939.
(Archivo de H. del Río). 

OPINIÓN                                                               

Miguelín no tiene bolera



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Miguel Purón Corral (1910-1957), natural de Noriega (Ribadedeva), apuró la vida hasta el último sorbo. Excelente jugador de bolo palma -dos veces campeón de Asturias-, trasnochador y bebedor y, sin embargo, prototipo de hombre tranquilo. Respetuoso y querido por todos, bohemio, generoso, juerguista y célebre como él solo, pertenecía a una acaudalada familia de indianos, propietaria de una casa solariega del siglo XVIII. Nunca tuvo necesidad de trabajar.

“Miguelín: tienes aquí un agujero pendiente”, le recordaba una tabernera muy flamenca, que reclamaba el pago de una deuda.

“No te apures. Tengo un asuntu entre manos, que como salga derechu, el primer juracu que tapo es el tuyu”, respondía él, sin malicia, desde el meadero.

Roín y con cara de ratón de Disney, su peculiar modo de vida llamaba la atención, y todos eran a aconsejarle paternalmente:
“Duermes muy pocu, morenu. Estás acabando contigo”, le advertían.
“No es que duerma pocu. Lo que pasa es que duermo muy deprisa”, contestaba.
“Eres un casu, Miguelín. Con la de camas que tenéis en la casona de Noriega, y te da por pasar las noches como un vagabundu”, sermoneaba la dueña del “Bar La Gloria”, cuando le veía aparecer por la mañana.
“Y qué quieres, ¿que las traiga conmigo a cuestas...?”, replicaba él, tiznado hasta los ojos después de pernoctar en un vagón de FEVE.
Miguelín es uno de los personajes que impregnaron el siglo XX llanisco. Le gustaba cerner, y se sentía libre como un chimborru. Cogía el tren a Santander, corría una juerga que duraba semanas, y cuando se le agotaban las perras enviaba a casa un telegrama:
“Mandar dineru, por ampliación del negociu”
Los mensajes a su familia parecían dictados por un bandolero de Sierra Madre:
“Manden el dinero urgentemente, o devuelvo cadáver”.
La estela de su bondad etílica, insomne y solidaria, y el recuerdo de sus ocurrencias de filósofo de chigre siguen vivos en todas las boleras de Cantabria y de la Asturias oriental.
Pero, sorprendentemente, en la villa de Llanes ya no quedan boleras, que es tanto como decir que en Galicia se volatilizaron los gaiteros. Intentando remediar la situación, un grupo de llaniscos anda removiendo Roma con Santiago, y, más que la actitud de las autoridades, lo que debería preocupar a esos románticos es la indiferencia que muestran las nuevas generaciones ante este deporte milenario. Hemos perdido todas las boleras que teníamos: la de la Vega de La Portilla (monumento cumbre, verdaderamente), la del Cueto Alto, la de la plazuela de la Magdalena (que era exclusiva de mujeres), la cubierta de la Calle de San Agustín, la de “la Bombilla”, la del Bar Palacios, la de Titi Patiño “el Herrador” (detrás de las Escuelas)... Sólo nos quedan las expresiones lapidarias de Miguelín Purón. “Manden dineru, por ampliación del negociu; envíen la plata, o devolvemos cadáver” son frases que podríamos telegrafiar ahora en la reivindicación de la bolera, sabedores de que la muerte de las buenas tradiciones es uno de los negocios más calamitosos. 

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el miércoles 21 de agosto de 2002). 

sábado, 4 de julio de 2020

JOSÉ MANUEL FEITO: UN SABIO DE PASO POR LLANES


Feito, en la Casa Municipal de Cultura de Llanes en 2007. (Foto: H. del Río). 


José Manuel Feito Álvarez, fallecido el día 29 de junio de 2020 a los ochenta y seis años, era un asturiano polifacético e insigne. Fue sacerdote, etnólogo, poeta e investigador, y se especializó en lenguas gremiales, alfarería, folclore y artesanía de Asturias. Ejerció como cura ecónomo de Miranda de Avilés desde 1964 hasta 2015, año en el que se trasladó a la parroquia de San Juan de Ávila.
Fue profesor de Religión en el Colegio San Fernando y en los institutos Carreño Miranda, La Magdalena y Menéndez Pidal hasta su jubilación.
Publicó importantes monografías sobre cerámica, con especial atención a la alfarería negra y a la presencia de la mujer en la producción, distribución y venta de enseres (las populares “cacharreiras”).
Miembro correspondiente del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), había recibido, entre otros galardones y reconocimientos, el Premio Nacional de Etnografía “Marqués de Lozoya” (1983) y el Premio Nacional de Periodismo “Mundo Negro” (1988).

En febrero de 2007 tuvo una destacada participación en el curso de xíriga (el lenguaje de los tejeros llaniscos) organizado por la Casa de Cultura de Llanes. En homenaje al sabio Feito recuperamos este artículo, escrito a raíz de su intervención magistral, llena de ingenio, sabiduría y simpatía, en aquel taller municipal.  


OPINIÓN                                                               

El paraíso de las lenguas gremiales


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Si, algún día, Llanes decidiera establecer en su territorio la cooficialidad de la xíriga (el lenguaje o argot de los tejeros llaniscos), ¿podría alguien negarle ese derecho...? Detrás de la xíriga hay una prolongada estela de historia, mucho sudor y mucha sangre, como en las lenguas clásicas, pero, a diferencia de éstas, a los “xíriga-hablantes” les queda cuerda para rato. Da la impresión de que la xíriga -un patrimonio cultural y sociológico de primer orden- puede seguir siendo útil como recurso expresivo y como instrumento de comunicación.
Es innegable el interés que despierta este tema. Durante los primeros meses de 2007, la xíriga y el mundo de los tejeros están siendo objeto de estudio en la Casa de Cultura de Llanes, dentro del programa de cursos municipales convocados por el Ayuntamiento. De esta iniciativa, verdaderamente sin precedentes, hablaremos aquí en un próximo artículo.
Hoy referiré tan solo el hecho de que en una de las sesiones de ese taller ha participado el sacerdote e investigador asturianista José Manuel Feito Álvarez (Pola de Somiedo, 1934). Miembro del RIDEA y reconocido estudioso de las expresiones jergales de nuestra región, el erudito “ñurriu”, que diría un tejero, expuso su idea de que “Asturias es el paraíso de las lenguas gremiales” y habló del “bron” (el argot de los caldereros de Miranda), de la xíriga y del mansolea (la jerga dialectal de los zapateros de Pimiango).

"PERO POR EL CULU..."

De la intervención de Feito, en la que no faltaron anécdotas muy ilustrativas, nos interesó mucho el apunte que hizo de la idiosincrasia de los caldereros, marcada por el sentido de la autoprotección (autodefensiva es también, por otro lado, la honda intención de las jergas gremiales en su conjunto). Al igual que los tejeros, los caldereros provenían de la aldea, de mundos empobrecidos y sin alfabetizar, y solían ser considerados gente de pocas luces y fácil de embarullar y de engañar. Pero esa apreciación estaba equivocada.
Veamos un ejemplo. Cuéntase -nos lo contó Feito- que un calderero llegó a Salamanca con un jamón para un hijo que tenía allí sirviendo a la patria. Era la época de la jambre. Dos estudiantes  -que desde el primer momento se fijaron el objetivo de hacerse con la vianda- mostráronsele amistosos y serviciales y le dieron palique. “¿No estará el hijo suyo, por casualidad, en tal cuartel?” 
“¡Sí, ahí mismu está!”, respondió él. 
“¡Hombre, pues resulta que el coronel que manda esa unidad es tío carnal nuestro!”
Total, que se le ofrecieron para interceder en favor del soldado y procurarle una mili de enchufado. “Lo único que haría falta, eso sí, es tener un detallito, ya sabe... Una caja de puritos, unas botellitas de anís del Mono, algo..., que nosotros le llevaríamos con mucho gusto de parte de usté”
El jamón ni lo mentaron, pues daban por hecho que lo acabaría sacando a relucir el propio paisano. Él se rascó la entrepierna. “Buenu, no sé” -dijo-. “Yo soy caldereru, y creo que hago bien mi oficio. Podría hacer el mejor calderu de todos los que hice en la vida. Inclusu voy vender una finca y el fondu lu voy a poner de oru”. El par de elementos empezó a presentir un chasco. El artesano añadió: “Y si al señor coronel, por lo que sea, no le interesara el calderu, lu podéis vender vosotros y ganar unas perras guapamente. Por el asa y lo de arriba no sacaréis gran cosa, pero por el culu van a daros bastante”

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 24 de febrero de 2007).