miércoles, 27 de mayo de 2020

MIGUEL ARTOLA, EN LLANES

                                                             (Foto: H. del Río)

Un historiador para entender España

En 1996, Artola participó, en la Casa de Cultura de Llanes, en un curso de verano de la Universidad de Oviedo 


Otro de los ponentes en ese encuentro fue Luis Miguel Enciso Recio 



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

El historiador Miguel Artola Gallego (San Sebastián, 1923), maestro imprescindible en el estudio de la Revolución Liberal y los orígenes de la España Contemporánea, falleció ayer martes, 26 de mayo de 2020, a los 96 años. Difícilmente se puede entender la historia de nuestro país de los últimos tres siglos sin haber leído sus libros.

Premio Nacional de Historia y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, Artola está vinculado, de algún modo, a la memoria reciente de Llanes y a nuestros recuerdos personales, pues en 1996 participó en el curso de verano de la Universidad de Oviedo “La huella de Jovellanos en el siglo XIX”, impartido en la Casa Municipal de Cultura de la villa llanisca. El alcalde de Llanes entonces era Manuel Esteban Miguel Amieva
En aquel curso, dirigido por Álvaro Ruiz de la Peña e Inmaculada Urzainqui y desarrollado del 1 al 5 de julio, Miguel Artola expuso la ponencia “La economía de mercado en el siglo XIX”. Fue el martes 2 de julio. Faltaban diez días para que cumpliera 73 años.

Otro de los ponentes del importante encuentro académico fue Luis Miguel Enciso Recio (Universidad Complutense), que el jueves día 4 pronunciaría la conferencia “Jovellanos y las Sociedades Económicas”. Verme, cara a cara con Enciso -hacía 30 años que no le veía- despertó en mí un caudal de emociones y recuerdos que me remitían a los años 1964 y 1965:
“Profesor, haga usted el favor de pasar a mi despacho, que está aquí al lado”, le dije. 
Una vez dentro, me identifiqué y le participé, lleno de orgullo, que yo había sido alumno suyo en el Colegio El Salvador de Valladolid, cuando él era director de aquel mítico centro de bachillerato ubicado en la Plaza de San Pablo de la capital vallisoletana. ¡Menuda sorpresa! ¡Cuantas imágenes se rebobinaron en unos segundos también por su parte! 
Me dio tiempo a hacer de apresurado guía turístico. Le expliqué que la Casa de Cultura de Llanes fue, en tiempos, la mansión familiar de José de Posada Herrera, y que la estancia en la que estábamos, al pie mismo de la torre medieval, había sido el despacho del estadista llanisco, único asturiano, hasta ahora, que llegó a ser presidente del Gobierno de España. 
Una vez sentado en la mesa del salón de actos para iniciar su charla, le hice la foto, en la que, por un momento, se muestra pensativo, como recordando la época gloriosa del Colegio El Salvador...

(Luis Miguel Enciso Recio (Valladolid, 1930-Madrid, 2018), fue catedrático de Historia Moderna, miembro de la Real Academia de la Historia, presidente de la Sociedad V Centenario del Tratado de Tordesillas y de la Sociedad Estatal Lisboa’98 y comisario general de España en la Exposición Universal de Lisboa en 1998. También fue senador electo por Valladolid en la Legislatura constituyente, representando a la Unión de Centro Democrático, UCD).  


Luis Miguel Enciso habló de "Jovellanos y las Sociedades Económicas". (Foto: H. del Río)
Miguel Artola fue presentado por Dolores Mateos, profesora de la Universidad de Oviedo. (Foto: H. del Río)

Tríptico del curso de la Universidad de Oviedo.


viernes, 22 de mayo de 2020

BALBINO GONZÁLEZ FERNÁNDEZ: UN SARGENTO CON LA ORDEN DE INMOVILIZAR A DON JUAN DE BORBÓN

OPINIÓN                                                               

Esperando al heredero de la Corona


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

De muy joven, Balbino González Fernández (Pola de Allande, 1926) empezó a foguearse como mecánico en un taller de Grado, localidad donde había pasado la Guerra Civil con su familia. Siempre tuvo muy clara su vocación. Primero, consiguió ingresar en la escuela de técnicos de motores de aviación en Málaga, para lo que era preceptivo aprobar una oposición, y dos años después le destinaron a la Academia General del Aire.
Con el grado de sargento, fue profesor de Mecánica de Mantenimiento de Avión en el aeródromo leonés de La Virgen del Camino. Recorrería varios destinos: Albacete (como especialista en mecánica de reactores modernos y ya con los galones de brigada) y Mallorca, entre otros. También estaría en la Escuela de Vuelo sin Motor de Llanes, a las órdenes de los capitanes Antonio Salinas, Javier Bermúdez de Castro y Antonio Ramos, sucesivamente.


Casado desde 1958 con Mercedes Sáez Sotres, llanisca de La Portilla, Balbino González reside en Oviedo y no aparenta, en modo alguno, los noventa y cuatro años que ha cumplido. Su hoja de servicios da para mucho, e incluye, de refilón, hasta algún suceso mediático, de esos que sirven para sacar pecho entre los amigos, como aquella vez, en León,  que le tocó dar la bienvenida, al pie de la escalerilla de un avión, a Manuel Benítez, “El Cordobés”, uno de los grandes fenómenos sociales de masas de la España de aquel momento, que venía a torear en la plaza de Buenavista de Oviedo.
Aparte de su vida profesional unida a lo estrictamente militar, supo ejercer como empresario, y en esa labor dio muestras de buen olfato y sentido de la oportunidad. En compañía de un socio, fundó una empresa de ámbito nacional relacionada con la publicidad y la aviación, con cuatro pilotos en nómina y cinco avionetas a su disposición (una de ellas, preparada para intervenir en la extinción de incendios). Aquellos aviones sobrevolaban las playas en pleno verano y remolcaban pancartas que anunciaban productos de las grandes marcas.

Todo ha sido normal y previsible en su vida, excepto un recuerdo que tiene aún bien pegado al retrovisor: un día, estando cumpliendo servicio en el aeródromo de Lugo de Llanera, le llega un mensaje del estilo de los que se supone que reciben los agentes de espionaje de las grandes potencias. En él se le comunica la posibilidad de que el Conde de Barcelona, Don Juan de Borbón, vuele de incógnito desde Portugal hasta aquella base, muy básica y sin torre de control, en la que cualquier aterrizaje puede pasar poco menos que desapercibido. Por aquellas fechas, el hijo de Alfonso XIII jugaba sus cartas sucesorias y mantenía contactos en distintos escenarios con representantes de la oposición democrática a Franco, al rebufo de lo que el Régimen del 18 de julio denominaba “el contubernio de Múnich” (1962). La orden recibida viene a desbaratar bruscamente la tranquila rutina de Balbino: si Don Juan de Borbón aterriza en Llanera, se le dice, deberán ser inmovilizados, en el acto, tanto el aparato como sus ocupantes. Feo asunto. Por si fuera poco, para cumplir esa misión, la superioridad le proporciona el apoyo de un retén de la Guardia Civil, al mando de un sargento que afirma estar absolutamente decidido a disparar a las ruedas del avión y a todo lo que se menee… Transcurrieron horas de alerta tensa, hasta que se comprobó que lo del heredero de la Corona era una falsa alarma. Balbino respiró, y la Historia de España pudo seguir su curso, más allá de Lugo de Llanera.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el lunes 18 de mayo de 2020). 


Dos imágenes del recibimiento al torero El Cordobés
en el aeródromo de León. 

domingo, 17 de mayo de 2020

EULOGIO VICTORERO HARTASÁNCHEZ: AQUEL LLANES

OPINIÓN                                                               

Un funeral pagado por los amigos

En memoria de Eulogio Victorero, señorito calavera y arruinado, símbolo de la dignidad en la derrota 



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Ramona Tamés Gavito -su fiel criada celoriana, que trabajaba en la casa familiar de los Victorero Dosal en Llanes desde los años 20- miraba por él como un hada madrina. Entraba Ramona a diario en La Pilarica (calle Mayor, 5), y entre las cosas que le pedía a Pilar Pérez Bernot nunca faltaba la especialidad suprema de aquella inolvidable tienda: “Córtame pa Logio un cuarto de esi jamonín tuyu tan buenu, Pilarina”. Se veía que Eulogio Victorero Hartasánchez (1941-2011), que murió hace unas semanas, sólo probaba los mejores manjares.

Era el último eslabón de una saga de gran importancia en la intrahistoria de Llanes. Su abuela paterna, Florentina Dosal Sobrino (doña Flora), sobrina del senador José de Parres Sobrino y pariente de los hermanos Faustino y Nemesio Sobrino Díaz, indianos y benefactores, era cuñada del segundo conde de Mendoza Cortina y hermana de Sinforiano Dosal Sobrino -un filántropo adelantado a su tiempo, que sufragó la compra de instrumentos para la banda de música, adquirió el primer automóvil visto en la villa de Ángel de la Moría y presenció en París la inauguración de la torre Eiffel, en 1889-. 

El padre de Logio, Manuel Victorero Dosal, había sido alcalde en los años de la dictadura de Primo de Rivera y vivía en el majestuoso edificio mandado constuir por su madre frente al antiguo convento de la Encarnación (una mansión levantada entre 1906 y 1909 por el maestro de obras gijonés Fermín Coste, el hombre que había introducido en Llanes nada menos que la práctica del fútbol). En 1930 o 1931, Victorero cedería el ático de su casa, bajo una cúpula señorial de capital, al arquitecto municipal, racionalista y masón, Joaquín Ortiz, para que instalara allí su estudio. Unos años después, al sobrevenir la Guerra Civil, el ex alcalde sería detenido y conducido a Gijón (la casa de doña Flora había sido requisada y convertida a esas horas en sede central de las oficinas del Frente Popular), y sucedió un hecho que muy poca gente conoce: Ortiz, fundador de la Agrupación Socialista local, consiguió excarcelar a Victorero, librándole muy probablemente de la muerte a manos de milicianos incontrolados, y le llevó en secreto a la casa de Eduardo García Valverde (Lalito), junto al paseo de San Pedro, en la que estaba viviendo circunstancialmente el arquitecto con su familia. Le mantendría escondido allí hasta la entrada de las tropas de Franco en septiembre de 1937. 

Logio nunca estuvo al tanto de estos arcanos de su genalogía. Huérfano y multimillonario, bastante tenía él con zambullirse en la dolce vita en la que estaba atrapado. Embuchado en esmóquines blancos o negros, sus jornadas de multimillonario transcurrían a velocidad de vértigo. Le veíamos aparcar su descapotable inglés junto al bar Palacios y entrar en el Casino, del brazo de mujeres de una belleza apabullante. Jugaba al póker sobre la misma mesa del Café Pinín donde el filósofo Fernando Vela había dirimido partidas de ajedrez, y nos parecía un James Bond de mirada triste y de corazón generoso, rodeado en cada juerga de adulones que chupaban del bote todo lo que podían y más. Compró un yate y se lo incendiaron, por envidia (a los pocos días, compró otra embarcación del mismo modelo). Una mañana se despertó completamente arruinado. Le tocó ganarse el rancho como pescador, enrolado en “El Vendaval”, la lancha de José Manuel Gutiérrez Meré, “El Belga”, y aprendió a encallecer sus manos de aristócrata viscontiano. En su recta final, desde hacía diez años, era camarero en el turno de noche del Madison, la elegante cafetería que regentan los hermanos Alvar en la calle Pidal. Su destino último fue el tanatorio, donde permaneció su cadáver dos días sin que nadie lo reclamara. Logio lo había tenido todo y lo había perdido todo. Todo menos la dignidad y el respeto de viejas amistades y antiguos amores, que pagaron a escote su funeral.  

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 9 de julio de 2011).



Edificio familiar de Eulogio Victorero, mandado construir
por su abuela, Florentina Dosal Sobrino (doña Flora),
a principios del siglo XX.

domingo, 10 de mayo de 2020

LLANES: AVENTURAS EN GLOBO



A Juan Cobos, en la memoria


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Durante varios años, siempre a finales de abril o principios de mayo, surcaban el cielo de Llanes quince o veinte globos aerostáticos, que participaban en la Travesía de los Picos de Europa, una iniciativa sin parangón dirigida y organizada por Juan Daniel Cobos Fernández, gijonés y presidente de la Asociación Española de Pilotos.
No se trataba sólo de una prueba deportiva que captaba la atención de todo el mundo. Era un motor de promoción turística de alcance nacional y universal, y cada globo, según se iba elevando, recortado ante la mar o ante la Sierra de Cuera, se convertía un poco en la metáfora de nuestros sueños, de querer volar y contemplar la vida y el mundo desde arriba, como algo pequeño, hermoso y vulnerable. Todo un espectáculo.

Juan Cobos siempre tenía a su lado colaboradores muy valiosos, como Carlos Meana Suárez, Elías González Calleja, Carlos Lladó Costa, Anulfo González Redondo, Javier Tarno Fernández, el mítico reportero de TVE Jesús González Green y, sobre todo, su esposa, Emma Hernández.
Desde 1992, se desarrollaron varias ediciones de la Travesía con el patrocinio del Ayuntamiento llanisco. En cada una de ellas, Llanes registró la colorista animación de globos, pilotos y acompañantes, que contribuía a vitalizar la economía local.
La Casa Municipal de Cultura era el punto de encuentro, y en el salón de actos se llevaban a cabo las reuniones informativas (los “briefing”), previas a los vuelos, con la intervención de organizadores, pilotos, meteorólogos y representantes de Protección Civil. No se dejaba nada sin atar. En 1992, entre el 27 de abril y el 3 de mayo, y gracias a las gestiones de Juan Cobos, el centro cultural acogió en su sala de la planta baja la exposición fotográfica “Globos aerostáticos”, del fotógrafo suizo Heinz Hebeinse. El conjunto de trabajos expuestos daba una idea muy descriptiva y precisa de lo que era la Travesía.
Juan Cobos falleció hace unos años, pero en Llanes se le sigue recordando con cariño. Ya forma parte de la historia llanisca de la aviación.

Juan Cobos, a la derecha, junto al alcalde llanisco, Manuel Miguel Amieva,
durante la presentación de la prueba,
en el patio de la Casa de Cultura de Llanes, el 9 de mayo de 1996. 

En el transcurso de ese acto, impuso al regidor la medalla 
de la Asociación Española de Pilotos de Globos Aerostáticos.
(Foto: H. del Río).





sábado, 2 de mayo de 2020

LOS HERMANOS LLACA ÁLVAREZ: VOLAR Y MORIR

OPINIÓN                                                               

El trágico destino de dos aviadores llaniscos


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Los hermanos José y Daniel Llaca Álvarez, oriundos de la localidad llanisca de Posada, estaban abocados a un destino trágico y a un desenlace en cierto modo simétrico en el tiempo y en el espacio. Aquel 23 de junio de 1952, Daniel (capitán del Ejército del Aire y ex jefe de la Escuela de Vuelo Sin Motor de Llanes) participaba en el IV Campeonato del Mundo de Planeadores, que tenía lugar en la base de Cuatro Vientos (Madrid). No muy lejos de allí, en esos mismos instantes, José se disponía a darse un chapuzón en la piscina. Daniel estaba a los mandos de una avioneta HM-9 y acababa de soltar las amarras del planeador de un aviador francés, al que remolcaba. José ya estaba sobre el trampolín, a punto de saltar al agua. De pronto, un ruido quebrado de motores descompuestos cubrió la escena. José, instintivamente, se puso en alerta y alzó la vista; divisó un aparato en trayectoria descendente que acabaría estrellándose a unos dos kilómetros de distancia. “¡Ése es mi hermano!”, gritó. Tal como estaba, descalzo y en bañador, salió corriendo campo a través, en la carrera más veloz de su vida; al llegar al punto del siniestro, casi sin aliento, encontró el cuerpo sin vida de su hermano en medio de los restos del fuselaje del avión.

Excelente deportista desde sus años mozos, José se había sumado al Alzamiento Nacional en 1936, cuando estudiaba en Pamplona la carrera de Medicina, tras haber acabado la de Comercio. Después de la Guerra Civil, formaría parte de la Escuadrilla Azul, integrada en la Luftwaffe, e intervendría con el grado de capitán en la campaña de Rusia (operaba desde Jarzewo hasta Kursk), en 1942 y 1943, pilotando un Focke-Wulf Fw 190, primero, y un Messerschmitt 109 E, después. Fue condecorado con la Cruz de Hierro por derribar cuatro aviones enemigos. A su regreso a España, y destinado a la Dirección General de Aviación Civil, sería el artífice de que Llanes contara con una Escuela de Vuelo Sin Motor.

El accidente mortal de Daniel Llaca se reviviría apenas tres meses después de lo ocurrido en Cuatro Vientos, y esa vez sería su hermano el protagonista de la noticia. En septiembre de 1952, José volaba a Llanes a bordo de un bimotor inglés “Aerovan”, acompañado por su esposa, Mercedes Suárez, y un fotógrafo. Tras hacer aquí una breve escala, tomó rumbo a Santander con la misión de hacer fotos verticales de la zona de Parayas, en la que se tenía previsto construir un aeropuerto. En las proximidades de Comillas, uno de los motores del aparato empezó a fallar y se paró. Situación de extrema emergencia. Volar con un solo motor no era posible. En un primer momento, Llaca pretendió aterrizar en la playa de Oyambre, donde se había posado en 1929 “El pájaro amarillo”, pero desistió de ello al observar la presencia de bastantes personas en el arenal. Buscó un paraje alternativo, pero no le dio tiempo. A la altura de Novales, el avión cayó en picado y sus ocupantes perecieron en el acto.

Estos renglones de la crónica negra de Llanes darían paso, sesenta y cinco años después, a un epílogo de inesperadas emociones. En el verano de 2017, María Luisa Sánchez-Rubio visitó la muestra organizada por la Casa de Cultura sobre la historia del campo de aviación llanisco y descubrió una imagen que le llegó al alma. “¡Ésa es mi tía Mercedes!”, exclamó ante el panel dedicado a José Llaca. “¡Y ese broche que lleva en la foto lo heredé yo y lo tengo en mi casa!”. A raíz de aquel encuentro fortuito, la exposición se enriqueció con varias prendas alemanas que utilizó Llaca en Rusia durante la Segunda Guerra Mundial: el casco de vuelo, las gafas de pilotar (graduadas para la miopía) y un pantalón confeccionado por la empresa “Knebl & Ditrich” en Indija (localidad serbia que estaba entonces bajo dominio de Croacia, aliada de Hitler), cedido todo ello por María Luisa Sánchez-Rubio.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 15 de diciembre de 2018). 


Cartilla militar de Daniel Llaca.
José Llaca y su esposa, Mercedes Suárez.