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domingo, 3 de septiembre de 2023

RODOBALDO RUISÁNCHEZ, UN SACERDOTE LLANISCO PREDICANDO EN EL DESIERTO

 



OPINIÓN                                           


Un cura predicando en el desierto


Rodobaldo Ruisánchez, fallecido en abril, dejó un gran archivo personal sobre el Llanes del siglo XX 



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

A Rodobaldo Ruisánchez Blanco, nacido en Sagua la Grande, Cuba, en 1928, la guerra le pilló en Llanes con ocho años de edad. Jugaba a las canicas en el Paseo, miraba de reojo la alterada cotidianidad con los ojos muy abiertos y se le iban quedando en la retina imágenes sueltas. No era raro ver cruzar por allí, camino de las oficinas del Frente Popular ubicadas en la casa de Victorero, al médico socialista José de la Vega Thaliny, organizador de los hospitales de sangre en los requisados palacios de Santa Engracia, Partarrío y Los Altares:

“A varios críos de las escuelas públicas nos convocó una vez Thaliny en su casa de la Avenida de la Paz y nos entregó huchas, con el encargo de que fuéramos a pedir por la calle donativos para el Socorro Rojo Internacional”.

Doce o catorce años después de aquellas vivencias, Rodobaldo se haría sacerdote en el seminario de Oviedo y teólogo en la Universidad Pontificia de Salamanca, y ejercería sus primeras misiones pastorales en Mieres (años 50), Oviedo (parroquia de San Juan el Real) y Salas. Se trasladaría a Argentina a través de la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA), y allí transcurrió la mitad de su vida. Fue capellán castrense en Buenos Aires, conoció a Jorge Bergoglio (el actual Papa Francisco) y colaboró en la diócesis de San Rafael, provincia de Mendoza, con Raúl Primatesta, el arzobispo al que asociaciones de derechos humanos habrían de vincular después con la dictadura militar argentina (1976-1983).

Tras regresar definitivamente a Llanes en 2013, cumpliría en la parroquia el trabajo de un disciplinado cura de refuerzo. Al igual que Kant en Königsberg, transitaba puntualmente por la rutina, siempre con LA NUEVA ESPAÑA bajo el brazo y un puro entre los labios, y decía tener “tres banderas”, en alusión a los países que marcaron su vida: Cuba, España y Argentina.

Era un erudito. Publicaba libros, escribía artículos en EL ORIENTE DE ASTURIAS y hacía aportaciones en el campo de la música, a la que se sentía atraído desde la niñez por influencia de Marino Soria, el fundador de la Schola Cantorum. Compuso piezas en colaboración con el musicólogo Ramón Sobrino Sánchez y con Luis Díaz García, el párroco, y participó en la grabación de la sublime “Misa Llanisca” en 2009.  

Fue el biógrafo del eminente internista José Sordo Álvarez (1885-1958), uno de los llaniscos más importantes del pasado siglo, al que dedicó dos libros. En ellos recrea el paisaje de una época y traza el perfil de un médico católico, “maestro en el arte de curar y de cuidar” y pionero de lo que hoy se entiende como medicina integral, volcado en la atención a las familias humildes. Durante la guerra, y pese a estar considerado “de derechas”, Sordo no fue molestado por las autoridades republicanas (ello fue debido, quizás, a la protección que le dispensó Thaliny o al hecho de que había curado de una dolencia a Ramón Gónzalez Peña en el Hotel Victoria). En el relato biográfico se destaca convenientemente que el galeno disponía de laboratorio propio y que había incorporado a su consulta el primer aparato de Rayos X que conoció Llanes.

Con la publicación de esas monografías, sin embargo, Rodobaldo tendría la frustrante sensación de haber predicado en el desierto. Perplejo y resignado, la tuvo al menos dos veces: en 2018, en la entrega del título de Hijo Predilecto de Llanes al médico Ramón Sobrino de la Vega, oyó decir alegremente al presentador del acto que el homenajeado había sido el primero que instaló los rayos X en el concejo; y en 2022, cuando falleció el doctor Sobrino, vería reproducido el enquistado desliz en una nota necrológica del Ayuntamiento.

Rodobaldo nos dejó el 9 de abril. Un desordenado universo de libros de ediciones agotadas, cartas, notas, recortes de prensa y fotografías permanece en una habitación de su casa. 


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el jueves 13 de julio de 2023). 




ENLACE CON EL PERIÓDICO






sábado, 3 de junio de 2023

A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL DESDE EL AERÓDROMO DE LLANES

Polikarpov I-16 (Mosca) de la aviación republicana. 
(Foto: Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire, SHYCEA).  

 

OPINIÓN                                           


Alas de dos guerras


En 1936 y 1937 cumplieron servicio en Llanes pilotos que luego combatirían en la II Guerra Mundial 



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Desde el inicio de la Guerra Civil, el aeródromo de La Cuesta de Andrín-Cue tuvo una intensa actividad militar. Bajo el control sucesivo del Frente Popular y del mando nacional, pasaron por la base pilotos que habrían de combatir después en la Segunda Guerra Mundial. 


En una nómina fechada en Gijón en 1936 constan los nombres de aviadores rusos que estaban en Llanes: Andrushin, Nezamutinov, Kirushein, Kurigin, Pavlovitch y Toranchenko. Todos o alguno de ellos defenderían a su patria, probablemente, en el enfrentamiento posterior con Alemania. 

Otro tanto se podría decir de Mijailov, que a los mandos de un “Mosca”, y ante el avance de las tropas de Franco, tuvo que abandonar el campo santanderino de La Albericia a finales de agosto de 1937 para incorporarse a la aviación republicana de la base llanisca.   

José María Bravo Fernández-Hermosa, voluntario madrileño que se había formado como piloto en la Unión Soviética, tomó parte en acciones llevadas a cabo desde La Cuesta antes de convertirse en un as de la aviación republicana. Tras la campaña de Cataluña estuvo internado en campos de concentración franceses y en Rusia se sumó al Ejército Rojo. Durante la campaña del Cáucaso fue jefe de escuadrilla y en 1943 pilotaría uno de los aviones que escoltaron a Stalin para asistir a la histórica reunión con Roosevelt y Churchill en Teherán. 

Si reparamos en las operaciones desarrolladas por la Legión Cóndor en el aeródromo llanisco desde el 5 de septiembre de 1937 hasta finales del mes siguiente, encontraremos igualmente pilotos que participaron en la Segunda Guerra Mundial.

Adolf Galland, teniente primero del grupo de caza Jagdgruppe 88, fue el más conocido. Cumplió servicio en España pilotando un He-51 y en la Segunda Guerra Mundial cobró la aureola de as indiscutible de la aviación (104 victorias). Participó en la invasión de Polonia, en Francia y en la batalla de Inglaterra. A los treinta años ya era general.

Walter Adolph, teniente, salió ileso de un accidentado aterrizaje en La Cuesta, el día de su llegada. Intervendría en las campañas de Francia e Inglaterra. Murió en Bélgica, en septiembre de 1941, derribado mientras daba escolta a un petrolero. 

Wilhelm Balthasar tomaría parte en acciones en Países Bajos, Francia e Inglaterra a bordo de un Messerchmidt. Fue derribado y muerto sobre territorio francés en 1941. 

Heinrich Brücker protagonizaría más de cien acciones en el Mediterráneo.

Harro Harder, que había sido en Llanes capitán y jefe de escuadrilla, tomó parte en la invasión de Polonia y en la batalla de Inglaterra. Fue abatido y muerto por un Spitfire en 1940.

Eduard (“Edu”) Neumann combatiría en Inglaterra, Yugoslavia, Libia e Italia. 

Heinrich Neumann, médico y piloto, participaría en la guerra mundial como paracaidista voluntario. 

Walter Otte, al que cita Galland en sus memorias, luchó en Países Bajos y Francia y moriría en combate en 1943. 

Reinhard Seiler combatió en Francia, Países Bajos, Inglaterra y Rusia. 

Erich Woitke intervino en las batallas de Francia, Inglaterra, Rusia y norte de África. Fue derribado y muerto por la aviación inglesa en 1944 en las proximidades de Aachen. 

Wolfram von Richthofen, teniente coronel, era el jefe del Estado Mayor de la Cóndor en 1937 y presidió en Llanes una importante reunión. En la Segunda Guerra Mundial intervendría en Polonia, los Balcanes, Francia y Rusia, y ostentaría el mando del VIII Cuerpo Aéreo.  


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el viernes 2 de junio de 2023). 


José María Bravo, as de la aviación republicana. (FIO)

Adolf Galland. 

Eduard (Edu) Neumann. 

Heinrich Neumann. 











jueves, 29 de septiembre de 2022

PERIODISTAS EXTRANJEROS EN LA GUERRA CIVIL

 
Una vista del Paseo de San Pedro. (Foto: H. del Río).


OPINIÓN                                           


El enigma Vincenzo Ascoli


Tras la pista de un corresponsal de guerra italiano en el Llanes de 1937 



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

El italiano Vincenzo Ascoli es el único periodista extranjero del que se tuvo noticia en el concejo llanisco durante la Guerra Civil. Llegó el 5 de septiembre de 1937 junto a la IV Brigada Navarra. Encontramos su nombre en un artículo de José Antonio Cepeda González (1921-1999), titulado “Un canto a Llanes”, y rescatado por Manuel Maya Conde en 1987, en el que se recoge una curiosa crónica suya, “modelo en su género”. 

“Llegué al atardecer a Llanes, una villa situada sobre el Cantábrico. Las tropas habían fijado sus posiciones de avance en un pueblo llamado Celorio, pero yo preferí quedarme hasta el día siguiente en esta villa donde fecho mi crónica para ustedes. Las gentes han llenado los balcones de banderas, de blancas sábanas y hasta de tapices antiguos, sacados tal vez de un viejo caserón. Como esto lo vengo contemplando, repetidamente, desde Irún, quise conocer la población por mi cuenta y riesgo”, comentaba el reportero de guerra transalpino a sus lectores.  

Aquel día de septiembre, mientras la IV Brigada Navarra tomaba la localidad celoriana tras duros combates, en los que resultaría herido su comandante, Camilo Alonso Vega, Ascoli recorría tranquilamente los aledaños del Sablón y el Paseo de San Pedro:

“Seguí un encantador laberinto de calles y dí pronto con el mar, en una playa de fina arena. Desde allí subí a un paseo que corre a lo largo de la costa, a bastante altura. En el pueblo resonaban los gritos de júbilo del vecindario y, más lejos, hacia un monte oscuro, crepitaba el fuego de las ametralladoras. En el paseo no había un alma. El contraste no podía ser más bello. La paz que todos ansiamos se extendía bajo los árboles y yo puedo asegurarles que hubiera estado allí horas y horas, si no hubiese que escribir estas líneas. Un inmenso mar, sin olas, llegaba dulcemente hasta la base rocosa del paseo y unas gaviotas iban y venían del agua a la tierra verde”, explicaba Ascoli. A juicio del autor de “Un canto a Llanes”, estamos ante “una de las mejores descripciones, en cuanto a sentimiento, del Paseo de San Pedro”.    

En su artículo, Cepeda cuenta que el italiano moriría en el frente de Grecia, en plena Segunda Guerra Mundial, pero no desvela la cabecera del medio informativo para el que trabajaba ni la fecha de publicación de la crónica escrita desde el belvedere llanisco.

Vincenzo Ascoli representa un enigma de ochenta y cinco años de antigüedad. Es un personaje sin rostro. Una tentadora invitación a investigar. Con la esperanza de encontrar alguna pista, acudí a Paola del Vecchio, delegada en Madrid de Il Messaggero, quien me sugirió contactar con Fabio Fattore, autor del libro “Gli inviati di Mussolini. I corrispondenti di guerra 1940-1943” (“Los enviados de Mussolini. Los corresponsales de guerra 1940-1943”).  

Llevo intercambiados cuatro correos con Fattore, que se muestra muy interesado en el asunto. “É un bel mistero”, “una bella storia”, me insiste. Ya está manos a la obra. El acreditado especialista ha comprobado que en el anuario de la prensa italiana de 1939-1940 no consta ningún Vincenzo Ascoli o D’Ascoli y que entre los periodistas caídos en el frente greco-albanés a principios de los años 40 no hay nadie con ese nombre. Baraja varias hipótesis: pudo haber sido un soldado con aficiones literarias; Ascoli es un apellido hebreo, dice, y en 1937 todavía era posible que un judío fascista fuese destinado a España, bien como corresponsal de prensa o como integrante del Corpo di Truppe Volontaire, ya que las leyes raciales del Duce no entraron en vigor hasta el año siguiente; también podría tratarse de un seudónimo, aunque parece raro que alguien lo utilizara en vísperas de la legislación antisemita.  

Fabio Fattore proseguirá sus pesquisas en otoño. Le aguardan los fondos de la Biblioteca Nazionale Centrale di Roma y otros muchos archivos llenos de secretos dormidos.    

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el jueves 29 de septiembre de 2022). 


Libro sobre los corresponsales de guerra italianos. 

Fabio Fattore nació en 1968 en Forli, ciudad italiana de la región Emilia-Romaña, capital de la provincia de Forli-Cesena, al noreste del país. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Bolonia. Desde 1990 es editor de Il Messaggero. Autor de varios libros, como “De nuestros corresponsales a Giarabub” (2006) y “Los italianos que invadieron China. Crónicas de guerra, 1900-1901” (2008). En la editorial Mursia ha publicado “Los enviados de Mussolini” (2018).   




sábado, 25 de julio de 2020

PARTERRÍU (LLANES): SECRETOS DE LA GUERRA Y ESCENARIO DE UNA PELÍCULA DE TERROR


Villa Parres o casa de Parterríu. 

OPINIÓN                                                               

Legionarios en el orfanato



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Hace setenta años, la Legión Cóndor fue huésped de un Llanes en retirada. Pilotos alemanes instruidos para comerse el mundo, como Walter Adolph (quien, el mismo día que entraron los nacionales, el 5 de septiembre de 1937, sobrevivió a un accidentado aterrizaje en el campo de Cue), Bodden, Adolf Galland, Harder, Kohleim (un artillero muerto en el aeródromo corito, mientras empuñaba una ametralladora antiaérea bajo el fuego de la aviación republicana), Stanislaus Leske (cuyo He-51 fue abatido el 11 de septiembre), Eduard Neumann, Sowanengal (que caería derribado sobre Avilés, el 21 de septiembre), Willy Sembach (caído poco después de Sowanengal) y Woitke son algunos nombres de una nómina perdida que he podido rescatar parcialmente en archivos, hemerotecas y libros de historia.

Cuando llegaron aquellos guerreros rubios y espigados -unos veinte pilotos y setenta y tantos soldados de apoyo y mecánicos- fueron alojados durante dos meses en casas prototípicas de la mejor arquitectura llanisca (1). Ocuparon en la villa los ya desaparecidos chalets de Gabriel Teresa y de Ceferino Ballesteros (éste, obra del arquitecto Joaquín Ortiz) en la avenida de la Paz; el chalet estilo montañés de Rogelio Gutiérrez (cuyo autor fue Miguel García Lomas) y el edificio de viviendas de Cosme San Román (diseñado por Mariano D. Lastra), edificados en 1929 y 1923, respectivamente, a ambos lados de la calle de la estación; la casa de Rafael Labra (hecha por el maestro de obras Juan Sordo Mijares a diez metros del Ayuntamiento); la pensión “España Imperio”, junto a la capilla de San Roque; la casa del Marichu, en la calle Posada Argüelles; la de Bruno Gavito en la calle Mercaderes (una mansión de 1918, “tardía evolución del modernismo secesión”, según ha catalogado María Cruz Morales); la del veterinario Felipe Ruenes, en la plaza de las Barqueras, terminada en 1929; la de Darío Mijares y la de Yanguas, ambas en la calle Nueva; la de Ramón Sánchez, en el Cuetu; la de Ramón Corces, en la subida a la Guía; el palacete modernista “de los leones” (hoy propiedad del famoso magnate mexicano Juan Antonio Pérez Simón); “Villa Vicenta” (llamada del “Coju de la Guía”, espléndida muestra del gótico victoriano, encargada al arquitecto Pérez de la Riva en 1896 por el indiano Pedro Teresa, y ya eliminada; en ella vivió el teniente primero y jefe de la 3ª Escuadrilla de He-51, Galland, que luego sería un héroe en la Segunda Guerra Mundial), y el chalet “Los Barquitos”, construido en 1923 para Juan Noriega Sordo, según proyecto de Rodríguez Bustelo.
Los aviadores, que en sus treguas descorchaban champán “Veuve Clucquot” en la confitería Auseva y compraban queso y mantequilla en la SADI, también se instalaron en la finca Partarríu (Villa Parres), donde tuvieron su base tanquetas y camiones “Diesel” con letra gótica estampada en la lona. Esta imponente mansión, proyectada por Lavín Casalís y terminada en 1898, fue la vivienda del senador y fiscal del Tribunal Supremo Parres Sobrino (1865-1917) y en ella pasó temporadas Palacio Valdés (2). Ahora está adquiriendo notoriedad en cinemascope, desde que acogió el rodaje de la película de miedo “El orfanato” (3). No era la primera vez que se rodaban entre sus paredes escenas de un largometraje (en 1996, Gonzalo Suárez escenificó allí algunos momentos de su película “Mi nombre es sombra”), pero, en esta ocasión, el éxito internacional que se pronostica a “El orfanato” podría convertir el elegante y decadente edificio de Partarríu en un fotograma de culto para los cinéfilos, como la casa que sacó Hitchcock en “Psicosis”. Ya vienen preguntando por él los turistas.


1.      Los dueños de esas mansiones, en muchos casos indianos, estaban ausentes de Llanes en esos tiempos. Anteriormente a la llegada de la Legión Cóndor, durante la guerra, algunas de esas casas fueron sede de distintas organizaciones del Frente Popular.
2.      Pola, Ángel (1971): “Hojas de Archivo”.- Llanes: Ed. El Oriente de Asturias, pág. 84.

3.      Película dirigida por Juan Antonio Bayona en 2006 (fue su ópera prima), sobre un guión del asturiano Sergio G. Sánchez, y producida por el mexicano Guillermo del Toro.


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el viernes 26 de octubre de 2007). 

lunes, 26 de mayo de 2014

LLANES: LLANISCOS EN LA BARCELONA DE 1937

María Luisa García, junto a su padre, Cándido, hacia 1925.
(Archivo de Higinio del Río)

OPINIÓN                                                               

Barcelona, 1937


En la Guerra Civil, Cataluña acogió a numerosos republicanos llaniscos 


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

El libro titulado “Ni cautivos ni desarmados. Asturianos refugiados en Cataluña (1937-1939)”, de Etelvino González, toca un tema todavía poco investigado. Habla el autor de la suerte que corrieron 50.000 paisanos nuestros (mujeres y críos, la mitad) que, tras el hundimiento del Frente Norte, se establecieron temporalmente en la región catalana, y nos parece que su ensayo histórico está llamado a provocar un efecto evocador y multiplicador entre los investigadores de la guerra civil. La obra es un estimulante desafío para intentar seguir el rastro inédito de aquellos miles de refugiados.

Los llaniscos sabemos muy bien que en aquel escenario de derrota (aunque la obra citada no se extienda en estos detalles) compartieron refugio significados republicanos de Llanes. Tras la embarullada salida desde el Musel, en octubre de 1937, y después de conseguir alcanzar la costa francesa, un indeterminado número de hombres y mujeres cruzó la cordillera pirenaica y dio con sus huesos y su desventura en Barcelona. Permanecerían allí quince meses. Los afiliados al PSOE se integrarían en la Agrupación de Socialistas Asturianos (ASA), formada en la sede del Centro Asturiano. La agitada Ciudad Condal sería el refugio de gentes como el arquitecto municipal Joaquín Ortiz, cofundador de la Agrupación Socialista llanisca en 1932; el ebanista Simón Valderrábano, concejal por UGT tras la victoria del Frente Popular y artífice, en 1936, del extraordinario hangar que proyectó Ortiz para el aeródromo de Cue (en Barcelona sería el encargado de un economato en Las Ramblas); el ferroviario Pepe Sáiz Muñiz (alcalde de Llanes en plena contienda y luego secretario-ayudante del consejero de Guerra del Consejo Interprovincial de Asturias y León); la maestra piloñesa Veneranda G. Manzano, el pintor-decorador manchego Cándido Ruiz de las Casas (antiguo presidente de la Sociedad de Socorros Mutuos “El Porvenir”), Milagros Junco (“la Melliza”, hermana de Cruz, que en los años 60 y 70 regentó un despacho de lotería frente al antiguo convento de la Encarnación) o Estanislao Herrero Melijosa, militante de las Juventudes Socialistas Unificadas que, años después, acabaría consagrándose como uno de los pescadores más importantes de Llanes.
En Barcelona -ya se sabe que el mundo es un pañuelo- vivía desde hacía siete años María Luisa García (1903-1998), hija del fotógrafo Cándido García y única mujer que había ejercido en Asturias profesionalmente la fotografía en los años 20. Casada con Emilio Ferrer, un viajante catalán, su piso de la calle Roselló se convirtió en punto de encuentro y acogida para no pocos refugiados llaniscos. En un reportaje publicado en LA NUEVA ESPAÑA el 11 de mayo de 1997, dentro de la serie “Las memorias del siglo”, María Luisa le contó a Eduardo García que en su casa residió durante un tiempo Joaquín Ortiz. De labios de Maruja Martínez Morán (toda una protagonista de la historia, hermana de concejales del Frente Popular y directora del hotel “Victoria”, el enclave llanisco más glamuroso durante los años 30) oímos el relato de un recuerdo fragmentado: a través de senderos abiertos entre la nieve, treinta o cuarenta llaniscos cruzaban el Pirineo a pie. Corría el mes de febrero de 1939. Allí estaban, en medio de un torrente de sombras sin voz, el arquitecto Ortiz, el abogado Dionisio Madiedo, el director del Instituto de Segunda Enseñanza, Manuel Vázquez Garriga, Maruja Martínez Morán, con varios de sus familiares, y una dama de 82 años, Conchita Gavito Noriega (de “los de la Tahona”), que fue madre dolorosa y ejemplar de una de las familias más represaliadas por los franquistas.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el viernes 20 de febrero de 2009). 

El arquitecto Joaquín Ortiz. Foto hecha en Barcelona, en octubre de 1937, para la ficha de la Asociación de Socialistas Asturianos.
(Archivo de H. del Río)





sábado, 12 de abril de 2014

LLANES, LA GUERRA CIVIL Y EL CAMPO DE AVIACIÓN




He aquí el extracto de un reportaje publicado en el semanario "El Oriente de Asturias" el 5 de septiembre de 1997.



AQUELLOS ALEMANES DE PASO




Higinio del Río Pérez

En 1937 no iba a haber fiestas de la Guía. El 5 de septiembre, juntamente con las Brigadas de Navarra y los moros, entraba en Llanes un centenar de soldados de la Luftwaffe de Goering, entre pilotos, mecánicos y encargados del parque de material. Estos alemanes representaban una pequeña parte de la “Legión Cóndor” que había venido en ayuda de Franco, y se quedaron en la villa durante casi dos meses. (... / ...)

Nada más llegar, los de la esvástica se alojaron en algunas de las mejores mansiones de la villa. (... / ...)

En “Villa Vicenta” vivió temporalmente el teniente primero Adolf Galland (1912-1996), jefe de la 3ª Escuadrilla de He-51, que luego sería el piloto más famoso de la Segunda Guerra Mundial y alcanzaría el grado de general a los 30 años de edad. (... / ...)

Galland no apeaba un puro de la boca, y en el fuselaje de su aparato llevaba dibujado a “Mickey Mouse”. Al llegar a España, poco después del bombardeo de Guernica, según cuenta su biógrafo, David Baker, notó que la moral de los miembros de la L.C. estaba algo “tocada” y que entre ellos evitaban comentar la inhumana acción sobre la localidad vasca. En Asturias, Galland puso en práctica por primera vez el sistema de ataque llamado de “alfombra”.

Una de las misiones de los aviadores alemanes en Llanes fue, con su sistemático hostigamiento a las líneas de resistencia gubernamentales, apoyar al general Solchaga e intentar abrir el paso a las fuerzas de Aranda por los valles situados entre Oviedo y el Puerto de Pajares. Salían al atardecer, volaban a poca altura sobre la mar, doblaban luego hacia la costa, elevándose a 900 metros, para atacar columnas, nudos de carreteras, vías del ferrocarril y transportes de tropa e intendencia, 65 ó 90 kilómetros dentro del territorio enemigo. (... / ...) 

Enviaban a Berlín detallados informes sobre sus experiencias. “A una señal dada –cuenta Galland en su libro de memorias “Los primeros y los últimos”- lanzábamos las bombas a un mismo tiempo, y aquellos regueros producían efectos concentrados. Denominábamos a aquello ‘bombardeo en alfombra’ (...). También inventaron mis mecánicos una especie de bomba Napalm rudimentaria”. En los momentos de descanso, se dejaban ver por las calles de la villa. Los mejor atendidos domésticamente puede que fueran los que estaban en la casa de Felipe Ruenes, donde trabajaba de sirvienta Luz Ardines, una cocinera de primera, limpia como el jaspe, que quiso seguir allí, para cuidar la casa, hasta que regresaran a la villa sus señores. En la tienda de comestibles “La Guía”, de Emilio Gracia Cotera, que estaba justamente en la planta baja que hoy ocupan la redacción y talleres de “El Oriente de Asturias”, los de la Luftwaffe paraban a picar algo (por lo general, pedían que se les abriese una lata de bonito en aceite, que comían con pan allí mismo, acompañándolo con vino tinto de barrica); y también en el bar de “Debaju los arcos”. Les quedaba tiempo para tontear con las señoritas llaniscas, y de vez en cuando se veía alguna pareja en el reservado de la confitería de Filomena Peláez, viuda de Parás (donde está la tienda de ropas “May”), junto a la Perfumería “Gamú”, de “palique-tía-Juana” y tomando unas copas de moscatel con media docena de pasteles.


Galland, en la época en la que 
estuvo en Llanes.
Villa Vicenta 
(palacio del "Coju la Guía").


jueves, 3 de abril de 2014

LLANES Y LA GUERRA CIVIL: "EL CORITU"

Manuel Sánchez Noriega, el Coritu.
(Fotografía cedida por Manuel Sánchez Sotres).


75 AÑOS DESPUÉS DE AQUELLO


(… / …) De crío, Manuel Sánchez Noriega (1892-1938), hijo de Joaquín y de Rosa, había tenido de maestro a Marcelino Álvarez Díaz, un polemista temible, fundador y director del periódico anticlerical “El Porvenir de Llanes” (martillo pilón de la burguesía y de la beatería), cofundador de la Sociedad “El Porvenir” y promotor de una rondalla en el Cotiellu de la villa llanisca, del que el escritor Demetrio Pola ha contado que tenía una buena voz de barítono. Con poco más de veinte años de edad, y siguiendo la estela de su hermano mayor, Federico (1888-1928), embarcaría para México en el puerto de Santander. En el país de los antiguos aztecas Manuel tuvo varios empleos (uno de ellos, en una tienda de abarrotes, como dependiente, que era el trabajo que desempeñaban los jóvenes inmigrantes llaniscos al llegar) y luego se reuniría con Federico y con él el hermano pequeño, Ricardo (“Rico”).


El Coritu, a la izquierda, y su hermano Ricardo en México hacia 1925. 
(Fotografía cedida por Manuel Sánchez Sotres). 



Cuando estalló en toda su virulencia la revolución mexicana, Federico y Manuel eran capataces de un rancho. Una tarde de calor plomizo, vieron acercarse una nube de polvo, como en una escena de una película de Sam Peckinpah. Eran unas docenas de centauros zapatistas, al mando de Pancho Villa, que llegaban para saciar la sed y llenar las cantimploras. El par de “gachupines” llaniscos facilitaron el agua que necesitaban jinetes y cabalgaduras, y a raíz de aquel encuentro, Manuel, que desde la niñez siempre había mostrado un idealismo temperamental, proclive a la llamada de la justicia social, se sumó a la causa revolucionaria (el escritor e historiador asturiano Juan Antonio de Blas, indica que llegó a servir como oficial en las unidades irregulares de caballería del general Villa). (… / …)
Acompañado de “Rico” y de un fiel servidor mexicano (un indígena apodado “El Chingao”, que era su chofer y su guardaespaldas), Manuel Sánchez regresó a Llanes sobre el año 1927, y no tardaría en echar novia (Ángeles Hano Díaz, una muchacha de la localidad de Pancar), con la que se casó. Tendrían nueve hijos, cinco de ellos varones.
Su oficio era el de tratante de ganado. Recorría muchos kilómetros para hacerse con reses de calidad, acudía a ferias y mercados y tenía buenos clientes. En cuanto pudo, cogió en traspaso una carnicería en la plaza de Parres Sobrino. (… / …)
En marzo de 1932, cuando se crea la agrupación local del PSOE, empieza a militar en el partido fundado por Pablo Iglesias y en la UGT. Las dos Españas estaban ya dispuestas a embestirse a muerte. (… / …) En 1934, en la revolución de octubre, sufrió reclusión en la cárcel por su activismo en las zonas central y oriental de Asturias. En medio de aquellos sucesos destacó por su ardor y entabló amistad con Ramón González Peña y con Belarmino Tomás, los dos líderes socialistas.
Tras el golpe militar del 18 de julio de 1936, Manuel Sánchez Noriega se pone inmediatamente en movimiento e irá a dar la cara en la primera línea de fuego, secundado por “El Chingao” y por cientos de jóvenes llaniscos, tanto voluntarios como movilizados. El batallón “Asturias” número 238, que era la unidad que mandaba primeramente, se convirtió en cuatro batallones (los otros tres serían los números 267, 266 y 252). (… / …)
En México, “El Coritu” había cogido la costumbre de pronunciar una frase muy característica en él: “¡Hijos de la chingada!” La gritaba a menudo, para referirse a los facciosos. (… / …)
Militares de la talla del coronel Muñoz Grandes encontraron serias dificultades para apartarle de sus posiciones, y sólo lo consiguieron gracias a la poderosa ayuda aérea de la Legión Cóndor. En pleno cerco de Oviedo, los voluntarios del batallón de “El Coritu” embarcaban en el tren hacia la capital del Principado con una alegría contagiosa:

“Artilleros, al cañón,
afinar la puntería,
que el hijo puta de Aranda
no se rinde entovía”.

Puede que algunos no tuvieran aún la edad para ser movilizados, pero se habían apresurado a apuntarse como reclutas en una oficina abierta en la primera planta del Casino llanisco y querían entrar en acción cuanto antes. Tres de los que lo hicieron pertenecían al equipo de fútbol de Cue. La paga era pistonuda -diez pesetas al día- y aquellos jóvenes barbilampiños -muchos de ellos pescadores, miembros del histórico gremio de mareantes de San Nicolás- subían a los vagones como si marcharan a una romería:

“¿Qué es aquello que reluce en el Monte Naranco?
¡Los fusiles del ‘Coritu’,
que los están engrasando!”.

Se encaminaban al matadero en alpargatas, sin hacer apenas instrucción, y con una simple escopeta al hombro. En la estación, cuando la locomotora lanzaba el pitido de salida, cantaban a coro:

“Si quiés saber quién soy
y saber de dónde vengo,
bájame los calzones
y verás qué huevos tengo”.

En la derrota de octubre de 1937, se hizo a la mar en el vapor “Gaviota” desde el puerto del Musel, rumbo a Francia. (… / …) Los capturó el crucero “Cervera” en la noche del 20 de octubre (al “Gaviota” y a otros once barcos). Escoltados por tres buques de la Armada de Franco (“Ciudad de Valencia”, “Alcázar de Toledo” y “Fantástico”), fueron agrupados al norte del Cabo Peñas. Después, los presos fueron conducidos a Ribadeo y al campo de concentración de Camposancos (Pontevedra). (… / …)
Desde Pontevedra, “El Coritu” fue llevado a la cárcel del Coto de Gijón. (… / …)
El 6 de noviembre de 1937 comenzarían en el salón de actos del Instituto Jovellanos los juicios sumarísimos, con una gran asistencia de público. En diciembre, el Consejo de Guerra Permanente de Asturias número 1 le condenó a la última pena. (… / …)


Higinio del Río Pérez

(Resumen de un amplio trabajo titulado “El Coritu, un corazón de leyenda” y publicado en el número 3 de la revista ATLÁNTICA XXII que dirige Xuan Cándano).



Portada de la revista ATLÁNTICA XXII, nº 3, julio 2009.