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miércoles, 25 de marzo de 2015

CRÓNICA VERDE (DEL DECAMERÓN LLANISCO)

Dibujo de Mihaly Zichy.


CRÓNICA MÁS BIEN VERDE

Por Higinio del Río

(LA NUEVA ESPAÑA, Sábado 31 de mayo de 2008)

El palique que se estaba tejiendo, a media voz, en un rincón de la barra del bar “La Gloria” era de alto voltaje. Tenía -parecióme- casi tanto picante como las calenturientas cabecitas de Almudena Grandes y de Pedro Almodóvar. Era como la punta del iceberg del “Decamerón” llanisco, que aún está sin escribir. “Esto suena a tradición oral de la buena”, supuse. No había ropa tendida (Pepín Sánchez Inclán, el ejemplar chigrero, estaba atrapado en la hora punta de las comidas), y agucé el oído para captar el runrún que llegaba desde el corner:
- “Muchu me gusta una rapaza de un club de alterne. Mulatina. Veintipocos años” -oí que confesaba un caballero, en tono confidencial-. “Pero yo creo que me está tomando por el pitu del serenu. Conmigo, se desahoga. El otru día empezó a contame penas y no paraba, la probe: que si su familia, allá en Brasil, está pasándolas de a kilo; que si viven en una chabola como chinches; que si cada hermana tien una recua de hijos de por Dios; que si los sobrinos se dedican a golfiar y a atracar a los turistas… Allí me tenías a mí en calzoncillos, como un pendejo, sentáu al borde del catre y mirando el reloj, temiendo que el encargau empezará a tocanos el timbre, por no decir otra cosa. Así que tuve que cortala en secu: ‘Todo eso está muy bien, pero vete quitándote las bragas, que se nos está pasando la media hora’, la diji”.
La demoledora confidencia no trascendió más allá de mi privilegiada posición en la barra. Sin solución de continuidad, en aquel corrillo empezó a aportar su testimonio un segundo interviniente. Era alguien que había vivido en tierras mexicanas unos cuantos años y que parecía pertrechado de una apañada experiencia en ultramar. “Ahora que saca esti eso os contaré yo que en México coincidí con un mozu de Los Callejos, altu y rocosu como el Palu Poo. Llevaba tres meses por allá, empleau en el negociu de un tíu suyu, trabajando muy duru, y al patrón le pareció llegáu el momentu de que el gachupín soltara lastre y espabilara un pocu”. El tertuliano en el uso de la palabra refirió, con la precisión descriptiva de una página de “Cien años de soledad”, cómo el joven de Los Callejos fue llevado de fiesta a una acreditada casa de lenocinio. “ ‘Escoge la que quieras’, le dijo el tíu, y él se relamió viendo aquel panorama de lencería. Eligió a una indina que parecía como de porcelana y ambos entraron en una recámara. El chingao” -continuaba el narrador- “empezó a cabalgar encima de ella, que apenas podía asomar el jocicu debaju de aquella mole. El mozu sudaba como un topineru y la arengaba: ‘¡Muévete, rechula mía!’ Y el traca-traca del somier se extendía por toda la casa. ‘¡Muévete, coño!’”, insistía el galán, cada vez más sofocau. ‘¡Que te muevas, puñetas, que pareces mensa!’ Hasta que la moza le respondió en un resuellu: ‘¡Si qui-e-res que me mue-va, bá-ja-te, ca-brón!’
- “¿Y qué me decís de aquel famosu cobrador de Mento? ¿Os acordáis de él?” -saltó otro a meter baza- “Era terrible. Buena gente. Ruinucu, pero gallu. Muy gallu. Una vez, en Carreña, quedó en vese con una chavala que estaba sirviendo allí. La línea no salía hasta después de comer y al paisanu le dio tiempu a echar una firma. Cuando se bajó los calzones y dejó al descubiertu la artillería, la muchacha se asustó: ‘¡Mecá! ¡No me diga que me va usté a meter todo eso…!’ Pero él acertó a tranquilizala con el temple de Humphrey Bogart: ‘¡Qué va, hija mía! Lo que entra es na más que la puntina; el restu es sólu pa empujar’ ”.
El relato continuó un cuarto de hora, mientras Pepín seguía enfrascado en lo suyo y yo anotaba estas inocuas revelaciones en una servilleta de papel, antes de que se me olvidaran.

"PINGÜINOS EN LA BORBOLLA"

Fachada del Bar La Gloria. (Foto: H. del Río).

Pingüinos en La Borbolla


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

(LA NUEVA ESPAÑA, 12 enero 2008)

Hay cosas que sólo pasan en los chigres clásicos, que aún son capaces de provocar coincidencias cósmicas, al modo de las conjunciones entre los planetas. Los pocos bares con alma que nos quedan tienen mucho de espacio escénico, de género chico, de corral de comedias, donde se juntan los últimos de Filipinas y el hambre con las ganas de comer.
En los chigres se improvisan espectáculos espontáneamente (y torrencialmente), como si obedecieran a un guión concebido al unísono por Pachín de Melás, Billy Wilder y Eugenio Ionesco. Que se lo digan, si no, al forastero que aterrizó el otro día en el bar “La Gloria”. Era 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes. Empezaba a anochecer en Llanes cuando aquel hombre -un turista de segunda residencia, quizá, propietario reciente de un pisito en el barrio de San José- toma posiciones en la barra. Se ve a la legua que es una persona civilizada (tal vez, un profesor de IES acariciando la hora de la jubilación). Se atrinchera en el córner con la determinación de Livingstone descubriendo el lago Ngami, y pide a Pepín Sánchez Inclán una cerveza. Y se levanta el telón: irrumpe en escena Manolo Melijosa, “El Parru”, con una entrada algo alborotada, muy de las suyas. Como buen marinero que es, “El Parru” suelta una predicción meteorológica: “¡Puñeteru fríu! ¡Esta noche hay pingüinos en La Borbolla!”
Entra Cosmín Menéndez en su silla de ruedas, y todos nos disputamos el honor de franquearle la entrada. Le sigue Guillermo, el de “La Sirena”, que arranca con una canción de “Los Panchines”, la inolvidable orquestina local de los años cincuenta y sesenta, en la que Cosmín -un gigante de medio metro de altura- tocaba la batería: “¡Si te dan chocolate, / oui, oui, oui, / tómalo todo, dengue, dengue, dengue…!” Nos ponemos todos a cantar, dirigidos por Guillermo.
Se declara una tregua. Un entreacto. Pepín descuelga el teléfono y habla con su hijo mayor, que está estudiando Derecho en Madrid. “Y dime: ¿cómo van las relaciones diplomáticas España-Israel?”. El vástago del chigreru está ultimando un trabajo de fin de carrera sobre política internacional, y el turista escucha algo que era lo último que esperaba escuchar allí. Empieza a mosquearse y a pensar en la CIA, en el Mossad y en la reabierta crisis de Oriente Medio. Aprovechando que alguien deja la puerta abierta, es el momento elegido por Cosmín para hacer mutis por el foro a toda pastilla, como si le persiguiera un comando talibán. El turista da un bote sobresaltado, pero no pasa nada. No cunde el pánico. Simplemente pasa que a Cosmín le ha entrado la urgencia de cambiar el agua al canario. Tarda más de la cuenta en regresar a su puesto, y cuando reaparece se le amonesta paternalmente: “¡Teníamos miedu de que te hubieran secuestrau! ¡Muchu tardasti, jodido!” Y Cosmín responde con buenos reflejos de hombre de mundo: “No es lo que tardo en mear, amigu…, ¡es lo que tardo en encontrala!”

Alguien entona otra canción clásica de “Los Panchines”, “El baile del Musulmé”, y con ello moviliza de nuevo al coro. Pausa. “¡Pepín, pon una ronda, salao!”, pide un paisano que empieza a relatar un suceso extraordinario: “Estaba yo haciendo footing anoche, por fuera del Polideportivo, cuando miro p’atrás y veo un raposu, que me seguía igual que un perru falderu. Corrí con el zorrín en los talones, como si nada, hasta que acabé las vueltas, y allí quedó el animalín, tan perenne”. El forastero -que ha presenciado un espectáculo lineal, sin fisuras, como los de Broadway- se despide y se esfuma, mientras en el bar continúa la función. “¡Mucha burrología…!”, empieza diciendo “El Parru” en el inicio del segundo acto.

lunes, 14 de enero de 2013

PEPÍN, EL DE "LA GLORIA", POETA, CHIGRERU Y PENSADOR


Fachada Sur de LA GLORIA

A Pepín Sánchez Inclán (Boquerizu, Ribadedeva, 1938), ya felizmente jubilado, le echamos mucho de menos. Nunca olvidaremos los buenos ratos que pasamos en su bar. He aquí 5 artículos dedicados a él y publicados en el diario LA NUEVA ESPAÑA:

Pepín, arropado y querido
incondicionalmente por sus clientes.
En la foto, junto a Manolín (Colo),
el de Feve,  y Luisín, el de Poo (2010).


La Gloria, en la calle de la
Estación de Llanes










De izquierda a derecha, Tensi y
Alfredo
(hermanos de Pepín),
junto al popular taxista
Luis "el Pierce" (hacia 1958).















Ramón Melijosa, "El Parráu",
con el celoriano
Javier González Tamés.
(Foto de H. del Río, 2010).




El bar estaba junto a la estación.
(Foto de la llegada del ferrocarril
a Llanes, en 1905)


Pepín con Ángel Cristo,
estrella del circo,
en "La Gloria".
(Foto de H. del Río,  1996).