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sábado, 12 de noviembre de 2016

CULTURA, HUMOR Y SOLUCIONES

De izquierda a derecha: David Trueba, Ángel Gabilondo,
Berna González Harbour y Antonio Fraguas, 'Forges',
en una de las sesiones del II Foro de la Cultura de Burgos.
(Foto: Patricia, DIARIO DE BURGOS).


Cultura, humor y soluciones
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El II Foro de la Cultura debatió en Burgos sobre identidades y fronteras 

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

En el II Foro de la Cultura, celebrado durante los días 4, 5 y 6 de noviembre en Burgos, no ha sido fácil (ni posible, probablemente) el optimismo. El filósofo Daniel Innerarity reflexionó sobre la exasperación de la sociedad en la que vivimos, en la que parece ganar las batallas quien representa mejor la furia. La indignación puede que se reduzca a un desahogo improductivo, como él dijo, pero lo cierto es que hoy se desvanecen en seguida los carismas, los ideales y los líderes, y que la lógica con la que actúa la moda se está apropiando de la política.
Especulaciones, teorizaciones, proyectos y empirismos de artistas, gestores culturales, educadores y pensadores… El encuentro en la capital castellana se desarrolló en torno al debate sobre “Identidades en la frontera” y abordó cuestiones como “Educar hacia la ciudadanía cultural”, “El educador artístico”, “Nueva gobernanza, nueva ciudadanía”, “Espacios con identidad”, “De la conducta primitiva a las identidades globalizadas” y “La identidad en una sociedad cambiante”. El cineasta David Trueba, los escritores Julia Navarro y Luisgé Martín (ganador del premio “Llanes de Viajes” en 2013), los filósofos Manuel Cruz y César Rendueles, el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, codirector del equipo de Atapuerca, y la periodista congoleña Caddy Adzuba, Premio Príncipe de Asturias a la Concordia en 2014, fueron algunos de los ponentes.
Difícilmente olvidaremos el relato de Adzuba sobre la guerra en su país y el espeluznante testimonio que dio del drama de las miles de mujeres violadas, torturadas y asesinadas allí. La cultura evoluciona con los movimientos migratorios y la identidad social no es estática, cambia en función de circunstancias tales como los conflictos armados y los traumas que se derivan de las guerras. Para la activista congoleña, la sanación de las supervivientes requiere bases culturales, sin las cuales no es posible la destraumatización, la superación del shock y los miedos y la reconstrucción de la identidad (no pocas veces con el teatro y la música como terapias). Detrás de la resolución de los conflictos está la cultura, por encima de la política, dijo.
En España, mientras tanto, la solución podría pasar por el humor y la palabra. Necesita aprender a reírse de sí misma, a mirar las cosas con distancia o desde otro punto de vista, según el catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid Ángel Gabilondo: “Es bueno reírse de uno mismo, pero reírse con otros, reírse juntos”. Ya no sabemos reírnos de nuestras propias miserias y debilidades como pueblo. Somos melodramáticos y hemos perdido la palabra, y con ella los argumentos y hasta el juicio. Eso es lo peor: “El país que es descuidado con las palabras es descuidado con todo”, afirmó Gabilondo al reivindicar en la capital castellana algo tan obvio y tan ajeno hoy a nuestro país como es el diálogo y la capacidad de escucharnos. El profesor de Filosofía de la Autónoma formó tándem con Antonio Fraguas, ‘Forges’ (dos antiguos participantes en los cursos de verano de la Universidad de Alcalá de Henares en la Casa de Cultura de Llanes) y ambos metieron sus dedos en las llagas de “La España doméstica y cotidiana”: “Hay mucho politicastro. Más que política, lo que hay es politiquería” (Gabilondo). “España da cada día para 50 o 60 chistes gráficos” (Forges).   

 De todo eso se habló en Burgos: de las abismales incertidumbres del siglo XXI en un mundo globalizado, de la inestabilidad, el desasosiego y la crispación como el pan nuestro de cada día.

(Diario LA NUEVA ESPAÑA, Oviedo, 12 de noviembre de 2016)

                     

martes, 30 de diciembre de 2014

CULTURA COMO RECURSO GLOBAL

Cartel del I FORO DE LA CULTURA,
Burgos, noviembre 2014

Artículo en LA NUEVA ESPAÑA


Cultura como recurso global

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Cuanta más oscuridad hay, más se habla de cultura. Reflexionar sobre la cultura como idea-fuerza, como valor simbólico (quizá también como panacea), está más en boga que nunca. Impregna los discursos y es el nunca acabar en un contexto de crisis en el que se buscan salidas a la desesperada. La cita más reciente ha sido el Foro de la Cultura organizado en Burgos.
Bajo el enunciado “Innovación para un cambio social”, 70 expertos intentaron allí iluminar un horizonte sobrecogedor por su magnitud: hablaron de la cultura como instrumento de cohesión social y como influencia en el desarrollo de un territorio; de la cultura y la educación como factores de integración de los desfavorecidos; del sentido artístico y su relación con el concepto de función y con la industria; de ecología y de la sintonía entre cultura, arte y sostenibilidad; de la banalización de la cultura, rebajada a producto de consumo y mero espectáculo; del tratamiento que se da al hecho cultural en los medios; de la dramática carencia de enseñanzas artísticas en el sistema educativo; del arrinconamiento consciente (y probablemente malintencionado) de las Humanidades; de la necesidad de programas basados en valores éticos para la formación de una ciudadanía activa y solidaria; de la virtud de las palabras para contribuir a transformar el mundo; de las prisas y la voracidad del cibernauta, incapaz de digerir y recordar aquello a lo que se asoma a diario en la infinitud del mundo digital…
Entre los ponentes estaban el arquitecto Rafael Moneo; el pintor Antonio López; Miguel Zugaza, director general del Museo del Prado; José Guirao, responsable de la Fundación Caja Madrid y ex director del Museo Centro de Arte Reina Sofía; Eudald Carbonell, uno de los investigadores del yacimiento de Atapuerca; el escritor Bernardo Atxaga; el ex ministro de Educación Ángel Gabilondo; el antropólogo francés Marc Augé; el sociólogo Mariano Fernández Enguita; el periodista Borja Hermoso (jefe de la sección de Cultura de EL PAÍS); Helena Pimenta, directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y el jurista Antonio Garrigues Walker (quien, sintomáticamente, comentó que cada vez recibe más invitaciones a participar en encuentros similares al de Burgos). 
Se empezó buscando nuevas definiciones del término cultura. Guirao propuso una que tiene que ver con la idea de pertenencia, de identificación con un lugar. La cultura, indicó, se genera con un esquema simple: un individuo que tiene algo que decir y otro que está dispuesto a escuchar. Gabilondo la definió como cuidado de uno mismo y cultivo de sí y de los otros; como conocimiento, en suma, para crecer. En este sentido tiene que ser un instrumento de transformación individual y social. Se podría interpretar como insurrección e impugnación de los valores establecidos. Sin embargo, hoy acumulamos conocimiento e información sin saber luego qué hacer con ello. La universalización de la cultura no está significando su democratización, ni mucho menos. Miguel Zugaza, que lamentó que la cultura cubre a veces, “de un modo bastardo”, el ámbito del entretenimiento, atribuye a los museos un papel en esa democratización y los ve como colaboradores en la educación de la sociedad.
Lo que más llamó la atención del encuentro de Burgos fue la llamada de auxilio que se lanzó al arte. Un llamada vigorosa y conmovedora, en un momento en que se percibe el desastre hacia el que camina el mundo. Se habló del arte como asidero, como representación simbólica, y se le quiso poner en relación con el entorno natural, sin el cual la cultura es imposible (“la naturaleza ya no es un trasfondo, está en el centro de la escena”, dijo el profesor de la Facultad de Bellas Artes de Madrid José María Parreño).
Del arte y de la cultura se espera una actitud de respuesta (un arte que recupere su noción del tiempo y esté atento a las necesidades de la gente), una capacidad prospectiva e intuitiva como forma de objetivar la realidad (Parreño) y también una capacidad mediadora para provocar sentimientos, para aprender y comprender (Miriam García García arquitecta).
Se puede considerar el arte incluso como contrapeso de la economía egoísta que domina el mundo. Hay que buscar que la visión de los artistas entre en el mundo de la empresa (Parreño). El capitalismo puede ser corregido por el arte, y vemos que la Bauhaus es adoptada por Ikea. (Fernando -García-Dory, artista y agroecólogo).
Hay quien espera, como José Albelda, ex dirigente de Greenpeace, que el cambio sea revolucionario sin medias tintas, dado el poco tiempo de que disponemos. El arte y la cultura tienen una función empática y unificadora. Urge encontrar una estética que aglutine, algo general con lo que identificarse. “El arte, que nace en las márgenes del sistema, debe ser contracultural y recoger una función profética. Ha de ser capaz de generar una conciencia de cambio y concretar las necesidades sociales. Necesitamos nuevos relatos, nuevas referencias que enganchen” (Albelda).
“El arte no escapa del modo de empujar las cosas hacia adelante”, reconocería Moneo en un coloquio sobre “El arte trascendido”, en el que también tomó parte Antonio López. El pintor de Tomelloso, para el que decir arte y trascendencia es una redundancia (él prefiere hablar de arte “necesario”, en vez de “trascendente” o “trascendido”, términos que le parecen arrogantes) dejó patente su distanciamiento de los artistas que hacen hoy un arte pesimista y dramático, como el de Bacon: “La desolación goza de prestigio, el artista desolado vende, está de moda, pero yo creo que no tiene que ser todo tan deleznable”. 

(Diario LA NUEVA ESPAÑA, Oviedo, 29 de diciembre de 2014)., 

Miguel Zugaza.
José Guirao.
Antonio Garrigues Walker.
Ángel Gabilondo.
Antonio López.
Rafael Moneo.
Rafael Moneo e Higinio del Río.