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sábado, 24 de mayo de 2025

LOS ESCULTORES ANTONIO SOBRINO Y MERCEDES CANO DONAN UNA OBRA AL CENTRO DE EDUCACIÓN DE PERSONAS ADULTAS DE LLANES

 



DOS ARTISTAS EN LA ARQUERA


Charla de presentación de la pieza escultórica "Polifemo"




Por HIGINIO DEL RÍO PÉREZ


Decíamos en un artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA en enero de 2024 que la senda artística emprendida por Antonio Sobrino Sampedro en los años noventa tuvo su punto de partida en mimbres familiares, que determinaron su vocación, y en el diálogo entre el fuego y el hierro, que habría de acompañar siempre sus pasos. Nacido en 1970, descendiente de un emigrante corito en Cuba y en México (Cayetano Sobrino Mijares, 1853-1915), su bisabuelo, coetáneo de Manuel Cue), Antonio es de los hombres que saben aprovechar cabalmente los recursos y oportunidades que la vida va poniendo en su camino. 


De su tío abuelo Emilio Sobrino Mier, escultor y pintor, aprendió lo básico de la talla, del dibujo y de la pintura; de la mano de otro pariente cercano, Antonio Sampedro Marcos, hermano de su madre María Pilar, empezaría a ejercer el oficio de la forja en la vieja herrería de Bricia en la que su abuelo materno, Antonio Sampedro Collado, había dedicado muchas horas de su vida a hacer carros de labranza y enrejados.

Emilio Sobrino Mier (1903-1992), formado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, en cuyas aulas coincidió e hizo amistad con Juan de Ávalos, era el autor de la magnífica estatua de Posada Herrera que desde 1963 preside el parque de la villa. Esa pieza, cincelada y rematada en el taller madrileño de Ávalos, vino a sustituir a la figura original, obra de José Gragera, inaugurada en 1893 y desaparecida en la Guerra Civil.

Emilio Sobrino tenía su estudio en La Moría, en la planta baja de una casa marinera de galerías abiertas al Sablín y una atmósfera de Montmartre en su interior. Era un artista sin pretensiones, pese a su enorme valía, pero conformábase con disfrutar de su tarea creativa sin el menor asomo de prisa o de agobio. Cuando ponía en el tendal una llamativa servilleta (siempre la misma servilleta de vistosos colores) era como si activara un código de aviso a navegantes: era la señal de que estaba ocupado en lo suyo y que no se le debía molestar hasta que la personalísima bandera se arriase. Aquel hábitat sagrado del escultor sería frecuentado por Antonio Sobrino Sampedro, nieto del hermano mayor de Emilio. Allí, de rapaz, se iniciaría Antonio en el arte de modelar.

 

MÁS DE 30 AÑOS DE TRABAJO 

Antonio trabajaría, desde muy joven, en varios talleres de forja, primero en condición de aprendiz y luego como oficial, hasta que, finalmente, decidió alquilar una nave en Celorio y empezó a ejercer el oficio por su cuenta. Hoy acumula ya, apasionada y pacientemente, más de tres décadas de trabajo, compartidas desde 1992 en una unión profesional y personal a todos los efectos, con Mercedes Cano Redondo (Madrid, 1971), a la que conoció en 1991 en Llanes, donde ella estaba desempeñando un trabajo de temporada de verano. Hasta ese momento, en el currículo laboral de Mercedes en Madrid constaba una corta pero enriquecedora experiencia como ilustradora en el equipo de la productora de dibujos animados Cruz Delgado, además de su participación en la elaboración de decorados y escenografías de teatro. En Llanes, Antonio iría introduciendo a su compañera en los secretos de la forja, y luego, Mercedes estudiaría la carrera de Historia del Arte en el Campus del Milán de la Universidad de Oviedo. Los mismos estudios, por cierto, que va a iniciar en breve Antonio, una vez superado en el Centro de Adultos de La Arquera el curso de acceso a la Universidad.   

En 1994 ambos darían forma a su propuesta artística “Hierro vivo”, de la que derivó, aquel mismo año, una primera y prometedora exposición, organizada en la Casa Municipal de Cultura de Llanes. A los registros e inagotables posibilidades de ese proyecto siguen entregados Antonio y Mercedes. Golpe a golpe. Perseverantes, perfeccionistas. Inmersos en la búsqueda de lenguajes y metáforas. Sopesando profundamente cada fase del proceso creativo.  

 

ENCUENTROS CON CHIRINO 

En 1999 participaron en el taller de escultura que impartió Martín Chirino en la Fundación Botín de Santander, y esto supondría para ellos el encuentro con un maestro fundamental. Con él harían otros dos talleres: en la Fundación Unión Fenosa de La Coruña (2002) y en los encuentros Al Norte, promovidos cuatro años después en las instalaciones de Arcelor Mittal en Gijón. Los cursos ofrecían una importante parte conceptual. En las conversaciones con Chirino se compartían experiencias y se rastreaban los fundamentos de la obra escultórica contemporánea, descubriendo espacios ocupados con líneas o espirales, a modo de dibujos en el aire, que capturan y dan sentido al vacío entre ellas; y se reflexionaba sobre el origen de la escultura de hierro y el papel jugado en este sentido por Julio González, verdadero iniciador en España.

A día de hoy, la pareja de creadores contabiliza en común un amplio catálogo de sugestivas obras, que se hallan repartidas por variadas geografías. Mencionaré algunas de ellas: “El Estudiante” (1995), en el Campus de Humanidades de la Universidad de Oviedo; “Trilobite” (2001), en los jardines del Centro de Escultura Museo Antón de Candás; “Con tempo” (2002), una intervención en el casco histórico de Llanes por medio de la colocación sobre el empedrado de noventa y tres placas metálicas, de base de acero cartén y letras en acero inoxidable marino; contienen estas placas fragmentos extraídos de tres poemas de Celso Amieva (“Diana sin hiel a la Puebla de Aguilar”, “Soneto a la sidra” y “Las costas de Tor”) y trazan un recorrido a pie de calle que excita la curiosidad de los turistas.

Otras obras de Antonio y Mercedes en la villa llanisca son la titulada “Horizonte” (2001), plasmada en una pared de la sala de conciertos de la Escuela Municipal de Música; “Lluvia” (2003), sutil instalación que cuelga del techo del patio interior del Ayuntamiento, colocada allí tras la reforma a que fue sometido el edificio consistorial bajo el mandato del alcalde Antonio Trevín, y “Domus” (2006), una pieza hecha por triplicado y ubicada al aire libre junto al espacio que ocupó la Plaza de Toros, cuyas réplicas se muestran en dos localidades canarias hermanadas con Llanes: Adeje (Tenerife) y Tías (Lanzarote).

De ninguna manera se nos ha de olvidar mencionar en este recuento su primera, hasta ahora, incursión internacional, surgida en 1999 dentro de la iniciativa “Pueblo Cultural de Europa”. En aquella oportunidad participaron en el Simposio de Escultura “Een Zee Van Staal/ Beelden Kust”, en la localidad holandesa de Wijk aan Zee, con una escultura móvil eólica que titularon “Esperanza”. La realizaron in situ, durante un período de dos meses, en una de las naves de los altos hornos del lugar, donde fueron puestos a su disposición todos los medios necesarios. A la inauguración de “Esperanza”, que está colocada frente a la mar y azotada por los vientos, acudió la entonces Reina Beatriz de Holanda.

La vida laboral de Antonio Sobrino y Mercedes Cano tiene su escenario en la casa-taller en la que residen, en la localidad de Barro. Doman allí la materia incandescente, despliegan repertorios y aventuran formas que asemejan estructuras y movimientos de la naturaleza. Sus obras de gran formato están concebidas para interactuar con el entorno (lo que resultó evidente, por cierto, en la exposición “Cardumen”, presentada en 2023 en el Centro de Arte Contemporáneo de Villapresente, en Reocín, Cantabria; pero al propio tiempo objetivan trabajos a escala más pequeña, en los que entran en juego la madera y la cerámica combinadas con el hierro y el acero. 

El crítico de arte Ángel Antonio Rodríguez viene siguiendo atentamente desde hace años el quehacer de la pareja y ha captado la impronta y los rasgos esenciales que identifican a Antonio y Mercedes, entre ellos el talento para transmutar y hacer maleables los metales, la visión de las posibilidades de la materia en relación o en contraste con referencias a veces insospechadas, la mirada poética con la que se acercan a lo matérico, la relación de equilibrio que establecen con el espacio circundante, y la intención de ser siempre introspectivos y de sugerir introspección a todo el que contempla sus obras.

  

ARTISTAS Y ARTESANOS 

Son escultores y herreros. Artistas y artesanos que aúnan vanguardia y tradición.

Como era previsible, su trayectoria está despertando cada vez más atención dentro y fuera del Principado. Así, en 2020 les fue encargado un trabajo en el antiguo cementerio de Comillas, en cuyo núcleo se conservan las ruinas de un templo gótico. Tal espacio había sido reformado en 1893 por el arquitecto catalán Doménech i Montaner, que agrandó el camposanto, lo rodeó de una cerca de mampostería, escalonada para adaptarse al terreno y rematada por pináculos, y diseñó para el arco de entrada una monumental verja modernista, en la que quedaba resaltada la simbología cristiana. Esa fue la pieza que Antonio Sobrino y Mercedes Cano restauraron de forma magistral. Una tarea en la que invirtieron dos años, a lo largo de los cuales compusieron y ensamblaron un puzzle de 1.300 elementos nuevos de hierro forjado, idénticos a los originales. Pura orfebrería.

Asumirían no mucho tiempo después una intervención similar en esta casa: la restauración, en concreto, de la rejería, que se conserva casi en su integridad. De factura modernista, lleva instalada desde 1900, año de la inauguración de las Escuelas Cristianas de La Arquera, fundadas por el benefactor Manuel Cue Fernández. Estamos en un edificio emblemático, proyectado por el arquitecto cántabro Valentín Ramón Lavín Casalis, autor también del proyecto de otras dos notables mansiones del entorno: la Quinta Guadalupe en Colombres, sede actual del Archivo de Indianos, y Villa Partarrío en Llanes. En 2023 un automóvil impactó contra la verja principal de La Arquera, causando en ella considerables desperfectos, y Antonio y Mercedes serían los encargados de recomponerla desde el año pasado. Ya han completado dos de las tres fases que hay previstas. Del montón de restos sobrantes de la restauración saldría el cíclope “Polifemo”. Se trata de una pieza escultórica concebida y pergeñada sobre la marcha, de improviso, producto de una súbita inspiración como “arte encontrado”, en sintonía con el concepto de “objet trouvé” de Marcel Duchamp. A partir de hoy, la representación simbólica del personaje mitológico “Polifemo” encuentra aquí, por expreso deseo de sus recreadores, un digno acomodo entre los afanes de superación personal que alientan los alumnos del Centro de Educación de Personas Adultas Oriente-Costa de Llanes. 

La Arquera, Llanes, 22 de mayo 2025. 


De izquierda a derecha, Antonio Sobrino, Pilar Sampedro Marcos (madre del escultor), Iris Martínez Guerra (directora del CEPA), Higinio del Río y Mercedes Cano, ante la pieza escultórica "Polifemo".


Antonio Sobrino y Mercedes Cano.



Verja principal de las antiguas Escuelas Cristianas de La Arquera, fundadas en 1900.




















lunes, 15 de enero de 2024

MALEABILIDAD DE HIERRO EN COMILLAS

  

Cementerio de Comillas. A la derecha, el ángel blanco, obra del escultor barcelonés Josep Llimona i Bruguera (1863-1934)



Un escultor llanisco restaura la verja diseñada en 1893 por Doménech i Montaner para el cementerio de la localidad cántabra 



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

La senda emprendida por Antonio Sobrino Sampedro en los años noventa parte de un diálogo permanente entre el fuego y el hierro. De temprana vocación artística, este escultor nacido en 1970 ha sabido aprovechar todos los recursos a su alcance. De su tío abuelo Emilio Sobrino Mier, condiscípulo de Juan de Ávalos en la Escuela de San Fernando, aprendió fundamentos de talla, dibujo y pintura; en paralelo, de la mano de su tío Antonio Sampedro Marcos se iniciaría en el oficio de forja en la herrería familiar de Bricia, en la que su abuelo materno, Antonio Sampedro Collado, se había dedicado a hacer carros de labranza y enrejados. Golpe a golpe, Antonio Sobrino Sampedro acumula ya, apasionada y pacientemente, tres décadas de trabajo, que desde 1992 comparte con Mercedes Cano Redondo (Madrid, 1971) en una unión profesional y personal a todos los efectos.

En 1994 empezaron su proyecto “Hierro vivo”, al que siguen entregados, y en 1999 participaron en un taller de escultura impartido por Martín Chirino en la Fundación Botín de Santander. A estas alturas contabilizan en común obras repartidas por muchos lugares, como “El Estudiante” (1995), en el Campus de Humanidades de la Universidad de Oviedo; “Esperanza” (1999), escultura móvil eólica inaugurada por la Reina Beatriz en la localidad holandesa de Wijk aan Zee; “Trilobite” (2001), en los jardines del Centro de Escultura Museo Antón de Candás; “Con tempo” (2002), una intervención en el casco histórico de Llanes que supuso la colocación sobre el empedrado de 93 placas de metal, en las que figuran frases extraídas de poemas de Celso Amieva; “Lluvia” (2003), en el patio de la Casa Consistorial llanisca; o “Domus” (2006), pieza triplicada que se muestra en espacios públicos de tres localidades hermanadas: Llanes, Adeje (Tenerife) y Tías (Lanzarote).

Su vida está centrada en el taller de fragua de la casa en la que residen, en la localidad de Barro, donde doman materia incandescente, despliegan repertorios y conjugan formas y lenguajes que asemejan movimientos de la naturaleza. Sus obras de gran formato están concebidas para interactuar con el entorno (lo que resulta evidente en la exposición “Cardumen”, presentada el mes pasado en el Centro de Arte Contemporáneo de Villapresente, en Reocín, Cantabria); al propio tiempo, dan forma a sutiles trabajos de escala más pequeña, en los que combinan el hierro con la madera y la cerámica. 

El mejor conocedor del quehacer de la pareja, el crítico Ángel Antonio Rodríguez, ha pergeñado las características esenciales en la obra de ambos: la transmutación del hierro en metáforas; la visión poética de lo matérico; la maleabilidad; el equilibrio con el espacio circundante; la sugerencia de introspección; saber leer la materia y ponerla en contraste con referencias morfológicas y constructivas.

Escultores y herreros, artistas y artesanos, Antonio y Mercedes aúnan vanguardia y tradición, y cada vez son más reclamados desde fuera del Principado. Recientemente, les fue encargada la restauración de la verja del antiguo cementerio de Comillas, en cuyo centro se conservan las ruinas de un templo gótico, un espacio histórico que había sido reformado en 1893 por Doménech i Montaner. El arquitecto catalán agrandó el camposanto, lo rodeó de una cerca de mampostería, escalonada para adaptarse al terreno y rematada por pináculos, y diseñó para el arco de entrada una monumental verja modernista, en la que resalta la simbología cristiana. Esa es la pieza que acaba de restaurar Sobrino. En la tarea invirtió dos años, a lo largo de los cuales compuso y ensambló un puzzle de 1.300 elementos nuevos de hierro forjado, idénticos a los originales. Pura orfebrería. 

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el viernes 12 de enero de 2024). 


ENLACE CON EL PERIÓDICO



La verja modernista, objeto de la singular restauración. 

Placa instalada en el pavimento de la entrada.

Antonio Sobrino Sampedro y Mercedes Cano Redondo, ante la puerta de la histórica necrópolis.