sábado, 4 de julio de 2020

JOSÉ MANUEL FEITO: UN SABIO DE PASO POR LLANES


Feito, en la Casa Municipal de Cultura de Llanes en 2007. (Foto: H. del Río). 


José Manuel Feito Álvarez, fallecido el día 29 de junio de 2020 a los ochenta y seis años, era un asturiano polifacético e insigne. Fue sacerdote, etnólogo, poeta e investigador, y se especializó en lenguas gremiales, alfarería, folclore y artesanía de Asturias. Ejerció como cura ecónomo de Miranda de Avilés desde 1964 hasta 2015, año en el que se trasladó a la parroquia de San Juan de Ávila.
Fue profesor de Religión en el Colegio San Fernando y en los institutos Carreño Miranda, La Magdalena y Menéndez Pidal hasta su jubilación.
Publicó importantes monografías sobre cerámica, con especial atención a la alfarería negra y a la presencia de la mujer en la producción, distribución y venta de enseres (las populares “cacharreiras”).
Miembro correspondiente del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), había recibido, entre otros galardones y reconocimientos, el Premio Nacional de Etnografía “Marqués de Lozoya” (1983) y el Premio Nacional de Periodismo “Mundo Negro” (1988).

En febrero de 2007 tuvo una destacada participación en el curso de xíriga (el lenguaje de los tejeros llaniscos) organizado por la Casa de Cultura de Llanes. En homenaje al sabio Feito recuperamos este artículo, escrito a raíz de su intervención magistral, llena de ingenio, sabiduría y simpatía, en aquel taller municipal.  


OPINIÓN                                                               

El paraíso de las lenguas gremiales


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Si, algún día, Llanes decidiera establecer en su territorio la cooficialidad de la xíriga (el lenguaje o argot de los tejeros llaniscos), ¿podría alguien negarle ese derecho...? Detrás de la xíriga hay una prolongada estela de historia, mucho sudor y mucha sangre, como en las lenguas clásicas, pero, a diferencia de éstas, a los “xíriga-hablantes” les queda cuerda para rato. Da la impresión de que la xíriga -un patrimonio cultural y sociológico de primer orden- puede seguir siendo útil como recurso expresivo y como instrumento de comunicación.
Es innegable el interés que despierta este tema. Durante los primeros meses de 2007, la xíriga y el mundo de los tejeros están siendo objeto de estudio en la Casa de Cultura de Llanes, dentro del programa de cursos municipales convocados por el Ayuntamiento. De esta iniciativa, verdaderamente sin precedentes, hablaremos aquí en un próximo artículo.
Hoy referiré tan solo el hecho de que en una de las sesiones de ese taller ha participado el sacerdote e investigador asturianista José Manuel Feito Álvarez (Pola de Somiedo, 1934). Miembro del RIDEA y reconocido estudioso de las expresiones jergales de nuestra región, el erudito “ñurriu”, que diría un tejero, expuso su idea de que “Asturias es el paraíso de las lenguas gremiales” y habló del “bron” (el argot de los caldereros de Miranda), de la xíriga y del mansolea (la jerga dialectal de los zapateros de Pimiango).

"PERO POR EL CULU..."

De la intervención de Feito, en la que no faltaron anécdotas muy ilustrativas, nos interesó mucho el apunte que hizo de la idiosincrasia de los caldereros, marcada por el sentido de la autoprotección (autodefensiva es también, por otro lado, la honda intención de las jergas gremiales en su conjunto). Al igual que los tejeros, los caldereros provenían de la aldea, de mundos empobrecidos y sin alfabetizar, y solían ser considerados gente de pocas luces y fácil de embarullar y de engañar. Pero esa apreciación estaba equivocada.
Veamos un ejemplo. Cuéntase -nos lo contó Feito- que un calderero llegó a Salamanca con un jamón para un hijo que tenía allí sirviendo a la patria. Era la época de la jambre. Dos estudiantes  -que desde el primer momento se fijaron el objetivo de hacerse con la vianda- mostráronsele amistosos y serviciales y le dieron palique. “¿No estará el hijo suyo, por casualidad, en tal cuartel?” 
“¡Sí, ahí mismu está!”, respondió él. 
“¡Hombre, pues resulta que el coronel que manda esa unidad es tío carnal nuestro!”
Total, que se le ofrecieron para interceder en favor del soldado y procurarle una mili de enchufado. “Lo único que haría falta, eso sí, es tener un detallito, ya sabe... Una caja de puritos, unas botellitas de anís del Mono, algo..., que nosotros le llevaríamos con mucho gusto de parte de usté”
El jamón ni lo mentaron, pues daban por hecho que lo acabaría sacando a relucir el propio paisano. Él se rascó la entrepierna. “Buenu, no sé” -dijo-. “Yo soy caldereru, y creo que hago bien mi oficio. Podría hacer el mejor calderu de todos los que hice en la vida. Inclusu voy vender una finca y el fondu lu voy a poner de oru”. El par de elementos empezó a presentir un chasco. El artesano añadió: “Y si al señor coronel, por lo que sea, no le interesara el calderu, lu podéis vender vosotros y ganar unas perras guapamente. Por el asa y lo de arriba no sacaréis gran cosa, pero por el culu van a daros bastante”

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 24 de febrero de 2007).

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