OPINIÓN
“A varios críos de las escuelas públicas nos convocó una vez Thaliny en su casa de la Avenida de la Paz y nos entregó huchas, con el encargo de que fuéramos a pedir por la calle donativos para el Socorro Rojo Internacional”.
Doce o catorce años después de aquellas vivencias, Rodobaldo se haría sacerdote en el seminario de Oviedo y teólogo en la Universidad Pontificia de Salamanca, y ejercería sus primeras misiones pastorales en Mieres (años 50), Oviedo (parroquia de San Juan el Real) y Salas. Se trasladaría a Argentina a través de la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA), y allí transcurrió la mitad de su vida. Fue capellán castrense en Buenos Aires, conoció a Jorge Bergoglio (el actual Papa Francisco) y colaboró en la diócesis de San Rafael, provincia de Mendoza, con Raúl Primatesta, el arzobispo al que asociaciones de derechos humanos habrían de vincular después con la dictadura militar argentina (1976-1983).
Tras regresar definitivamente a Llanes en 2013, cumpliría en la parroquia el trabajo de un disciplinado cura de refuerzo. Al igual que Kant en Königsberg, transitaba puntualmente por la rutina, siempre con LA NUEVA ESPAÑA bajo el brazo y un puro entre los labios, y decía tener “tres banderas”, en alusión a los países que marcaron su vida: Cuba, España y Argentina.
Era un erudito. Publicaba libros, escribía artículos en EL ORIENTE DE ASTURIAS y hacía aportaciones en el campo de la música, a la que se sentía atraído desde la niñez por influencia de Marino Soria, el fundador de la Schola Cantorum. Compuso piezas en colaboración con el musicólogo Ramón Sobrino Sánchez y con Luis Díaz García, el párroco, y participó en la grabación de la sublime “Misa Llanisca” en 2009.
Fue el biógrafo del eminente internista José Sordo Álvarez (1885-1958), uno de los llaniscos más importantes del pasado siglo, al que dedicó dos libros. En ellos recrea el paisaje de una época y traza el perfil de un médico católico, “maestro en el arte de curar y de cuidar” y pionero de lo que hoy se entiende como medicina integral, volcado en la atención a las familias humildes. Durante la guerra, y pese a estar considerado “de derechas”, Sordo no fue molestado por las autoridades republicanas (ello fue debido, quizás, a la protección que le dispensó Thaliny o al hecho de que había curado de una dolencia a Ramón Gónzalez Peña en el Hotel Victoria). En el relato biográfico se destaca convenientemente que el galeno disponía de laboratorio propio y que había incorporado a su consulta el primer aparato de Rayos X que conoció Llanes.
Con la publicación de esas monografías, sin embargo, Rodobaldo tendría la frustrante sensación de haber predicado en el desierto. Perplejo y resignado, la tuvo al menos dos veces: en 2018, en la entrega del título de Hijo Predilecto de Llanes al médico Ramón Sobrino de la Vega, oyó decir alegremente al presentador del acto que el homenajeado había sido el primero que instaló los rayos X en el concejo; y en 2022, cuando falleció el doctor Sobrino, vería reproducido el enquistado desliz en una nota necrológica del Ayuntamiento.
Rodobaldo nos dejó el 9 de abril. Un desordenado universo de libros de ediciones agotadas, cartas, notas, recortes de prensa y fotografías permanece en una habitación de su casa.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el jueves 13 de julio de 2023).
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