He aquí el extracto de un reportaje publicado en el semanario "El Oriente de Asturias" el 5 de septiembre de 1997.
AQUELLOS ALEMANES DE PASO
Higinio del Río Pérez
En 1937 no iba a haber fiestas dela
Guía. El 5 de septiembre, juntamente con las Brigadas de
Navarra y los moros, entraba en Llanes un centenar de soldados de la Luftwaffe de Goering,
entre pilotos, mecánicos y encargados del parque de material. Estos alemanes
representaban una pequeña parte de la “Legión Cóndor” que había venido en ayuda
de Franco, y se quedaron en la villa durante casi dos meses. (... / ...)
En 1937 no iba a haber fiestas de
Nada más llegar, los de la esvástica se alojaron en algunas de las mejores mansiones de la villa. (... / ...)
En “Villa Vicenta” vivió temporalmente el teniente primero Adolf Galland (1912-1996), jefe de la 3ª Escuadrilla de He-51, que luego sería el piloto más famoso de
Galland no apeaba un puro de la boca, y en el fuselaje de su aparato llevaba dibujado a “Mickey Mouse”. Al llegar a España, poco después del bombardeo de Guernica, según cuenta su biógrafo, David Baker, notó que la moral de los miembros de
Una de las misiones de los aviadores alemanes en Llanes fue, con su sistemático hostigamiento a las líneas de resistencia gubernamentales, apoyar al general Solchaga e intentar abrir el paso a las fuerzas de Aranda por los valles situados entre Oviedo y el Puerto de Pajares. Salían al atardecer, volaban a poca altura sobre la mar, doblaban luego hacia la costa, elevándose a
Enviaban a Berlín detallados informes sobre sus experiencias. “A una señal dada –cuenta Galland en su libro de memorias “Los primeros y los últimos”- lanzábamos las bombas a un mismo tiempo, y aquellos regueros producían efectos concentrados. Denominábamos a aquello ‘bombardeo en alfombra’ (...). También inventaron mis mecánicos una especie de bomba Napalm rudimentaria”. En los momentos de descanso, se dejaban ver por las calles de la villa. Los mejor atendidos domésticamente puede que fueran los que estaban en la casa de Felipe Ruenes, donde trabajaba de sirvienta Luz Ardines, una cocinera de primera, limpia como el jaspe, que quiso seguir allí, para cuidar la casa, hasta que regresaran a la villa sus señores. En la tienda de comestibles “
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