CUANDO LOS NAZIS DOMINABAN LOS CIELOS LLANISCOS
El periodista Higinio del Río relata en el libro “Llanes ¡a volar!” la historia del aeródromo de la Cuesta de Cue, hoy campo de golf, que albergó desde los pioneros de la aviación española a los pilotos de la Legión Cóndor de Hitler.
EDUARDO LAGAR
Resulta inverosímil pensar que una imagen de Mickey
Mouse pudiera ser el distintivo de una escuadrilla de aviones de la Luftwaffe,
la aviación del III Reich. Pero así era. La 3ª escuadrilla del grupo de caza Jagdgruppe
88 de la Legión Cóndor, la misma que en la Guerra Civil bombardearía Gernika,
tenía como mascota el ratón ideado por Walt Disney. En esa escuadrilla figuraba
como piloto Adolf Galland, por entonces teniente primero, aunque con el tiempo
llegaría a convertirse en general de la aviación nazi. En septiembre de 1937,
Galland y los suyos llegaron a Asturias en auxilio de las tropas sublevadas y
ocuparon el campo de aviación que existía en la Cuesta de Cue, en los terrenos
que hoy se han convertido en el campo de golf municipal de Llanes. Galland
tendría unas líneas de recuerdo a sus tiempos en Llanes en su autobiografía,
titulada “El primero y el último”. En esas páginas manifiesta su sorpresa por
las características de la pista: “Estaba situada sobre una meseta, cuya ladera norte
caía abruptamente sobre las aguas profundamente azules del Cantábrico. Las tres
faldas restantes poco tenían que envidiarle en lo violento del declive, de
manera que aquello era como si despegáramos desde la azotea de un enorme
rascacielos junto al mar. Los estrechos límites del aeródromo estaban
guarnecidos por sólidos cercos de alambre tejidos para evitar posibles caídas
de aviones. El conjunto era similar a una cancha de tenis de gran tamaño.
Aparte de su pintoresca belleza -a un lado la amplia visión sobre el Cantábrico
azul y al otro el escarpado paisaje montañoso asturiano, que se extendía hasta
los Picos de Europa cubiertos de nieve-, Llanes nos ofrecía la ventaja de su
proximidad al frente”.
La historia de este nazi tan sensible a las bellezas
llaniscas forma parte del libro “Llanes ¡a volar!”, que acaba de presentar el
periodista Higinio del Río, que durante tres décadas dirigió la Casa de Cultura
del concejo llanisco. La peripecia de Galland, que sería precursor de los ataques
aéreos con bombas incendiarias contra los republicanos que lucharon en la
batalla del Mazucu, es solo una más de las muchas que componen este volumen
profusamente ilustrado con las fotografías de todos los que, de una manera u
otra, tuvieron algo que ver con ese aeródromo que resultó clave durante la
Guerra Civil, primero como enlace de las autoridades de la República con la
capital y luego como base de operaciones de la Legión Cóndor.
Esta obra, que trata de resaltar la importancia del
concejo en la historia de la aeronáutica de Asturias durante todo el siglo XX,
surge de la exitosa exposición titulada del mismo modo que Higinio del Río
organizó en la Casa de Cultura de Llanes en 2017, antes de la jubilación de la
que ahora disfruta. La muestra, producida por él mismo, se quedó sin catálogo y
Del Río se ha decidido a hacerlo realidad. El resultado es un libro con formato
álbum en tapas duras que recorre de manera cronológica la historia del
aeródromo de la Cuesta, que después de la Guerra Civil mantuvo su importancia
al convertirse en una de las tres escuelas de vuelo sin motor que había en
España. Esta actividad se desarrolló entre 1944 y 1963.
Los alemanes que masacraban
a los republicanos
que resistían en el Mazucu
tenían como insignia en
sus aeroplanos a Mickey Mouse
El relato que hace Higinio del Río, profusamente
documentado, nace también de una obra suya anterior, la que dedicó al
arquitecto racionalista Joaquín Ortiz, autor del proyecto sobre el que sustentó
la construcción del aeródromo y del hangar que se construyó, y que desapareció
en 1941. Hoy aún se conserva el edificio del aeródromo.
El libro “Llanes ¡a volar!” contiene una novela
potencial en cada capítulo, tales son los perfiles protagonistas de la historia
de este aeródromo. Como el relato es cronológico, la figura que abre el libro es
la de la primera persona que tomó tierra en la azotea de este rascacielos sobre
el mar, el piloto francés Léonce Garnier. Estge antiguo comerciante de vinos
residente en San Sebastián tomó tierra en la Cuesta en 1919, pero ya era
conocido en Asturias. En 1911 fue la gran atracción de las fiestas de San Mateo
de Oviedo, cuando los ovetenses tuvieron que pagar 2,40 pesetas por disfrutar
del espectáculo con asiento y 0,50 pesetas en entrada general. Entonces era una
atracción revolucionaria. El primer vuelo “sostenido por una aeronave más
pesada que el aire” se había producido solo ocho años antes, el 17 de diciembre
de 1903, por los hermanos Wright en Kitty Kawk, Carolina del Norte, Estados
Unidos.
De todas las historias y personajes que Higinio del
Río hace desfilar por “Llanes ¡a volar!”, su preferido es Benjamín Gutiérrez
Junco, piloto de la República, nacido en Parres de Llanes en 1900. En 1921, se
escapó para no ir al servicio militar en la guerra del Rif y en Francia
aprendió el oficio de piloto y de mecánico. Allí logró su primer gran hazaña:
la travesía París-Madagascar en un avión construido íntegramente por él pero
pilotado por un tal Lefevre. Cuando en agosto de 1931 la II República amnistió a
los que tenían delitos políticos, sociales y de imprenta de la dictadura de
Primo de Rivera, Gutiérrez Junco regresó a su casa por todo lo alto. El 17 de
agosto de 1931, llegó como copiloto de Pierre Desmazières a bordo de un Potez
36. Aterrizaron en la finca de Malzapatu mientras sonaban los acordes de
“España cañí”.
(Artículo publicado a dos páginas en el suplemento “Siglo XXI” del diario LA NUEVA ESPAÑA, el domingo 27 de noviembre de 2022).
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