sábado, 16 de enero de 2021

LLANES: PARADOJAS EN EL PUERTO


El puerto interior, ahora utilizado por embarcaciones deportivas. (Foto: H. del Río).



OPINIÓN                                                               

¿Multas por sobrevivir?



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Llanes, la mar y la actividad pesquera forman un todo indisoluble. Por eso, multar ahora con 300 euros a los pescadores por haber atracado sus lanchas dentro del puerto deportivo o interior, para protegerse cuando la meteorología anunciaba un temporal, resulta, cuando menos, una paradoja difícil de cuadrar con la historia de una localidad marinera.

Las noticias más antiguas sobre la labor y la importancia de los pescadores llaniscos proceden del siglo XIII y en la abundante bibliografía local no hay cronista o historiador que obvie el unívoco carácter marinero de la villa de Ángel de la Moría.

Elviro Martínez, investigador del Real Instituto de Estudios Asturianos, resumió ese pasado de un modo pedagógico: “Los hombres de Llanes han labrado desde siempre sus aventuras por el camino de la mar. Las rutas marineras, ya en guerras, ya en expediciones de conquistas, ya en el afán profesional y duro de la pesca, fueron siempre el escenario y el medio ambiente de su vida. Llanes, por esencia, es marinero”.

Ignacio Gracia Noriega escribió que, tanto en Llanes como en Ribadesella, “los marineros constituían los más antiguos núcleos de población urbana”.

Manuel García Mijares indicó que las ordenanzas del poderoso Gremio de Mareantes de San Nicolás (precedente de la actual cofradía de Santa Ana) habían sido aprobadas por los Reyes Católicos, y que, desde entonces, puede decirse que el trabajo de los pescadores constituyó la única o principal industria local.

Cayetano Rubín de Celis afirmó que “el Gremio de San Nicolás fue el alma de Llanes; sus quiñones y diezmos de la pesca, el único recurso que soportó las cargas de concejo; y la pesca de la ballena, su mayor fuente de ingresos”.

Lorenzo Laviades, en su novela “Blas el pescador”, reflejó literariamente como nadie el ambiente, las vicisitudes, las ilusiones y las esperanzas de los marineros del lugar.

Fermín Canella hizo notar que estos hombres, “viviendo en la ribera de un mar siempre inquieto y turbulento y en costa tan frecuentemente corrida por los corsarios, se adiestraron para toda clase de peligros; y no solamente con tales prendas se dedicaron a la pesca, tan acreditada en los mercados del centro, sino que ejercieron por mucho tiempo el comercio de cabotaje”.

Vicente Pedregal Galguera dio cuenta en sus crónicas de la idiosincrasia de los llaniscos, “que, avezados a las amenazas de las olas, desafiaban las de los poderosos”, y narró las incidencias de un pleito entablado con Pedro Junco de Posada (1528-1602), inquisidor, presidente de la Real Chancillería de Valladolid y obispo de Salamanca, nada más y nada menos, ganado por el Cabildo de Mareantes…

En realidad, los pescadores llevan ocho siglos ganando pulsos y escribiendo las mejores páginas de la historia de Llanes. Su peso específico está documentado más que de sobra. ¿Ganarán ahora el pulso con Puertos? ¿Se alcanzará algún día un acuerdo satisfactorio para todas las partes implicadas, algo que no ha sido posible en los siete años transcurridos desde que entró en funcionamiento el puerto deportivo? ¿Se encontrará el modo de conciliar los intereses de los propietarios de las embarcaciones de recreo con los de la cofradía, tan legítimos unos como otros?

De momento, la impresión que se nos da con las multas es, en cierto modo, la de que los pescadores estorban. O la de que se pretende penalizar su capacidad de supervivencia.  


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el jueves 20 de junio de 2019). 

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