Al hospital en el coche de la marquesa
En 1929, Chicho Pérez Bernot fue el primer paciente llanisco en Valdecilla
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
Aquel otoño de
1929, la zozobra llevaba días adueñándose del humilde hogar de Pedro “el
Sordu”, en el barrio de San Antón de Llanes. Chicho (Jesús), de trece años de
edad, el sexto de los nueve hijos del matrimonio formado por Aurora Bernot
García y el albañil y pescador Pedro Pérez Villa, el Sordu, había empezado a
sentirse mal. Tosía mucho y sentía malestar a todas horas, síntomas que hacían
temer que se les hubiera colado en casa la tuberculosis.
En seguida,
desde su palacio de la Concepción, María Josefa Argüelles, marquesa de
Argüelles, se presentó ante Aurora, por la que sentía gran aprecio. En la
salita de estar, en la que la esposa de Pedro cosía pantalones de mahón para
los pescadores, la alta dama se ofreció a llevar al chaval en su coche, lo
antes posible, al hospital de Valdecilla. La Casa de Salud Valdecilla, que así
se denominaba aquel centro hospitalario en sus inicios, se acababa de inaugurar
en Santander, fundada por Ramón Pelayo de la Torriente (1850-1932), marqués de
Valdecilla, tocayo y amigo de su padre, Ramón Argüelles, antiguos emigrantes
ambos en Cuba, donde habían amasado sus respectivas fortunas.
En un elegante
automóvil con chofer, allá fueron la madre, el hijo y la marquesa, en una
escena propia de Delibes. Al llegar a Cuatro Caminos y pasar junto a la plaza
de toros, una construcción de 1880,
a Aurora le vino a la mente la imagen de su marido, tan
buen esposo, tan buen padre y tan aficionado al arte de cúchares .El único lujo
que se permitía Pedro al cabo del año era la feria de Santiago de Santander, a
la que acudía junto a Dorado y otros llaniscos en los autocares de Laureano
Morán. Por una de aquella puertas cercanas a Valdecilla, la número 10 o quizá
la número 2 (gradas y tendidos de sol), accedía el Sordu, tras abonar la
entrada con las monedas que ganaba limpiando chimeneas, los modestos ahorros
que guardaba en un calcetín de lana. La gozaba como un verderón. “Bien merecido
lo tiene, el mi hombre”, pensaba la mujer, descendiente de uno de los técnicos
que en 1623 trajo de Flandes Felipe IV, para trabajar en la fábrica de
fundición de hierro de Liérganes y La Cavada (los primeros altos hornos
españoles), donde se harían todos los cañones de la Armada Real.
A Chicho le
hicieron minuciosas pruebas, y al final los médicos descartaron que fuera
tuberculosis. No había que alarmarse. Simplemente, el rapaz había tragado unos
pelos de gato y se le habían trasvasado a un pulmón. Aurora Bernot quedó
eternamente agradecida a la marquesa y a la Santina, de la que era fiel devota,
y el año siguiente marchó con su hijo a Covadonga, en una piadosa excursión de
la que se conserva una fotografía.
Chicho, que se
había convertido en el primer paciente llanisco atendido en Valdecilla,
entraría de pinche en la confitería “Auseva”, en la que ya estaba trabajando su
hermano Juan, con el que compartiría oficio, obrador y un destino trágico.
Nacido en 1916, murió ahogado en 1934, mientras bogaba en una piragua
construida por él. Su cadáver no apareció.
Luego vino la
guerra, que María Josefa Argüelles vería transcurrir desde Estoril. El palacio
de la Concepción, su hogar llanisco (hoy propiedad del empresario
astur-mexicano Juan Antonio Pérez Simón), quedó al cuidado de un viejo
sirviente y terminaría convirtiéndose en hospital militar del Socorro Rojo.
(Juan Antonio Cabezas relata en un libro la experiencia de cuando pasó una
noche allí junto a Alejandro Casona y Ovidio Gondi. “Por la mañana, lo primero
que vi fue a Casona por el pasillo en calzoncillos, con un orinal en la mano. Decía que a él
le había tocado el de la marquesa, que era de fina porcelana”, escribiría
Cabezas). En cuanto a
Juan Pérez Bernot (1911-1937), cayó en combate sirviendo a la República como
voluntario, y sus restos están enterrados en una fosa común por la zona de
Tarna.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el martes 23 de abril de 2019).
Retrato de la marquesa de Argüelles. |
Aurora Bernot, con su hijo Chicho en Covadonga (1930). |
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