Pedro Pérez Villa (1876-1948) |
"¡... PA DON PACO SARO!"
La sordera del popular personaje llanisco Pedro Pérez Villa (1876-1948) nunca afectó a su natural simpatía, si bien, de vez en
cuando, en el diálogo con sus vecinos daba lugar a esperpénticos equívocos, a
malentendidos y frases de involuntario doble sentido. Albañil y pescador de
roca, vivía en una pequeña casa del Barrio Bustillo (que aún se conserva en
perfecto estado), construida con sus propias manos, y junto a su esposa, Aurora
Bernot García, con la que se había casado en 1906, sacó adelante a diez hijos,
trabajando honradamente y sin meterse nunca en política, a pesar de las
convulsiones del tiempo que le tocó vivir. Murió en un día triste de la triste
postguerra, azotado por una ola mientras cogía percebes entre Pendueles y
Buelna.
Recién estrenada la II República , el
semanario “El Pueblo”, defensor de las conquistas democráticas, cargaba las
tintas contra los iconos monárquicos. Uno de los objetivos favoritos del
periódico progresista a la hora de atizar candela era Francisco Saro y Bernaldo
de Quirós, “don Paco Saro” (alcalde en cuatro ocasiones, entre 1909 y 1931 y
miembro de una familia muy relevante en la historia de Llanes desde finales del
siglo XIX), para el que Pedro hacía ocasionales chapuzas de albañilería.
Con la
victoria de Franco, los rabadanes del antiguo régimen recuperaron las riendas
de la vida local, y Pedro “el Sordu” siguió desatascando, igual que había hecho
siempre, las chimeneas de aquella “gente gorda”, como se decía antaño.
Una
mañana en que estaba trabajando cerca de la histórica plaza de toros, en “El
Rinconín” (inaugurada por Luis Mazzantini durante las fiestas de La Magdalena de 1894), se
le acercó un paseante mañanero:
- “Buenos días, Pedro”, le saludó.
El albañil, que se encontraba agachado, notó por el
rabillo del ojo la presencia del recién
llegado, y desde el suelo respondió a lo que suponía que era una pregunta de
rutina:
- “Aquí,
picando un pocu piedra...”.
- “¡Que buenos
días, hombre!”, insistió el otro, gritando más que hablando.
- “... Pa
hacer un cubilín”, contesta Pedro Pérez Villa, dando el parte sobre la
faena que tenía entre manos, y sin enterarse del mensaje de salutación del
otro.
Aquella mala comunicación los enmarañó sin remedio y
acabó con la escasa paciencia del interlocutor, que soltó un estentóreo “¡Mierda, coño!”, mientras encaminó sus
pasos hacia Toró con las manos en los bolsillos.
Y fue
entonces cuando el buen Pedro, tan perenne en su limbo de silencios
inalterables, sin desatender la faena, irguió la testa y lanzó la última
apostilla, digna de los editorialistas de los buenos tiempos de “El Pueblo”:
- “¡... Pa don Paco Saro!”.
Higinio del Río Pérez
LA NUEVA ESPAÑA
(8 mayo 2002)
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