OPINIÓN
OPINIÓN
Concierto en Kazajstán
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
En Jordán García, contrabajista y violinista de la orquesta "Los Panchines" e hijo del
poeta Pín de Pría, se adivinaba un punto de cosmopolitismo poco corriente por
estos pagos. Frente al desparpajo castizo de su compañero Panchín -que en las
fiestas de Santa Ana de hace cuarenta y tantos años nos cantaba a los críos de
Llanes el baile del “Musulmé”- Jordán parecía un intelectual de la Viena dodecafónica.
Juraríase que habíamos visto su cara en alguna película de Gloria Swanson, en
platós de soñadas metrópolis. Su misterioso pasado, su violín errante, su
sonrisa achinada, su bigotito a lo Cugat, su calva cercada de pelo teñido y
engominado, sus modales de hombre de mundo y su inalterable compostura
-elegante y reservada siempre, lo mismo ante un chato de vino que ante una copa
de “Moët & Chandon”- mancaban.
Detrás de su pajarita se encarnaba un enigma de la Babilonia europea de los
años cuarenta. Había formado parte de una buena orquesta barcelonesa que llegó
a actuar en lujosas salas de París. Cuando regresó a la villa, dignamente
derrotado después de cerner lo suyo, nuestros castillos de arena en el Sablín
se impregnaron de los sones de sus ensayos en solitario, que salían por las
ventanas del piso que habitaba en el “Campu’l gatu”. Metido a tocar pasodobles
con Paco “el Coju”, Panchín y Cosmín en la azotea de la Rula , nunca se le oyó
presumir de ninguna batalla ganada. A lo sumo, “sotto voce”, soltaba
confidencias de un Casanova sin malicia en el bar de María Chín Chín:
- “Me he tirao a una gachí que encima me ha
dao mil pesetas”.
Jordán era
el único músico llanisco al que el vulgo atribuía una cierta aureola
internacional.
Muchos
abriles después de aquel Llanes en blanco y negro está empezando hoy a
manifestarse el talento de otro músico local, el guitarrista José Antonio
García Fuertes, que fue discípulo de Pancho Martín Quintana (aquel personaje
clave del Llanes del siglo XX, cazador, taxidermista, maestro de guitarristas y
algo bohemio, como Jordán). Profesor en una Escuela de Música de Madrid y
concertista habitual, García Fuertes acaba de cerrar con éxito su segunda gira
por Kazajstán, una extensa ex república soviética de Asia occidental.
El joven
del que hablamos se formó en el Conservatorio Superior de Música de Oviedo y en
el Real Conservatorio de Madrid y fue alumno de eminentes profesores como
Roberto Martínez y Miguel Ángel Jiménez. Terminó sus estudios con Mención
Honorífica en 1999. Desde entonces, ha actuado en sitios de primera, como el
Teatro de la Zarzuela
y el Ateneo de Madrid, el Palacio Real de Aranjuez, el Auditorio de Zaragoza y
el Kursaal de San Sebastián, y ha ganado premios en diversos concursos
internacionales.
Su debú en
Kazajstán había salido redondo en 2003, y el triunfo le ha vuelto a sonreír el
pasado septiembre en el Teatro de la Ópera de la ciudad de Almaty, donde
interpretó dos obras de Joaquín Rodrigo (“Fantasía para un gentilhombre” y
“Concierto de Aranjuez”) acompañado por la Orquesta Sinfónica
Académica kazaja.
Lo que
sucede es que noticias como ésta, que antaño habrían supuesto un revulsivo en
los centros educativos, pasan ahora inadvertidas. La música culta acaso está
quedando demasiado lejos de la chavalería. Tan lejos como Kazajstán. O como
Jordán.
Higinio del Río
(LA NUEVA ESPAÑA, 7 de octubre de 2004)
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