OPINIÓN
Hicieron de taxistas aéreos, leyeron la geografía y persuadieron a las autoridades para construir un aeródromo en la cuesta de Cue. La idea fue acogida con entusiasmo y pudo hacerse realidad a corto plazo. Tres circunstancias concretas contribuirían a ello: la designación de la villa llanisca como meta de una etapa de la II Vuelta Aérea a España (1933), la revolución de octubre de 1934 (que hizo ver a los mandos militares, Franco entre ellos, las ventajas operativas del privilegiado altiplano de Cue y la posición estratégica de Llanes en la cornisa cantábrica) y, sobre todo, la Guerra Civil.
Desmazières regresó a su país antes de que terminase el verano con
un montón de fotografías de recuerdo que le había hecho Francisco Rozas
Ramírez, y a Benjamín le aguardaría en su tierra una sugestiva carrera de
aviador. Una de sus experiencias más curiosas la vivió cuando le encargaron
llevar a bordo de su avioneta a un cameraman de la UFA (Universum Film Aktiengesellschaft)
para rodar una de los primeras filmaciones turísticas desde el aire en Asturias.
Fue en febrero de 1935, dos años después de la llegada de Hitler al poder. Para
entonces, la UFA, productora cinematográfica alemana fundada en 1917 en
Babelsberg, a las afueras de Berlín, se había convertido en un poderoso
instrumento propagandístico del régimen nacionalsocialista. En aquel año, Leni
Riefenstahl estrenaba el documental “El triunfo de la voluntad”; Hans Sierck
(Douglas Sirk) se iniciaba sobre los mismos platós de la eclosión del
expresionismo, un tal doctor Hippel (al que en la película “La niña de tus
ojos”, de Fernando Trueba, da vida el actor Heinz Rilling) velaba por la
ortodoxia del cine nacional alemán desde una oficina instalada en la productora,
y el führer acababa de visitar en enero los estudios de Babelsberg de la mano
de Goebbels, convencido de que estaban ya completamente “arianizados”. Los
genios judíos del Séptimo Arte (Lang y Wilder, entre otros muchos, así como
decenas de guionistas, actores y compositores), artífices del prestigio
adquirido por la UFA durante la República de Weimar, habían partido al exilio.
A más de dos
mil kilómetros de distancia, entre tanto, el piloto de Parres y el cámara alemán,
tras citarse en el vestíbulo del hotel Victoria, eran conducidos en automóvil hasta
el aeródromo de Cue. El biplaza del llanisco sobrevoló playas y acantilados y, a
continuación, puso rumbo a Sierra de Cuera y a los Picos de Europa. Debió de
ser una película maravillosa.
En julio del año siguiente, estallada la contienda civil, Benjamín Gutiérrez se incorporaría como voluntario a la aviación republicana. Prestó servicio en el frente Norte y en la zona de Valencia, y se perdió su rastro en la costa levantina. Una suerte idéntica a la que correría después el documental de la UFA entre los escombros de la Segunda Guerra Mundial.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el miércoles 10 de marzo de 2021).
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