domingo, 3 de septiembre de 2023

ALEMANES EN ASTURIAS (AÑOS 60)

 

Kurt Kiesinger, con su hija Viola y su nieta.

OPINIÓN                                           


Discretas familias alemanas en Ribadesella


Kurt Kiesinger veraneó en la villa riosellana poco tiempo antes de ser nombrado canciller de su país 



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Hace ahora sesenta años, las familias alemanas Todenhöffer y Kiesinger pasaron juntas quince días de vacaciones en Ribadesella. Los Todenhöffer (Gerhard Kreuzwendedich Todenhöffer, de cincuenta años, su esposa y dos hijos) ya conocían Asturias, pues el patriarca de la familia, ejecutivo de la empresa C. Baresel Bau-AG, había participado aquí en la construcción de importantes obras hidráulicas, una de ellas en Miranda. Los Kiesinger (el abogado Kurt Georg Kiesinger, de cincuenta y nueve años de edad, su esposa, Marie-Luise Schneider, de cincuenta y cinco, y uno de los dos hijos del matrimonio, Peter, de veintiuno) visitaban nuestra región por primera vez, si bien el joven Peter ya había veraneado en tierras asturianas el año anterior, 1962, en compañía de los Todenhöffer.

En 1969, Gerhard Todenhöffer comentaría en Llanes que los Kiesinger “en ninguna otra parte se sintieron tan a gusto como en Asturias”. Los veranos de entonces transcurrían plácidos. Playas escasamente pobladas. Pocos coches. Veraneantes tranquilos. Kiesinger hizo una excursión a Covadonga y visitó la catedral de Oviedo. Parecía uno más disfrutando de Ribadesella con los suyos, pero en modo alguno era un turista corriente. La Alemania en reconstrucción sostenía la frontera de Occidente en plena ‘guerra fría’, y aquel gigantón se contaba entre los nuevos líderes de la política germana. Militaba en la Unión Cristiano Demócrata (CDU), el partido fundado por Adenauer en 1949, y había sido diputado en el Bundestag (la cámara baja de la República Federal de Alemania). Cuando en 1963 llegó a la villa de Agustín Argüelles ostentaba la presidencia del Bundesrat (la cámara alta) y la del estado federado de Baden-Württemberg. Se alojó en el exquisito Gran Hotel del Sella, y allí recibiría la visita relámpago del ministro español de Información y Turismo, Manuel Fraga.

La carrera del político alcanzó su cenit no mucho tiempo después. En diciembre de 1966 fue nombrado canciller, sucediendo al economista Ludwig Erhard (al que sustituiría igualmente en la presidencia del partido demócrata cristiano). En el marco de una histórica coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD), gobernó junto a Willy Brandt, que fue su vicecanciller y jefe de la diplomacia. En las elecciones de septiembre de 1969 la CDU siguió siendo el partido más votado, pese a lo cual obtuvo dos escaños menos que el SPD. El socialdemócrata Brandt, coaligado con los liberales (FDP), tomaría el relevo en la Cancillería.  

En todo ese tiempo, Kurt Kiesinger se sintió señalado por su pasado. Había militado en el Partido Nacional Socialista (NSDAP) y formado parte, entre 1940 y1945, del departamento de radiodifusión del Ministerio de Asuntos Exteriores de Ribbentrop (un puesto que consiguió por mediación de su amigo Todenhöffer). Tras la derrota del Tercer Reich, fue detenido por los norteamericanos y sometido a un tribunal de desnazificación, sin que se encontraran en él indicios de delito. El futuro, sin embargo, habría de reservarle una campaña de furiosos y persistentes ataques a su persona en la prensa, especialmente por parte de la activista berlinesa Beate Klarsfeld, esposa de un judío francés superviviente de la persecución nazi.

Gerhard Todenhöffer, por su parte, arrastraba un pasado no menos comprometido: afiliado también al NSDAP, había sido en Marburgo dirigente de la Unión Nacionalsocialista de Estudiantes Alemanes, perteneció a las SA (las divisiones paramilitares de los ‘camisas pardas’) y llegó a tener contactos con Martin Bormann, el secretario privado de Hitler. 


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el miércoles 2 de agosto de 2023). 








 



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