Funcionó como Ayuntamiento hasta el último tercio del siglo XIX. En 1875, una vez que la administración municipal completó la mudanza al edificio que ocupa en la actualidad, el contratista Bonifacio Garro y Suárez recibió del alcalde Román Romano el encargo de reformar el viejo caserón para destinarlo a escuela de niñas. Garro, que construiría también la iglesia de Poo y varias escuelas en el concejo, añadió un piso y redistribuyó los espacios interiores. La primera planta sería la vivienda de la maestra, y en la segunda estarían las aulas.
Pero no era la única escuela pública que había en la villa. En la calle Mayor, un poco más arriba, frente a la plaza de la Magdalena, estaba la escuela de niños, fundada a mediados del siglo XVIII por el clérigo y beneficiado de la Parroquia de Llanes Fernando Villar y Abariega y rodeada también de “ruidos del mundo” y tañidos de campanas, en la que habían aprendido las primeras letras el cardenal Inguanzo, el hacendista Cayetano Sánchez Bustillo (ministro con Alfonso XII y con Alfonso XIII) y el propio Posada Herrera. En 1928, los dos centros escolares cerrarían sus puertas y quedarían integrados en la escuela nacional mixta, inaugurada aquel año en la misma ubicación que tiene hoy el Colegio “Peña Tú” en la calle Celso Amieva.
Antes y después de ese momento, la figura insigne de la escuela de niñas fue la maestra ovetense Soledad Mieres Pérez (1868-1944), esposa del secretario del Ayuntamiento, Tomás Estévez. Doña Solita, como la llamaban, católica, republicana y sanrocuda acérrima, ponía el alma en todo lo que hacía, especialmente a la hora de enseñar a las niñas de familias pobres. Como recordaba María Luisa Castellanos, “daba a la hija del más modesto marinero una explicación de Física, lo mismo que a la alumna de familia acomodada enseñaba a colocar un remiendo”. Cuando el agotamiento la apartó de su labor en 1935, fue sustituida durante tres meses por una muchacha recién titulada por la Escuela de Magisterio. La joven maestra se llamaba Dolores Medio, vivía en la propia casa de los Estévez-Mieres y mostraba aficiones literarias. Algunas veces, acompañada de doña Solita, asistía al novenario de San Roque y a mítines en el Benavente; otras, paseaba en soledad junto al mar, ajena a los tambores de guerra. En el Paseo de San Pedro alumbraría la idea de escribir su primera novela (“Mar y cielo”).
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 20 de noviembre de 2021).
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