lunes, 13 de abril de 2020

MUJERES DEL LLANES MARINERO


Foto de Ramón Rozas. (Años 40).

Perfiles en el Riveru

Mujeres representativas del Llanes cincelado frente a la mar: la Nena, la Chavalina, Nieves (la de Fabián), Marta (la de Picadina), la Chiqui, las damas de "La Moncloa"... Cada una de ellas ocupa un lugar destacado en la memoria del Llanes marinero, y sus nombres están unidos a la actividad relacionada con la pesca y con la Cofradía de Pescadores "Santa Ana". Ellas y sus familias tejieron experiencias comunes que las hermanan. Y que nos hermanan a los llaniscos. 



TERESA BATALLA DÍAZ (LA NENA)

La Nena pertenece al ambiente del Barriu, un universo llanisco del que era parte también la familia del matrimonio formado por Pedro Pérez Villa (Pedro el Sordu), uno de los personajes populares esenciales del Llanes del siglo XX, y Aurora Bernot García.
La Nena nació en 1929, hija de Ramón Batalla Bustillo (“Camará”), de Llanes, y de Esperanza Díaz Haces, de Onís. Camará y Esperanza tuvieron 22 jiyos. Él era marinero y de joven había estado una temporada en México, donde se le pegó el acento. “Ahorita mismo, mis camaradas”, decía, y por eso le pusieron lo de Camará.
Esperanza vino al concejo llanisco (a Balmori, concretamente) a los 17 años.
La Nena está en nuestro recuerdo siempre vendiendo pescado por las calles, que era lo que más le gustaba. Empezó esta labor con su madre a los 12 años, nada más salir de la escuela de doña Florinda, y lo andaba todo: Poo, Cue, Andrín, San Roque del Acebal, Balmori, Posada, Vibaño, Los Callejos y muchos más sitios. Una vez llegó hasta Onís. Ese día iba con ella de compañera la madre de las Serronas. Un camión de la SADI las llevó hasta Meré, y de Meré hasta Onís fueron ellas andando con su carga de pescado fresco. El regreso lo tuvieron que hacer a pie, y llegaron a casa a las tantas, ya de madrugada.
La compañera habitual en estos trajines de pescadera era su prima Isabel, la Chavalina. En la época de la “jambre”.
La Nena hizo más trabajos. Trabajó en las fábricas de conservas que tenía Llanes (funcionaban hasta 5 o 7 fábricas al mismo tiempo) y andaba a jornales, fregando por las casas. También estuvo cuatro años en la Escuela de Vuelo sin Motor, de limpiadora y de camarera, para dar las comidas y cenas al personal de la base. Allí conoció a un madrileño alto y ceremonioso que estaba haciendo las Milicias Universitarias y que era hijo natural del Rey Alfonso XIII.
En 1952 la Nena se casó con Alfonso (Fonso) García Ruenes y, después de la boda, todavía siguió vendiendo pescáu durante un tiempo. Ella y su marido fueron de los primeros que empezaron a coger ocle. Llevan inseparablemente unidos 63 años.

Fonso nació en la calle Mayor en 1931. Hijo de Manuel García González, de San Vicente de la Barquera,y de Tina (Clementina) Ruenes Felgueres, de Niembro. Al padre, marinero, le llamaban “Garbanzu”, porque de crio dicen que era algo roín (“Mira, paez un garbancín”, comentaba la gente). Era muy “madalenudu” porque había llegado con su familia a Llanes precisamente el día de la fiesta de la Magdalena. Era maquinista de barcos y estuvo enrolado en el “Villa de Llanes”.
La madre vino a la villa a servir; primero, en casa de los Romano, en la calle Manuel Cue (la calle del Llegar) y luego en la de Cosme Sordo, el padre de Emilio, el Turcu.
A Fonso, que era buen estudiante, le sacaron de La Arquera a los trece años y le pusieron a trabajar en la mar, pero se mareaba, el hombre, y tuvo que dejarlo. Luego trabajó en Telégrafos e intentó sacar una oposición en la Caja de Ahorros de Asturias, pero la sacó uno que tenía más recomendación. También trabajó en el Casino, en la cantina, y luego volvió a la mar, a bordo del “San Pedro Apóstol”, echando mano de pastillucas de biodramina para no marearse.

En unos ejercicios espirituales tuvo la suerte de dar con una persona muy buena: la mujer de Rufino Martínez Mouton, el distribuidor de la Campsa en Asturias. Gracias a aquella señora, a Fonso le surgió la oportunidad de trabajar en la empresa de don Rufino en Gijón, donde se establecería con la Nena. Repartió bombonas de butano por las casas, que nunca tenían ascensor, y sacó a la primera el carné de conducir de Primera. Llevó un camión Dodge de la Segunda Guerra Mundial, y luego un trailer, hasta que le pusieron de encargado en un garaje con piso para vivienda. Fonso y la Nena estuvieron treinta y dos años en la villa del Piles. Tienen seis hijos: María Teresa, María Jesús, Alfonso, Dolores, Enrique y Magdalena.

(“Mis personajes favoritos” Nº 89. Publicado el 1 de enero de 2015)



 ISABEL BATALLA GÓMEZ (LA CHAVALINA)

Isabel Batalla Gómez nació en 1931. Su madre, Rosario Gómez García, era de Meré, trabajó en la fábrica de quesos y mantecas SADI (la industria más importante que existió en Llanes) y fue pescadera. El padre, Ángel Batalla Bustillo, fue pescador y barrendero. Por parte del padre, Isabel es nieta de Manuel Batalla, el Raposu, que había venido desde Tazones a Llanes a la langosta sobre mil novecientos y pico. El Raposu, a su vez, era yerno de la tía Ángela, una de las legendarias parteras que hubo aquí en la primera mitad del siglo XX (otras recordadas parteras fueron Restituta, madre de Cagigas, el peluquero, y suegra de Manzano, el que fuera comisario político del Frente Popular en la guerra cainita de 1936, y Aurora Bernot, la mujer de Pedro Pérez Villa, el Sordu).
El padre de Isabel tuvo cinco hermanos: Pitito (casado con Isabel, sobrina de Pedro el Sordu), Ramón, el Camará (esposo de Esperanza, matrimonio que tuvo veintidós hijos), el citado Manzano (Ricardo), que se exiliaría en México, Silvestre, que fue futbolista, portero del CD Llanes, y Nati, la Raposa.
En la escuela pública, a la Chavalina le tocó de maestra doña Florinda, pero también iba a la escuelina particular de doña Soledad, en el Cuetu, que regalaba a los críos castañas y los enseñaba a contar con una tabla de aquellas que tenían barras y bolas para moverlas para un lado o para otro. Empezó a trabajar a los trece años en la fábrica de conservas de pescado de Llerandi, y se casaría luego con el pescador Ramón Batalla Díaz, primogénito del Camará. Ramón salía a la mar en lanchas como “la Menta” y “la Virgen del Rosario” y acabaría siendo propietario de una barquilla.

De aquel mundo femenino vinculado al trabajo duro, a la honradez intachable y a la lucha valiente por la supervivencia, es un buen ejemplo la Chavalina. Vendió pescado por las calles, anduvo a la angula y fue a la mar con su marido, a echar la xuglera. Tuvieron tres hijos: Mariguí, que está por Suiza, Ramón, fallecido muy joven, y Mari Carmen.

(“Mis personajes favoritos” Nº 103. Publicado el 19 de febrero de 2015)



 NIEVES GUTIÉRREZ PLATAS (LA DE FABIÁN)

De la Guerra, Nieves conserva bien grabadas dos cosas: el obús que lanzó el buque Cervera y que cayó muy cerca, cuando ella, con diez años cumplidos, estaba sola cuidando vacas por el monte; y el avión alemán que se estrelló cerca de su casa en plena Segunda Guerra Mundial (dice que era ya muy tarde y que estaban ya acostados cuando oyeron el motor del aparato; luego la explosión, notaron un resplandor muy grande y, finalmente, el silencio profundo de la noche. También se acuerda de que los cadáveres de los tripulantes del avión fueron depositados en una capilla cercana, en Santo Toribio). 
Hija de Rogelio y de Romana, gente dedicada a la labranza en la parroquia de Posada, Nieves nació en 1926 en una casuca en el Picu, en Turanzas, más o menos donde nacería más tarde el potentado astur-mexicano Juan Antonio Pérez Simón. 
Se casó a los 19 años con Fabián Gutiérrez Herrero, en 1945, y ese mismo año vino con su marido a la villa de Llanes. Aquí trabajó en las fábricas de conservas de pescado de Alfonso Cimino y de Antonio Maya Conde. Fabián, mientras tanto, a la mar. 
Luego abrirían el Bar La Amistad, en el Cuetu. 
Tuvieron cinco hijos: Ramona (Moni), Rafael (que anda por Aranda de Duero), Juanjo, Mari Nieves y Fabián. Y nueve nietos. Y siete bisnietos. 
Vive en el Barriu desde hace más de cincuenta años. Todos los días trajina en las tareas domésticas, se prepara la comida, come tranquilina y luego va a casa de su hija Moni a pasar la noche. Un día y otro lo mismo, en paz consigo misma y con el mundo. 
Fabián se le murió en 2009, a los 87. 

(“Mis personajes favoritos” Nº 113. Publicado el 23 de abril de 2015)



MARTA GUTIÉRREZ HERRERO (LA DE PICADINA)

Remigio Agustín Ballesteros García, "Picadina", y Marta Gutiérrez Herrero (Llanes, 1931) eran vecinos en la Moría. Se habían conocido cuando ella tenía dieciséis abriles, y se casaron dos años después. Tuvieron seis hijos: Tino, Martita, Gelines (ya fallecida, al igual que su marido, Mario Sousa), María Jesús, Quico y Manolo. 
Hija de Daniel, un marinero de San Vicente de la Barquera, y de Fernanda, llanisca que cosía redes, Marta había ido a la escuela con doña Florinda, buena maestra, sin duda, pero amiga de dar leña con una vara por menos de una perrina. Después de la escuela, vino la posguerra con su miseria de luto y de hambre. Iban al "buscu", a ver si encontraban alguna panoja o alguna alubia, y también a castañas y manzanas por los pueblos del contorno. Aún conserva Marta la cartilla de racionamiento, que cuánto tendría que decir hoy, si hablara.  
Daniel y Fernanda formaron una familia numerosa. Sus hijos eran Fernando, Fabián, Teresa, Fael, Filo, Ricardo, Marta, Daniel (que murió cuando apenas tenía tres años) Geles y Maruja. 
A Marta le tocó servir y cuidar de una niña a la que estaba criando doña Teresa Posada, conocida como "la Escopeta" (no sabemos a cuento de qué venía este sobrenombre) y cuñada de Juan Antonio Saro, el médico. 
De casada, Marta trabajó en la fábrica de conservas de pescado que tenía Antonio Maya, primero en el Sablín, y luego en una nave que estaba pegada a la casa de Pedro el Sordu, en el Barrio Bustillo. 
Picadina, que murió en 1984, era carpintero e hijo del carpintero Luis Ballesteros, que tenía la carpintería en el bajo de la casa de piedra de la plaza de Santa Ana (la que albergaría el Juzgado en los años de nuestra niñez), al lado de la capilla. Allí mismo la tuvo después también Picadina. 
A sus 84 años, Marta está hecha una moza. Tiene once nietos: Sandra y Bruno (de Tino), Graciela e Ingrid (de Martita), Irene (de Gelines), Patricia y Cristina (de María Jesús), Pablo y Agustín (de Quico), y Manuel y Joel (de Manolo). Y siete bisnietos, de momento. 

(“Mis personajes favoritos” Nº 124. Publicado el 26 de junio de 2015)



ADELA BATALLA DÍAZ (LA CHIQUI)

Adela Manuela Batalla Díaz, "la Chiqui" (Llanes, 1930), tenía catorce años cuando se enamoró de Miguel. Estaba sirviendo, de aquélla, en casa del matrimonio formado por María Luisa Llerandi y Félix Martínez Marco, el veterinario, en el edificio de Victorero, junto al Paseo, y por las tardes iba a planchar a un palacete cercano (que luego sería convertido en el Hostal Del Río), residencia entonces de los padres de María Luisa Llerandi. En ese sitio tendría lugar en 1944 un tiroteo, cuando unos "emboscaos" asaltaron de noche el domicilio de los Llerandi. Fue un suceso terrible, como consecuencia del cual resultó abatido sobre la acera uno de los asaltantes. La Chiqui no llegó a verlo, porque cuando ocurrió todo hacía una hora que ya se había marchado a su casa. 
Sus padres, Ramón Batalla Bustillo ("Camará") y Esperanza Díaz Haces, que tuvieron una prole de 22 hijos, vivían en una de las casinas del Barriu, en derredor de lo que había sido el antiguo cuartel de la Guardia Civil (inaugurado en 1877 sobre un terreno de la marquesa de Argüelles). 
La Chiqui, que desde muy joven había servido en varias casas y trabajado en las fábricas de conservas de pescado, descabezando bocartes, tendría en los Carnavales de Llanesun curioso papel de liderazgo social. En el régimen de Franco, la fiesta del Antroxu estaba prohibida, pero ella la celebraba siempre, a puro chaleco, sin faltar ni un año. Como una heroína menuda, pero irreductible, y en compañía de gente valiente y alegre como ella (como Pacina, o los hermanos "Pescuezu", o Ángel "el Mascotu", entre otros), la Chiqui se disfrazaba y armaba la jarana por las callejuelas del Cuetu, seguida por Pacina y decenas de personas. Al atardecer, en medio de las sombras, los críos sentíamos la excitación de lo prohibido, formando parte del grupo. De repente, alguien daba una voz de alarma: "¡Que vienen los municipales!", y nos escapábamos a todo meter por el puente Cagalín.  
Su marido, Miguel Pérez Cosío, nació en 1931 en Madrid, donde estaba trabajando de sirvienta su madre, Salvadora Pérez Cosío (natural de La Borbolla y prima, por cierto, de Maruja García, la madre del inolvidable Cosmín, el de "Los Panchiches". Siendo un rapaz, se empleó en el glamuroso Cine Benavente, como ayudante, en la cabina de proyección, de Manolo, el marido de "la Chata" (la de la Pensión Iberia). Después se colocó en la fábrica de alpargatas de López, en San Antón; y más tarde, de repartidor en la Tienda Nueva. Finalmente, entraría a trabajar en el Cinemar, al tiempo que compraba un camionuco, con el que repartía mercancía de Antonio Miguel ("el Peináu", que entonces llevaba en Llanes la representación de "Piensos Sanders") y de Garci, hasta que se convirtió en el encargado general del Cinemar, donde desempeñaría labores de portero, de taquillero y de lo que hiciera falta.   
Cuando se casó con la Chiqui, Miguel todavía no había hecho el servicio militar. Tenían ellos 18 y 19 años, respectivamente, y fruto de su matrimonio nacieron nueve hijos: Miguel Ángel, Ramón ("Paputina", ya fallecido), Javier, Cristina, Agustín (que murió de muy crío), Jacqueline, María Luisa, Isabel y María Eugenia. 
En 1974, Miguel y la Chiqui pusieron un quiosco de prensa en las Barqueras, y por allí pasarían, a lo largo de casi cuatro décadas, todos sus hijos, que empezaron a aprender allí a ganarse el pan con el sudor de su frente. 

(“Mis personajes favoritos” Nº 180. Publicado el 22 de noviembre de 2016)



LAS DAMAS DE "LA MONCLOA"
En la calle Mayor, esquina a la plazoleta del ingeniero Garelli, se formaba en los años 80 y 90 del siglo pasado una tertulia -bautizada como "La Moncloa"- en la que participaban mujeres de mucho remango (antiguas pescaderas, la mayoría, que vivían a escasos metros de allí).
Las veíamos inmutables al paso del tiempo. Eternas. Muy cercanas a nosotros y a nuestras circunstancias. Daba gusto saludarlas cada día. Aquellas dicharacheras damas de luto, sacrificadas, valientes, eran supervivientes del oleaje de la vida. De los golpes de la vida. Honestas y rebelludas. Fuertes como robles. Fuentes de sabiduría. Coñonas. Conocedoras del percal. Sin pelos en la lengua. Formaban parte del alma del Llanes de siempre.
Cada una era un libro. Un testimonio de historia viva y sin medias tintas.
Ahí las tenemos a las ocho, ya jubiladas, en su punto de reunión en la solana, en su cuartel de invierno, fotografiadas en 1995 por Ruth Brendel, la esposa de José Luis Mijares Gavito, uno de los máximos valores del llanisquismo: de izquierda a derecha, Amalia Amunárriz, María Quiroga Asueta, Angelina Gutiérrez Martínez, María Sotres González, Rosario Puertas de la Vega, Justa García González, Delifa Berdial Haces y Josefa Sierra Pis.

(“Mis personajes favoritos” Nº 274. Publicado el 28 de noviembre de 2020)

Textos y fotos: HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

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