OPINIÓN
El molino de Satán
Cuando las instituciones públicas ponen la cultura en situación de precariedad
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
La cultura es
un derecho, no una mercancía, pero llevamos ya dos décadas intentando
justificar la importancia del sector cultural sólo desde el prisma de los
parámetros economicistas. Se ha sucumbido a la dictadura de los números, y la
financiación pública de la cultura está en el punto de mira, bajo sospecha:
según los partidos conservadores, la inversión en lo cultural está ‘demodé’; y
según los partidos antisistema emergentes, cumple una función negativa al
fomentar la cultura de élites, de modo que ambas visiones, curiosamente,
coinciden (como si los extremos se tocasen) y se obstinan en considerar que el
dinero público no es imprescindible y que, por tanto, ha de pasarse la patata
caliente a la iniciativa privada.
Un relato
pesimista de este tenor fue brillantemente construido por el director general
del Centro Niemeyer, Carlos Cuadros Soto (Cazorla, Jaén, 1971), apenas
levantado el telón de la
IV Conferencia de la Cultura, desarrollada la semana pasada
en Mérida bajo el epígrafe “Retos y futuro de la gestión cultural”. El ponente
denunció que las instituciones públicas, al ir retirándose paulatinamente de la
tutela y financiación de la cultura (es decir, de lo que debería ser su papel
irrenunciable), están poniéndola en una situación de precariedad. Las
instancias de lo público se vacían y quedan relegadas o abandonadas sus
responsabilidades, según nos indicó con énfasis Carlos Cuadros a los cincuenta
gestores culturales inscritos en el encuentro. Presupuestos más pequeños para
programas y para la creación y sostenimiento de equipamientos (un 54 por ciento
menos de inversión); debilidad en la acción política de fomentar la
redistribución de las fuentes del conocimiento (algo esencial en una sociedad
democrática); y la escasa importancia que se da a la cultura en los programas
electorales de los partidos políticos, son algunos de los evidentes pasos atrás
que se están dando.
El director del
Niemeyer tiene muy claro que la Ley de Mecenazgo, en esencia, no es sino un traslado
de la responsabilidad presupuestaria, pero, a su juicio, ha de ser el sector
público el que decida y establezca las prioridades, según criterios de
planificación. La mercantilización y la renuncia de la capacidad de decisión en
beneficio de la iniciativa privada va contra la socialización de la cultura y
fulmina los fines sociales de la misma.
El origen del
pesimismo (o del realismo, mejor dicho) de Carlos Cuadros está en las leyes de
la sociedad de mercado y en la corriente de pensamiento neoliberal: una especie
de demonio que lo contamina todo, que lo tritura todo y nos convierte en meras
cosas vendibles e intercambiables. Ante el auditorio del Centro Cultural
Alcazaba de Mérida, donde tuvo lugar la Conferencia de la Cultura, Cuadros
utilizó como libro de cabecera “La gran transformación”, obra cumbre del
filósofo y antropólogo Karl Polanyi (1886-1964), para explicar a partir de ella
la perversión y la perversidad de la economía de mercado y el desamparo social
que nos acechan. El mercado como centro de la vida social (lo que Polanyi llama
“el molino satánico”) y la subordinación total de los seres humanos a las
reglas de ese omnipotente modelo neocapitalista va a engullir también al sector
cultural, que se agregará así a las tres mercancías ficticias de las que se
hablaba en “La gran transformación” (la tierra, el trabajo o la mano de obra y
el dinero). Algo parecido a robarle el alma a la humanidad.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el martes 2 de abril de 2019).
Centro Cultural Alcazaba de Mérida, sede del encuentro. |
Acto de inauguración. |
Carlos Cuadros Soto, director del Niemeyer, habló de "Retos y futuro de la gestión cultural". |
"Profesionalización y regulación del sector". De izquierda a derecha, Francisco López Hidalgo, Jesús F. Cimarro, Adriana Moscoso del Prado y Roger Dedeu Pastor. |
"Cooperación, creación e innovación". Participaron Félix Palma, Jerónimo Cornelles, Elena Oliveros y José Mari Armentia. |
Jerónimo Cornelles, director artístico del Festival de Tardor Russafa Escénica (Valencia). |
Antonia Álvarez González, Ana Lozano, Queralt Prats y José Colmenero, durante la sesión dedicada a "Cultura inclusiva y accesible". |
Ana Velasco y Borja Álvarez Rubio presentaron las primeras conclusiones del "Observatorio de Buenas Prácticas de la Gestión Cultural". (Reportaje fotográfico de H. del Río) |
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