Perito mercantil, publicista, editor y director de la revista mensual "CRÍTICA DE ARTE", José Luis Buergo Vélez (Llanes, 1935-Madrid, 2003) nada tenía que ver con las modas imperantes, ni con la ambición materialista, ni con los modelos de ejecutivo agresivo y estresado de la España del siglo XXI. Simplemente, Pepe Luis Buergo hizo en esta vida lo que quiso. La vivió de la mejor forma posible.
Sus pipas, humeantes y tranquilas, eran habituales en las galerías de arte del Madrid de los años 70 y 80. Siempre trajeado, de movimientos lentos, de caladas a cámara lenta, con un aire como de capitán de barco.
Trabajó en las páginas de publicidad de arte en "NUEVO DIARIO", el periódico que trajo aires de libertad en los años finales del franquismo, cerrado de mala manera.
Buergo, después de aquéllo, se echó al ruedo que tanto conocía y empezó a editar su propia revista. Lo hizo desde la modestia y desde la independencia inquebrantable.
Se rodeó de colaboradores de primera línea, como los poetas José Hierro y Victoriano Crémer, o los críticos José María Moreno Galván, Rubén Suárez y José de Castro Arines, y consiguió lanzar al mercado un producto modesto, pero fiable. Sin trampas. La aventura, en la que estuve implicado, fue apasionante. A él le duró hasta el último soplo de su vida.
En su recuerdo, he aquí el artículo que publiqué en el diario LA NUEVA ESPAÑA al poco tiempo de su fallecimiento:
"EL MARQUÉS DE CUETU MOLÍN"
José Luis Buergo Vélez (Llanes, 1935), director y editor de la revista
madrileña “CRÍTICA DE ARTE”, acaba de fallecer. Cada verano, era fácil
tropezarse con él en la villa llanisca con una pipa que nunca apeaba y una
petaca de cuarterón que olía a demonios -“este
tabaco es el que menos perjudica; lo otro es pura química”, explicaba, como
para justificarse-. Discurseaba acerca de la crisis del mercado del arte en
bares del Llanes tradicional que tanto le gustaba frecuentar, como “El Bodegón”
o “La Puerta
del Sol”, escenarios que siguió recorriendo durante las pasadas vacaciones
estivales -las más cortas de su vida-, aunque se le veía ya más apagado, con
las huellas de la enfermedad en la mirada. Durante el tenso epílogo del
franquismo en Madrid, Pepe Luis (así le llamábamos sus amigos) trabajó en el
departamento de publicidad de “NUEVO DIARIO”, cuando aquel rotativo abrió surcos
de libertad que luego seguirían los demás periódicos de la democracia. Le tocó
vivir la exaltación del arte como producto mercantil y tuvo hilo directo con
Juana Mordó, la dama sefardita cuyo destino marchó parejo a la eclosión de la
nueva vanguardia española y al ímpetu rupturista del grupo “El Paso”. El
despacho que le asignaron en el periódico (en la Calle Padre Damián,
cerca del “Bernabéu”) estuvo siempre abierto a los estudiantes de Periodismo
que picábamos a su puerta. Nos ayudó a encontrar nuestro primer empleo.
Al producirse el cierre de “NUEVO DIARIO”, vio llegado el momento de editar
en solitario una revista cultural, su vieja ilusión. A finales de 1978 registró
la cabecera de “CRÍTICA DE ARTE” y se entregó obstinadamente a una aventura
mensual sólo apta para valientes. Instaló la redacción en el piso en el que
vivía, en el Barrio de Tetuán, donde izó la bandera de su independencia. Entre
los colaboradores, figuraban el gran José Hierro, José María Moreno Galván
(firma indomable, curtida en las páginas de “TRIUNFO”) y Victoriano Crémer
(cofundador de “ESPADAÑA”, la publicación que tanto significó para los poetas
de la posguerra). El restaurante “El Aldeano” había sido por un tiempo su
‘cuartel de invierno’, hasta que alquiló, primero, una oficina en Príncipe de
Vergara (Metro “Iglesia”), y luego se trasladó a otra en la Calle de los Madrazo, la
sede actual, donde tendría de vecino a Ernesto Koplowitz, el hermano bohemio de
las dos famosas amazonas de las altas finanzas. El sueño editorial de Pepe Luis
-que siempre contó con la fidelidad y el respeto de las mejores galerías-
estaba hoy a punto de alcanzar sus primeros 25 años, reflejados en 181 números
sacados a pulso.
Al final de la jornada, solía tomar unas cervezas en elegantes pubs de
Chamberí, donde era inevitable codearse con ejecutivos que charlaban con
devoción de los valores bursátiles en alza y del culo respingón de sus
respectivas secretarias bilingües. Buergo guardaba silencio, mientras dragaba
su pipa reflexivamente. “Y usted, José
Luis, que está tan callado, ¿qué nos cuenta?”, le preguntaron una vez.
Abrumado de oír fantasmadas, el de Llanes maquinó entonces una trola daliniana
e incontestable: “No me gusta hablar de
ello -dijo-, pero pertenezco a una
familia asturiana de rancio abolengo. Aquí donde me ven, soy marqués... El
Marqués de Cuetu Molín” . Ninguno lo puso en duda. Pepe Luis era mucho Pepe Luis.
Higinio del Río
(Miércoles 1 de octubre de 2003)
El poeta José Hierro fue colaborador
habitual de la revista.
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Crónica de José Hierro |
El poeta y crítico leonés Victoriano Crémer fue otro de los habituales colaboradores en CRÍTICA DE ARTE
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Número 0 de la revista, marzo 1979 |
Entrevista a la galerista Juana Mordó (marzo, 1980 |
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