Ramón, el peluquero, que falleció ayer domingo a los 97 años, había nacido
en una casa situada en el escenario primigenio del Llanes histórico y marinero.
Se entraba en el portal por la calle Mayor y, por la parte de atrás, disponía
de ventanas que daban a la dársena. Hijo de Manuel Melijosa Gómez y de Pilar
Cuevas Díaz, Ramón era nieto por vía paterna del pescador Nicolás Melijosa
Mendiola, que estaba casado con María Gómez, ambos de Santander.
Nicolás y María tuvieron cinco hijos: Magdalena, Josefa,
Joselito, Manuel y Rosa Melijosa Gómez, todos ellos nacidos igualmente en
capital de Cantabria. El padre se establecería en Llanes en 1897 con el
propósito de continuar aquí su oficio de pescador enrolado en alguna lancha.
Primeramente llegó él solo, y una vez instalado, lo harían su esposa María y los
cinco hijos, que enraizarían en Llanes. Josefa se casó con Cayetano Herrero (el
popular “Tin-Tán”) y tuvieron tres hijos: Estanislao, Tisto y Raquel; Joselito
contrajo matrimonio con Ángeles Carriles, “la Carrilana”; y Manuel lo haría con
Pilar Cuevas Díaz, “la Parrada”. El abuelo Nicolás enviudaría, y contraería en
la villa nuevas nupcias con Justa Portilla Portilla, “la Chuvasca”, de Cue.
Falleció en 1920.
Pilar Cuevas, “La Parrada”, era de Piñeres de Pría y, con
trece años de edad, había venido a la villa a servir. Tras casarse con Manuel
Melijosa Gómez, la pareja se estableció en un piso de la casa de la calle Mayor
de la que hablábamos al principio. El matrimonio tuvo siete hijos: Justina,
Manuel (Manolo, “el Parru”), Pilar, Ramón, Ángeles, Josefa y Mariluz, que
fallecería a los siete meses de nacer.
Pilar, valiente, sacrificada y heroica en su esencia y en su
existencia, era el paradigma de aquellas pescaderas que recorrían las calles
con un cesto de mimbre en la cabeza, posado sobre el rueño, y vendían el
pescado a voces. Eran todas ella mujeres fuertes y de acendrado remango, que siempre
llevaban algo de prisa a la hora de coger el tren con su mercancía de sardinas,
bocartes y fanecas, para venderla por pueblos y aldeas alejadas del ferrocarril.
Muchos kilómetros a cuestas, aunque estuvieran embarazadas. Podían encontrarse casi
a punto de dar a luz, pero no por ello dejaban
de recorrer remotas geografías hasta la hora de coger el tren de vuelta.
Ramón, conocido como “el Parráu”, empezó a trabajar de peluquero en junio de
1941, cuando todavía estaba estudiando en las Escuelas Cristianas de La
Arquera. Poco antes, había estado a punto de convertirse en tejero. En una
tejera en La Bañeza estaba de encargado un hermano de su madre, Eliseo Cuevas
Díaz, que ya tenía preparado todo para que el rapaz marchara con él a tierras
castellanas en las vacaciones escolares de verano. A última hora, sin embargo,
hubo un cambio de planes. La hermana mayor de Ramón, Justina, estaba casada con
José de la Fuente García, de La Portilla, quien tenía un hermano, Ramón de la
Fuente García, peluquero, que regentaba su peluquería en la calle del Castillo.
En seguida fue incorporado Ramón como aprendiz en la barbería, para que
empezara a ganarse el pan, y ahí empezó para él una carrera de peluquero que se
duraría cincuenta y dos años. Por eso, Ramón comentaba a menudo que “yo me
libré de ir a la tejera por los pelos”.
“Curiosu y moceru, pero formal”, como también solía decir él, Ramón no bebía, ni fumaba, no era mal hablado y le gustaba ir siempre limpio. A María Dolores Noriega Laso, Loli, la moza que se convertiría en su mujer, la conoció en 1946. Tenía ella catorce años, y él diecinueve. Loli vivía en el Cuetu, y su madre, Gloria Laso Gómez, de La Borbolla, hacía de apoderada de su cuñado José Díaz, un indiano adinerado establecido en Chihuahua (México), marido de Teodora Laso Gómez. En nombre de su hermano político, Gloria compró a los García Gavito (la familia de “los de la Tahona”) el edificio que había diseñado en los años 30 el arquitecto Joaquín Ortiz como clínica del doctor José María García Gavito, inaugurada en vísperas de la Guerra Civil.
Este espléndido inmueble de líneas racionalistas,
desgraciadamente demolido a finales de los 80 del siglo pasado, había sido instituto
de segunda enseñanza durante un breve tiempo, en plena posguerra, y José Díaz
lo convertiría en el glamuroso Hotel México. Pondría al frente de él a
Gertrudis Laso Gómez, hermana de la suegra de Ramón y esposa de José Noriega
Fernández, “Peroles”.
Ramón y Loli se casaron en la iglesia de Santa
María de Llanes y formarían una gran familia. Tuvieron seis hijos: José Ramón,
Antonio Manuel, María Dolores, Alicia, Roberto (que murió de crio) y Gema, así
como siete nietos y siete bisnietos.
Vocación de periodista
Desde muy joven, Ramón sintió la vocación de periodista y de investigador
y recopilador de datos sobre la pequeña historia local. Manolo “el Parru”, su hermano, que era muy
célebre, le llamaba “Matías Prats”. Como autodidacta escribió en su vieja
máquina Olimpia anécdotas, semblanzas de personajes y sabrosos episodios
vividos por él en el minúsculo y entrañable universo llanisco de antaño, que en
nada se parecía al Llanes actual. Colaboró con asiduidad en el semanario El Oriente de
Asturias, y su peluquería, al lado de la librería de Joaquina, era una
universidad popular y un foro en el que, entre aromas de Varon Dandy, fluía una
información sustancial sobre el pasado y el presente de Llanes. Fue también un
riguroso y entusiasta organizador de eventos deportivos (muchos de ellos
relacionados con el bolo palma y el ciclismo). Puso un listón muy alto (muy difícil de igualar hoy) cuando organizó con Caja de Ahorros de Asturias
y el Centro de Iniciativas y Turismo (a cuya directiva pertenecía) el I Cross
CIT “Oriente de Asturias”, en la Semana Santa de 1979. Una prueba de 8
kilómetros de recorrido, pionera y ejemplar en su diseño y ejecución, que tuvo notable
eco en los medios de comunicación asturianos y participación de los mejores
fondistas de la región.
El Padre Nuestro en xíriga
A Ramón le interesaba especialmente la xíriga (el lenguaje de los tejeros), a cuyo dedicó gran parte de su vida. En 1995 publicó por su cuenta, y con ayuda de algunos comerciantes y chigreros de Llanes, un Diccionario de Xíriga, que es hoy una útil y solicitada herramienta de apoyo para los estudiosos de la materia. También es autor de “Pequeñas historias de Llanes”, un libro entrañable de recopilación de artículos suyos publicados por El Oriente de Asturias, en el que vuelca con maestría y naturalidad abundantes evocaciones de su fecunda existencia. En su página final consta lo siguiente:
Se terminó de imprimir en los talleres de Grafinsa, en Oviedo, el 2 de febrero de 2015, Día de la Candelaria, en el que los tejeros llaniscos ajustaban el trabajo del año.
Cuando organicé en la Casa de Cultura durante diez años
(desde 2007 hasta 2016) el taller de Xíriga, dentro del programa de cursos
municipales, sería Ramón mi principal colaborador. Su diccionario resultaría
ser una herramienta fundamental en el aprendizaje de los alumnos, y Caja Rural
nos subvencionaría cuatro reediciones, corregidas y ampliadas con información
gráfica. Era digno de verse cómo recitábamos todos en las clases los textos y
la letra del himno de Asturias, el Padre Nuestro y la Salve, traducidos a
la xíriga por “el Parráu”.
Ramón ya no salía de casa, pero hasta hace unos pocos años le veíamos por la calle acompañado de su hija pequeña Gemina (una criatura inocente y angelical, que no puede valerse por sí misma), andando despacio los dos camino de las Malvinas, él siempre con la pena omnipresente por la muerte de sus hijos Mon y Toño y de Loli, su inseparable compañera de toda la vida, acaecida en un corto espacio de tiempo. Ramón, que sabía encajar los golpes con resignación cristiana y entereza de tamargo, estaba en todo momento pendiente de Gemina, quien por las noches no era capaz de dormirse si no llegaba él hasta su cama para cogerle sus manos y darle un beso en la frente.





Descanse en Paz.
ResponderEliminarTuve el honor de conocerle en los primeros años de la década de los 70.
Y a su hija Loli en los 90 a quién dedico especialmente mi sentimiento.