OPINIÓN
La
Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense fue inaugurada cuando el
edificio se hallaba todavía a medio construir. Su segunda y definitiva fase
constructiva no se concluyó hasta 1978, pero desde el principio aquel
contenedor ofrecería un estimulante ambiente de agitación intelectual. Quienes
lo estrenamos éramos los alumnos de primer curso de la tercera promoción de
Periodismo, un miércoles 23 de enero de 1974. Decenas de jóvenes, pertenecientes
al grupo B del turno de mañana, nos instalamos desde ese día en el aula 506. Entre
los compañeros de clase se contaban Antonio Palicio, de Morcín, Yolanda Serrano
Meana, de La Felguera, Daniel Vega, de Oviedo (fallecido en 2010), Enrique
Ortego (luego cronista deportivo de ABC y EL PAÍS), Pedro Piqueras (futuro presentador
de informativos en varias cadenas de televisión), Manuel de Ramón (que se
incorporaría en seguida al diario YA y luego a la redacción de Radio Nacional),
Pedro Rozas (avezado realizador de TVE), Juan Antonio Sacaluga (que habría de
ser jefe de información internacional de RNE), Carmen Villodres (editora de “La
Clave” de Balbín) y Lourdes Zuriaga.
En el
grupo A estaban otros dos llaniscos: Javier Menéndez Buergo, que trabajaría en
INFORMACIONES a las órdenes de Sebastián Auger, el último propietario del
rotativo; y Cándido Díaz Carrandi, nieto de María Quiroga Asueta, la popular guardiana
del paraíso playero del Sablón. En el curso siguiente, 1974-1975, llegarían más
alevines asturianos (Asturias ha sido siempre tierra pródiga en vocaciones
periodísticas), como Mario Bango, de Piedras Blancas, Carlos Cuesta Calleja, de
Pola de Laviana, y Daniel Serrano, de Bimenes, que compartían aula con las
madrileñas Ana Rosa Quintana y Nieves Herrero.
Con
una mirada de inocencia, una curiosidad sin límites y un tipómetro Gans en la
carpeta, aquellos jóvenes de entonces caminábamos hacia el futuro entre “grises”
apostados a caballo en la Ciudad Universitaria. Respirábamos la inminencia de una
profunda transformación de la historia. Leíamos todos los periódicos que caían
en nuestras manos. A lo largo de los cinco años de carrera comprábamos los
libros en la “Felipa”, calle de Libreros, con un 20 por ciento de descuento, e íbamos
sorbiendo la frenética actualidad de una España que era noticia en el mundo: la
muerte de Franco, los sucesos de Vitoria y Montejurra, el asesinato de los
abogados laboralistas, la dimisión de Arias Navarro, el nombramiento de Adolfo
Suárez como presidente del Gobierno, el “harakiri” de las Cortes franquistas, el
regreso de Carrillo, las primeras elecciones democráticas… Desde las entrañas de
un hábitat brutalista, hace ahora de eso cincuenta años, aspirábamos a ser
Woodward y Bernstein y quizá también a comportarnos como “afanosos desfacedores
de entuertos o fabricantes de sueños”, que diría el maestro Manuel F. Avello.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el martes 12 de noviembre de 2024).
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