A finales de los años 50 del siglo XX y, sobre todo, a
principios de la década de los 60, uno de los mayores acontecimientos sociales de
cada año en Llanes era la función teatral que organizaban en el Cinemar las monjas del Colegio de la
Divina Pastora.
El Coliseo local registraba siempre un lleno absoluto (600
localidades, entre el patio de butacas, el anfiteatro y el “gallinero”) para
ver en familia un original espectáculo que año, tras año, creaban las monjas. Allí
estaba todo Llanes. A las religiosaas no se les escapaba ningún detalle de la preparación de los espectáculos.
Previamente, los párvulos pasábamos meses de ensayo,
individualmente y en grupo, para cantar y saber movernos sobre el escenario.
Una de las hermanas, la madre Auxilio, pianista de impecable
formación, de un rigor técnico y artístico que trascendía a través de sus
gruesas gafas de culo de botella, nos ejercía en el libreto, y la madre Luz
Divina, guapa y siempre sonriente, lo supervisaba todo, por aquí y por allí.
Hacíamos de cocineros, de reclutas, de limpiabotas…, y, con
apenas seis, siete u ocho años de edad, probábamos la experiencia teatral, el
vértigo del espectáculo y la victoria sobre el miedo escénico que podían
provocarnos aquellos 1.200 ojos pendientes de nuestros movimientos y de cada
uno de nuestros gestos. Había que perder la inhibición, superar la timidez y
soltarnos en público con espontaneidad.
Fue, sin duda, una época gloriosa de aquel Llanes de cuento
de hadas, que era unas treinta veces más pequeño de lo que es ahora esta
incierta urbe.
Entre tantas cosas buenas como nos enseñaron las religiosas destaca
la afición a la música clásica, cuando nos ponían en el tocadiscos piezas de
Tchaikoski ("El cascanueces" era una de ellas) y de Mozart en el mes de mayo (que era el tiempo de las flores), mientras
recitaban poesías y rodeaban de algodones azules y blancos el pedestal de la
imagen de la Purísima. Allí estábamos Minín y Luisito (los de la Nestle), Pepín
y Tomás Elvira (los de la Casita), José Antonio Pintado, Juanma el de Chefi, los de la
Tienda Nueva (Tomás y Jose Fernández Buergo), los del Borinquen, Javier Ojeda, los hijos del Registrador, Tomy
el Cubano, los de Miralles el médico, Pepe Pedregal, mi hermano Juan Pedro y yo, entre otros muchos críos llaniscos.
Genín el de La Pilarica
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