sábado, 25 de julio de 2015

RULA DE LLANES: HISTORIA DE UN DESBARAJUSTE (I)

La Rula vieja, en la actualidad, "ahogada" por la pasarela.


Tres artículos: 


(1º)

La Rula de Llanes y sus guardianes
a
  • Patrimonio obliga a reponer en la fachada del emblemático edificio un cubículo del todo ajeno al proyecto original


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Tiene que ser terrible para el alma sensible de cualquier encargado del Patrimonio -un poeta, al fin y al cabo, entre los funcionarios que en el mundo son- informar en un expediente de la obligación de reponer un pegote que afea una de las obras arquitectónicas emblemáticas de Llanes. Se comprende que indeterminados guardianes del Patrimonio se agarren a la normativa vigente para justificar lo injustificable, pero su dictamen sobre la Rula -que tiene tanto de encorsetamiento burocrático como de empecinamiento de cortas miras- nos ha privado a los llaniscos (y por ende al arquitecto Joaquín Ortiz y a la arquitectura racionalista, en general) de recuperar el perfil original de una obra de arte.

El Ayuntamiento llanisco, no sé si con vistas a la colocación de la tan traída y llevada pasarela en el muelle interior, había ordenado derribar el cubículo añadido en los años 40 al edificio por la cofradía de pescadores para guardar allí la báscula. Así, por un momento vimos rescatadas en su plenitud las líneas racionalistas de la Rula, tal como la había concebido su autor, Joaquín Ortiz. Los que conocemos y admiramos la obra de Ortiz (y aprovechamos ahora a animar a los de Patrimonio a que se sumen a nuestro club de fans) nos alegramos de todo corazón. Se había recuperado una obra de arte en su fisonomía original. Pero nuestro gozo cayó de inmediato en un pozo. Vinieron los responsables de Patrimonio del Principado, insensibles a la intención estética de Ortiz, y acabaron abruptamente con nuestro sueño al ordenar reponer el antiestético y sin sentido cuerpo extraño del que creíamos habernos librado.
Durante los años 30, el hombre clave en la realización de las mejoras portuarias de Llanes y Ribadesella había sido el ingeniero José María Aguirre. Él fue el firmante de la memoria del “Proyecto de Lonja para la contratación del pescado en el puerto de Llanes”, fechada en Ribadesella, el 12 de septiembre de 1934 y depositada en el Archivo General del Principado de Asturias, en cuyos planos anexos no figura, desde luego, el apéndice en cuestión.

UN PEGOTE EN EL LEGADO DE UNO DE LOS PADRES DEL RACIONALISMO

Historiadores notables de la arquitectura asturiana, como José Ramón Alonso Pereira, Joaquín Aranda Iriarte y María Cruz Morales Saro (que ve en la Rula “una construcción derivada del ‘estilo barco’ que había impulsado Le Corbusier”), no dudan en atribuir la paternidad de esta obra a Joaquín Ortiz. El entonces arquitecto municipal de Llanes había concretado el proyecto de una nueva lonja en los primeros meses de 1931. “Representará el puente de un barco con su mástil de señales”, según revelaba el semanario “El Pueblo” en su edición de 21 de marzo de aquel año. El presupuesto estimado era de 50.000 pesetas. En esa misma época, su colega y amigo Manuel García Rodríguez estaba ultimando el proyecto de la lonja de Ribadesella.  
El de la Rula llanisca se retomó en 1935, en un momento en el que Ortiz ya no estaba en el Ayuntamiento, como consecuencia de su activa participación en la revolución de octubre. Las obras se financiarían con un préstamo blando de 20.000 pesetas al gremio de pescadores, conseguido por mediación del ingeniero de Caminos Gumersindo Gutiérrez de la Gándara para el comienzo de los trabajos. El nombre de Joaquín Ortiz García no figura en el proyecto retomado, y en su defecto José María Aguirre señala en la memoria la colaboración prestada por Manuel del Busto (arquitecto que había proyectado la sede del Centro Asturiano de La Habana y la casa “La Javariega” en Poo). Sin embargo, el arquitecto represaliado había sido su autor, y acabará siendo también el que lo lleve a ejecución en su fase final, tras la llegada al gobierno local del Frente Popular. El edificio fue inaugurado en abril de 1936.

Lo del pegote en el legado de uno de los padres del racionalismo arquitectónico vino después y ha regresado ahora absurdamente al precio de casi 30.000 euros, por mor de unos guardianes del patrimonio que han dejado pasar la oportunidad de recuperar la esencia de una obra artística sin igual. Paradojas de la vida y de la esforzada burocracia que nos ha regalado la Providencia.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el 28 de marzo de 2015)



(2º)

 Un error evitable y subsanable

a
  • Salvaguardar en su esencia el singular edificio racionalista exige derribar un elemento constructivo añadido

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Según se ha anunciado, la Oficina de Turismo de Llanes se trasladará en breve a la antigua Rula, con lo que se recuperará una de las construcciones emblemáticas de la villa de Ángel de la Moría. Cuando eso ocurra resultará aún más evidente la agresión visual del pegote sin valor artístico ni histórico, perceptible desde prácticamente cualquier ángulo de visión y clamorosamente irrespetuoso con el proyecto racionalista original, que la Consejería de Cultura del Principado de Asturias instó a reponer allí basándose en un desafortunado informe del Servicio de Patrimonio.


Pasan cosas muy raras en estos tiempos de desconcierto global, y una de ellas es esa decisión de la Consejería, empeñada en preservar a todo trance el vulgar añadido que distorsiona las líneas de uno de los edificios de más alto significado para los llaniscos. En vez de amparar la naturaleza de una obra arquitectónica singular, se ha enrocado con una obstinación que, en plena crisis económica, cuando hay que atender tantas necesidades sociales, ha venido a costar a los bolsillos de los vecinos de Llanes 30.000 euros. Sorprende, y mucho, el mutismo del Colegio de Arquitectos, que algo tendría que decir al respecto.
Presumiblemente, la polémica no se va a acallar hasta que se elimine de una vez el pegote en cuestión, que el Ayuntamiento de Llanes, con buen criterio, ya había quitado de en medio hace tan solo unos meses. Están en juego la defensa de los derechos de un municipio y la conservación de una obra de arte tal y como la concibió el arquitecto Joaquín Ortiz García, modernizador del perfil urbanístico de Llanes en los años de la Segunda República.

LA TREMENDA MOFA DEL "CUIDADOSO REMATE..."

En una imaginativa descripción del pegote, la encargada de Documentación Histórica de la Consejería de Cultura llegó a afirmar que se trataba de “un cuidadoso remate para que forme parte de una unidad de estilo con el resto del edificio” (1). Implícitamente, la funcionaria parecía atreverse así a enmendar la plana al autor del proyecto, culpable de una imperdonable ligereza al no haber previsto un “cuidadoso remate” semejante. Desconoce, la mujer, tres detalles esenciales en cuanto al cambio, meramente circunstancial y anecdótico, registrado en la morfología del edificio: primero, que fue Vicente Cotera García (alcalde de Llanes y jefe local del Movimiento entre 1940 y 1947) quien autorizó la construcción de un pequeño anexo, dos o tres años después de finalizada la contienda civil, para guardar en él la báscula de la Rula; segundo: que ese elemento constructivo se derribó a finales de los años 80 a iniciativa de la cofradía de pescadores, que ya no veía en él utilidad alguna; y tercero: que fue repuesto en 1991 para instalar un congelador al servicio de la lonja. (José Luis Batalla, el arquitecto que proyectó y dirigió aquella obra, para la que estaba consignada una subvención de 1.600.000 pesetas, manifestaba el otro día que había sido para él “una decepción que se volviera a reconstruir, pues sin ese añadido la vieja Rula lucía en todo su esplendor”).
La Consejería de Cultura, causante del perjuicio actual, se habría ahorrado el mal trago de la tan discutida y discutible orden de obligar al Ayuntamiento a rehacer el cubículo si, simplemente, se hubiera molestado en echar una hojeada a los planos de la Rula que obran en poder del Archivo General del Principado, a los que nos referíamos en el artículo “La Rula de Llanes y sus guardianes”, publicado en estas páginas el 28 de marzo.

Cabe suponer el bochorno y la perplejidad que habría producido todo este pintoresco entuerto en el discreto Joaquín Ortiz. Por él y por su obra, por el respeto debido al patrimonio arquitectónico llanisco y al arte en general, hay que derribar definitivamente el polémico apéndice. La orden dictada desde Oviedo fue un error, evitable antes y subsanable ahora. 

(LA NUEVA ESPAÑA, 9 de julio de 2015)



(3º)

Rula guapa y humillada
a
  • Las desafortunadas acciones del Principado que afean un edificio emblemático de la villa llanisca

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Los llaniscos, últimamente, no hemos tenido suerte con dos áreas del Principado. El año pasado, la Consejería de Cultura, haciendo caso omiso de las explicaciones que le dio, en nombre del Ayuntamiento de Llanes, la arquitecta María López Castro, directora del proyecto de adecuación de la Rula para oficina de turismo, abortó la esperanza de que la antigua lonja del pescado recuperase, por fin, su esplendorosa fisonomía original. López Castro defendía con toda lógica la eliminación de un volumen construido en uno de sus laterales (puesto allí inicialmente en los años 40, demolido luego en los 80 y vuelto a poner en 1991), para lograr la adecuada interpretación histórica y arquitectónica del edificio, uno de los ejemplos más admirables del racionalismo arquitectónico. Respetar y preservar el inmueble tal y como lo había concebido su autor (Joaquín Ortiz) en los años 30 requería derribar ese cuerpo extraño, y se derribó, en efecto, por una oportuna orden de la Corporación llanisca. El desbarajuste empezó cuando la Consejería, sin atender a razones, ordenó, a su vez, la reposición del apéndice (aún chirrían las osadas palabras de la encargada de Documentación Histórica, que calificaba la construcción añadida como “un cuidadoso remate para que forme parte de una unidad de estilo con el resto del edificio”). Frente a los razonamientos de López Castro, el Consejo de Patrimonio Cultural de Asturias se agarró al hecho de que el pegote formaba parte del Inventario del Patrimonio Arquitectónico. Ahí se atrincheró con uñas y dientes la Consejería, olvidando que un inventario no es la perfección absoluta. ¿Acaso la relación de bienes inventariados no es susceptible de modificarse o corregirse cuando se trata de rescatar la autenticidad de una obra de arte?

El mal fario, que no cesa, también ha venido a cebarse por obra y gracia de la Dirección General de Puertos, responsable, en última instancia, de la ubicación de la polémica pasarela junto a la Rula (el peor sitio posible, el que menos necesidades resuelve, según la opinión de muchos vecinos). Ese organismo de la Administración regional ya estuvo a punto de darnos un buen susto hace unos años, con motivo de los trabajos de remodelación del puerto interior para destinarlo a embarcaciones deportivas: un técnico con alta responsabilidad en la Consejería de Fomento llegó a barajar entonces la posibilidad de eliminar la obra de Ortiz, al considerarla un estorbo. Esto, que no trascendió en los medios de comunicación ni se reflejó en el proyecto de obras, nos lo ha revelado un ex presidente del Club Marítimo.

EL NO SABER CUIDAR LAS COSAS...

En los países civilizados, que saben cuidar el patrimonio cultural, la intervención sobre un equipamiento con la visibilidad y la centralidad del que nos ocupa no habría ofrecido duda alguna: se habría dejado exento y se le habría devuelto su aspecto primigenio, liberándolo de añadidos contra natura. Una de las particularidades de la vieja Rula es, precisamente, su condición de obra aislada y ajena al entorno. Rafael Moneo, que siempre se preocupa por la “reflexión intelectual” que hay detrás de la buena arquitectura, podría dar muchas explicaciones sobre el ‘estilo barco’ (en la línea de Le Corbusier) del edificio de Ortiz, que, contemplado desde el Puente, semeja estar anclado en el umbral de salida a la mar. Moneo (al que tuve el honor de entregar personalmente mi libro “Joaquín Ortiz, un arquitecto racionalista”) ha comentado en alguna ocasión la escasez que hay de edificios exentos: “Es difícil que una construcción encuentre una soledad radical, puesto que todas ellas, en el fondo, son parte de un legado, de todo lo que los hombres han construido a lo largo de la historia”, ha dicho.

Pues bien, en Llanes tenemos en la Rula uno de esos valiosos y escasos edificios exentos que contribuyen al decoro de las ciudades. Habría que haber sabido cuidarla mejor. Por el contrario, nos la han encorsetado, maniatado y afeado con el doble impacto visual del muñón de la pasarela y el malhadado cubículo anexo. Tenemos una Rula guapa, pero humillada. 

(LA NUEVA ESPAÑA, 27 de octubre de 2015)


Lonja proyectada por Joaquín Ortiz en los años 30.



UNA DECEPCIÓN...

El anexo de la polémica fue levantado en 1991 para servir de congelador a la cofradía de pescadores. Siguiendo las directrices de composición del singular y hermoso edificio original realicé el proyecto para su construcción y dirigí la obra del mismo. He de confesar que fue para mí una decepción que se volviera a reconstruir, pues sin él la vieja Rula, hoy casi rehabilitada, lucía en todo su esplendor”.

(José Luis Batalla Bustillo, arquitecto, 29 de marzo 2015)


El arquitecto Joaquín Ortiz García (1899-1983).
(Archivo de Higinio del Río).
Rafael Moneo recibe de Higinio del Río el libro "Joaquín Ortiz, un arquitector racionalista", en el transcurso  del I Foro de la Cultura, celebrado en Burgos en 2015.

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