OPINIÓN
OPINIÓN
Teatro donde menos se espera
La antigua tienda de Pilar Pérez Bernot en Llanes, insólito espacio para la representación de un monólogo teatral
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
Cuando se dice que la vida es una comedia se está constatando una
realidad. En Llanes lo sabemos bien. Las escenificaciones teatrales que nos es
dado contemplar a diario no son necesariamente producto de una ficción ni
tienen lugar siempre sobre un escenario. Lo de Miguelín Purón, por ejemplo: cuando
este legendario jugador de bolos de Noriega, llegaba a un chigre, solía crear
una atmósfera de espectáculo, de comicidad espontánea y de arte improvisado y
expectante. “Ponme un vasu”, dijo un día con cierto apresuramiento, mientras se
introducía, sin más protocolo, en el retrete. “Es él últimu que te sirvo,
Miguelín, que ya es muchu lo que debes, así que mira a ver”, advertió la
chigrera desde su puesto de combate. Y la voz de Miguelín se oyó entonces con
sordina a través de la cortina que tapaba el excusado: “Tengo un asuntu entre
manos que, como me salga bien, el primer agujeru que tapo es el tuyu”.
Género chico, vodeviles y sainetes por doquier. La realidad cotidiana
(y no hablo solo de la realidad política) tiene mucho de circo, y uno recuerda
aquellos martes de mercado, cuando a última hora de la mañana entraba en “La
Pilarica” alguna apurada paisanina a comprar un cuarto de café, y comentaba: “Voy
con la lengua fuera a coger la línea. Hoy no tuvi tiempo ni pa mear”, y
escribía así, sin saberlo, una página costumbrista de Eladio Verde.
El comercio de comestibles que tuvo Pilar Pérez Bernot en la calle
Mayor, ha quedado para siempre en la memoria de Llanes. Estrechina y larga
(como la calle de la que habla la canción del Bando de la Magdalena) y de
reducidas dimensiones, la acreditada tienda, abierta desde 1948 hasta 1989,
pionera en la promoción de productos típicos del Concejo, sería hoy el último
lugar de la villa que se pudiera concebir como espacio escénico.
El microteatro, sin embargo, que se adapta a todos los rincones de
la existencia como esas plantas que logran nacer y crecer entre las grietas de
las rocas, se hizo el otro día milagrosamente presente sobre el suelo de piedra
del antiguo comercio de la inolvidable Pilar. “La alterada vida de Vincent
Price” es el título del monólogo teatral representado allí al final del verano
pasado. Con guión y narración de José Luis Rodríguez de la Flor, las peripecias
de Vincent Price, reflejo de la zozobra y de la deriva ciega e imprevisible del
mundo actual, se mostraron con sabor dulce y amargo a veinte personas (todo lo
que podía dar el aforo). Sobre una banqueta y bajo un sugerente chorro de luz, el
protagonista se convertía en un narrador ambulante, que recorría bares, centros
culturales y chiringuitos y luchaba a duras penas por mantener la dignidad de su
vocación artística y sobrevivir. Sobrevivir. Era un náufrago agarrado al clavo
de un programa municipal de ayuda y reinserción de artistas del montón, a los
que se daba cursos de formación en técnicas para entretener al público en
directo: tele-transportación, magia de lejos, mentalismo de cerca... Mucho
cuento chino. Mucho humo. Mucho reciclaje vano en la búsqueda del sentido de la
vida y de la supervivencia.
José Luis Rodríguez de la Flor, periodista vinculado a la gestión
cultural en Madrid, conoce el percal y logra que la obra resulte verosímil. Con
tintes de Fellini (del neorrealismo de “La strada” y de “Las noches de Cabiria”),
el monólogo fue un sublime homenaje al fracaso y marcó probablemente un hito en
Llanes. Por añadidura, sirvió para poner fin a la corta pero intensa etapa del
local de alquiler de bicicletas “Torimbia Ocio Natural”, inaugurado por Ramón Rayón
en 2013, que había venido a insuflar nueva vida a lo que fue “La Pilarica”.
Vida y, ahora, teatro, que al fin y al cabo es lo mismo.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 1 de noviembre de 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario