miércoles, 4 de febrero de 2015

JUAN SIEGENTHALER, EL POLICÍA SUIZO QUE AYUDABA A LOS EMIGRANTES LLANISCOS



OPINIÓN

JUAN SIEGENTHALER, UN AMIGO DE ASTURIAS


El policía al que los asturianos emigrados a Suiza consideraban como su ángel de la guarda



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Los senegaleses del top manta no están teniendo en la España del Gran Hermano la misma buena suerte que tuvieron los asturianos emigrados a Suiza entre los años 60 y 90 del siglo XX. Por aquel entonces había en Berna un funcionario de policía que estaba dispuesto siempre a resolver papeletas y echar cables al prójimo. Se llamaba Johannes Siegenthaler, pero nuestros paisanos le llamaban Juan, a secas (y “Juanito” le llamaba su padre, que había venido a trabajar a Cantabria, donde Siegenthaler pasaría buena parte de su infancia). 


Tenía su despacho en la Predigergasse 5, sede de la jefatura de la Fremdenpolizei (policía de Inmigración o de Extranjería), y hasta allí acudían los españoles a renovar el permiso de trabajo y a cumplir los trámites burocráticos. Siempre eran bien recibidos. Siegenthaler se mostraba eficiente y servicial con todos. Los aconsejaba, los orientaba, los informaba, hacía de traductor, les ayudaba a rellenar los formularios e, incluso, llegada la ocasión, echaba oportunos capotes para evitar males mayores (como aquella vez que medió para evitar que un joven de Cue, un tanto dado a borracheras y pendencias, fuera facturado para España sin remisión por las autoridades helvéticas). Era el único agente de su departamento que hablaba castellano y no tardaría en ascender a la jefatura de la Fremdenpolizei.

Conocí a Juan a finales del verano de 1998. Me lo presentó Luis Díaz Gutiérrez -el inolvidable empresario hostelero de Riocaliente, fallecido en 2007- en una cena en el hotel Miraolas. Gracias a Luis ya tenía yo alguna referencia puntual de aquel ángel de la guarda de casi dos metros de altura. Juan pasaba todos los años sus vacaciones en el Miraolas, y en ocasiones le acompañaban compañeros de la policía de Berna, atraídos por la propaganda turística que hacía él. 

En aquella sobremesa con Luis Díaz mencioné a Juan mis investigaciones acerca de Melf Diddens, un holandés que había puesto en marcha la fábrica de quesos y mantecas Sadi, la industria más relevante que tuvo Llanes. Le dije que Diddens había abandonado el concejo llanisco prácticamente arruinado, en 1963, y que se había establecido con su esposa, Martha Tschannen, en el cantón de Berna. “No sé qué habrá sido de ellos, y todavía ignoro el sitio y la fecha exacta de su nacimiento”, añadí. Siegenthaler prestó mucha atención a lo que yo le comentaba, y escribió unas notas. Tres meses después, el día de mi santo, precisamente, vino a verme un matrimonio de Balmori que había pasado media vida en Suiza: Nardo Sánchez y Amelia Pérez. Traían un sobre remitido por Juan Siegenthaler. Lo abrí como si se tratara de un regalo inesperado y hallé las fotocopias de las fichas de ciudadanía de la familia Diddens, con nombres y filiaciones, fechas y lugares de nacimiento y fallecimiento, domicilios y trabajos. Ni más ni menos, lo que yo necesitaba para redondear la biografía del fundador de la Sadi. 

No volví a ver más a Juan Siegenthaler, pero esta semana nos hemos enterado de su repentina muerte, en pleno disfrute de su retiro en su casa con jardín, a las afueras de Berna: simplemente, aquel hombre, que parecía un castillo, sucumbió a los efectos de la picadura de una minúscula garrapata. Como en un cuento cruel e ilógico de Lovecraft. Y se fue sin que todavía nadie hubiera reconocido públicamente aquí sus méritos. 

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 27 de marzo de 2010). 
















NOTA:

Este artículo sería descaradamente plagiado, en su mayor parte y sin citar en ningún momento a su autor, por un tal Ignacio Pulido en una crónica publicada en LA NUEVA ESPAÑA el 29 de abril de 2010, titulada "Johannes Siegenthaler, el ángel de Berna".