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Luis Dosal, "El Pierce", a la derecha de la imagen, en el Bar "La Gloria", de Llanes (sobre 1954). |
Artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA (17 febrero 2015)
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Luis Dosal, "El Pierce", a la derecha de la imagen, en el Bar "La Gloria", de Llanes (sobre 1954). |
JUAN SIEGENTHALER, UN AMIGO DE ASTURIAS
El policía al que los asturianos emigrados a Suiza consideraban como su ángel de la guarda
Tenía su despacho en
Conocí a Juan a finales del verano de
1998. Me lo presentó Luis Díaz Gutiérrez -el inolvidable empresario hostelero
de Riocaliente, fallecido en 2007- en una cena en el hotel Miraolas. Gracias a
Luis ya tenía yo alguna referencia puntual de aquel ángel de la guarda de casi
dos metros de altura. Juan pasaba todos los años sus vacaciones en el Miraolas,
y en ocasiones le acompañaban compañeros de la policía de Berna, atraídos por
la propaganda turística que hacía él.
En aquella sobremesa con Luis Díaz
mencioné a Juan mis investigaciones acerca de Melf Diddens, un holandés que
había puesto en marcha la fábrica de quesos y mantecas Sadi, la industria más
relevante que tuvo Llanes. Le dije que Diddens había abandonado el concejo
llanisco prácticamente arruinado, en 1963, y que se había establecido con su
esposa, Martha Tschannen, en el cantón de Berna. “No sé qué habrá sido de
ellos, y todavía ignoro el sitio y la fecha exacta de su nacimiento”, añadí.
Siegenthaler prestó mucha atención a lo que yo le comentaba, y escribió unas
notas. Tres meses después, el día de mi santo, precisamente, vino a verme un
matrimonio de Balmori que había pasado media vida en Suiza: Nardo Sánchez y
Amelia Pérez. Traían un sobre remitido por Juan Siegenthaler. Lo abrí como si se
tratara de un regalo inesperado y hallé las fotocopias de las fichas de
ciudadanía de la familia Diddens, con nombres y filiaciones, fechas y lugares
de nacimiento y fallecimiento, domicilios y trabajos. Ni más ni menos, lo que
yo necesitaba para redondear la biografía del fundador de
No volví a ver más a Juan
Siegenthaler, pero esta semana nos hemos enterado de su repentina muerte, en
pleno disfrute de su retiro en su casa con jardín, a las afueras de Berna:
simplemente, aquel hombre, que parecía un castillo, sucumbió a los efectos de
la picadura de una minúscula garrapata. Como en un cuento cruel e ilógico de
Lovecraft. Y se fue sin que todavía nadie hubiera reconocido públicamente aquí
sus méritos.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 27 de marzo de 2010).