OPINIÓN
"Margen" de confianza
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
Cambió mucho el teatro desde las temporadas estivales de los años sesenta y setenta, en las que desfilaban por el “Cinemar” compañías madrileñas cargadas de vodeviles. Lo que nos llegaba entonces a los llaniscos era una “tourné por provincias” que respondía sólo a criterios de rentabilidad económica. Aquellas comedias de cuernos y saltos de cama dejaron de circular en cuanto la empresa del local decidió plegar velas. A cambio, unos pocos años después, se fue abriendo paso una oferta de teatro con más sustancia, fruto de la acción conjunta del Principado y los Ayuntamientos democráticos, hasta el punto de que hoy -como acaba de señalar la directora del Instituto del Teatro y de las Artes Escénicas, Julia Martín- “la Administración es el único cliente del teatro en toda España porque el teatro privado no existe”.
En la nueva situación no faltaron ni faltan en
Asturias compañías serias y comprometidas. “Margen”, que conmemora ahora
felizmente el veinticinco aniversario de su fundación, es una de ellas. De la
profesionalidad de este grupo ovetense, que dirige Arturo Castro, venimos
disfrutando en el oriente de la región desde hace trece años, por lo menos. En
el recorrido de un cuarto de siglo, su carro de cómicos ha sabido trasladar a
una región alejada de Madrid y Barcelona la intensidad de la escena berlinesa
de los años 20, con Brecht, Piscator y Reinhardt como referencias, y aportar
siempre una saludable consistencia a las propuestas escénicas de los municipios
que contratan sus servicios. A Llanes fueron llegando desde 1990 montajes a
cual mejor, muchos de ellos con la participación del añorado actor Ceferino
Cancio: “Ahola no es de leil”, “La noche que no llegó el viento” (del
dramaturgo asturiano Javier Villanueva), “Toreros, majas y otras zarandajas”,
“¡Olé!”, “Gran Viuda Negra”, “¡War!”, “Molière ensaya `Escuela de mujeres`”, “La Regenta en el recuerdo”,
“Hamlet”...
Dedicarse al teatro nunca tuvo tanto mérito como
lo tiene en la actualidad. Es un ejercicio de apostolado en medio de una jungla
desquiciada. Hay mucho en contra. El público prefiere los cuentos cortos, los
largometrajes con escaso diálogo, las revistas llenas de fotos y los libros muy
lejos (o, en todo caso, muy delgados). Interesa más la cohetería de los efectos
especiales que recrearse en la anchura y en la profundidad de una obra de arte.
Cualquier universitario conoce al dedillo media docena de películas de
Almodóvar, pero probablemente sería incapaz de decir el nombre del autor de
“Esperando a Godot”. A nadie debe extrañar, pues, que el cine y la televisión
se estén comiendo al teatro, como denunció Arthur Miller en una rueda de prensa
previa a la entrega de los Premios “Príncipe de Asturias”.
Nos luciría el pelo si, frente a las dentelladas
de la industria de Hollywood y a la pestilencia de las cadenas privadas de
televisión, la gente de la farándula -que bendita sea- se diese por vencida.
Aun teniendo que reinventar a cada paso un pretexto de adaptación a los tiempos
que corren, el mundo de la escena sobrevive, y eso es lo importante. La
dignidad del teatro nos dignifica, igual que la basura televisiva nos enmierda.
Por eso el cumpleaños de “Margen” viene a ser un símbolo de resistencia y de
esperanza y una fiesta que todos los asturianos deberíamos celebrar como cosa
propia.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el martes 17 de diciembre de 2002).
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el martes 17 de diciembre de 2002).
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