Dentro del programa conmemorativo
del MILENARIO DEL MONASTERIO DE SAN SALVADOR DE CELORIO, organizado por la Casa
Municipal de Cultura de Llanes, la compañía profesional Teatro del Cuervo, que
dirige Sergio Gayol, estrenó en la Iglesia de San Salvador de la localidad
celoriana, en agosto de 2017, el auto sacramental: "DIÁLOGO ENTRE EL AMOR
Y UN VIEJO", de Rodrigo de Cota (1450-1504), en medio de una gran
expectación. Hubo un lleno absoluto y la presentación, en medio de un ambiente
de penumbra y de cierto sobrecogimiento, corrió a cargo del párroco, Domingo
González Álvarez.
La obra fue seleccionada y preparada ex profeso para la conmemoración
del milenario del monasterio celoriano.
Escrita en octosílabos, representa una controversia
entre dos personajes (una de las muchas disputas en las que abunda la
literatura medieval) y el vencimiento del Viejo por el Amor, con el
consiguiente descalabro dramático.
El autor, Rodrigo de Cota (Toledo, 1450-1504) vivió en
la segunda mitad del siglo XV y fue judío converso. Es conocido por su
"Diálogo entre el Amor y un Viejo", pero también se le atribuye el
"Diálogo entre el Amor, el viejo y la hermosa". Se le considera
también autor de las "Coplas de Mingo Revulgo", de "Las Coplas
del Provincial" y del primer acto de la obra cumbre de Fernando de Rojas:
"La Celestina".
Los autos sacramentales eran en
su origen una representación teatral medieval, tanto de índole religiosa como
profana. En la Edad Media recibían también la denominación de misterios o
moralidades, sobre todo cuando trataban el tema religioso.
Se nutrían, en general, de episodios bíblicos, misterios de la religión o
conflictos de orden moral y teológico y se representaban en los templos o
pórticos de las iglesias.
Desde la segunda mitad del siglo XVI empezaron a llamarse autos sacramentales y
fueron haciéndose cada vez menos narrativos, intensificando sus contenidos
doctrinales y alegóricos, hasta que autores como Pedro Calderón de la Barca les
dieron su forma definitiva en el siglo XVII.
Los autos sacramentales fueron prohibidos en 1765.
Auto sacramental en Celorio
Un espectáculo teatral del siglo XV, en el milenario del Monasterio de San Salvador
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
Entre las
paredes de la iglesia de Celorio, construidas para un viaje largo en el tiempo,
como las de las pirámides de Egipto, se mueve como pez en el agua el párroco,
Domingo González Álvarez (Cangas del Nancea, 1947). Con el temple del fogonero
de un trasatlántico, este cura caldea sermones sin paja desde una vehemencia
contenida y didáctica. Posee carisma y es capaz de mover Roma con Santiago para
mantener en buen estado el colosal patrimonio histórico y artístico que custodia
desde hace casi treinta años. Don Domingo, que tiene algo de cicerone de museo,
es el principal impulsor de la celebración en 2017 de un cumpleaños extraordinario:
los mil años del monasterio de San Salvador.
Celorio no es
sólo un destino turístico de primer orden. En su litoral se distingue aún, por
encima de las playas, una escenografía que empezó a tomar forma en el siglo XII,
cuando los esposos don Alfonso Suárez y doña Cristilde fundaron el cenobio
benedictino, que, además de cumplir una función religiosa, sería un centro de
explotación y producción agraria, y actuaría como factor determinante de
integración para la población campesina. El milenario del monasterio ha sido
celebrado ahora por el Ayuntamiento llanisco con varios actos culturales. Hubo
un ciclo de conciertos (góspel africano, orquestas sinfónicas y de cámara, dúos
y solistas), conferencias de profesores de la Universidad de Oviedo (“Celorio
en el contexto de la tierra de Aguilar”, por Javier Fernández Conde, y
“Arquitectura y arte medieval en torno a San Salvador”, por Isabel Ruiz de la
Peña) y una representación teatral dentro de la misma iglesia, debajo de cuyo
suelo azulejado, como suele recordar don Domingo, permanecen restos de
enterramientos de monjes.
La compañía El
Cuervo, que dirige Sergio Gayol, preparó para la ocasión, ex profeso, el
“Diálogo entre el Amor y un viejo”, un auto sacramental envuelto en una
visualidad y una puesta en escena absolutamente fuera de lo habitual. (Desde
luego, no todos los párrocos se habrían atrevido a esto). ¿Cuánto tiempo hacía
que no se representaba aquí un auto sacramental? ¿Cuatrocientos años?
¿Trescientos, quizás …? En todo caso siglos, porque estas obras de teatro
religioso fueron prohibidas en 1765.
Cara al pasillo
central, tres filas a cada lado, se colocaron los bancos al modo del Parlamento
inglés, delimitando un espacio rectangular sobre el que se consiguió crear una
sugerente atmósfera a base de efectos sincronizados de luces débiles y niebla
artificial. Se patentizaba así la carga alegórica de los autos sacramentales, en
su momento representados generalmente el día del Corpus en los templos o
pórticos de las iglesias, y en los que se barajaban episodios bíblicos y líos
de orden moral y teológico.
El “Diálogo”,
escrito por el judío converso toledano Rodrigo de Cota (1450-1504), a quien se
atribuye la autoría de una parte de La Celestina, desarrolla un pulso dramático
entre dos personajes: por un lado, el Amor, representado por una joven, y por
otro, un anciano cansado de vivir. En ese cara a cara, la muchacha intentará,
con un discurso engañoso, convencer al hombre de que no está acabado y de que
aún hay tiempo para enamorarse. El viejo, que se sabe ya fuera de todo eso, intuye
la trampa del Amor, esquiva en principio a la muchacha y se resiste a dejarse
embaucar, pero acabará sucumbiendo a la seducción, sometido y burlado. Una controvertida
dialéctica, la que urde Rodrigo de Cota sobre misterios y moralidades, que sigue
hoy igual de vigente que hace mil años.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 23 de septiembre de 2017)