Nacido
en Fürth, Baviera, hijo de padres judíos, Heinz Alfred Kissinger Stern había
empezado de crío a patear un balón en las instalaciones de la sociedad deportiva
hebrea Bar Kochba de Núremberg. Llegó a jugar luego con los juveniles del club
local de fútbol Spielvereinigung Fürth, de primera división. La judería de
Fürth, consolidada ya en el siglo XVI, contaba con hospital propio desde 1653 y
era un paradigma de asimilación. En tiempos de la República de Weimar su
población representaba la cuarta parte del censo de la localidad.
Todo dio
un vuelco trágico a partir de la llegada de Hitler a la cancillería en 1933. En
la “Noche de los cristales rotos” (9 de noviembre de 1938), inicio de la Shoah,
los ataques perpetrados en Fürth contra familias y propiedades judías quedarán
reflejados en un reportaje gráfico -uno de los más amplios que se conserva de
aquellos hechos- realizado por fotógrafos que acompañaron a las SA durante el
pogromo. Hacía tres meses que los Kissinger habían emigrado a Estados Unidos. Heinz,
que tenía quince años, no regresaría a Alemania hasta la derrota del Tercer
Reich. Lo haría formando parte de la sección de Inteligencia Militar de una
división norteamericana y actuaría como traductor en interrogatorios a agentes
de la Gestapo.
Aquel
joven estudiaría después en Harvard, se afiliaría al Partido Republicano y rediseñaría
el orden internacional, pero siempre con el balompié metido en la cabeza. En
los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX nadie promocionaría el
fútbol tanto como él. Cuando se retiró de la primera línea política influyó
decisivamente en el fichaje de Pelé y Beckenbauer por el Cosmos de Nueva York y
consiguió que Estados Unidos organizara el campeonato mundial de 1994. Su gran
triunfo.
Una
exposición sobre la presencia judía en la historia del fútbol alemán,
organizada en Fürth coincidiendo con el Mundial de Alemania (2006), rendiría
homenaje a Kissinger con un original y elocuente golpe de efecto. La muestra se
titulaba “Kick it like Kissinger” (“Patéala como Kissinger”), y entre los
contenidos se recogía la memoria de hombres como Walther Bensemann (1873-1934),
jugador, creador de clubes y fundador en 1920 de la famosa publicación
deportiva “Kicker” (que sigue siendo la principal de Alemania en su género); el
austriaco Hugo Meisl (1881-1937), jugador, entrenador y audaz pionero de la
profesionalización del fútbol, y el mítico goleador Julius Hirsch (1892-1945), víctima
de los nazis en el campo de exterminio de Auschwitz.
El ex
mandatario, que nunca fue jurado de los Premios Príncipe de Asturias, acudiría
a Oviedo a finales de 1993 para dar en el Teatro Campoamor una conferencia
sobre política internacional. Visitó la redacción de LA NUEVA ESPAÑA y fue invitado a almorzar en
la primera planta del edificio de la calle Calvo Sotelo 7. Durante la
sobremesa, Melchor F. Díaz, director entonces del periódico, sacó a colación el
tema del fútbol, y Henry Kissinger se explayó a gusto. “Tenía un vozarrón
tremendo”, recuerda hoy el periodista de El Entrego.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el viernes 26 de enero de 2024).