(Foto: Higinio del Río, 1994). |
Eulogio Cue Inés
(1916-1995)
UNA VIDA CON LOGÍN
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
A los ocho años, Eulogio Cue Inés (“Logio el Chulu”), hacía de lazarillo de su
padre, que perdió la vista en la mar. Poco después empezó a trabajar como
marinero. La primera lancha en la que embarcó fue “La Troya ”, en 1926. Era un
chavalín de diez años.
Trabajó en “La
Tienda Nueva ” y de peón con su tío “el Niñu”, y más tarde
repartió carbón por las casas. Le daban dos pesetas por llevar sacos de
cincuenta kilos. Cuando no salían a la mar descargaba trenes. A su lado murió
reventado alguno de sus compañeros. También fue sereno en el paseo de San
Pedro, cuidando la fila de chalets que hizo Peláez Cebrián.
De joven,
Logio pasó alguna vez hasta tres y cuatro días sin llevarse a la boca ni un
triste mendrugo de pan. Era todo pura miseria para los pescadores, que no
tenían más remedio que pedir empréstitos a Ramón Miranda, a Saro y a Llerandi. Contraían deudas de hasta quince mil pesetas en los años treinta y cuarenta, y todavía
deben quedar pendientes algunos pufos.
Anduvo enrolado en casi todas las lanchas de Llanes: la
“Socorro número uno”, “Virgen María”, “El Orinoco”, “Virgen del Rosario”, “Rita
García”, “San Pedro”, “Migarrena” y “La Castaña ”, junto a tripulantes como Juanillo (Juan
Toribio Goti Parás, el padre de Chucha la churrera), Tintán y Daniel
“Sacafuegu”.
A los
llaniscos, durante mucho tiempo, no nos era posible concebir la figura de Logio
sin la de su hijo pequeño, Logín, que había nacido con una minusvalía psíquica.
Siempre iban juntos y estaban incorporados plenamente al paisaje urbano más
humano. Paraban mucho en el puente, en cordial plática con unos y con otros, y
les gustaba sobremanera ir a ver las películas de vaqueros que echaban en el
Benavente o en el Cinemar. “Logín liaba
los cigarros como nadie”, dice el Chulu, y se le aguan los ojos. Por
circunstancias de la vida, Logio se tuvo que quedar con él cuando el crío tenía
cuatro años. A partir de ahí hizo de padre y de madre. Le lavaba y le peinaba;
le enseñó a hacer aparejos, “y el probín
no se cansaba nunca. ¿Estás cansau, Logín? ¿Quiés que lo dejemos
un pocu?”, le decía el Chulu a su
hijo. “No; tú tira p’ alante, Eulogio”,
le contestaba Logín sin levantar la vista de la faena.
Logín
siempre llamó a su padre “Eulogio”, nunca papá o padre. Tan sólo el día de su
muerte, postrado en la cama de un hospital y casi sin fuerzas, le susurró: “Papá, sácame de aquí”.
Logio está
ahora en la residencia “Faustino Sobrino”, y se acuerda más que nunca de las
palabras de Logín: “Tú tira p’alante,
Eulogio”. Anda estos días algo fastidiado por culpa de una gripe que le
impide cerner por la villa como él quisiera y seguir más de cerca las obras del
nuevo puerto de Llanes, que él supervisa y comenta con criterios sobrados de
sentido común desde el paseo de San Antón, como un general dirigiendo una
batalla.
(Resumen de un artículo publicado en el semanario EL ORIENTE DE ASTURIAS el 5 de mayo de 1995).