sábado, 22 de agosto de 2020

FERNANDO DELGADO: IMPRONTA DE UN FERRETERO ASTURIANO EN EL COLECCIONISMO NUMISMÁTICO


El edificio de "Las 7 puertas", a la entrada de
la calle Mayor de Llanes (1892). 
                           
                           
José Antonio Requejo (de "Numismática Requejo" de Gijón) conserva una moneda mandada acuñar por el comerciante llanisco en honor de Alfonso XIII



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

En 1900, Fernando Delgado (fundador en Llanes de una acreditada dinastía de comerciantes) había entrado como dependiente en el negocio de hierros, ferretería y saneamiento abierto aquel año por Luciano Rodríguez Pérez Sobrado (padre de Ramón Sobrado) en la calle Nueva. El comercio estaba constituido por un conjunto de tres locales, en los números 6, 10 y 16 (dos almacenes y la tienda, propiamente dicha) de la calle que sería rebautizada como Gutiérrez de la Gándara. 


Años después, Delgado, que tenía como compañero de trabajo a  Manuel Caldevilla, cuñado de Luciano, se establecería por cuenta propia. Lo haría en la década de los 20, alquilando lo que había sido el establecimiento de comestibles “Las 7 puertas”, en la planta baja de un espléndido edificio levantado en 1892 a la entrada de la calle Mayor. Justo al lado de donde había estado la “Puerta de Villa”.
En 1931, Fernando Delgado formó parte, desde el primer momento, de la Asociación de Comerciantes y Servicios (ACI), una institución que representó un motor económico local, con innovadoras ideas de promoción turística durante el período republicano. 
Hoy, la Ferretería Delgado continúa abierta, si bien con otro formato, dedicada a artículos de regalo y de decoración y regentada por Fernando Delgado Caldevilla, nieto del fundador. 

De la trayectoria comercial de Fernando Delgado hemos descubierto un revelador detalle que ignorábamos. Ayer mismo, y gracias a José Antonio Requejo, dueño del establecimiento “Numismática & Coleccionismo Requejo” de Gijón (en la calle Alfonso I, número 14), nos hemos enterado de que el antiguo empleado de Luciano Rodríguez Pérez Sobrado tuvo una iniciativa personal muy singular, que no se le había ocurrido a ningún otro de los comerciantes e industrales del Llanes de su época, y que le incorpora al mundo del coleccionismo: acuñar una moneda dedicada al Rey Alfonso XIII. No consta en ella el año en el que fue acuñada, aunque suponemos que vio la luz a finales de los años 20. 
   
(Llanes, sábado 22 de agosto de 2020). 





lunes, 17 de agosto de 2020

LLANISCOS EN NUEVA YORK


El sastre Aurelio Ruisánchez, en 1915. (Archivo de H. del Río). 

OPINIÓN                                                               

NYC



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Aurelio Ruisánchez Sánchez (Pría, 1885-Llanes 1967) había emigrado a Cuba de muy joven, apenas cumplidos los dieciséis años. En La Habana trabajó como dependiente en los almacenes “El Encanto”, donde también estaban empleados para la misma función Pepín Fernández y Ramón Areces (fundadores, después, de Galería Preciados y El Corte Inglés, respectivamente). Fiel estereotipo del hombre que se hace a sí mismo, tan del gusto americano y hollywoodiense, sacaba tiempo del propio tiempo y estudiaba inglés con los Jesuitas en clases nocturnas. Luego se estableció por cuenta propia en Sagua la Grande, y en 1920, él y su hermano Ramón (que trabajaba entonces en una exclusiva camisería en la Gran Manzana, propiedad de la familia judía Kayzer) se convertirían en los primeros y únicos alumnos llaniscos de la Mitchell Academy de Nueva York, donde obtuvieron el título de cortadores, tras realizar dos cursos de dos meses cada uno. 

Eso era ya mucho bagaje -era casi tanto como doctorarse en Harvard- y en 1934, Aurelio decidió regresar y abrir en Llanes una tienda de confección que mantuvo abierta su hijo Julio hasta hace dos años junto al café Pinín. Era el primer llanisco que se había hecho sastre en Nueva York y dejaba tras de sí la Gran Depresión del 29, los combates de Jack Dempsey y una curiosa multa que le pusieron por quitarse la chaqueta en plena Quinta Avenida (un afrenta imperdonable al cándido puritanismo yanqui de la época).
Años después, el pintor Antonio Peláez (Llanes, 1921-México 1994) decidió sumergirse por un tiempo en New York City por una buena razón: estar cerca de la inalcanzable Greta Garbo. Se instaló en un piso de la Primera Avenida y tuvo también, aunque en otro sentido, mucha tela que cortar. Apuró Peláez noches de glamour y farándula (llegaría a cenar en casa del escritor Truman Capote y a codearse con celebridades), mientras se concretaba en su obra el tránsito a la abstracción. Octavio Paz, que fue su amigo, escribió en 1973 que la pintura de Peláez “es la venganza del niño que ha tenido que pasar horas y horas de cara a la pared. El muro del castigo se volvió cuadro y el cuadro se volvió espacio interior: lugar de revelación no del mundo que nos rodea sino de los mundos que llevamos dentro”.

El que no había estado nunca en la ciudad de los rascacielos fue Pepín Alvar Iñarra (1932-2005), lo que no quita para que su destino y su ejemplo compartan algo del sueño americano y cosmopolita de Ruisánchez y de Peláez. Si hay hoy en Llanes un monumento a Nueva York digno de destacarse ése es, desde luego, la cafetería Madison. Abierto por Pepín en 1964 en la calle Pidal, ese establecimiento hostelero lleva casi medio siglo familiarizándonos con la estética de la gran metrópoli neoyorquina. Era el camarero más profesional y exquisito que había dado Llanes desde la época de Rosalía “la Chanrusca” (una célebre pobladora de la posguerra llanisca), y el nuevo negocio significaba para Pepín la emancipación,  tras diecisiete años de trabajo (1946-1963) en el bar del Muelle. Tanto el Madison como las pinturas de Peláez eran y son espacios interiores y lugares de revelación de los mundos que llevaban dentro sus creadores. Nada tenía que envidiar Pepín Alvar a los “barmen” que salen en los musicales de Gene Kelly: hacía “gin-fish”, “manhattan”, “margaritas” y “vermouths” levemente salpicados de angostura, y agitaba la coctelera como si le sonara en los oídos la música de Gershwin. Lo que nadie sabía era que la idea de bautizar la cafetería de aquel modo significaba, simplemente, el homenaje a su padre, Ricardo Alvar Noriega, que en los años 20 había sido conserje del mítico Madison Square Garden en NYC.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el martes 12 de febrero de 2008). 

viernes, 14 de agosto de 2020

TONY SOBERÓN, UN LLANISCO CAMPEÓN DE TANGO EN ARGENTINA

Tony y Mercedes, en el Casino de Llanes, 1999. (Foto: H. del Río).

OPINIÓN                                                               

Tangos y viva la Pepa



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ


José Antonio Soberón del Río, llanisco nacido en El Cuetu en 1928, emigró de joven a la Argentina. Fue un modesto emigrante, alejado del paradigma del indiano rico. Él y su esposa, Mercedes Bustos Soria, formaron una singular pareja de baile. Frecuentaban en sus ratos libres animados centros culturales de barrio y llegaron a ser campeones de tango en Buenos Aires. Siempre rigurosos en sus movimientos, con el rictus de verdaderos profesionales, ganaban alguna perra extra bailando en muchos actos sociales, aquí y allí. En una ocasión, fueron contratados para actuar ante la tripulación del buque escuela “Juan Sebastián Elcano”.
En febrero de 1999, el matrimonio hizo una visita a Llanes. Pasaron aquí unos días en medio de profundas emociones. Desde su partida a América, cincuenta y tres años atrás, Tony Soberón no había vuelto a pisar su tierra. El riveru, el Cuetu, San Antón, el puente Cagalín, San Pedro, la Guía…
El alcalde, Manuel Esteban Miguel Amieva, preparó para ellos en el Casino un homenaje del Consistorio llanisco. Tony y Mercedes estaban como dos adolescentes. Después del protocolo oficial, y para agradecer el detalle que se tenía con ellos, quisieron ofrecer al público un recital de baile: metieron una cinta en un radiocassette y se marcaron como peonzas una docena de piezas, entre ellas “La Comparsita”, de Juan d’Arienzo.

- “¿Cómo fue su vida de emigrante?”, le había preguntado por la mañana un periodista a Tony Soberón, en el transcurso de una rueda de prensa convocada en el Ayuntamiento.
- “Vos sabés... ¡Yo no fui a la Argentina a jugar tenis!”, respondió él, con la mirada cansada y algo descolorida, con el alma ya de vuelta de muchas cosas. De muchos tangos.

(De un artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el martes 19 de junio de 2007). 


martes, 11 de agosto de 2020

LLANES, EL ESPECTÁCULO DE LAS OBRAS DEL NUEVO PUERTO


Foto: Higinio del Río.

OPINIÓN                                                               

Obra pública y reclamo turístico


La construcción del puerto deportivo de Llanes como espectáculo de masas 


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Ni Manolo Escobar en el Auditorio, ni Joaquín Sabina en el Bibio, ni la Pantoja en la Laboral… Ninguna de esas taquilleras estrellas de la canción alcanza, como espectáculo de masas, la fuerza de atracción que está teniendo la construcción del puerto deportivo de Llanes. Éste sí que es, en verdad, un reclamo turístico-cultural vigoroso (y gratuito) entre todos los que se ofrecen este año en Asturias. Una colosal obra, sin precedentes, que tiene la plástica de un decorado de Cecil B. De Mille y ante la cual lugareños y turistas se quedan impresionados con toda razón.

El puerto interior de Llanes, pese a sus reducidas dimensiones, siempre ha sido una escenografía de poderosos efectos visuales, pero ninguna mejora introducida en él había tenido la intensidad cinemascópica y estereofónica que tiene ahora. Proyectos de este género -que, por razones obvias, han de ejecutarse contando con la bonanza del tiempo estival- son un espectáculo en sí mismos y convierten al espectador en copartícipe de un hecho histórico. La antigua Lonja, por ejemplo, inaugurada en marzo de 1936, fue objeto de general admiración, del mismo modo que, cuatro años antes, lo había sido la edificación del “Borinquen” (dos ejemplos de la modernidad racionalista, debidos al inspirado arquitecto Joaquín Ortiz).
Ni los gatos pardos pierden detalle hoy en Llanes de la acción frenética de las excavadoras y camiones, en una coreografía de sonidos acompasados y movimientos rítmicos y armónicos que parece como ideada por Pina Bausch. Tan interesante como fijarse en los detalles de la obra resulta comprobar el semblante de la gente que se asoma a las barandillas. (La expectación ante la construcción de las pirámides de Egipto no debió de ser muy distinta a esto).
Entre bambalinas, en el alma de cada roca borrada por el taladro y de cada metro cúbico de arena extraído quedan muchos secretos escondidos, como la lejana presencia de Laurent Vital (el cronista que llegó en 1517, formando parte del séquito del príncipe Carlos), el recuerdo del modesto Sablín (una playa casi imperceptible, sin la prestancia de las otras playas del concejo) o las escenas rodadas por allí para la película “Porque te ví llorar”, el primer gran éxito del cine español tras la Guerra Civil. Entre todos esos secretos quizá el más sugestivo sea el de “El Criminal”, que está unido a una de las grandes reformas portuarias hechas con anterioridad: la prolongación del espigón de la Osa (la Barra) fue en los años 30 la más ambiciosa obra pública que se acometía en Llanes en el primer tercio del siglo XX, pero la guerra de 1936-1939 interrumpió los trabajos. El contratista era un gijonés, Antonio Sánchez Álvarez, apodado “el Criminal”, que vivía solitariamente a pie de obra en una casa gris levantada cerca del Sablín. A principios de 1937, el Comité del Frente Popular trataba de averiguar la procedencia de una emisora de la Quinta Columna que emitía desde la villa, y consiguió localizarla: la persona que se ponía en comunicación por radio con los nacionales y transmitía información sobre movimientos de tropas y almacenamiento de material bélico, que luego aprovechaba la aviación facciosa para sus ataques, era, presuntamente, Antonio Sánchez Álvarez. Fueron a detenerle unos milicianos a la casa gris, y el contratista, en cuanto los vio, salió corriendo en dirección al morro de la inacabada Barra, se tiró a la mar y pereció ahogado. La terminación del espigón no se produciría hasta bien entrado el año 1945.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 21 de agosto de 2010). 


Foto: H. del Río
Foto: H. del Río

domingo, 2 de agosto de 2020

AGUIRRE, EL INGENIERO DEL PUERTO DE LLANES


El ingeniero Aguirre, en los años 20.

OPINIÓN                                                               

Cajones de hormigón sobre la Osa


El ingeniero José María Aguirre, en el relato de los puertos marítimos del oriente asturiano 


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

El ingeniero de Caminos, Canales y Puertos José María Aguirre Hidalgo de Quintana (Madrid, 1892-San Sebastián, 1967) redactó en su vida profesional numerosos y lúcidos memorandos para redimir a las localidades marineras de una endémica carencia de infraestructuras. Tras titularse en 1916, trabajaría en la junta de obras del puerto de Gijón (ciudad en la que conoció a Margarita Alvargonzález Lanquine, que habría de convertirse en su esposa), y en 1929 pasó a dirigir las obras de los puertos orientales de Asturias.

Como responsable de los trabajos portuarios de Llanes desde 1929 hasta 1940, año en el que sería nombrado director del puerto de Pasajes, avanzó de un modo sustancial en la ejecución del proyecto de prolongación del espigón de la Osa (lo que luego se denominó la Barra),  a base de vertebrar una serie de cajones de hormigón armado. Era una labor casi imposible de llevarse a cabo ante la bravura de la mar, que puede con todo, y en ella le precedieron los ingenieros José Rodríguez de Rivera y Juan González Piedra. Su sucesor en el cargo, Gonzalo Santa María fue el que la pudo culminar en 1945.
José María Aguirre y la gijonesa Margarita Alvargonzález tuvieron cinco hijas: Margarita, casada con Ramón Cendoya; Josefina, casada con Julio Bengoa; Covadonga, que se mantuvo soltera; Inés, casada con Francisco Noriega, y Carmen, casada con Álvaro García-Navarro (padres de la investigadora y restauradora del patrimonio asturiano Inés García-Navarro Aguirre). A toda esa familia se la conoce en Llanes como ”la del Cercáu”.
La casa-palacio de El Cercado -residencia última de Pedro Junco Posada (1528-1602), el prelado llanisco que perteneció al tribunal del Santo Oficio y fue presidente de la Real Chancillería de Valladolid y obispo de Salamanca- es una histórica mansión levantada intramuros de la villa, junto a la playa del Sablón. La heredó en los años 30 del pasado siglo Concepción Cortés Carriedo, cuyo marido, Romualdo Alvargonzález Lanquine, moriría en 1936, asesinado en Gijón. Al término de la Guerra Civil, Carmen fijaría en El Cercado su residencia y luego acabaría vendiendo la posesión a su concuñado, el ingeniero del puerto de Llanes.  
Neutral y fiel servidor del Estado en tres regímenes políticos, Aguirre vivió una sucesión de destinos frente al Cantábrico, pero fue en la villa de Posada Herrera donde dejó su huella más profunda. Paradójicamente, ahora que hablamos de huellas, la colosal obra de construcción de la Barra, que él dirigió, borró todo vestigio de la más preciada reliquia de la orografía submarina llanisca, la Osa, un arrecife (como lo llamó Francisco Mijares Mijares) que antaño había librado a Llanes de la rapiña de los piratas bretones, holandeses, ingleses y franceses. Cuando los corsarios arribaban a la costa con la intención de saquear, matar y violar, si conseguían sortear el fuego de la artillería del Fuerte y alcanzar la Punta del Caballo para embocar la ría, ahí acechaba entonces la Osa como última e infalible defensa, invisible e inesperada arma letal de aristas afiladas como cuchillas, para reventar y hundir los navíos enemigos. Aquel conjunto de rocas tuvo un poderoso significado simbólico en el imaginario colectivo, y algunos llaniscos todavía recordamos el estribillo de una antigua canción que le rendía culto:

“Villa de Llanes hermosa,
que es la villa más nombrada,
si no fuera por la Osa
estarías ya quemada". 


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 1 de agosto de 2020). 

El Cercado, Llanes.

sábado, 1 de agosto de 2020

LA PEREDA: EL PINTOR JORGE AYÚS, EN LA ICONOGRAFÍA DE LA GUADALUPE


Jorge Ayús, María Antonia Echevarría y Francisco Panizo, el 1 de agosto de 2000. (Foto: H. del Río)

Un artista de Pancar



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ


En 1999, se le encargó al pintor Jorge Ayús Sobrino pintar un cuadro que representara la imagen de la Virgen de Guadalupe. La obra pictórica, de grandes dimensiones, estaba destinada al culto en la capilla de la Guadalupe en La Pereda y sería presentada en el salón de actos de la Casa de Cultura de Llanes, el 1 de agosto de 2000, por la concejala de Cultura del Ayuntamiento llanisco, María Antonia Echevarría Moro, y por Francisco Panizo, párroco de las parroquias de Barro, Poo, Porrúa y Parres y promotor del encargo. 

Jorge Ayús Sobrino, llanisco de Pancar, se formó como pintor en la Universidad Popular de Gijón, en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Oviedo y en el taller Arteleku de San Sebastián. Es uno de los grandes artistas plásticos que ha dado Llanes. Especialista en grabado, estampación y serigrafía en cerámica, obtuvo en 1988 el Primer Premio de Pintura en el Certamen Regional de Artes Plásticas para Jóvenes. Entre sus muchas exposiciones individuales, destaca la que organizó en agosto de 1993 la Casa de Cultura de Avilés, uno de los centros de exhibición de arte contemporáneo más prestigiosos del Principado de Asturias.
Su cuadro religioso presentado en 2000 se puede contemplar en la capilla de La Pereda, primer templo erigido en España bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe.
Inaugurada en 1907, la singular capilla fue levantada a expensas de Diego Bustillo Fernández y Francisco Bustillo Galguera, acaudalados indianos en México y benefactores de La Pereda, su localidad natal, donde impulsaron numerosas obras de progreso, como la escuela mixta, caminos, puentes y fuentes.

El autor de los planos del templo fue Juan Sordo Mijares, uno de los más prolíficos maestros de obras de la época, que ya había firmado proyectos de importantes edificios en la villa, como la casa de Juan García Varela, junto al puente, y la mansión de Rafael de Labra, al lado del Ayuntamiento, así como las casas de Luis Carriles en Nueva (1901) y otros inmuebles familiares en Pendueles (para Benito García, en 1892), Posada (por encargo de José Manzaneda, en 1896) y Poo (para Alejandro Gutiérrez).