domingo, 22 de junio de 2025

EL ESCUDO DE ARMAS DE LLANES Y LOS ZARPAZOS DE LA HISTORIA

 




OPINIÓN

UN LEÓN DEBAJO DE LA ESCALERA


Extravío y pervivencia del escudo de armas más antiguo de la villa de Llanes



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Desde una posición preeminente en la muralla medieval, el escudo de armas de Llanes fue testigo del inmedible flujo de gentes (el rey Carlos I de España y V de Alemania entre ellas) que penetró intramuros de la puebla llanisca a lo largo de setecientos años. La cerca, levantada a partir del siglo XIII, tenía incrustado un medio león de piedra, circunscrito a un círculo de menos de un metro de diámetro, que evocaba la concesión foral de Alfonso IX de León. Un marchamo realengo que conseguiría salir indemne de los zarpazos de la historia.  


Lucía junto a la Puerta de Villa, que daba acceso a la Calle Mayor, y en ese punto neurálgico, al abrigo del arco de entrada, se construirían en 1571, reinando Felipe II, dos soportales o pórticos con techumbre y columnas, uno a cada lado, por la parte exterior de la muralla. El de la izquierda, según se mira hacia la plaza de Santa Ana, estaba amueblado con un par de mesas grandes de piedra, en torno a las cuales celebraban sus reuniones las autoridades locales (regidores, jueces y alcaldes) y se fijaban los anuncios y avisos oficiales para conocimiento de los vecinos, con el león siempre vigilante desde el lienzo de la pared de fondo. El soportal de la derecha era otra cosa. Llamado “del Peso” porque en él se pesaban las mercancías que entraban en Llanes, daba vida a un animado guirigay de sacamuelas, rapabarbas, zapateros y apañados arregladores de paraguas. 

Los soportales fueron puestos a la venta por el Ayuntamiento en los últimos años de la década de 1880 y, como resultado de ello, Vicente Pedregal Romano (padre del escritor e historiador Vicente Pedregal Galguera) adquiriría el de la izquierda, y Manuel Toledo Benito, madrileño, masón, funcionario de Telégrafos en la villa y propietario y director entonces del semanario El Oriente de Asturias, se haría con el de enfrente. A ambos les faltó tiempo para derribar aquellas reliquias del pasado y construir en su lugar sendos edificios de excelente arquitectura, uno de los cuales, el de Manuel Toledo, conocido como “la Casa de las Siete Puertas” (número 2 de la Calle Mayor), mantiene tallado en la puerta el año de su inauguración, 1890.

El medio león se perdería de vista por aquellos años. Fue una desaparición incomprensible y chusca, reflejo del proverbial desinterés que siempre han mostrado los llaniscos por su patrimonio histórico y monumental. El paradero de la pieza, sin embargo, nunca fue del todo un enigma, según pondrían de relieve los cronistas Vicente Pedregal Galguera y Fernando Carrera Díaz-Ibargüen en algunas de sus publicaciones. Pedregal, en los años cincuenta del siglo pasado, reveló que el blasón se encontraba en las entrañas de la casa levantada por su padre, en el número 1 de la Calle El Castillo.  

Tras permanecer escondida allí más de cien años, la piedra armera se encontraría en 1992, de pura casualidad y con motivo de las obras de rehabilitación del edificio: en una jornada de huelga general, marcada por el cierre de los bares y el miedo a los piquetes, los obreros llevaron al tajo su comida cocinada; removieron y acomodaron piedras y ladrillos para hacer un fuego y calentar las tarteras, y de pronto, en el limbo de un rincón del portal, apareció la efigie del medio león. 

La noticia no trascendió a la prensa. Los propietarios del inmueble (Julio Álvarez Palacio, Manuel Miguel Amieva, Demetrio Sanz Ruiz y Rafael Sobrino Fernández) dieron cuenta del hallazgo a las autoridades regionales, y la historia tuvo así un final feliz. Desde 2003 el escudo de armas preside majestuosamente la escalera de la Casa Consistorial.  

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el viernes 20 de junio de 2025). 



Puerta de Villa. Soportal de la Calle el Castillo. (Grabado de Masi, 1888).

Puerta de Villa. Soportal de la derecha y entrada a la Calle Mayor. (Grabado de Masi, 1888).





















sábado, 24 de mayo de 2025

LOS ESCULTORES ANTONIO SOBRINO Y MERCEDES CANO DONAN UNA OBRA AL CENTRO DE EDUCACIÓN DE PERSONAS ADULTAS DE LLANES

 



DOS ARTISTAS EN LA ARQUERA


Charla de presentación de la pieza escultórica "Polifemo"




Por HIGINIO DEL RÍO PÉREZ


Decíamos en un artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA en enero de 2024 que la senda artística emprendida por Antonio Sobrino Sampedro en los años noventa tuvo su punto de partida en mimbres familiares, que determinaron su vocación, y en el diálogo entre el fuego y el hierro, que habría de acompañar siempre sus pasos. Nacido en 1970, descendiente de un emigrante corito en Cuba y en México (Cayetano Sobrino Mijares, 1853-1915), su bisabuelo, coetáneo de Manuel Cue), Antonio es de los hombres que saben aprovechar cabalmente los recursos y oportunidades que la vida va poniendo en su camino. 


De su tío abuelo Emilio Sobrino Mier, escultor y pintor, aprendió lo básico de la talla, del dibujo y de la pintura; de la mano de otro pariente cercano, Antonio Sampedro Marcos, hermano de su madre María Pilar, empezaría a ejercer el oficio de la forja en la vieja herrería de Bricia en la que su abuelo materno, Antonio Sampedro Collado, había dedicado muchas horas de su vida a hacer carros de labranza y enrejados.

Emilio Sobrino Mier (1903-1992), formado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, en cuyas aulas coincidió e hizo amistad con Juan de Ávalos, era el autor de la magnífica estatua de Posada Herrera que desde 1963 preside el parque de la villa. Esa pieza, cincelada y rematada en el taller madrileño de Ávalos, vino a sustituir a la figura original, obra de José Gragera, inaugurada en 1893 y desaparecida en la Guerra Civil.

Emilio Sobrino tenía su estudio en La Moría, en la planta baja de una casa marinera de galerías abiertas al Sablín y una atmósfera de Montmartre en su interior. Era un artista sin pretensiones, pese a su enorme valía, pero conformábase con disfrutar de su tarea creativa sin el menor asomo de prisa o de agobio. Cuando ponía en el tendal una llamativa servilleta (siempre la misma servilleta de vistosos colores) era como si activara un código de aviso a navegantes: era la señal de que estaba ocupado en lo suyo y que no se le debía molestar hasta que la personalísima bandera se arriase. Aquel hábitat sagrado del escultor sería frecuentado por Antonio Sobrino Sampedro, nieto del hermano mayor de Emilio. Allí, de rapaz, se iniciaría Antonio en el arte de modelar.

 

MÁS DE 30 AÑOS DE TRABAJO 

Antonio trabajaría, desde muy joven, en varios talleres de forja, primero en condición de aprendiz y luego como oficial, hasta que, finalmente, decidió alquilar una nave en Celorio y empezó a ejercer el oficio por su cuenta. Hoy acumula ya, apasionada y pacientemente, más de tres décadas de trabajo, compartidas desde 1992 en una unión profesional y personal a todos los efectos, con Mercedes Cano Redondo (Madrid, 1971), a la que conoció en 1991 en Llanes, donde ella estaba desempeñando un trabajo de temporada de verano. Hasta ese momento, en el currículo laboral de Mercedes en Madrid constaba una corta pero enriquecedora experiencia como ilustradora en el equipo de la productora de dibujos animados Cruz Delgado, además de su participación en la elaboración de decorados y escenografías de teatro. En Llanes, Antonio iría introduciendo a su compañera en los secretos de la forja, y luego, Mercedes estudiaría la carrera de Historia del Arte en el Campus del Milán de la Universidad de Oviedo. Los mismos estudios, por cierto, que va a iniciar en breve Antonio, una vez superado en el Centro de Adultos de La Arquera el curso de acceso a la Universidad.   

En 1994 ambos darían forma a su propuesta artística “Hierro vivo”, de la que derivó, aquel mismo año, una primera y prometedora exposición, organizada en la Casa Municipal de Cultura de Llanes. A los registros e inagotables posibilidades de ese proyecto siguen entregados Antonio y Mercedes. Golpe a golpe. Perseverantes, perfeccionistas. Inmersos en la búsqueda de lenguajes y metáforas. Sopesando profundamente cada fase del proceso creativo.  

 

ENCUENTROS CON CHIRINO 

En 1999 participaron en el taller de escultura que impartió Martín Chirino en la Fundación Botín de Santander, y esto supondría para ellos el encuentro con un maestro fundamental. Con él harían otros dos talleres: en la Fundación Unión Fenosa de La Coruña (2002) y en los encuentros Al Norte, promovidos cuatro años después en las instalaciones de Arcelor Mittal en Gijón. Los cursos ofrecían una importante parte conceptual. En las conversaciones con Chirino se compartían experiencias y se rastreaban los fundamentos de la obra escultórica contemporánea, descubriendo espacios ocupados con líneas o espirales, a modo de dibujos en el aire, que capturan y dan sentido al vacío entre ellas; y se reflexionaba sobre el origen de la escultura de hierro y el papel jugado en este sentido por Julio González, verdadero iniciador en España.

A día de hoy, la pareja de creadores contabiliza en común un amplio catálogo de sugestivas obras, que se hallan repartidas por variadas geografías. Mencionaré algunas de ellas: “El Estudiante” (1995), en el Campus de Humanidades de la Universidad de Oviedo; “Trilobite” (2001), en los jardines del Centro de Escultura Museo Antón de Candás; “Con tempo” (2002), una intervención en el casco histórico de Llanes por medio de la colocación sobre el empedrado de noventa y tres placas metálicas, de base de acero cartén y letras en acero inoxidable marino; contienen estas placas fragmentos extraídos de tres poemas de Celso Amieva (“Diana sin hiel a la Puebla de Aguilar”, “Soneto a la sidra” y “Las costas de Tor”) y trazan un recorrido a pie de calle que excita la curiosidad de los turistas.

Otras obras de Antonio y Mercedes en la villa llanisca son la titulada “Horizonte” (2001), plasmada en una pared de la sala de conciertos de la Escuela Municipal de Música; “Lluvia” (2003), sutil instalación que cuelga del techo del patio interior del Ayuntamiento, colocada allí tras la reforma a que fue sometido el edificio consistorial bajo el mandato del alcalde Antonio Trevín, y “Domus” (2006), una pieza hecha por triplicado y ubicada al aire libre junto al espacio que ocupó la Plaza de Toros, cuyas réplicas se muestran en dos localidades canarias hermanadas con Llanes: Adeje (Tenerife) y Tías (Lanzarote).

De ninguna manera se nos ha de olvidar mencionar en este recuento su primera, hasta ahora, incursión internacional, surgida en 1999 dentro de la iniciativa “Pueblo Cultural de Europa”. En aquella oportunidad participaron en el Simposio de Escultura “Een Zee Van Staal/ Beelden Kust”, en la localidad holandesa de Wijk aan Zee, con una escultura móvil eólica que titularon “Esperanza”. La realizaron in situ, durante un período de dos meses, en una de las naves de los altos hornos del lugar, donde fueron puestos a su disposición todos los medios necesarios. A la inauguración de “Esperanza”, que está colocada frente a la mar y azotada por los vientos, acudió la entonces Reina Beatriz de Holanda.

La vida laboral de Antonio Sobrino y Mercedes Cano tiene su escenario en la casa-taller en la que residen, en la localidad de Barro. Doman allí la materia incandescente, despliegan repertorios y aventuran formas que asemejan estructuras y movimientos de la naturaleza. Sus obras de gran formato están concebidas para interactuar con el entorno (lo que resultó evidente, por cierto, en la exposición “Cardumen”, presentada en 2023 en el Centro de Arte Contemporáneo de Villapresente, en Reocín, Cantabria; pero al propio tiempo objetivan trabajos a escala más pequeña, en los que entran en juego la madera y la cerámica combinadas con el hierro y el acero. 

El crítico de arte Ángel Antonio Rodríguez viene siguiendo atentamente desde hace años el quehacer de la pareja y ha captado la impronta y los rasgos esenciales que identifican a Antonio y Mercedes, entre ellos el talento para transmutar y hacer maleables los metales, la visión de las posibilidades de la materia en relación o en contraste con referencias a veces insospechadas, la mirada poética con la que se acercan a lo matérico, la relación de equilibrio que establecen con el espacio circundante, y la intención de ser siempre introspectivos y de sugerir introspección a todo el que contempla sus obras.

  

ARTISTAS Y ARTESANOS 

Son escultores y herreros. Artistas y artesanos que aúnan vanguardia y tradición.

Como era previsible, su trayectoria está despertando cada vez más atención dentro y fuera del Principado. Así, en 2020 les fue encargado un trabajo en el antiguo cementerio de Comillas, en cuyo núcleo se conservan las ruinas de un templo gótico. Tal espacio había sido reformado en 1893 por el arquitecto catalán Doménech i Montaner, que agrandó el camposanto, lo rodeó de una cerca de mampostería, escalonada para adaptarse al terreno y rematada por pináculos, y diseñó para el arco de entrada una monumental verja modernista, en la que quedaba resaltada la simbología cristiana. Esa fue la pieza que Antonio Sobrino y Mercedes Cano restauraron de forma magistral. Una tarea en la que invirtieron dos años, a lo largo de los cuales compusieron y ensamblaron un puzzle de 1.300 elementos nuevos de hierro forjado, idénticos a los originales. Pura orfebrería.

Asumirían no mucho tiempo después una intervención similar en esta casa: la restauración, en concreto, de la rejería, que se conserva casi en su integridad. De factura modernista, lleva instalada desde 1900, año de la inauguración de las Escuelas Cristianas de La Arquera, fundadas por el benefactor Manuel Cue Fernández. Estamos en un edificio emblemático, proyectado por el arquitecto cántabro Valentín Ramón Lavín Casalis, autor también del proyecto de otras dos notables mansiones del entorno: la Quinta Guadalupe en Colombres, sede actual del Archivo de Indianos, y Villa Partarrío en Llanes. En 2023 un automóvil impactó contra la verja principal de La Arquera, causando en ella considerables desperfectos, y Antonio y Mercedes serían los encargados de recomponerla desde el año pasado. Ya han completado dos de las tres fases que hay previstas. Del montón de restos sobrantes de la restauración saldría el cíclope “Polifemo”. Se trata de una pieza escultórica concebida y pergeñada sobre la marcha, de improviso, producto de una súbita inspiración como “arte encontrado”, en sintonía con el concepto de “objet trouvé” de Marcel Duchamp. A partir de hoy, la representación simbólica del personaje mitológico “Polifemo” encuentra aquí, por expreso deseo de sus recreadores, un digno acomodo entre los afanes de superación personal que alientan los alumnos del Centro de Educación de Personas Adultas Oriente-Costa de Llanes. 

La Arquera, Llanes, 22 de mayo 2025. 


De izquierda a derecha, Antonio Sobrino, Pilar Sampedro Marcos (madre del escultor), Iris Martínez Guerra (directora del CEPA), Higinio del Río y Mercedes Cano, ante la pieza escultórica "Polifemo".


Antonio Sobrino y Mercedes Cano.



Verja principal de las antiguas Escuelas Cristianas de La Arquera, fundadas en 1900.




















viernes, 25 de abril de 2025

LLANES Y LAS BALLENAS (UNA PROTESTA EN VOZ ALTA)


EXPOSICIÓN "LLANES Y LAS BALLENAS"


MI PROTESTA EN VOZ ALTA



Por Higinio del Río

Me veo en la obligación de salir al paso de reiteradas malas prácticas de doña Maiche Perela que me afectan muy directamente. Desde hace un tiempo, esta buena señora se viene aprovechando de algunos de mis escritos sobre historia y personajes de Llanes para cocinar entradas suyas en la página de Facebook de la Cofradía de Pescadores Santa Ana. Siempre sin citarme, como si quisiera, de un modo obsesivo, quitarme visibilidad.

De mi serie de artículos titulada “Perfil”, que publiqué en EL ORIENTE DE ASTURIAS entre los años 1995 y 2000, la tal señora echó mano, al menos, de dos perfiles (puede que sean más) escritos por mí: el de Sacramento de la Llana (Mento) y el de Eulogio Cue Inés (Logio el Chulu), que habían visto la luz, a toda página, en las ediciones de 19 de enero de 1996 y 5 de mayo de 1995, respectivamente, del semanario llanisco. Doña Maiche cita El Oriente como fuente, pero omite descaradamente el nombre del autor de los artículos.
Lo más flagrante de doña Maiche respecto a mí, no obstante, tiene que ver con la exposición LLANES Y LAS BALLENAS, cedida por el Ayuntamiento a la cofradía de pescadores “tras su paso por la Casa de Cultura”, como dice ella sin ningún rigor.
En los más de treinta años que dirigí el centro cultural municipal, esa muestra de producción propia, tan unida a mi vida profesional en la gestión cultural, es uno de los trabajos que más satisfacciones me dio. Estuvo abierta desde julio de 2015 hasta abril de 2016. De su génesis y peculiaridades quiero recordarle aquí a doña Maiche (aunque lo sabe de sobra) lo siguiente:

-Yo fui el comisario de la exposición. La idea original, el guion, la preparación de principio a fin, el diseño y la ejecución de todos los detalles fueron cosa mía.

-Redacté los textos de los paneles (29, en total) a partir de una amplia bibliografía, con un propósito didáctico sobre una parte esencial de la historia de Llanes.

-Encargué al artista local Javier Ruisánchez el cartel de la exposición y la ilustración de los paneles, cuyo texto le envié previamente a él indicándole las escenas concretas que me interesaba destacar e ilustrar.

-Al admirado Javier ya le había encargado yo en 2008 que ilustrara otra muestra mía de producción propia: “Llanes y la invasión napoleónica”. Lo elegí a él de nuevo por su magistral dominio del lenguaje del cómic, tan apropiado, a mi juicio, para visualizar y divulgar los contenidos de mis exposiciones de carácter histórico.

Como era de esperar, de todo esto doña Maiche no dice ni pío. En sus comunicados públicos resulta curioso, por no decir sospechoso, que la tal señora se afane en destacar el papel del ilustrador, mientras silencia malintencionadamente todo lo que se refiere al verdadero creador de la muestra LLANES Y LAS BALLENAS.









martes, 8 de abril de 2025

"LLANES Y LAS BALLENAS", UNA EXPOSICIÓN PARA LA HISTORIA

 

Vista parcial del cartel.


Desde julio de 2015 hasta abril de 2016, la exposición “LLANES Y LAS BALLENAS” recibió en la Casa de Cultura de la villa llanisca la visita de más de 11.000 personas. A través de 29 paneles se evocaba en ella, de un modo ameno y didáctico, la actividad más sobresaliente del histórico Gremio de Mareantes de San Nicolás: la caza de la ballena, que supuso para Llanes la base de su riqueza y el impulso de su crecimiento urbano entre los siglos XIII y XVII

Tanto la idea original, como la preparación y ejecución de todos los detalles del proyecto fueron responsabilidad de Higinio del Río Pérez, comisario de la exposición y director del centro cultural, quien encargó al artista local Javier Ruisanchez García la realización del cartel y la ilustración de los paneles. 

Restos óseos de cetáceos, arpones, tridentes, machetes, armas y armaduras de los siglos XVI y XVII (iguales a las empleadas para defender la costa llanisca ante el acoso de piratas y corsarios), maquetas de lanchas balleneras, reproducciones de mapas y un vídeo de presentación formaron parte de los contenidos de la muestra, que contó con la colaboración del anticuario Arnaldo Bellel etnógrafo y modelista Ramón Somoza y el empresario y estudioso de la actividad marinera llanisca Pedro Cembreros

Del Río redactó los textos de los paneles a partir de una amplia bibliografía, entre la que figuraban libros como “Monografía geográfico-histórica del Concejo de Llanes”, de Francisco Mijares; “Apuntes históricos, genealógicos y biográficos de Llanes”, de Manuel García Mijares; “Gijón, de Moby Dick a otras ballenas” (en el que se resume la actividad ballenera en Asturias desde la Edad Media); “Historia de Llanes y su Concejo”, de Fermín Canella; “Glosas a la historia de Llanes”, de Vicente Pedregal, o “Asturias y la mar”, de Evaristo Casariego

El programa concebido por Higinio del Río incluyó la proyección de la película “Moby Dick” (1956), de John Huston, y dos conferencias a cargo de especialistas: “La caza de la ballena en Asturias a través de la documentación histórica”, por Manuel Ramón Rodríguez, y "La pesca de la ballena. Trabajos arqueológicos para aportar información histórica", por Carlos Nores Quesada (Universidad de Oviedo) y José Antonio Pis Millán (Centro de Experimentación Pesquera del Principado)

La exposición sería cedida posteriormente a la Casa de Piedra de Colombres (Casa Municipal de Cultura de Ribadedeva) y a la Cofradía de Pescadores Santa Ana de Llanes, para su exhibición temporal.




VÍDEOS:






Conferencia de Manuel Ramón Rodríguez.

Carlos Nores y José A. Pis Millán, presentados por Higinio del Río en la Casa de Cultura de Llanes (2016).









domingo, 9 de febrero de 2025

HERRERITA, SOLDADO EN EL CAMPO DE AVIACIÓN DE LLANES DURANTE LA GUERRA CIVIL


 

UN HUÉSPED DEL HOTEL VICTORIA

 

(Un capítulo del libro “LLANES ¡A VOLAR! UN AERÓDROMO EN EL HORIZONTE DE LA AERONAUTICA DE ASTURIAS”)

 

Oficiales de las milicias populares, comisarios políticos y dirigentes socialistas frecuentaban el Café Zahara y el Hotel Victoria, situados ambos en la calle Nemesio Sobrino. Del hotel, el más acreditado de la villa, fueron huéspedes en algún momento unos aviadores soviéticos (…). 


Otro de los huéspedes era el famoso jugador de fútbol del Real Oviedo Eduardo Herrera Bueno, Herrerita (1914-1991), que, recién casado, cumplía servicio como soldado en la Cuesta. Estaba alojado con su esposa, Mercedes Alonso Fernández, en una habitación abuhardillada y disfrutaba de una situación de privilegio en aquellos tiempos de guerra. El trato de favor que recibía y las cómodas tareas que desempeñaba en el aeródromo le originarían cierta antipatía entre alguno de sus compañeros. “Era un enchufado que no salía de la oficina; nunca se manchó las manos ni se acercó a la gasolina ni a los aviones”, diría uno de ellos.

El diario ovetense REGIÓN, órgano de los sublevados, conocía la presencia de Herrerita en la villa llanisca. En una crónica sin firma, pero que cabe atribuir al periodista Ricardo Vázquez-Prada (Tomasín), se dirá:

“La mayoría de los jugadores de fútbol que pertenecían al Oviedo salieron de lo más rojo que puede darse. Chus es nada menos que comandante de los carros rusos. Casuco es otro miliciano de rompe y rasga y a Soladrero se le ve con frecuencia por la retaguardia roja armado con una enorme pistola ametralladora (…). Hay otros que sin ser rojos se ven obligados por las quintas a figurar en el ejército del ‘pueblo’, tal como Herrerita, destacado en el campo de aviación de Llanes”.

Al futbolista no le faltarían ocasiones de exhibir sus habilidades en partidos benéficos. En octubre de 1936 se desplazó hasta Santander para participar en un encuentro amistoso, organizado por el Socorro Rojo Internacional a beneficio de los hospitales de sangre. El partido se disputó en los Campos de Sport del Sardinero entre el Racing santanderino y una selección asturiana y vencieron los locales por tres goles a cero. Al mes siguiente tuvo que viajar de nuevo a Santander, para disputar en el mismo escenario otro encuentro, esta vez a beneficio de la Asistencia Social. Formó parte del equipo del Racing frente a una selección de Vizcaya, en la que destacaba Gorostiza.  

En plena guerra, Tomasín dedicaba a Herrerita comentarios irreverentes en REGIÓN, como las siguientes:

“Los dirigentes socialistas siguen presenciando los toros desde la barrera. Están haciendo el Herrerita a las mil maravillas”. 

“Ayer hemos leído El Comercio de Gijón. El Comercio era de derechas; ahora es de izquierdas. A El Comercio de Gijón le pasa algo así como a Herrerita. Herrerita antes era interior derecha”. 

“Algunos van a creer que nosotros tenemos miedo a los aviones. Nada de eso; es que uno se mete en el sótano para cumplir todas las disposiciones dictadas por el comandante militar de la plaza. ¿Pero miedo? … La verdad, más que Herrerita”. 


(LLanes ¡a volar! Un aeródromo en el horizonte de la aeronáutica de Asturias. Editorial Conais Gestión, 2022)


Antiguo Hotel Victoria, de la familia Martínez Morán.
(Foto: H. del Río)








lunes, 30 de diciembre de 2024

LA RENACIDA CASA DE THALINY

 



OPINIÓN                                           


Un elocuente testimonio arquitectónico del Llanes de la Segunda República



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Después de haber sufrido en los últimos cincuenta años la pérdida de buena parte de nuestro mejor patrimonio arquitectónico (desde Villa Vicenta, aquel palacio de la Guía, joya del neogótico inglés, demolido en 1974, hasta la desoladora intervención actual en la finca de Patarríu, pasando por el Hotel México y la añorada Compuerta), a los llaniscos nos toca celebrar la redención de una de las muestras racionalistas más significativas: el chalet de la avenida de la Paz número 27, proyectado en 1933 por Joaquín Ortiz García, sobre el que pesó en su momento la amenaza de la piqueta. Llegó a darse por hecha su demolición, pero los nuevos propietarios del inmueble, Francisco Castrillón Vázquez y Virginia Gutiérrez Inés, optaron, sin vacilación alguna, por rescatarlo. Lo sometieron a una restauración integral, según proyecto del arquitecto Manuel Nava, y hoy vuelve a lucir su exquisita factura de vanguardia. Las vigas de madera originales, la inteligente distribución de espacios planeada por Ortiz y la escalera con barandilla de diseño racionalista, testigo de tantos aconteceres, siguen allí. 


Detrás de esa estampa renacida está la memoria del médico que encargó su construcción, precisamente en la principal zona de expansión urbana de la villa, hacia el oeste. Licenciado en Medicina por la Universidad Central de Madrid en 1914, José de la Vega Thaliny (Llanes, 1892-México, 1952) era uno de los galenos que ejercían en el concejo llanisco como inspectores municipales en materia de salud a principios de los años 30. Su padre, médico del Ayuntamiento, había sido subdelegado de Sanidad del partido judicial de Llanes.

Thaliny se mudaría a su nuevo domicilio en 1934. Hasta entonces, había estado instalado en un piso encima del Café Pinín y prestaba una activa colaboración en el Consultorio Médico gratuito inaugurado por el Consistorio en mayo de 1932 en la Cocina Económica. Dirigía él ese centro y se ocupaba de la casuística de las enfermedades venéreas.

Una tarde de enero de 1936, en plena campaña electoral, se presentó en su casa, de improviso, José Antonio Primo de Rivera. El jefe de Falange Española llevaba un listado con los nombres de personas que, siete años atrás, habían asistido en Oviedo a un almuerzo en honor de su padre, el dictador Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, líder de la Unión Patriótica. Uno de esos nombres era el de José de la Vega Thaliny. El médico atendió en el hall al inesperado visitante de un modo cortés, pero de inmediato resultó evidente que los dos interlocutores representaban idearios opuestos. José Antonio ignoraba que Thaliny militaba en el PSOE y que era una de las personalidades de mayor relevancia en la izquierda local. Durante la revolución de octubre, Thaliny había formado parte del comité revolucionario, y la Guardia Civil sabía que guardaba en su domicilio armas y municiones y que un automóvil suyo había hecho varios viajes al centro de la provincia para recibir consignas en los momentos álgidos de la lucha.

Tras la fugaz visita de José Antonio se desencadenarían vertiginosamente los acontecimientos en un país al borde del precipicio: la victoria de la coalición de izquierdas y la sublevación militar del 18 de julio de 1936 y la guerra. En esta fecha, apenas terminada la comida campestre, llegó a la romería de Santa Marina, en Parres, un auto conducido por el chofer del doctor para dar la noticia del golpe de Estado. Thaliny presidiría el Comité de Sanidad del Frente Popular y sería jefe de los equipos médicos del Ejército del Norte y coordinador de los hospitales de Barcelona. Después, el exilio, un viaje a Veracruz desde Cuba a bordo del “Siboney” y trece años de residencia en México DF, donde falleció. 


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el jueves 26 de diciembre de 2024). 




martes, 3 de diciembre de 2024

LA FACULTAD DE CIENCIAS DE LA INFORMACIÓN DE MADRID CUMPLE CINCUENTA AÑOS


 

OPINIÓN                                           


Un hábitat brutalista para aprendices de reportero




HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

El edificio de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, diseñado por José María Laguna Martínez y Juan Castañón Fariña dentro del estilo arquitectónico del brutalismo, nació en vísperas de un cambio de régimen político. Descrita como fría y sin alma, la arquitectura brutalista había emergido en pleno proceso de reconstrucción urbana en la Gran Bretaña de la posguerra y se caracteriza por emplear materiales desnudos (hormigón y ladrillo, mayormente), habituales en inmuebles de carácter institucional.

La Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense fue inaugurada cuando el edificio se hallaba todavía a medio construir. Su segunda y definitiva fase constructiva no se concluyó hasta 1978, pero desde el principio aquel contenedor ofrecería un estimulante ambiente de agitación intelectual. Quienes lo estrenamos éramos los alumnos de primer curso de la tercera promoción de Periodismo, un miércoles 23 de enero de 1974. Decenas de jóvenes, pertenecientes al grupo B del turno de mañana, nos instalamos desde ese día en el aula 506. Entre los compañeros de clase se contaban Antonio Palicio, de Morcín, Yolanda Serrano Meana, de La Felguera, Daniel Vega, de Oviedo (fallecido en 2010), Enrique Ortego (luego cronista deportivo de ABC y EL PAÍS), Pedro Piqueras (futuro presentador de informativos en varias cadenas de televisión), Manuel de Ramón (que se incorporaría en seguida al diario YA y luego a la redacción de Radio Nacional), Pedro Rozas (avezado realizador de TVE), Juan Antonio Sacaluga (que habría de ser jefe de información internacional de RNE), Carmen Villodres (editora de “La Clave” de Balbín) y Lourdes Zuriaga.

En el grupo A estaban otros dos llaniscos: Javier Menéndez Buergo, que trabajaría en INFORMACIONES a las órdenes de Sebastián Auger, el último propietario del rotativo; y Cándido Díaz Carrandi, nieto de María Quiroga Asueta, la popular guardiana del paraíso playero del Sablón. En el curso siguiente, 1974-1975, llegarían más alevines asturianos (Asturias ha sido siempre tierra pródiga en vocaciones periodísticas), como Mario Bango, de Piedras Blancas, Carlos Cuesta Calleja, de Pola de Laviana, y Daniel Serrano, de Bimenes, que compartían aula con las madrileñas Ana Rosa Quintana y Nieves Herrero.

Con una mirada de inocencia, una curiosidad sin límites y un tipómetro Gans en la carpeta, aquellos jóvenes de entonces caminábamos hacia el futuro entre “grises” apostados a caballo en la Ciudad Universitaria. Respirábamos la inminencia de una profunda transformación de la historia. Leíamos todos los periódicos que caían en nuestras manos. A lo largo de los cinco años de carrera comprábamos los libros en la “Felipa”, calle de Libreros, con un 20 por ciento de descuento, e íbamos sorbiendo la frenética actualidad de una España que era noticia en el mundo: la muerte de Franco, los sucesos de Vitoria y Montejurra, el asesinato de los abogados laboralistas, la dimisión de Arias Navarro, el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, el “harakiri” de las Cortes franquistas, el regreso de Carrillo, las primeras elecciones democráticas… Desde las entrañas de un hábitat brutalista, hace ahora de eso cincuenta años, aspirábamos a ser Woodward y Bernstein y quizá también a comportarnos como “afanosos desfacedores de entuertos o fabricantes de sueños”, que diría el maestro Manuel F. Avello

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el martes 12 de noviembre de 2024). 


Vista general del interior del edificio

Enrique Ortego Rey

Antonio Palicio Díaz-Faes

Pedro Piqueras Gómez

Juan José Revuelta Plaza

Higinio del Río Pérez

Juan Antonio Sacaluga Luengo

Ernesto Sánchez Pombo

Salomón Sanz Cabrero

Yolanda Serrano Meana

Alejandro Vega Fernández

Daniel Vega

Carmen Villodres García

Lourdes Zuriaga

Mario Bango

Daniel Serrano García

Carlos Cuesta Calleja