"Míster Cue" y don Adolfito, cien años después
Una exposición en Llanes para recordar la vida y obra del fotógrafo Baltasar Cue
HIGINIO
DEL RÍO PÉREZ
A Baltasar Cue
Fernández (1856-1918), de cuyo fallecimiento se cumplirán cien años el 12 de
mayo, va a dedicarle este verano la Casa Municipal de Cultura de Llanes una
exposición de producción propia y varios actos adicionales. “Mister Cue”, como
le llamaban sus convecinos, que admiraban su talante cosmopolita y su dominio
de las lenguas imperiales (el inglés y el francés), construyó su existencia
entre estereotipos indianos. Durante la segunda mitad del siglo XIX, sus
hermanos regentaban prósperos negocios en La Habana, cuando Cuba concentraba
más del 60 por ciento de los llaniscos emigrados a América. En aquellas
circunstancias, un joven Baltasar cumplió tareas administrativas y de contabilidad
en los negocios familiares. Hacia 1882 regresó al Viejo Continente, y en Londres
y París, donde vivió, daría rienda suelta a sus vocaciones artísticas, tanto en
la pintura como en la fotografía.
Después de
permanecer un tiempo en Santander, y resuelto ya a hacerse fotógrafo, se
establece profesionalmente en Llanes, en un local en la Plaza de Santa Ana que
había albergado el estudio de dos pioneros de la fotografía: Vicente Pérez
Sierra, primero, y Macario García Arévalo, después. Durante ese período, que
duró apenas cuatro años, hasta 1894, es cuando Baltasar Cue abre su mirada a un
universo cercano que hasta ese momento había quedado absolutamente fuera del
campo de visión de los fotógrafos profesionales. La genialidad de Baltasar Cue consistió
en llevar a su estudio a seres sacados de la marginalidad: músicos ambulantes,
mendigos, gente pintoresca y derrotada que despertaba una general simpatía a su
alrededor, como Pulientón, Tomai el Colilla, la Nixa, Antón el Ratu o Pepín de
la Suela, incorporados a su conocido álbum “Tipos, fiestas y paisajes de
Llanes” a modo de friso politeista. De un modo amable, Cue supo trasladar a sus
obras la visión de la diversidad humana y de las desigualdades sociales,
cincuenta años después de la invención de la fotografía, y situarla ante un
ambientado fondo de elegantes decorados creados para encumbrar a los burgueses
que solían posar, muy serios, para los retratistas.
Todo esto
encierra un indudable interés antropológico. Entre esos personajes entrañables
que inmortalizó su cámara, ocupa un lugar destacado Don Adolfito, un trovador gallego
de quien cuentan cosas conmovedoras los escritores Ángel Pola y Fernando
Carrera. Don Adolfito que era de Santiago de Compostela, acudía siempre a
Llanes por primavera, como las golondrinas, con su violín y sus ademanes
corteses, dispuesto a dar una serenata a las rapazas guapas que veía por la calle. En el sentir de
los vecinos resultaba una figura familiar, perfectamente integrada en la
cotidianidad llanisca. Pero un año dejó de venir, seguramente a causa de los
achaques de la vejez y la proximidad de la muerte, y se le empezó a echar en falta.
Cierto día, un grupo de estudiantes de Medicina en la Universidad de Santiago, entre
ellos dos jóvenes de Llanes, iban a empezar en una clase de Anatomía la
disección de un cadáver: frente a ellos, cubierto por una sábana, estaba un
cuerpo humano; el profesor retira la prenda que lo tapa y los llaniscos reconocen
en seguida al muerto: es el trovador que aparecía siempre en Llanes por
primavera, como las golondrinas…
El programa del
centenario de la muerte de Baltasar Cue, preparado por la Casa de Cultura,
incluye conferencias del crítico de arte e historiador de la fotografía Francisco
Crabiffosse , del director del Museo del Pueblo de Asturias,
Juaco López, y del hispanista norteamericano Lee Fontanella, autor del libro
“Historia de la Fotografía en España desde sus orígenes hasta 1900”. Junto a las
fotografías de Cue, en la exposición se mostrarán esculturas en madera
realizadas por el escultor mierense Llonguera e inspiradas en el álbum del
fotógrafo.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el domingo 21 de enero de 2018)
Enlace con el artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA
II
Un pescador y un mar de daguerrotipos
Enlace con el artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA
III
Una guerra sin perder detalle
Enlace con el artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA
IV
El prójimo como curiosidad
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el sábado 22 de septiembre de 2018)
Enlace con el artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA
II
Tomai el Colilla. |
Un pescador y un mar de daguerrotipos
Cuando se tiene un antepasado inmortalizado por Baltasar Cue
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
Simplemente por
azar, o por caprichos del destino, como en el caso de su antepasado Tomai “el Colilla”, la
existencia de José María del Rosal Rodríguez está lindando con la iconografía
fotográfica de Llanes. Es una proximidad “por tubería”, pero objetiva, familiar
y hasta cierto punto determinante.
Este llanisco nacido en 1958, que
había estudiado mecánica del automóvil en sus años de Formación Profesional, es
el vicepresidente de la Cofradía de Pescadores “Santa Ana” (institución
heredera del histórico Gremio de Mareantes de San Nicolás, creado en el siglo
XIII) y no ha hecho otra cosa en su vida que ir a la mar. A principios de la
década de los 80 se enroló en las lanchas “Long John” y “Don Paco”, de las que
era patrón Modesto García San Román, de la familia de “los Xorobines”, y en
2002, adquirió su propia embarcación, la “Virgen de Guía”, que patroneó bastantes años,
hasta que la vendió. Está
a punto de jubilarse.
Su esposa, Esther García Fernández, que
pertenece a una bien documentada estirpe de fotógrafos llaniscos, viene a hacer
patente el paralelismo entre Tomai “el Colilla” y José María del Rosal. Es
bisnieta de Gregorio García Ovejas, fotógrafo en Comillas a finales del siglo
XIX, nieta de José García Arco (“Pepe”), hija de Ramón García Sánchez, que desempeñó
su trabajó como fotógrafo de bodas y eventos en el Santuario de Covadonga, y
sobrina de José Antonio García Sánchez, autor de la famosísima instantánea del
perfil de Cristo, tomada en la costa de Celorio (José Antonio García trabajaba
con su padre, Pepe, en el mismo estudio). García Arco, a su vez, era sobrino de
Cándido García Ovejas (1869-1925) y nieto del vallisoletano Macario García
Arévalo, nacido en Íscar en 1840 y afincado en Llanes, ambos fotógrafos de
primera línea. Por si fuera poco, María Luisa García, hija de Cándido y prima de
Pepe García Arco, fue en los años 20 la única mujer dedicada profesionalmente a
la fotografía en Asturias.
Si Esther está vinculada al sujeto de
la fotografía, José María del Rosal lo está al claramente objeto, al objetivo
de la cámara. Tomai
“el Colilla”, ancestro de su madre, fue inmortalizado por Baltasar Cue
Fernández en la célebre carpeta “Tipos, fiestas y paisajes de Llanes”. Era un niño
de la calle y se ganaba la vida como limpiabotas. “Este pillastre andaba
siempre a la busca de las colillas que arrojaban los elegantes fumadores, y las
colocaba con soltura y desparpajo en la comisura de los labios mientras hablaba
indolente; no perdía ocasión para sacar los cuartos a despistados o incautos.
Emigró a Cuba, donde se labró una posición desahogada, y no se tiene noticia de
que regresara”, se nos dice en un catálogo publicado en 1994. Él y los demás
tipos marginales retratados en un estudio equipado con un completo repertorio
de telones y decorados, responden a un “interés por mirar a los seres humanos que
se salen de la vida supuestamente normal” (Juaco López), y vienen a significar
“una humanidad al margen, pero admitida y asimilada, que servía de contrapunto
a la supuesta normalidad del resto de los mortales” (Francisco Crabiffosse).
Con ellos se estaba haciendo sobre el daguerrotipo una suerte de experimento
social, ético y estético de nuevo cuño.
El limpiabotas, protagonista de una
peripecia vital digna de la atención de los etnólogos más avezados, estará
presente en dos obras de la exposición que inaugurará este verano la Casa de
Cultura de Llanes para conmemorar el centenario de la muerte de Baltasar Cue:
una fotografía del álbum “Tipos, fiestas y paisajes de Llanes” y una escultura
en madera tallada por Llonguera. Con el pitillo en la boca, los pies descalzos
y la mirada de pícaro cervantino estará listo para el reencuentro con su
pariente José María del Rosal, el marinero que encontró su puerto en una
familia llena de fotógrafos.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el sábado 24 de febrero de 2018)
Enlace con el artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA
III
Aurora Cue de la Fuente, en 1938. |
Aurora Cue de la Fuente, autora de un diario sobre el Llanes de 1936-1937
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
Este
verano, en la exposición que está preparando la Casa de Cultura de Llanes para
conmemorar el centenario de la muerte de Baltasar Cue Fernández, los visitantes
encontrarán un pequeño pero sugestivo apartado dedicado a una de las hijas del
singular fotógrafo fallecido en 1918: Aurora Cue de la Fuente, quien compartió
con su padre la afición a la fotografía y el talento artístico.
De
esta dama los llaniscos sabíamos muy poco. Ha sido la novela “Del color del
musgo húmedo”, escrita por su sobrina Ana Teresa Suárez Cue y publicada por la
editorial Galeón Books el año pasado, la que ha venido a arrojar luz sobre la
biografía de Aurora. Gracias a ese libro, que pretende ser un relato fiel a la
verdad histórica (aunque, en paralelo, se teje en él una ficción sobre redes
falangistas de espionaje), se nos desvelan secretos que ayudan a conocer
entresijos y hechos de la dramática vida cotidiana del Llanes de 1936 y 1937.
En
la novela de Ana Teresa Suárez Cue, Aurora es Henar, buena cocinera, lectora
empedernida y fotógrafa de calidad, que desde el fatídico 18 de julio de 1936
irá anotando a lápiz, en hojas de calendario, todo lo que pasa en la villa (es
en esos datos recopilados a modo de diario en los que se basa, en realidad, el
libro): desde los avatares de una saga familiar, la narración aporta una visión
de la topografía del horror de la guerra fratricida: da cuenta de aviones y
barcos, profanaciones y destrucción de capillas y detenciones y asesinatos, si
bien, al final, en medio de esa agobiante atmósfera, triunfa el amor, el
optimismo y la amistad.
Baltasar
Cue Fernández y Aurora de la Fuente García tuvieron ocho hijos: María,
Covadonga, Aurora, Ana María, María Luisa, Baltasar, Teresina y Manuel. Vivían
en una casa situada en las proximidades de la plaza de Santa Ana. En el desván,
entre montones de ejemplares de la revista gráfica “La Esfera”, a la que estaba
suscrita, Aurora venía realizando sesiones fotográficas desde mediados de los
años 20: preparaba sus focos e improvisaba decorados para retratar a sus
hermanas. Con una foto en sepia hecha en 1925 había ganado en Oviedo el primer
premio del concurso “Retratos Femeninos”. La
tituló “Mañana clara”, y en ella se ve a una niña (Ana María Goti) que,
con el dedo índice en los labios, pide silencio a una muchacha (Teresina Cue de
la Fuente) para que no se despierte un bebé que descansa en una cuna junto a
ellas. La foto está tomada con una cámara Kodak, patentada en los Estados
Unidos en 1902, que podremos ver expuesta en la muestra conmemorativa de
Baltasar Cue.
En
la Guerra Civil, Aurora manifestó una gran capacidad de observación y el temple
del cronista más agudo, que recuerdan el valor testimonial de los escritos del
beneficiado de la iglesia parroquial de Llanes Lorenzo Simón González durante
la francesada. Desde la galería de su casa, que daba a la playa de Sablín, la
hija de Baltasar Cue observaba con sus prismáticos, sin perder detalle, los
movimientos que se sucedían en el campo de aviación, allá en la cuesta de
Cue-Andrín. Conocía los modelos de aeroplanos y soñaba con poder volar algún
día y hacer fotos desde el aire. En el diario quedó reflejado todo: la llegada
del primer avión del Gobierno del Frente Popular desde Madrid, el 29 de julio,
con los periódicos y la saca del correo; el inicio de las acciones de bombardeo
sobre el cuartel Simancas de Gijón; las obras de acondicionamiento del aeródromo;
la presencia de pilotos soviéticos; los efectos de la niebla sobre la actividad
aérea… Incluso las acrobacias, tipo “looping”, que se aventuraban a hacer
algunos pilotos republicanos. La
información de la que hacía acopio diariamente hubiera sido oro molido para el
alto mando nacional.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el sábado 28 de abril de 2018)
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el sábado 28 de abril de 2018)
Enlace con el artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA
IV
Lee Fontanella en el Museo del Pueblo de Asturias de Gijón. (Fotografía: H. del Río, 2018) |
El hispanista Lee Fontanella habló en Llanes sobre el tipismo en la fotografía de Baltasar Cue
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
Para
explicar la mirada de Baltasar Cue Fernández y la respetuosa naturalidad con la
que quedaron retratados sus personajes populares, Lee Fontanella (Connecticut,
1941) ha construido un relato enciclopédico, podríase decir. Este hispanista
norteamericano, que acudió a la Casa de Cultura de Llanes para dar una
conferencia en el centenario de la muerte del fotógrafo llanisco, ha echado
mano de variados resortes y argumentos para abordar el concepto del tipismo (no
sólo en la fotografía) y el estudio de los tipos humanos en el ámbito del
pensamiento occidental. Desde la literatura, la antropología, la sociología, la
filosofía, la psicología e, incluso, la “crónica negra”, se apoyó en referentes
dispares y complementarios. Cuatro de ellos fueron el griego Teofrasto (discípulo
de Aristóteles, que en el siglo IV antes de Cristo representó los primeros
intentos de llevar el tipismo a la literatura y de clasificar los diversos
caracteres humanos, traducido y retomado en los siglos XVI y
XVII), Francis Bacon, Freud y el fotógrafo Joaquín Hernández de Tejada, autor en
1880 de una serie de retratos a bandoleros y criminales, como herramienta de la
policía, por encargo del gobernador civil de Córdoba Julián Antero de Zugasti (1).
Todo
ello para focalizar el interés primario en el prójimo y para situar a Cue en la
cumbre de la originalidad, pues nadie antes que el llanisco había inmortalizado
a seres cercanos, pero marginales, tal cual eran (y viéndolos como individuos
más que como tipos). Cue, que abrió así un nuevo camino a la fotografía, manejó
el poder de la cámara para pasar de la abstracción a la concreción, y supo ver
más allá de la imagen y transmitir una multidimensionalidad, que en el caso de sus
retratos de músicos (Torna, Juan de Andrín o el ciego de la zanfona) hace que
nos parezca oír la música y la voz de los copleros (2).
Fontanella
ha sido catedrático de la Universidad de Texas en Austin y profesor de
literatura, cultura española e historia de la fotografía en la Universidad de
Worcester (Massachusetts). Todos los años viene a España, invitado a pronunciar
lecciones magistrales o a comisariar exposiciones, y en 1981 publicó su libro
más conocido: “La historia de la fotografía en España desde sus orígenes hasta 1900” , prologado por Julio
Caro Baroja, en el que dedica varias páginas a Baltasar Cue y a la fotografía
en Llanes.
Este
norteamericano hijo de italianos, que vivió en Madrid durante los años de la “movida
madrileña”, tradujo al inglés un libro de Benito Bermejo sobre Francisco Boix, el
fotógrafo de Mauthausen, y es autor de la investigación sobre
un asesino en serie y caníbal que aterrorizó Nueva York en los años 20 y 30: Albert Fish, conocido
como “H. H.”, ejecutado en la silla eléctrica en 1936. Fontanella llegó a entrevistarse
con el abogado defensor del monstruo, un nonagenario que aún se mantenía en
activo. Una productora cinematográfica le encargó convertir aquel trabajo en el
guión de una película. Esta experiencia, sin embargo, le dejaría completamente
desilusionado, porque le cambiaron el título y contrataron a un guionista de
refuerzo que introdujo cambios en el texto y añadió nuevos personajes. La
película, dirigida por Scott L. Flynn, se estrenaría en 2007 en Montreal con el
título “The Gray Man”.
Lee
Fontanella es tan enciclopédico como la disertación que ofreció en Llanes. En
1966 fue alumno de Enrique Tierno Galván en la Universidad de Princeton, cuando
llevaba ya entonces cinco años sumergido en el estudio de la cultura española.
El profesor Tierno, al que veía pasear en solitario por las interminables
rectas de la Nassau Street y la Washington Road (en recorridos similares a los
que había hecho Albert Einstein en los años 30), acabó de convertirle en el
hispanista sin retorno que es hoy.
Notas:
(1) Lee Fontanella fue
el segundo ponente del ciclo de charlas programado por la Casa de Cultura de
Llanes para conmemorar el centenario de la muerte del fotógrafo Baltasar Cue
Fernández (1856-1918). Le había precedido en la tribuna el crítico de arte
Francisco Crabiffosse Cuesta y le seguiría Juaco López, director del Museo del
Pueblo de Asturias. La conferencia de Fontanella se tituló “Los llaniscos de
Cue Fernández. Una historia de tipos y personajes”.
(2)
Fontanella descubrió la obra de Baltasar Cue
Fernández en Oviedo, en 1978,
gracias al fotógrafo llanisco Nicolás Sobrino Fernández (Nico).
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el sábado 22 de septiembre de 2018)
Enlace con el artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA
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