Centro Cultural "Miguel Delibes" de Valladolid. (Foto: M. Alonso Saiz). |
OPINIÓN
Cura de humildad entre efectos Guggenheim
La III Conferencia Estatal de la Cultura celebrada en Valladolid
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
La centralidad
de la cultura, reivindicada en los años de la Transición por las Comunidades
Autónomas, ha dado lugar a una proliferación por toda la geografía española de
gigantescos equipamientos, a los que hoy es difícil dar vida. Los “efectos Guggenheim” están a la vista, y, precisamente, en uno de esos
colosales contenedores, el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid, se acaba
de celebrar la III Conferencia Estatal de la Cultura.
A diferencia de
encuentros anteriores, la reunión de Valladolid, organizada por la Federación Española de Asociaciones de Gestores Culturales
(FEAGC), vino a concretar una suerte de cura de humildad a partir de una visión
más realista y más práctica de las cosas. En 2014, el I Foro de la Cultura de
Burgos, concebido en torno al concepto de la “Innovación para un cambio social”,
había situado el arte y la creatividad como elementos esenciales para poder superar
la crisis universal. En 2015, el I Encuentro “Cultura local y construcción de
ciudadanía”, convocado en Madrid por la Dirección General de Política e
Industrias Culturales y del Libro, especulaba sobre modos y maneras de
involucrar, desde lo público, a los ciudadanos en los procesos culturales; y en
2016, el segundo Foro de la Cultura de la capital burgalesa, bajo el epígrafe
“Identidades en la frontera”, ponía el acento en la multiculturalidad y en los crecientes
desafíos de un mundo globalizado aún por digerir.
Sin abandonar las líneas de reflexión que nos fueron abiertas en
las tres citas precedentes, en Valladolid se analizó la realidad bajo un prisma
nuevo. Tocaba hablar de sostenibilidad, de minimalismo, de realismo a escala
abarcable y a pie de obra, y así lo hizo desde el primer minuto Sergio del
Molino, el autor del libro “La España vacía”.
Este escritor y ensayista reclamó una mayor atención para la gente
que permanece en el campo y pidió que la cultura, tan asociada al medio urbano,
pose su mirada en las almas dispersas que resisten la despoblación y la
exclusión del discurso general. Acercar dos mundos separados, que se desconocen
y que incluso se desprecian, en un momento en el que se impone la lógica
productivista y consumista, es una idea que deberá atraer a artistas y
escritores de entre 35 y 45 años, ansiosos por recuperar sus raíces y por
reconectarse a un paisaje perdido. Se necesitan artistas que pongan su manejo de
los símbolos al servicio de la comunidad y que generen nuevos imaginarios
sociales en el entorno rural. (En Asturias tenemos un buen ejemplo de esto en
la figura excelsa del músico Mento Hevia).
Las ponencias que siguieron a Del Molino hurgaron también en lo
básico y añadieron al debate un infinitivo tras otro: enfatizar la cultura como
derecho, frente a la cultura tomada como industria, como rentabilidad o como
ocio; recuperar el valor pedagógico de la cultura; “acabar con la complicidad
entre el Estado y las empresas del espectáculo y de la industria cultural”… Y en
medio de todo, alertas, diagnósticos y toques de atención: sobre el proceso que
padecemos de liquidación de lo público; sobe la excesiva vinculación de las
áreas de cultura al turismo; sobre la necesidad de fortalecer la
profesionalización de la gestión de la cultura; y, especialmente, sobre la
desestructuración de la España autonómica (“las políticas culturales regionales
están obsesionadas con ser independientes”, lamentó el asturiano Jorge
Fernández León; “están desconectadas y con infraestructuras vacías”, añadió Alfons
Martinell, de la Universidad de Girona), algo que pide a gritos un pacto para
la cultura y una voluntad política para que el poder legislativo apruebe leyes que
corrijan la irracional descoordinación.
El programa, que incluyó la presentación de un voluntarista Libro
Blanco de Buenas Prácticas, fue clausurado por Antonio Gamoneda con el mensaje
de “una cultura que haga un mundo mejor”. El poeta dio la receta de una gestión
cultural “que alivie las estructuras injustas del reparto de la propiedad” y “que
sea siempre un trabajo de condición humanista”.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo, el sábado 1 de abril de 2017)
La imagen recoge uno de los debates durante el encuentro de Valladolid. (Foto: H. del Río). |
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