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domingo, 2 de abril de 2017

III CONFERENCIA ESTATAL DE LA CULTURAL EN VALLADOLID


Centro Cultural "Miguel Delibes" de Valladolid.
(Foto: M. Alonso Saiz).

OPINIÓN                                                               

Cura de humildad entre efectos Guggenheim

La III Conferencia Estatal de la Cultura celebrada en Valladolid



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

La centralidad de la cultura, reivindicada en los años de la Transición por las Comunidades Autónomas, ha dado lugar a una proliferación por toda la geografía española de gigantescos equipamientos, a los que hoy es difícil dar vida. Los “efectos Guggenheim” están a la vista, y, precisamente, en uno de esos colosales contenedores, el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid, se acaba de celebrar la III Conferencia Estatal de la Cultura.

A diferencia de encuentros anteriores, la reunión de Valladolid, organizada por la Federación Española de Asociaciones de Gestores Culturales (FEAGC), vino a concretar una suerte de cura de humildad a partir de una visión más realista y más práctica de las cosas. En 2014, el I Foro de la Cultura de Burgos, concebido en torno al concepto de la “Innovación para un cambio social”, había situado el arte y la creatividad como elementos esenciales para poder superar la crisis universal. En 2015, el I Encuentro “Cultura local y construcción de ciudadanía”, convocado en Madrid por la Dirección General de Política e Industrias Culturales y del Libro, especulaba sobre modos y maneras de involucrar, desde lo público, a los ciudadanos en los procesos culturales; y en 2016, el segundo Foro de la Cultura de la capital burgalesa, bajo el epígrafe “Identidades en la frontera”, ponía el acento en la multiculturalidad y en los crecientes desafíos de un mundo globalizado aún por digerir.
Sin abandonar las líneas de reflexión que nos fueron abiertas en las tres citas precedentes, en Valladolid se analizó la realidad bajo un prisma nuevo. Tocaba hablar de sostenibilidad, de minimalismo, de realismo a escala abarcable y a pie de obra, y así lo hizo desde el primer minuto Sergio del Molino, el autor del libro “La España vacía”.
Este escritor y ensayista reclamó una mayor atención para la gente que permanece en el campo y pidió que la cultura, tan asociada al medio urbano, pose su mirada en las almas dispersas que resisten la despoblación y la exclusión del discurso general. Acercar dos mundos separados, que se desconocen y que incluso se desprecian, en un momento en el que se impone la lógica productivista y consumista, es una idea que deberá atraer a artistas y escritores de entre 35 y 45 años, ansiosos por recuperar sus raíces y por reconectarse a un paisaje perdido. Se necesitan artistas que pongan su manejo de los símbolos al servicio de la comunidad y que generen nuevos imaginarios sociales en el entorno rural. (En Asturias tenemos un buen ejemplo de esto en la figura excelsa del músico Mento Hevia).
Las ponencias que siguieron a Del Molino hurgaron también en lo básico y añadieron al debate un infinitivo tras otro: enfatizar la cultura como derecho, frente a la cultura tomada como industria, como rentabilidad o como ocio; recuperar el valor pedagógico de la cultura; “acabar con la complicidad entre el Estado y las empresas del espectáculo y de la industria cultural”… Y en medio de todo, alertas, diagnósticos y toques de atención: sobre el proceso que padecemos de liquidación de lo público; sobe la excesiva vinculación de las áreas de cultura al turismo; sobre la necesidad de fortalecer la profesionalización de la gestión de la cultura; y, especialmente, sobre la desestructuración de la España autonómica (“las políticas culturales regionales están obsesionadas con ser independientes”, lamentó el asturiano Jorge Fernández León; “están desconectadas y con infraestructuras vacías”, añadió Alfons Martinell, de la Universidad de Girona), algo que pide a gritos un pacto para la cultura y una voluntad política para que el poder legislativo apruebe leyes que corrijan la irracional descoordinación.

El programa, que incluyó la presentación de un voluntarista Libro Blanco de Buenas Prácticas, fue clausurado por Antonio Gamoneda con el mensaje de “una cultura que haga un mundo mejor”. El poeta dio la receta de una gestión cultural “que alivie las estructuras injustas del reparto de la propiedad” y “que sea siempre un trabajo de condición humanista”. 

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo, el sábado 1 de abril de 2017)



La imagen recoge uno de los debates durante el encuentro de
Valladolid.
(Foto: H. del Río).

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