OPINIÓN
Jayo se contaba entre los comerciantes clásicos de la antigua Plaza Mayor. En ese espacio, que desde 1915 lleva el nombre del diputado y senador liberal José de Parres Sobrino (1865-1917), transcurrió su vida entera al frente de un local situado en los soportales, entre la fonda La Guía y la casa en la que nació José de Posada Herrera. Aún crepita frente a ésta el recuerdo de un episodio de la francesada, cuando en 1808 la soldadesca napoleónica amontonó y quemó allí libros, armas y muebles expoliados. El dueño de la mansión saqueada era el coronel retirado Blas Posada, estratega de la lucha guerrillera de los patriotas llaniscos, al que las fuerzas invasoras no conseguirían apresar en ningún momento de la guerra.
La
tienda de Jayo (en la planta baja de la casa que había mandado construir su
abuelo materno, el ferretero avilesino José Rodríguez Sobrado, alcalde de
Llanes en 1884) presentaba sin complejos el aire de otra época. Detrás del
mostrador estaban él, con su bata gris y un lápiz en la oreja, y su hermana
Rosita (1909-2003), catequista y devota feligresa. Los dos, solteros,
sanrocudos y personas de ley. Entre un sinfín de artículos de incuestionable
utilidad, vendían ropa de faena, electrodomésticos (que duraban treinta años, como
poco) y telas por metros para cortinas y manteles. Los televisores eran de la
marca Philips, y las antenas en los tejados las instalaba un
dúo de muchos quilates: el farero de la villa (Glicerio González Velasco) y un pluriempleado
funcionario de Correos (José María Sánchez García).
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 11 de noviembre de 2023).
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