Mis libros

miércoles, 27 de febrero de 2019

ADOLFO CAMILO DÍAZ: "PAÍS"

Adolfo Camilo, en el hotel Begoña de Gijón,
el miércoles 12 de febrero de 2020.
(Foto: H. del Río).

La Compañía “Teatro Casona”, con un elenco formado aquella vez por Xuan Coll, Isabel Freira, Carmen Gloria García, Cristina Bravo, Andrés Presumido y Aique, ofreció en Llanes, el 13 de abril de 2011, dentro de las actividades del Día del Libro, la obra satírica “País”, escrita por Adolfo Camilo Díaz. 
La representación tuvo lugar en el salón del Instituto de Educación Secundaria, a las 12:30 horas, y formó parte del Circuito de las Artes Escénicas del Principado de Asturias. Asistieron a ella 200 alumnos del centro educativo llanisco.
“País” fue la primera obra -y hasta ahora la única- de Adolfo Camilo que se representaba en la villa de Ángel de la Moría. Una historia de desamor, “la crónica de un derrumbe emocional, sentimental, ideológico y territorial”, en palabras de ACD. Inspirada en la realidad asturiana, “País” habla de los telediarios, como espejo de la realidad, y del paisaje y el paisanaje de las Cuencas Mineras, contemplado todo ello entre el esperpento y el hiperrealismo.

Adolfo Camilo Díaz López forma parte de un selecto grupo de directores de casas municipales de cultura que están dejando honda huella en la senda de la gestión cultural. Jaime Luis Martín, José Paz, Julia Franco, Ramón Quirós, Ismael González Arias o Adolfo Camilo llevan décadas en la brecha. En realidad, están ahí desde los primeros momentos en los que los Ayuntamientos democráticos asumieron la tarea de la promoción y de la difusión cultural como un compromiso y como un servicio público irrenunciables.
Nacido en Caborana, Aller, en 1963, y licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo, lleva publicada una veintena de libros (de narrativa y teatro, sobre todo). Estamos ante un escritor, dramaturgo y gestor cultural que cuenta ya con algunos de los premios más prestigiosos de la literatura asturiana, como el Premio Xosefa de Xovellanos (en dos ocasiones) y el de novela corta de la Academia de la Llingua.
Trabajó como animador cultural en los concejos de Carreño y Corvera y, desde 2004, es director de Cultura del Ayuntamiento de Avilés.
Había fundado en 1979 el grupo de teatro experimental “Güestia”, en el que participó el poeta Xuan Bello, y es autor también de la obra teatral “Psicokiller”.
Con Adolfo Camilo coincidimos en Gijón, hace unos días, en la XXVIII edición de la Feria Europea de Teatro para Niños (FETEN).

Higinio del Río
Miércoles 27 de febrero de 2019


lunes, 25 de febrero de 2019

UN AUTO SACRAMENTAL EN CELORIO, HITO HISTÓRICO PARA LLANES




Dentro del programa conmemorativo del MILENARIO DEL MONASTERIO DE SAN SALVADOR DE CELORIO, organizado por la Casa Municipal de Cultura de Llanes, la compañía profesional Teatro del Cuervo, que dirige Sergio Gayol, estrenó en la Iglesia de San Salvador de la localidad celoriana, en agosto de 2017, el auto sacramental: "DIÁLOGO ENTRE EL AMOR Y UN VIEJO", de Rodrigo de Cota (1450-1504), en medio de una gran expectación. Hubo un lleno absoluto y la presentación, en medio de un ambiente de penumbra y de cierto sobrecogimiento, corrió a cargo del párroco, Domingo González Álvarez.

La obra fue seleccionada y preparada ex profeso para la conmemoración del milenario del monasterio celoriano.
Escrita en octosílabos, representa una controversia entre dos personajes (una de las muchas disputas en las que abunda la literatura medieval) y el vencimiento del Viejo por el Amor, con el consiguiente descalabro dramático.
El autor, Rodrigo de Cota (Toledo, 1450-1504) vivió en la segunda mitad del siglo XV y fue judío converso. Es conocido por su "Diálogo entre el Amor y un Viejo", pero también se le atribuye el "Diálogo entre el Amor, el viejo y la hermosa". Se le considera también autor de las "Coplas de Mingo Revulgo", de "Las Coplas del Provincial" y del primer acto de la obra cumbre de Fernando de Rojas: "La Celestina".
Los autos sacramentales eran en su origen una representación teatral medieval, tanto de índole religiosa como profana. En la Edad Media recibían también la denominación de misterios o moralidades, sobre todo cuando trataban el tema religioso.
Se nutrían, en general, de episodios bíblicos, misterios de la religión o conflictos de orden moral y teológico y se representaban en los templos o pórticos de las iglesias.
Desde la segunda mitad del siglo XVI empezaron a llamarse autos sacramentales y fueron haciéndose cada vez menos narrativos, intensificando sus contenidos doctrinales y alegóricos, hasta que autores como Pedro Calderón de la Barca les dieron su forma definitiva en el siglo XVII.
Los autos sacramentales fueron prohibidos en 1765.


OPINIÓN                                                               

 Auto sacramental en Celorio

Un espectáculo teatral del siglo XV, en el milenario del Monasterio de San Salvador



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Entre las paredes de la iglesia de Celorio, construidas para un viaje largo en el tiempo, como las de las pirámides de Egipto, se mueve como pez en el agua el párroco, Domingo González Álvarez (Cangas del Nancea, 1947). Con el temple del fogonero de un trasatlántico, este cura caldea sermones sin paja desde una vehemencia contenida y didáctica. Posee carisma y es capaz de mover Roma con Santiago para mantener en buen estado el colosal patrimonio histórico y artístico que custodia desde hace casi treinta años. Don Domingo, que tiene algo de cicerone de museo, es el principal impulsor de la celebración en 2017 de un cumpleaños extraordinario: los mil años del monasterio de San Salvador.
Celorio no es sólo un destino turístico de primer orden. En su litoral se distingue aún, por encima de las playas, una escenografía que empezó a tomar forma en el siglo XII, cuando los esposos don Alfonso Suárez y doña Cristilde fundaron el cenobio benedictino, que, además de cumplir una función religiosa, sería un centro de explotación y producción agraria, y actuaría como factor determinante de integración para la población campesina. El milenario del monasterio ha sido celebrado ahora por el Ayuntamiento llanisco con varios actos culturales. Hubo un ciclo de conciertos (góspel africano, orquestas sinfónicas y de cámara, dúos y solistas), conferencias de profesores de la Universidad de Oviedo (“Celorio en el contexto de la tierra de Aguilar”, por Javier Fernández Conde, y “Arquitectura y arte medieval en torno a San Salvador”, por Isabel Ruiz de la Peña) y una representación teatral dentro de la misma iglesia, debajo de cuyo suelo azulejado, como suele recordar don Domingo, permanecen restos de enterramientos de monjes.
La compañía El Cuervo, que dirige Sergio Gayol, preparó para la ocasión, ex profeso, el “Diálogo entre el Amor y un viejo”, un auto sacramental envuelto en una visualidad y una puesta en escena absolutamente fuera de lo habitual. (Desde luego, no todos los párrocos se habrían atrevido a esto). ¿Cuánto tiempo hacía que no se representaba aquí un auto sacramental? ¿Cuatrocientos años? ¿Trescientos, quizás …? En todo caso siglos, porque estas obras de teatro religioso fueron prohibidas en 1765.
Cara al pasillo central, tres filas a cada lado, se colocaron los bancos al modo del Parlamento inglés, delimitando un espacio rectangular sobre el que se consiguió crear una sugerente atmósfera a base de efectos sincronizados de luces débiles y niebla artificial. Se patentizaba así la carga alegórica de los autos sacramentales, en su momento representados generalmente el día del Corpus en los templos o pórticos de las iglesias, y en los que se barajaban episodios bíblicos y líos de orden moral y teológico.

El “Diálogo”, escrito por el judío converso toledano Rodrigo de Cota (1450-1504), a quien se atribuye la autoría de una parte de La Celestina, desarrolla un pulso dramático entre dos personajes: por un lado, el Amor, representado por una joven, y por otro, un anciano cansado de vivir. En ese cara a cara, la muchacha intentará, con un discurso engañoso, convencer al hombre de que no está acabado y de que aún hay tiempo para enamorarse. El viejo, que se sabe ya fuera de todo eso, intuye la trampa del Amor, esquiva en principio a la muchacha y se resiste a dejarse embaucar, pero acabará sucumbiendo a la seducción, sometido y burlado. Una controvertida dialéctica, la que urde Rodrigo de Cota sobre misterios y moralidades, que sigue hoy igual de vigente que hace mil años.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 23 de septiembre de 2017)



lunes, 11 de febrero de 2019

LLANES: REFERENCIAS DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

OPINIÓN                                                               

 "El Gallego" y el maestro, mano a mano

Una visita a Llanes del vicepresidente de Cuba, José Ramón Fernández, en 1994



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

El que fuera vicepresidente del Gobierno cubano entre 1978 y 2012, José Ramón Fernández Álvarez, fallecido el 6 de enero de 2019, había visitado Llanes una tarde de octubre de 1994. Llegó tras almorzar en la Quinta Guadalupe de Columbres con Santiago González Romero, director del Archivo de Indianos, y los alcaldes socialistas de Ribadedeva y Llanes, Modesto Bordás Rodríguez y Manuel Esteban Miguel Amieva, respectivamente.

Permaneció aquí un par de horas y durante todo ese tiempo estuvo junto a él Manuel Amieva. Ambos y su séquito se apearon de sendos automóviles junto al Puente y empezaron a recorrer el casco histórico medieval desde la calle Manuel Cue. Les acompañábamos la embajadora de Cuba en España, Rosario Navas Morata -actualmente al frente de la embajada cubana en Estocolmo-, el concejal de Cultura del Ayuntamiento llanisco, Antonio Núñez Martín, los periodistas Ramón Díaz y Ramón Pérez Batalla, tres guardaespaldas y un servidor. A la cabeza de la comitiva, Amieva iba comentando a “El Gallego” (como era conocido en su país el histórico dirigente de la revolución castrista) retazos del pasado de Llanes, y José Ramón Fernández (nacido en Santiago en 1923, hijo de asturianos, militar de carrera con cursos de especialización en Estados Unidos, conspirador contra la dictadura de Batista, destacado luchador en la batalla de Bahía de Cochinos y estrecho colaborador de Fidel Castro) escuchaba atentamente mientras subían por la calle del Llegar.
Amieva, hombre de vasta cultura y buen conocedor de la historia local, empezó hablando de la actividad ballenera, del fuero otorgado por Alfonso IX, de las murallas y de Juan Pariente, el noble que acogió en su casa al príncipe Carlos en 1517, pero en seguida derivó sus explicaciones a terrenos más ligados a la bilateralidad llanisco-cubana. Mencionó primeramente al benefactor Manuel Cue, indiano en La Habana y fundador de las Escuelas Cristianas de La Arquera, con cuyo nombre estaba bautizada la calle por la que íbamos caminando en ese momento; después, ante la Casona de la Magdalena, indicó que ese gran edificio había pertenecido a la familia de Alberto Bayo Giroud, nada menos, el militar hispano-cubano que participó en la Guerra Civil desde el bando republicano y que en los años 50 sería en México el instructor de los guerrilleros -los hermanos Castro y Ché Guevara entre ellos- que preparaban el asalto al poder y que embarcarían en 1956 en el “Granma”. (La Casona nos trae a muchos llaniscos gratos recuerdos de nuestra niñez; allí vivía entonces la popular maestra Pilar Pérez Bayo, llamada “la Cubana”, sobrina de Alberto Bayo y esposa de Julián Gancedo, “Julianón”); en el Sablón, finalmente, el cicerone habló del chalé de Óscar Manzano (que originariamente había pertenecido a la familia Orejas, de Oviedo); lo teníamos enfrente, en la subida a San Pedro, con un mástil en el que ondeaba la bandera de Cuba; Óscar, hijo de Veneranda Manzano (1893-1992), estaba muy relacionado con el régimen castrista (de hecho, en 1995 habría de ser huésped suyo en ese chalé Ramiro Valdés Menéndez, uno de los líderes revolucionarios más carismáticos desde el ataque al Cuartel Moncada en 1953).
El recorrido incluyó una breve visita a la Casa de Cultura, en la que se mostraban las exposiciones “Del Caribe, Cuba” (fotografías del documentalista cubano, realizador de TV y reportero de guerra en Angola Simón Escobar) e “Inquisición y Justicia seglar”.
Manuel Miguel Amieva (Llanes, 1949), alcalde desde 1993 hasta 1999 y maestro de escuela con cuarenta años de servicio, se volvió a encontrar con José Ramón Fernández Álvarez en 1996, esa vez en La Habana. Como en la primera ocasión, Amieva no contó a “El Gallego” que el derrocado dictador Fulgencio Batista había estado en Llanes en 1962, un día en el que apareció de repente y comió con su esposa riñones al Jerez en el Bar del Muelle, regentado por el exquisito hostelero (y antiguo emigrante en Cuba) Agustín Guijarro Junco.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el martes 15 de enero de 2019)