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miércoles, 19 de febrero de 2020

EMIGRACIÓN LLANISCA A SUIZA EN LOS 60: EL CASO DE COLÁS JUNCO, EL DE "EL BODEGÓN"

Nicolás Junco, cuando jugaba en el C D Llanes
a principios de los años 60. 

OPINIÓN                                                               

Un tigre sin papeles



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

A Nicolás Junco (Pancar, 1938), único hijo de “Culetu” y de Luisa (el matrimonio que regentó “El Bodegón” de la calle Mayor en Llanes durante los años sesenta y setenta) y yerno de Chelo, “la Pita”, no le ha ido mal en Europa. Cuando emigró, con veintitrés años cumplidos, era uno de los jugadores destacados del C.D. Llanes junto a Lorenzo Anca, Luisín Bardales, Matute y Matías Cortines (“Tiucas”). Le llamaban “Tigre”, a pesar de abultar poco, y recaló en Payerne, localidad suiza cercana a Lausanne, donde pudo simultanear el trabajo de camarero con la práctica del fútbol, su gran pasión. En su primera tarde libre allí había ido a ver un partido del equipo local; en el descanso, un balón cayó a sus pies; con suavidad, “Colás” lo elevó y empezó un ejercicio de malabarismo a lo “Pelé”, tocando el esférico de cabeza, con los hombros, bajándolo al tacón, subiéndolo de nuevo y pegándolo alternativamente con la derecha, con la izquierda y con las rodillas, hasta que lo devolvió ejecutando un elegante centro.


La exhibición llegó a oídos del señor Zaug, el dueño del “Café Central” en que trabajaba y presidente, a la sazón, del Payerne F.C., que le llamó a su despacho y le propuso fichar por el club. Así fue como “Colasín”, hábil y escurridizo interior zurdo, inició su etapa en la categoría regional suiza, sin dejar de servir cervezas entre semana. El patrón miraba por él: “No vengas mañana a trabajar. Resérvate, que el próximo partido es clave”, le decía, y cada domingo sus paisanos le seguían fielmente adonde quiera que jugara. Una vez, un defensa le hizo una falta terrorífica. De las gradas surgió entonces, automáticamente, un grito racial, como si estuvieran en “Malzapatu” o en “La Encarnación” (dos de los campos que tuvo el Llanes): “¡Animal! ¡Me cago en la puta que te parió!” Al oír aquello, los trabajadores españoles que habían pasado por taquilla sintieron vibrar la cuerda del patriotismo, el instinto tribal: “Por aquí tien que haber unu de los nuestros”, dijéronse, mientras intentaban dar con el autor del cagato, que resultó ser “Culetu”, recién llegado a Suiza para ver a su hijo.
“Colás” es hoy uno de los muchos emigrantes asturianos que alcanzaron sus objetivos. Se acaba de jubilar en París, donde reside desde hace cuatro décadas. En unos tiempos en que la humanidad sedienta y hambrienta trata de esquivar el destino y suele acabar naufragando sin papeles en el Estrecho, a la busca de un “Payerne”, el testimonio de este “Tigre” llanisco debería ayudarnos a entender mejor el drama de las pateras. En 1961, él y otros jóvenes cogieron un tren de largo recorrido. Se bajaron en Ginebra, donde los pusieron en fila de a uno para pasar el control de la aduana. Ninguno de ellos cumplía los requisitos establecidos por las autoridades de inmigración de la Confederación Helvética: no llevaban contrato de trabajo, ni permiso de residencia, ni visado. Sólo la maleta en una mano, y en la otra -bien a la vista, como si fuera el pasaporte- una cartera de plástico que contenía el carnet, el billete del viaje y una foto de sus padres. Barruntaban la deportación a casa. Pero los policías apenas los miraron; se limitaron a indicarles con la mano que cruzaran la raya. Luego alguien los reagrupó atendiendo a su capacitación laboral: unos irían destinados a fábricas, otros a servicios de limpieza y al resto le tocó ser camareros. Habían conseguido colarse en las entrañas de la Europa opulenta.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el martes 29 de abril de 2003). 


TEATRO EN ASTURIAS: COMPAÑÍA "MARGEN", SÍMBOLO DE RESISTENCIA Y ESPERANZA



OPINIÓN                                                               

"Margen" de confianza



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Cambió mucho el teatro desde las temporadas estivales de los años sesenta y setenta, en las que desfilaban por el “Cinemar” compañías madrileñas cargadas de vodeviles. Lo que nos llegaba entonces a los llaniscos era una “tourné por provincias” que respondía sólo a criterios de rentabilidad económica. Aquellas comedias de cuernos y saltos de cama dejaron de circular en cuanto la empresa del local decidió plegar velas. A cambio, unos pocos años después, se fue abriendo paso una oferta de teatro con más sustancia, fruto de la acción conjunta del Principado y los Ayuntamientos democráticos, hasta el punto de que hoy -como acaba de señalar la directora del Instituto del Teatro y de las Artes Escénicas, Julia Martín- la Administración es el único cliente del teatro en toda España porque el teatro privado no existe”.


En la nueva situación no faltaron ni faltan en Asturias compañías serias y comprometidas. “Margen”, que conmemora ahora felizmente el veinticinco aniversario de su fundación, es una de ellas. De la profesionalidad de este grupo ovetense, que dirige Arturo Castro, venimos disfrutando en el oriente de la región desde hace trece años, por lo menos. En el recorrido de un cuarto de siglo, su carro de cómicos ha sabido trasladar a una región alejada de Madrid y Barcelona la intensidad de la escena berlinesa de los años 20, con Brecht, Piscator y Reinhardt como referencias, y aportar siempre una saludable consistencia a las propuestas escénicas de los municipios que contratan sus servicios. A Llanes fueron llegando desde 1990 montajes a cual mejor, muchos de ellos con la participación del añorado actor Ceferino Cancio: “Ahola no es de leil”, “La noche que no llegó el viento” (del dramaturgo asturiano Javier Villanueva), “Toreros, majas y otras zarandajas”, “¡Olé!”, “Gran Viuda Negra”, “¡War!”, “Molière ensaya `Escuela de mujeres`”, “La Regenta en el recuerdo”, “Hamlet”...
Dedicarse al teatro nunca tuvo tanto mérito como lo tiene en la actualidad. Es un ejercicio de apostolado en medio de una jungla desquiciada. Hay mucho en contra. El público prefiere los cuentos cortos, los largometrajes con escaso diálogo, las revistas llenas de fotos y los libros muy lejos (o, en todo caso, muy delgados). Interesa más la cohetería de los efectos especiales que recrearse en la anchura y en la profundidad de una obra de arte. Cualquier universitario conoce al dedillo media docena de películas de Almodóvar, pero probablemente sería incapaz de decir el nombre del autor de “Esperando a Godot”. A nadie debe extrañar, pues, que el cine y la televisión se estén comiendo al teatro, como denunció Arthur Miller en una rueda de prensa previa a la entrega de los Premios “Príncipe de Asturias”.
Nos luciría el pelo si, frente a las dentelladas de la industria de Hollywood y a la pestilencia de las cadenas privadas de televisión, la gente de la farándula -que bendita sea- se diese por vencida. Aun teniendo que reinventar a cada paso un pretexto de adaptación a los tiempos que corren, el mundo de la escena sobrevive, y eso es lo importante. La dignidad del teatro nos dignifica, igual que la basura televisiva nos enmierda. Por eso el cumpleaños de “Margen” viene a ser un símbolo de resistencia y de esperanza y una fiesta que todos los asturianos deberíamos celebrar como cosa propia.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el martes 17 de diciembre de 2002). 



jueves, 13 de febrero de 2020

GRACIANO GARCÍA: PERIODISMO Y POESÍA

De izquierda a derecha, José Manuel Vaquero, Melchor F. Díaz,
Ignacio Martínez, Carlos Rodríguez, Higinio del Río, Graciano García,
Ángeles Rivero, Juan de Lillo y Alberto Menéndez.
(Oviedo, 24 de enero de 2020)

OPINIÓN                                                               

Asturias como refugio poético

El empeño en lograr para la región asturiana la capitalidad de la poesía



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Manuel Alcántara (“asiduo columnista y terco aprendiz de poeta”, como él mismo se definía) lo tenía muy claro: “el mundo tiene que cambiar, porque lo que somos los poetas, no vamos a cambiar nunca”, solía decir. Una frase que podría suscribir perfectamente Graciano García, cuyo alma, entre galeradas y versos, lleva toda la vida soñando con un mundo mejor.
En el ágape de la Asociación de la Prensa en Oviedo, con motivo de la festividad de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas, “Chano”, como le llaman sus amigos, fue el personaje central. Se le veía con la ilusión de un crío, y en todos los corrillos de los compañeros se comentaba con admiración el empeño en el que anda metido: lleva recogidas ya casi diez mil firmas para que nuestra región sea declarada capital mundial de la poesía.

El director emérito de la Fundación Princesa de Asturias estaba entre el grupo de veteranos ilustres, con Juan de Lillo, Orlando Sanz, José Manuel Vaquero, Melchor F. Díaz, Carlos Rodríguez, José Antonio Rodríguez Canal y Juan Manuel Wes, entre otros, y se notaba mucho la ausencia de Luis José Ávila, fallecido en septiembre. Nos hicimos una foto con ellos.
Leones indomables de una etapa memorable del periodismo asturiano, esa pléyade de maestros es el mejor espejo en el que pueden mirarse las nuevas generaciones de periodistas. Sacrificados, objetivos y valientes, de ellos se pueden aprender muchas lecciones. Nunca fueron meros altavoces de los mensajes propagandísticos a los que son tan dados los políticos; siempre tuvieron olfato de gol y un afilado sentido crítico que les hacía descartar los cuentos chinos y las “verdades oficiales”. Contrariamente a lo que tantas veces se ve hoy en las ruedas de prensa, abominaban de los trágalas y de los silencios cómplices y sabían hacer preguntas pertinentes y esenciales, las que verdaderamente interesan a la gente. 
Seguir su ejemplo y sus consejos se hace muy necesario en momentos como éstos, cuando se atisba en el oficio un panorama desalentador y vulgar, de sometimiento a las ínfulas de personajes y cargos públicos mal preparados, de perfil plano, sin experiencia laboral y poco dispuestos a rendir cuentas de su gestión.
Estamos bajo un techo de incipientes nubarrones, entre los que se adivina el revoltijo de oscuros intereses de grupos editoriales, consorcios de comunicación y portales web, que recuerda mucho los universos de Orwell. A los poderes terrenales, a los grandes, a los medianos y a los pequeños, siempre les ha estorbado la prensa libre. Sería verdaderamente terrible que el poder político aspirara -es un decir- a acabar con la independencia judicial, pero igual de letal para las libertades democráticas nos parecería que una ciudadanía adoctrinada, narcotizada o simplemente despistada permitiera que la casta gobernante de turno hurtase el derecho fundamental a la información y a la opinión. 
Todos los periodistas somos un poco poetas. Por eso, dada la situación, el territorio poético que propone Graciano García es como un puerto de refugio. Lo de la capitalidad de la poesía puede traer consigo una oportunidad de sosiego y un ingente caudal de energía creativa y transformadora. Puede provocar también una sensibilización social a gran escala, y de paso, incluso, mover al Cuarto Poder a rearmarse de dignidad y fuerza moral. Soñar no cuesta nada.

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el lunes 10 de febrero de 2020).



Ignacio Martínez, Carlos Rodríguez, Higinio del Río,
Graciano García y Juan de Lillo.

Higinio del Río, Orlando Sanz, José Luis López del Valle, Rafael Sánchez Avello, Carlos Cuesta, Eduardo García, Evelio G. Palacio y Alberto Menéndez.