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domingo, 7 de junio de 2020

CALLEJEANDO EN LLANES. HISTORIAS POR DESCUBRIR

María Ángeles Iglesias, a la puerta de su bar "A mi bola"
(antiguo "Xaréu"), en el lateral de lo que fue la
casa-palacio de Juan Pariente.
(Foto: H. del Río)

OPINIÓN                                                               

Modestia de piedra


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Es inevitable que los folletos turísticos y los catálogos y guías de monumentos olviden dar cuenta de algunos edificios y rincones íntimamente ligados a la memoria colectiva de las gentes. En Llanes, aunque obran antecedentes de más atrás (un álbum de fotografías de 1926, por ejemplo), la primera edición propagandística en toda regla se remonta al período de la Segunda República, durante el que nació la Asociación de Comerciantes e Industriales. La ACI puso en marcha iniciativas para atraer visitantes, y una de ellas fue la publicación en 1932 de un portfolio con abundantes ilustraciones, módulos de anuncios y rigurosas colaboraciones de los eruditos locales de más crédito, como Vicente Pedregal, el médico Thaliny y Fernando Carrera. En los años 60, gracias al CIT (Centro de Iniciativas Turísticas) esta tipo de publicaciones cobró un definitivo impulso. De todo ello tiene la colección más completa Guillermo Sordo, “el de la Sirena”, que en su comercio de calzados de la Plaza se muestra siempre servicial ante los turistas despistados que entran a comprar “chirucas” en los días de lluvia: para todos tiene útil información, aparatosamente transmitida con un repertorio de énfasis y gesticulaciones.

Guillermo Sordo es heredero de una época en la que los comerciantes asumían tras el mostrador el papel de guías turísticos, en la misma medida en que los folletos de ahora -tan perfectos en su diseño- han heredado, a su vez, la tendencia, arrastrada desde hace cuarenta años, a solapar testimonios pétreos del pasado. Una de las curiosidades que nunca salen en sitio alguno es el arco de medio punto, de dovelaje roído por los siglos y por la nortada, que constituye la entrada al Bar “Xareu”, en la Calle de Posada Herrera. Es la puerta lateral (única pieza original que queda) de lo que fue la casa-palacio de Juan Pariente, en la que pasó dos días en septiembre de 1517 el príncipe Carlos, que habría de ser rey y emperador.
Cerca de allí, en el número 17 de la Calle Mayor está el inmueble de “Acción Católica” (actual Escuela Municipal de Música), en el que dos o tres generaciones de llaniscos hemos vivido horas felices de nuestra infancia y juventud. Tampoco figura en los folletos, pese a ser el edificio que albergó la primera escuela pública de Llanes. Obra debida a la generosidad del clérigo Fernando Villar y Abariega, que instituyó en él una fundación con fines docentes en 1757, funcionaría hasta el curso 1928-1929, en que se inauguró la sede de las Escuelas Graduadas a espaldas del Parque de Posada Herrera (un proyecto, éste, firmado inicialmente por Juan Álvarez Mendoza, pero reformado por Leopoldo Corugedo en septiembre de 1921). Algunos de los críos más espabilados que estudiaron en el centro escolar de la calle Mayor llegarían a esguilar luego a carguinos de cierta importancia, como los de cardenal primado, diputado en las Cortes de Cádiz, ministro de Gobernación, presidente del Congreso, jefe del Gobierno de España o ministro de Hacienda. La escalera y la distribución de espacios son las que tuvo siempre, y junto a una de las ventanas el maestro Francisco Mijares escribió su “Monografía geográfico-histórica” (1902), cuando habitó el piso de arriba con su familia.
Retazos de los tiempos de “María Castaña”, como el desapercibido arco o el caserón de la vetusta escuela, aguardan todavía, en su modestia de piedra, a ser descubiertos no sólo por los turistas, sino, sobre todo, por los propios lugareños.


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el martes 1 de julio de 2003). 


El príncipe Carlos, retratado por Strigel.
(Galería Borghese, Roma).

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