Pilar Montalbán (Archivo de Higinio del Río). |
OPINIÓN
OPINIÓN
¡Mucha doña Inés!
Pilar Montalbán, una actriz llanisca en el olvido
HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
La vida de Pilar
Montalbán Peña (1905-2000) parecía destinada a moverse entre bambalinas, y la
de su padre también, en cierto modo. León Montalbán Cuadrillero, un viajante
vallisoletano asentado en Llanes a finales del siglo XIX, formó con el
industrial Eladio Bengoa una sociedad que impulsó la modernidad local en muchos
frentes. A ambos debemos la construcción en 1924 del majestuoso Teatro
Benavente, obra del arquitecto santanderino Deogracias Mariano Lastra López (1889-1955),
que habría de presidir la vida social y el ocio de los llaniscos durante
treinta y nueve años.
En 1901, después
de casarse con Mercedes Peña López, Montalbán
abrió en la planta baja de la casa de Quirós (donde están los “Almacenes
Covadonga”) una mercería y juguetería que nada tenía que envidiar a los
comercios similares de Oviedo. Tendrían ocho hijos, y Pilar sería la tercera.
Menuda y con
remango, empezaría a sentir la fascinación por el teatro en el colegio de las
hermanas Mantilla, disfrazada de ángel o de heroína, en las representaciones de
fin de curso de las párvulas. Con las Mantilla cursaría, como alumna por libre,
los estudios de Magisterio, aunque no ejercería de maestra hasta después de la
guerra.
Como figura
central del cuadro artístico del Bando de San Roque, Pilar actuaba en el
Benavente en todas las veladas teatrales. Ella y sus amigas eran unas
adelantadas, unas pioneras, y causaron asombro al ser las primeras mujeres que
entraban en una cafetería sin compañía de caballeros, algo nunca visto. En 1927
triunfaría en el Teatro Principal de Torrelavega, encarnando al
personaje femenino icónico del Tenorio, y la crítica no escatimó elogios: “La señorita Pilar Montalbán
hizo una doña Inés ideal. Emocionó al respetable con sus gestos de humilde
religiosa y dijo todo el verso igual que la artista más afamada. Sentía la
pasión muy de cerca, y por eso triunfó en toda la línea. ¡Fue mucha doña Inés!”
Vino la
Guerra Civil. León Montalbán ya había
fallecido cinco años atrás. El comercio de la familia, muy significada
políticamente, era saqueado día tras día. Tuvieron que abandonarlo. Era
frecuente que a horas intempestivas llamaran a la puerta de su casa, en el piso
de arriba, gentes que iban a buscar mantas y cobertores en nombre de la República. A Pilar
la detuvieron. Estuvo
presa en distintos lugares: la casa de Pellico, en el Cotiellu; la de doña Nieves Posada Herrera,
junto a la iglesia parroquial; un chalet de San Antón; y la cárcel del
Ayuntamiento. Como las demás derechistas apresadas, tenía que atender a los
heridos en los edificios convertidos en hospitales, como el palacete de
Sinforiano Dosal, fregar suelos y servir el rancho a los milicianos en el comedor
del antiguo Convento de la Encarnación.
Jubilada en
1973, nunca dejó de sentir el gusanillo del teatro. El pedigrí escénico estuvo siempre
con ella, inalterado: en cada conversación con su hermano Manolo, que había
sido taquillero del Benavente cuando actuaban allí compañías tan renombradas
como la de Raquel
Meller ; en las noticias que llegaban desde Estados Unidos de
un primo segundo suyo, el actor Ricardo Montalbán, toda una celebridad en
Hollywood; y en los recortes de periódicos cántabros de 1927, guardados en un sobre,
que hablaban del mayor éxito de la carrera de Pilar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario