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sábado, 9 de abril de 2016

CIUDAD, CULTURA Y "ZEPPELINES"

Museo Guggenheim de Bilbao.

Ciudad, cultura y “zeppelines”

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ


La centralidad de la ciudad y el impacto económico de la cultura son nociones que no se apean de ningún curso de gestión cultural que se precie. Cualquier pollo que tenga algo que decir en esta materia está llamado a predicar, con machacona insistencia, la necesidad de pasar de la Europa de las naciones a la Europa de las ciudades, pues es en el ámbito local donde se tiene que resolver la mayoría de los problemas que se le plantean al hombre moderno. Eso se complementa con la tesis de que la cultura ha dejado de ser un florero. La ciudad, según esta lectura, se presenta como una unidad competitiva en el marco de la globalización mundial; y la cultura se erige en un elemento de producción de plusvalías económicas (en la UE aporta ya el 3 por ciento del PIB). La cultura genera riqueza; no es un gasto, sino una inversión.
Este mensaje ha sido recientemente en nuestro país el hilo conductor de tres cursos fundamentales: las “I Jornadas sobre espacios de creación contemporánea” (Avilés, marzo, 2004), “El sistema público de la cultura en España. 25 años de ayuntamientos democráticos” (Cáceres, octubre, 2004) y “Ciudades y Cultura: tendencias y retos del siglo XXI” (Santander, julio, 2006). Ahora, dando un paso más en esta reflexión, el Ayuntamiento de Avilés viene de convocar, los días 24 y 25 de noviembre, un foro dedicado a “La industria cultural. La cultura como factor de desarrollo económico local”.
En Avilés se pusieron sobre la mesa megaproyectos como el Guggenheim, el Museo de Arte Contemporáneo (MUSAC) de Castilla-León y la Ciudad de las Artes y las Ciencias (CAC) de Valencia, y se examinaron con lupa los pelos y señales de los procesos de gestación de cada uno de ellos, los plazos de ejecución de las obras, los modelos de gestión y los criterios de sostenibilidad económica que adoptaron, el presupuesto y el balance de su funcionamiento al día de hoy. El propósito era aprender de la experiencia de otros para afirmar y posicionar en la parrilla el ilusionante proyecto del Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer.
Hubo cuatro intervenciones especialmente destacadas. Juan Ignacio Vidarte, director del Museo Guggenheim de Bilbao (MGB), insistió en ver la cultura como un instrumento que permite a las ciudades regenerarse, revalorizarse y conseguir una presencia notoria en el mundo. Rafael Doctor, director del MUSAC de León, denunció el desencuentro flagrante entre arquitectos y gestores culturales, que hace muy difícil el acople del edificio a la función para la que estaba destinado (“se gasta más dinero en contenedores que en proyectos culturales”). Pau Rausell, de la Universidad de Valencia, habló de la ciudad como de un “agujero negro” (en el siglo XXI, las ciudades tendrán una capacidad de maniobra apabullante; los ingresos de Tokio, por ejemplo, son ya hoy superiores a los de Francia). Y Eduard Miralles, asesor de Relaciones Culturales de la Diputación de Barcelona -un teórico muy conocido, al que habíamos tenido en Llanes en octubre de 1990, en un seminario organizado por el Ministerio de Cultura-, dio buenos consejos: no es lo mismo, dijo, hablar del aporte de la cultura al desarrollo que hablar de desarrollo cultural de la gente; cuando se verifican grandes proyectos del “citymarketing” no se trata sólo de recibir visitantes, sino de plantear estrategias para mejorar la vida cultural de los ciudadanos que han hecho posible esos proyectos; y los “zeppelines” que les caen del cielo a las ciudades, advirtió, a menudo no integran las necesidades culturales del lugar.  

(Diario LA NUEVA ESPAÑA, Oviedo, 9 de diciembre de 2006).

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