José Ramón Ortiz Portillo
(Lanestosa, Vizcaya, 1865-
Madrid, 1940).
Arquitecto. Padre
de Joaquín Ortiz.
Fue elegido alcalde
de Lanestosa en 1904 y
reelegido para ese cargo
en 1906.
Cuando escribí el libro "Llanes y la invasión napoleónica" (que constituye el catálogo de la exposición del mismo título organizada por el Ayuntamiento llanisco en 2008) me resultaron fundamentales las investigaciones de Elviro Martínez Fernández (miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos y autor, entre otras obras, de la titulada “Los documentos asturianos del Archivo Histórico Nacional”) y las aportaciones de la profesora de la Universidad de Oviedo AliciaLaspra Rodríguez, estudiosa de la ayuda que Inglaterra
prestó a los españoles para vencer al invasor francés. Gracias a Elviro Martínez se conserva el diario de Lorenzo Simón González, beneficiado de la iglesia parroquial de Llanes durante la época de la ocupación francesa (ese texto, que había incluido el miembro del RIDEA en su libro "Estudios de Historia de Llanes", es el hilo conductor del libro y de la exposición). La profesora Laspra exploró los archivos del Foreing Office y del Almirantazgo británico y me facilitó correspondencia diplomática y el mapa de los movimientos de las tropas
napoleónicas en vísperas de su entrada en Llanes. Javier Ruisánchez García es el artista plástico al que encargué las ilustraciones para los paneles de la exposición, que después reproduje en las páginas del libro.
La cantante estadounidense durante su actuación en el Centro Niemeyer de Avilés, el domingo 13 de julio de 2014. (Foto: Marieta, del diario EL COMERCIO)
Nacida en Santa Mónica, Los Ángeles, California, en 1959, y vecina de N. Y. C. Cantante de gran personalidad. En Asturias, donde ha dado ya algún concierto, cuenta con muchos seguidores.
Suzanne Vega,
en el Centro Niemeyer
(Avilés, 13 julio 2014).
Con los músicos que acompañaron a S. V. en el Niemeyer: a la izquierda, el batería Doug Yowell, y a la derecha el guitarrista Gerry Leonard. (Avilés, 13 de julio de 2014)
La vieja Rula de Llanes. (Archivo de Higinio del Río).
La editorial Hércules Astur de Ediciones publicó en 2011 el libro“Joaquín Ortiz, un arquitecto racionalista”, de Higinio del Río Pérez, que, más allá de la biografía de un personaje singular, constituye un detallado recorrido por la historia del Llanes de la Segunda República.
Considerado como uno de los representantes más destacados de la corriente racionalista, Joaquín Ortiz García (Valladolid, 1899-Ribadesella, 1983), arquitecto municipal del Ayuntamiento de Llanes en los años 30, fue un decidido renovador del lenguaje arquitectónico. A él se deben numerosos proyectos de viviendas unifamiliares en Llanes (muchas de ellas encargadas por indianos), edificios de viviendas como el “Borinquen” (en cuya construcción se utilizaron sistemas novedosos para la época, léase forjado de losa de hormigón o cubierta de fibrocemento) y la casa de Contró; obra pública, como la antigua Lonja del Pescado (Rula); almacenes y fábricas (como SADI, de quesos y mantecas, o la de conservero de pescado Alfonso Cimino), consultorios médicos y sanatorios (como el del doctor José María García Gavito), puentes, calles y plazas (como la de la Corrada de Porrúa) y obras de alcantarillado y abastecimiento de agua.
En Gijón, donde mantenía abierto un estudio en la calle Ménen Pérez, proyectó en 1936, conjuntamente con su colega Manuel García Rodríguez, el primer “rascacielos” de Asturias, en la plaza de San Miguel.
El libro no sólo aborda la vida y obra del arquitecto, sino un detallado recorrido por una década crucial. Sus páginas contienen una visión de la historia de una localidad durante la Segunda República, reflejada en su vida cotidiana y en el drama de la Guerra Civil.
Hijo de José Ramón Ortiz Portillo (relevante arquitecto en Santander a finales del siglo XIX y principios del XX), Joaquín Ortiz perteneció al organigrama del Ayuntamiento de Llanes desde 1929 hasta 1937. Socialista y masón, cofundador de la Agrupación Socialista Llanisca (PSOE), presidió en la villa el Círculo Republicano. En la Revolución de Octubre de 1934 desempeñó un activo papel y durante la Guerra Civil fue el único arquitecto integrado en la Comisión Técnica de Fortificaciones militares en Asturias, a las órdenes del gobierno presidido por Belarmino Tomás, según ha podido comprobar el investigador asturiano Luis Miguel Cuervo. Después de la derrota del bando republicano en 1939 se exilió en la República Dominicana (1940-1945) y en Venezuela (1945-1977), países en los que desarrollaría notables proyectos arquitectónicos. A su vida y a su obra se dedicó uno de los paneles de la exposición “Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del exilio”, organizada en 2007 por el Ministerio de la Vivienda en los espacios de Nuevos Ministerios, en Madrid, y dos de cuyos promotores fueron Henry Vicente Garrido y Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes.
En 2011, el Ayuntamiento de Llanes bautizó con el nombre de Joaquín Ortiz uno de los paseos marítimos de la villa llanisca y organizó una amplia exposición de producción propia sobre el arquitecto racionalista.
Joaquín Ortiz, en 1938. Fotografía para la ficha de la Agrupación de Socialistas Asturianos en Barcelona.
Joaquín Ortiz y el ingeniero José María Aguirre fueron dos de los cuatro componentes de la oficina técnica de la Comisión de Fortificaciones, en plena Guerra Civil.
Ficha de la Agrupación de Socialistas Asturianos en Barcelona, 1938. (Archivo General de la Guerra Civil Española, AGGCE, Salamanca).
La mar invadiendo parte del entorno de la playa de Toró. (Foto: Gaspar Sobrino. Febrero, 2014).
¿Existe relación entre los violentos temporales de febrero de 2014 y el cambio climático? Hay, al menos, indicios de ello, y sobre esta preocupante cuestión reflexiona Ricardo Anadón Álvarez, catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo, en el artículo que sigue:
Aurora Bernot García,
madre de Pilar Pérez Bernot.
El artículo que reproducimos va a formar parte del libro "PILAR PÉREZ BERNOT, TODA UNA DAMA" (LA PEQUEÑA HISTORIA DEL LLANES DEL SIGLO XX), volumen en preparación:
LOS BERNOT
La llanisca Aurora Bernot, esposa de Pedro “el
Sordu”, supo siempre que su familia paterna provenía de la parte de Bélgica.
Solía contar a sus hijos que los primeros Bernot habían llegado a España en la
época de Carlos III, para trabajar como especialistas en la fábrica de armas de
La Cavada
(Cantabria), y que
procedían de Lieja, junto a la frontera germana,
aunque algunos investigadores sostienen que su origen estaba en Alemania.
La instalación siderúrgica de Liérganes-La Cavada (precedente del complejo fabril de Trubia) fue uno de los más importantes establecimientos industriales españoles
en el Antiguo Régimen. Funcionó de 1622 a 1834, y con él se
inauguraría la era de los altos hornos en España. Con solvencia, abasteció de
cañones la demanda creciente de la
Marina -su cliente casi exclusivo- hasta la Guerra de la Independencia. Su ciclo terminó cuando se acabaron los árboles carboneros y
hubo que recurrir al carbón asturiano.
Al inicio de su reinado, Carlos III había nacionalizado la fábrica
(en manos privadas durante los primeros 135 años, aunque se gestionara con un
carácter paraestatal). Sin
embargo, los Bernot habían llegado mucho antes, con Felipe IV. Lo hicieron a
mediados del siglo XVII, formando parte de un segundo contingente de técnicos
extranjeros -apellidados Uslé, Oslé, Arché, Lombó y Waldor, entre otros-, la mayoría de
los cuales se ocuparía de las tareas de fundición. Encontramos su rastro en el libro de la Parroquia de Riotuerto,
a la que pertenece La Cavada:
en marzo de 1649 es bautizada Juana Bernó, hija de Francisco y de Juana; el 12 de febrero de 1662, el
párroco Juan Castillo Rubalcaba bautiza a “Matías,
hijo de Mathias Vernó y Ana Eslé, su legítima mujer, asistentes en este lugar y
naturales de Flandes”, apadrinado por Nicolás Vernó, “también flamenco”. La
rama asturiana de los Bernot más documentada es la de Llanes. Los “Apuntes
históricos, genealógicos y biográficos”, de García Mijares, dan cuenta de un percance vivido en 1830 por el rapaz Ramón
Bernot, quien, mientras pintaba las paredes y bóvedas de la iglesia parroquial
junto a sus hermanos José, Francisco y Frutos –llegados al Concejo llanisco
cinco años atrás-, sufrió un accidente al ceder el andamiaje y caerse al
presbiterio desde una altura de más de 18 metros. Lo más fácil
es que se hubiera matado, pero no se hizo ni un rasguño, según cuenta con
asombro García Mijares.
En el Padrón de Nobles y Pecheros de 1831 y en los padrones
generales de habitantes de 1840 (y sucesivos) está registrado Frutos Bernó, uno
de los cuatro hermanos citados, albañil nacido en Liérganes en 1800 y casado
con Ana Márquez, costurera llanisca oriunda de Villaviciosa; en el de 1865
aparece Francisco Bernot Fernández, albañil igualmente, procedente de Cangas de
Onís, casado con una hermana del rico indiano y futuro alcalde Román Romano
Mijares; y en el de 1870 figura
Víctor Bernot Fernández (que sería el suegro de Pedro “el Sordu”), vecino de
Cimadevilla, cuatro años más joven que Francisco, nacido en Cangas en 1844,
desposado con María Marcos Pérez (de la que enviudaría, y se casaría después
con la pancarina Rufina García Noriega). De estos dos hermanos quedan unos pocos descendientes, depositarios de uno de
los apellidos más curiosos, evocador de los albores de la industrialización y
del protagonismo europeo de la dinastía de los Austrias.
Higinio del Río
(LA NUEVA ESPAÑA, 16 de septiembre de 2003)
ALGUNAS FOTOS
EN RELACIÓN CON EL APELLIDO
BERNOT:
Wulf Bernotat, cabeza visible de la
empresa alemana
del sector energético E-ON.
Gerhard Bernot, consejero-delegado
de la empresa alemana de
productos informáticos Bernot IT (Information Technology),
con domicilio social en Konstanz.
En Jordán García, contrabajista y violinista de la orquesta "Los Panchines" e hijo del
poeta Pín de Pría, se adivinaba un punto de cosmopolitismo poco corriente por
estos pagos. Frente al desparpajo castizo de su compañero Panchín -que en las
fiestas de Santa Ana de hace cuarenta y tantos años nos cantaba a los críos de
Llanes el baile del “Musulmé”- Jordán parecía un intelectual de la Viena dodecafónica.
Juraríase que habíamos visto su cara en alguna película de Gloria Swanson, en
platós de soñadas metrópolis. Su misterioso pasado, su violín errante, su
sonrisa achinada, su bigotito a lo Cugat, su calva cercada de pelo teñido y
engominado, sus modales de hombre de mundo y su inalterable compostura
-elegante y reservada siempre, lo mismo ante un chato de vino que ante una copa
de “Moët & Chandon”- mancaban.
Detrás de su pajarita se encarnaba un enigma de la Babilonia europea de los
años cuarenta. Había formado parte de una buena orquesta barcelonesa que llegó
a actuar en lujosas salas de París. Cuando regresó a la villa, dignamente
derrotado después de cerner lo suyo, nuestros castillos de arena en el Sablín
se impregnaron de los sones de sus ensayos en solitario, que salían por las
ventanas del piso que habitaba en el “Campu’l gatu”. Metido a tocar pasodobles
con Paco “el Coju”, Panchín y Cosmín en la azotea de la Rula, nunca se le oyó
presumir de ninguna batalla ganada. A lo sumo, “sotto voce”, soltaba
confidencias de un Casanova sin malicia en el bar de María Chín Chín:
- “Me he tirao a una gachí que encima me ha
dao mil pesetas”.
Jordán era
el único músico llanisco al que el vulgo atribuía una cierta aureola
internacional.
Muchos
abriles después de aquel Llanes en blanco y negro está empezando hoy a
manifestarse el talento de otro músico local, el guitarrista José Antonio
García Fuertes, que fue discípulo de Pancho Martín Quintana (aquel personaje
clave del Llanes del siglo XX, cazador, taxidermista, maestro de guitarristas y
algo bohemio, como Jordán). Profesor en una Escuela de Música de Madrid y
concertista habitual, García Fuertes acaba de cerrar con éxito su segunda gira
por Kazajstán, una extensa ex república soviética de Asia occidental.
El joven
del que hablamos se formó en el Conservatorio Superior de Música de Oviedo y en
el Real Conservatorio de Madrid y fue alumno de eminentes profesores como
Roberto Martínez y Miguel Ángel Jiménez. Terminó sus estudios con Mención
Honorífica en 1999. Desde entonces, ha actuado en sitios de primera, como el
Teatro de la Zarzuela
y el Ateneo de Madrid, el Palacio Real de Aranjuez, el Auditorio de Zaragoza y
el Kursaal de San Sebastián, y ha ganado premios en diversos concursos
internacionales.
Su debú en
Kazajstán había salido redondo en 2003, y el triunfo le ha vuelto a sonreír el
pasado septiembre en el Teatro de la Ópera de la ciudad de Almaty, donde
interpretó dos obras de Joaquín Rodrigo (“Fantasía para un gentilhombre” y
“Concierto de Aranjuez”) acompañado por la Orquesta Sinfónica
Académica kazaja.
Lo que
sucede es que noticias como ésta, que antaño habrían supuesto un revulsivo en
los centros educativos, pasan ahora inadvertidas. La música culta acaso está
quedando demasiado lejos de la chavalería. Tan lejos como Kazajstán. O como
Jordán.