OPINIÓN
Para el cineasta y periodista Alberto Pardo Bustillo (Arenas de Cabrales, 1962), que era uno de aquellos monaguillos que urdían travesuras en la sacristía del templo parroquial de Santa María de Llas, la nostalgia es un mal imposible de curar. Quizá por ello todas las páginas de su primer libro, “Como oro en paño”, que acumula recuerdos de su infancia cabraliega, están escritas en un tono alegre, pero, sobre todo, nostálgico y sentimental. La nostalgia es una energía creadora, y sin ella no se puede construir un relato convincente sobre la niñez y la adolescencia que uno ha tenido.
La particularidad de “Como oro en paño” es el ritmo ‘cinematográfico’ con el que Alberto Pardo objetiva las imágenes que tiene grabadas en la memoria y la manera en que conjuga escenas y detalles: Había alegría. Éramos familias enteras y vecinos con un grado de convivencia como de parentesco familiar. Yo disfrutaba mucho en los samartines. Me gustaba ver a tanta gente conocida junta en un mismo sitio y a lo mismo. A los niños se nos daba la vejiga del animal, inflada, para jugar al balón en el suelo de tierra manchado de sangre.
Con Arenas de Cabrales como plató, el guión para este ejercicio retrospectivo incluye elementos variopintos, que se suceden a modo de fotogramas de un particular “Amarcord”. Encabezan cada capítulo sugerencias ‘proustianas’ de olores y sabores, se hacen oportunas descripciones de la geografía del lugar, se juegan partidos de fútbol sin final en la carretera de Arangas, se intercambian tebeos y aventuras del capitán Trueno; se hace irresistible la tentación de robar ciruelas en la finca de Pedro, en Pandiellu; se intenta pescar truchas y anguilas en el Ribeles, y el suspense del juego del “receto” (el escondite) se adueña de las tardes de invierno. Todo el ciclo de la primera etapa de la vida, incluido el primer contacto con la realidad de la muerte, hecho ahora literatura sencilla y amena. Pequeña historia dispersa que trasciende del ámbito personal.
Tanto como a él, los recuerdos que comparte Alberto Pardo Bustillo -hombre de radio, responsable del gabinete de Prensa del Ayuntamiento de Llanes desde hace muchos años y galardonado director de cortometrajes- pertenecen a las generaciones que crecieron entre los últimos vestigios de la posguerra y los planes de desarrollo de Laureano López Rodó. Al recrear las vivencias escolares en el franquismo, el mundo perdido de los bares-tienda, las pastas “Reglero” con capa de chocolate (que se vendían sueltas a dos pesetas), la emigración a Europa; la sombra preconciliar de don Juan Ardisana (el párroco), las romerías de prao, los pasodobles de Los Panchines, las sesiones de cine en el Ateneo, el festival de Eurovisión (seguido sin pestañear en uno de los dos televisores que había en el pueblo), el primer amor y muchas más situaciones, el autor ha redondeado un veraz estudio sociológico de los años 60 y 70.
(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el lunes 20 de junio de 2022).