domingo, 11 de marzo de 2018

MÚSICOS Y CANTANTES JUDÍOS EN ALEMANIA

OPINIÓN

Heinz Jakob Schumann. (Foto: Harry Schnitger).

Lotti Goldmann. (Foto: Wilhelm Reinke).

Guitarra y cabaret, pese a todo



Lotti Huber y "Coco" Schumann, dos estrellas judías en Alemania


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

La convergencia plena entre judeidad y germanidad siempre es una tarea pendiente. Para Enzo Traversaro (autor del libro “Los judíos y Alemania”), la simbiosis judío-alemana es poco menos que un imposible, a pesar del entusiasmo puesto por relevantes personalidades hebreas de Alemania, como Walter Rathenau, que cantaron y profesaron el patriotismo prusiano. En su desalentador análisis histórico, Travesaro habla de judíos asimilados, “pero sin patria”, y para explicar el asunto pone más el énfasis en el concepto de “monólogo judío” que en el del diálogo, propiamente dicho, entre lo hebreo y lo alemán. ¿Cómo es posible que los judíos sigan viviendo en Alemania?, podríamos preguntarnos.

Pero aunque después de lo de Hitler se sigue manteniendo una visión inevitablemente morbosa de esa realidad, la normalidad de la República Federal no se puede concebir hoy sin la presencia judía, sin la cotidianidad de un componente semita, como parte de la identidad de un país que padeció el trauma de las leyes raciales de Núremberg de 1935 (aquel enajenado propósito de calibrar, obsesiva y milimétricamente, la sangre, las genealogías y los grados de mestizaje de la gente).
No dejan de tener una irresistible fuerza de atracción, en todo caso, las historias de supervivencia, las biografías, los obituarios, los grandes y los pequeños detalles de la vivencia judía en Alemania, que frecuentemente encuentran hueco en los medios de comunicación.
La reciente noticia del fallecimiento, a los 93 años, de Heinz Jakob Schumann, figura del jazz berlinés, nos ha venido a recordar todo eso. Una historia de película (de hecho, había sido uno de los protagonistas del documental “Refuge in music”, de 2013, que recoge el testimonio de músicos alemanes que habían sido recluidos en campos de concentración). De madre hebrea y conocido como “Coco” Schumann, fue uno de los primeros instrumentistas que tocó la guitarra eléctrica en su país. Se había aficionado al swing en plena Olimpiada de su ciudad natal, Berlín, en 1936, en algunos de cuyos bares y clubes actuaría hasta su detención en 1943. Fue internado en Terezin y en Auschwitz, hizo trabajos forzados en situación de esclavitud, formó parte de un grupo musical que tocaba para recibir los convoyes de nuevos prisioneros (y también en sesiones privadas para los oficiales de las SS), y tuvo un cara a cara con Mengele. Después de la guerra compartiría escenario con Ella Fitzgerald y crearía la formación “Coco Schumann Quartett”.
Una trayectoria un tanto similar a la suya fue la de Lotti Huber (Lotti Goldmann, 1912-1998), que encarna también un argumento de cine (el director y militante del movimiento gay Holger Mischwitzky, que firma sus trabajos como “Rosa von Praunheim”, le dio un papel en distintas películas). Nacida en Kiel, hija de un comerciante textil judío, había estudiado danza en Berlín y pasó un año en un campo de concentración, de 1937 a 1938. Al recuperar la libertad emigró a Palestina y en Jerusalén siguió estudiando el arte de la danza; bailó en clubs nocturnos de Haifa y El Cairo con un estilo personal y provocador de “Danza libre”; se casó dos veces (en ambos casos, con militares ingleses), vivió en Londres y abrió un restaurante en Chipre. De vuelta a Alemania en los 60, siguió actuando en cabarés por la senda de la transgresión de los prejuicios pequeño-burgueses. Presentaría programas de televisión y sería un icono para los homosexuales. Un crítico la calificó como “la Marlene Dietrich de los pobres”.
Hasta el final, Lotti y “Coco” cantaron, bailaron y tocaron la guitarra, pese a todo, contradiciendo así la manida sentencia de Adorno (“tras Auschwitz no es posible la poesía”). 


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el sábado 10 de febrero de 2018).