viernes, 7 de marzo de 2014

LLANES A LA GUITARRA: EL TALENTO DE JOSÉ ANTONIO GARCÍA FUERTES

OPINIÓN                                                               

Concierto en Kazajstán


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ
                             
En Jordán García, contrabajista y violinista de la orquesta "Los Panchines" e hijo del poeta Pín de Pría, se adivinaba un punto de cosmopolitismo poco corriente por estos pagos. Frente al desparpajo castizo de su compañero Panchín -que en las fiestas de Santa Ana de hace cuarenta y tantos años nos cantaba a los críos de Llanes el baile del “Musulmé”- Jordán parecía un intelectual de la Viena dodecafónica. Juraríase que habíamos visto su cara en alguna película de Gloria Swanson, en platós de soñadas metrópolis. Su misterioso pasado, su violín errante, su sonrisa achinada, su bigotito a lo Cugat, su calva cercada de pelo teñido y engominado, sus modales de hombre de mundo y su inalterable compostura -elegante y reservada siempre, lo mismo ante un chato de vino que ante una copa de “Moët & Chandon”- mancaban.


Detrás de su pajarita se encarnaba un enigma de la Babilonia europea de los años cuarenta. Había formado parte de una buena orquesta barcelonesa que llegó a actuar en lujosas salas de París. Cuando regresó a la villa, dignamente derrotado después de cerner lo suyo, nuestros castillos de arena en el Sablín se impregnaron de los sones de sus ensayos en solitario, que salían por las ventanas del piso que habitaba en el “Campu’l gatu”. Metido a tocar pasodobles con Paco “el Coju”, Panchín y Cosmín en la azotea de la Rula, nunca se le oyó presumir de ninguna batalla ganada. A lo sumo, “sotto voce”, soltaba confidencias de un Casanova sin malicia en el bar de María Chín Chín:
- “Me he tirao a una gachí que encima me ha dao mil pesetas”.
Jordán era el único músico llanisco al que el vulgo atribuía una cierta aureola internacional.

Muchos abriles después de aquel Llanes en blanco y negro está empezando hoy a manifestarse el talento de otro músico local, el guitarrista José Antonio García Fuertes, que fue discípulo de Pancho Martín Quintana (aquel personaje clave del Llanes del siglo XX, cazador, taxidermista, maestro de guitarristas y algo bohemio, como Jordán). Profesor en una Escuela de Música de Madrid y concertista habitual, García Fuertes acaba de cerrar con éxito su segunda gira por Kazajstán, una extensa ex república soviética de Asia occidental.
El joven del que hablamos se formó en el Conservatorio Superior de Música de Oviedo y en el Real Conservatorio de Madrid y fue alumno de eminentes profesores como Roberto Martínez y Miguel Ángel Jiménez. Terminó sus estudios con Mención Honorífica en 1999. Desde entonces, ha actuado en sitios de primera, como el Teatro de la Zarzuela y el Ateneo de Madrid, el Palacio Real de Aranjuez, el Auditorio de Zaragoza y el Kursaal de San Sebastián, y ha ganado premios en diversos concursos internacionales. 
Su debú en Kazajstán había salido redondo en 2003, y el triunfo le ha vuelto a sonreír el pasado septiembre en el Teatro de la Ópera de la ciudad de Almaty, donde interpretó dos obras de Joaquín Rodrigo (“Fantasía para un gentilhombre” y “Concierto de Aranjuez”) acompañado por la Orquesta Sinfónica Académica kazaja.

Lo que sucede es que noticias como ésta, que antaño habrían supuesto un revulsivo en los centros educativos, pasan ahora inadvertidas. La música culta acaso está quedando demasiado lejos de la chavalería. Tan lejos como Kazajstán. O como Jordán.

Higinio del Río
(LA NUEVA ESPAÑA, 7 de octubre de 2004)


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